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VALE LA PENA LEER ESTA NOTA HECHA POR UN ENTENDIDO PARA REFLEXIONAR Y EMPAPARNOS EN LA ESENCIA DE LO QUE ESTA PASANDO GRACIAS POR TU EXCELENTE APORTE!!! Juan Pablo Una tristeza muy profunda Alberto F. Robredo Mis años de argentino me depararon distintos estados de ánimo, como a todos. Pese a tamaña escuela de gladiadores, hoy, lo que vivo, me produce una tristeza muy profunda. He dedicado mi vida, de manera especialísima, al derecho. Más allá de otras inquietudes, que gracias a Dios tengo, soy abogado de la cabeza a los pies, con todo lo que ello implica, no como medio de obtención de recursos, sino de satisfacer una vocación hecha necesidad: luchar por la Justicia. Hoy, con el país a punto de una suerte de suicidio jurídico, observo desolado el silencio sepulcral de todos los que debieran elevar su clamor, su indignación. Nadie habla contra la esencia de lo que está por suceder. Ni la Academia Nacional de Derecho ni las Facultades de Derecho de las distintas universidades públicas o privadas ni los Colegios de Abogados ni la Iglesia (Dios sabe lo que me cuesta decirlo) ni las cámaras empresarias ni los sindicatos. Nadie habla sobre lo que está por suceder, salvo para discutir sobre contenidos que, comparados con el fondo de la cuestión, con ser gravísimos, se transforman en detalles. El país está por tirar por la ventana el Código Civil. No está por reformarlo. Está por tirarlo por la ventana, lo que no hacen los países. Se discute si el Estado es o no responsable frente a determinadas circunstancias, si ciertas situaciones de familia deben encararse de una manera o de otra. Si las filiaciones, si las uniones (es difícil darles el nombre de matrimonios) de una clase o de otra merecen tal o cual protección, etc. Sobre esos contenidos se discute con pasión o sin ella, pero nadie planteó lo medular del tema. La Argentina tirará por la ventana su Código Civil y 143 años de jurisprudencia y de doctrina de las más variadas y valiosas especies. Partiremos de cero, sin jurisprudencia, sin antecedentes, sin historia. Francia, cuyo Código Civil, el famoso Código Napoleón de 1804, que tanto influyó en nuestro Vélez Sarsfield, mantiene su Código Napoleón. Si alguien cree que los franceses viven atrasados en comparación con nosotros, es porque nada conocen del adelanto y el desarrollo. Porque Francia modificó el Código Napoleón muchas veces, todas las necesarias para contemplar nuevas situaciones o para llevar a norma lo que vivir iba enseñando. Los países de derecho anglosajón, los del Common Law, se valen de sus antecedentes jurisprudenciales y hacen de ellos normas jurídicas, aun los de sistemas más o menos mixtos como el caso de Estados Unidos. El camino del mundo civilizado se pavimenta jurídicamente con los antecedentes jurisprudenciales y doctrinarios, con lo que interpretan los jueces y los maestros, porque de esa interpretación las normas jurídicas se actualizan por vía interpretativa, sin requerir modificación. De similar manera, cuando las circunstancias y las enseñanzas de la vida aconsejan modificar, se modifican los códigos, y no solo en minucias, sino en cuestiones de fondo. Porque la subsistencia de la vida radica en lo que se aprende de vivir. La Argentina se dispone a tirar por la ventana su historia jurídica, montada en el narcisismo ignorante de quienes gobiernan, en el narcisismo de quienes quieren imaginar que trascenderán por tener su nombre asociado a un nuevo código, como si los méritos de un Vélez Sarsfield se pudieran transferir por leer el nombre en letras de molde al pie de un proyecto que implicó para el país tirar su esencia por la ventana. La seguridad jurídica que brinda un país está dada por sus leyes, por la interpretación que de ellas hayan hecho sus jueces y sus maestros, y por el acatamiento a ellas que hayan mostrado sus gobernantes y sus ciudadanos. Adiós Código Civil. Adiós jurisprudencia y doctrina atesoradas a lo largo de casi un siglo y medio. Adiós autoridad de las instituciones más representativas de la Argentina. Adiós seguridad jurídica argentina. Podremos discutir, ponernos de acuerdo o disentir sobre los contenidos de una reforma, pero en lo que no podemos coincidir es en mirar un país cayendo por la cornisa hacia el vacío. Mi tristeza es muy profunda y les pido que me acompañen en este grito de dolor, en procura de que alguien escuche y nos priven de la intrascendencia definitiva. Alberto F. Robredo es abogado. Fue profesor de
Posted on: Mon, 25 Nov 2013 05:23:21 +0000

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