Usuario anónimo Towmin: Boom arquitrctónico. Vio con asombro - TopicsExpress



          

Usuario anónimo Towmin: Boom arquitrctónico. Vio con asombro que el sistema de su pasado reciente, que iba desapareciendo de forma comprensible por absurda, — absurda hoy, que mientras duró fue muy gratificante — se había trasplantado al país más remoto y desconocido. Las imágenes de China, hasta hacía muy poco tiempo imposibles de ver, eran ahora como una ola gigante que se acercaba cabrilleando sobre el océano, masiva y profunda, silenciosa y contundente, graciosa y menospreciable, rechazable y ridícula. Antes o habían estado censuradas por proceder de un país comunista, o eran mostradas como un exotismo lejano de civilizaciones primitivas, o condescendidas por ser un mercado infinito e ingenuo. O míticamente mostrada en la literatura fantástica con origen en el libro de Marco Polo, o recurridos por poetas como Octavio Paz, o sometido a cuestaciones por los católicos para la conversión de sus paganas almas. De una imagen de tinta china difusa y risible se estaba pasando a un temible caudal que se incrementaba hasta ser un chorro caudaloso de chinos. Sus números había que expresarlos en aritmética exponencial. China era un polvo impalpable y silencioso que se introducía bajo las puertas de los polígonos industriales, en los ascensores nocturnos de calles recónditas, en plazas de ciudades importantes y se mostraban en escaparates con un estilo de mudanza permanente, de acopio infinito de cartones reventados por sus costuras. Y, por encima de todo, como reptiles fantásticos, simpáticas aves fluviales, dorados dragones, ofrecían lo extraordinario de su cocina chino-americana, para disfrute de los niños, presunción de las señoras y dispendio de los caballeros. Y en su corazón subrepticio, tras sus dientes externos, sus aparentemente serviles modales, escondían sus almas tan humanas, conformadas por la ambición, la necesidad y una disimulada esclavitud. ¡Estos son los mismos chinos que tendían raíles en las películas de la conquista de Oeste Norteamericano! Y ¿por qué pensaba en este tropel de sombras chinescas? Ah, sí. Un chino en China, en la azotea de un rascacielos de treinta y dos pisos, sumergido en las nubes de agua y contaminación, al mismo estilo de las triunfales especulaciones inmobiliarias nuestras, había cubierto su ático de mil trescientos metros cuadrados con montañas árboles, cavernas, simas, animales mitológicos, duendes y diosecillos, espíritus malignos y benignos, como muestra de satisfacción y poderío de los infintos billetes de yuanes que poseía. Sus vecinos, asustados por la invasión de seres extraños que hacían uso de los ascensores le denunciaron reiteradas veces y luego de cinco años los inspectores urbanísticos, en vez de alegar que en aquellas alturas solo habían nubes comprobaron que una edificación imperial reposaba hasta rebosar sobre el edificio que, además, por el exceso de corpulencia arquitectónica daba muestras de agotamiento en sus aceros y hormigones. La anécdota fue que un juez lo mandó derribar todo y el pueblo ha preferido solicitar a las autoridades que se respete tal edificación, considerándola bien artístico comunal y muestra del ingenio y de la capacidad empresarial del chino millonario.
Posted on: Tue, 17 Sep 2013 09:21:04 +0000

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