VIAJE AL PASADO. (BULGARIA). V.-COMIENZA LA AVENTURA. Esta mañana - TopicsExpress



          

VIAJE AL PASADO. (BULGARIA). V.-COMIENZA LA AVENTURA. Esta mañana ha sonado el despertador a las 7,30 y la puerta de mi habitación un segundo más tarde. Es Rosa que pregunta si bajamos a desayunar. En cuanto arreglemos las maletas lo haremos. Las maletas no las hemos deshecho porque, con la vida de transhumantes que parece nos espera, nos pasaríamos el viaje colgando y descolgando la ropa. Las prendas van a coger forma. Apenas hemos dormido cuatro o cinco horas y se nota en la cara de los viajeros. No obstante, "Las búlgaras", que es como se han autobautizado las mujeres del grupo, bajan al comedor en perfecto estado de revista. El ascensor va parando en casi todas las plantas en las que se incorporan, hasta abarrotarlo, gente de todas las razas y nacionalidades (iraníes - ellas con la cabeza cubierta -, canadienses, australianos, ucranianos -¿ucranios?-...) vestidos con chandal en los que, sin gafas, sólo acierto a leer "Olympics Games". Me llama la atención que ninguno responda a mi saludo. En el comedor, de tamaño estalinista, ocupan casi todas las mesas, lo que nos obliga a utilizar, en la única que hemos conseguido, el sistema de "sillas calientes": el que acaba se levanta y deja el sitio a otro. Finalmente resolvemos el misterio: se están celebrando en Sofia unos Juegos Olímpicos para sordomudos. Aunque algunos hablan perfectamente (deben ser los directivos), la mayoría se comunica por señas ¡y de que modo!. Los sordomudos son muy parlanchines, ¡y muy comedores!. En la mesa encontramos a Paquita que, pese haber salido anoche con sus amigos búlgaros, ha sido de las primeras en bajar al comedor porque fue la que menos trasnochó. Eliana y Yogo, que así se llaman, han venido hasta el hotel a saludarnos y para quedar el día que volvamos. Ella es periodista y licenciada en filología española, él lo es en filología inglesa y escritor. Fue embajador en Méjico. Nos han prometido que nos llevarán a cenar a un buen restaurante y, al día siguiente, nos enseñarán la ciudad que hay apenas entreveremos desde el autobús camino de la Iglesia de Boyana. Casi me marcho del hotel sin pagar las bebidas que compré anoche. Por dos tónicas y una botella pequeña de agua me han cobrado 10 leva, unos cinco euros que pago con Visa porque ya empieza a atacarme el "síndrome del turista" cuyo síntoma más común es la reticencia a desprenderse de moneda local. LA IGLESIA DE BOYANA. En la plaza principal de la aldea de Boyana, sobre una colina cercana a Sofia, se encuentra esta iglesia que vamos a visitar y que es Patrimonio de la Humanidad, a la que llegamos desde el hotel en menos de 30 minutos. Es también conocida como Iglesia de San Nicolás, al que están dedicadas 18 escenas de los numerosísimos frescos que cubren por entero techo y paredes. No se venera en ella, aunque el nombre de "Boyana" induzca a confusión, a la patrona de las lesbianas, a las que, por cierto -leo en el periódico- nuestra ministra Ana Mato les ha limitado el derecho a la inseminación artificial en la sanidad pública a la condición de ser estériles, insultando a las mujeres que por su condición no pueden/quieren concebir de modo tradicional: "la falta de varón no es un problema médico", ha dicho. Adela saca las entradas, ocho leva por cabeza, lo que origina las primeras complicaciones con las devoluciones y nos hace plantearnos la necesidad de constituir un fondo para este tipo de gastos. Haremos uno de 50 leva por cabeza. Tenemos que esperar a que salga un grupo de japoneses para poder entrar a visitar la pequeñísima iglesia (cuando se construyó en el siglo XI apenas tenía 6 metros cuadrados) y matamos la espera haciendo fotos por los frondosos alrededores. La iglesia es un conjunto de tres habitáculos cubiertos de techo a suelos por frescos del siglo XIII de un realismo y una calidad inusual para la época (lo pone mi guía). Nos controla, y de que manera, un exaltado nazi, añorante de un pasado no muy lejano, que sólo deja pasar a nueve del grupo, haciendo esperar al resto, y cuyas instrucciones - "no fotos", "mochilas sobre el pecho"- las dicta en un tono que ya quisiera para sí el sargento negro de "Oficial y Caballero". Mamen se juega la cárcel haciendo fotos ¡hasta con flash!. En la puerta de la iglesia nos hacemos, nos la hace un japonés, la primera foto del grupo. No se sí se verá algo, puede pasarnos, como en el viaje de mi padre con José Antonio y otros amigos a Italia, a ver el Milán-Real Madrid: el fondo de las fotos que se hicieron - una pared blanca, una ventana- no era significativo y podrían haber sido realizadas sin salir del pueblo. Emprendemos la ruta hacia el MONASTERIO DE RILA por una carretera infernal, del siglo pasado, sin arcén y con numerosos baches, lo que obliga a Pilar, que se había sentado en los asientos de la última fila, a cambiarse a otro de más adelante y a mi a dejar de escribir. Nos desviamos de la carretera principal, lo que no deja de ser un eufemismo, para adentraremos en el Parque Nacional de Rila que no se sí, como el monasterio al que nos dirigimos, es también Patrimonio de la Humanidad. Me va a pasar con esto como con lo de el marido de mi amiga Amparo Santolaya que, harto de pagar vinos caros (Marqués de Riscal, Conde de Caralt, Marqués de Cáceres...) sugirió que pidiésemos un vino "sense titul" (sin título nobiliario) para ver si así nos salía más barato. Yo pido ver algo que no sea Patrimonio de la Humanidad. Por variar. Mamen, como de costumbre, va leyéndolos la guía y se mosquea porque le decimos que baje un poco la voz, lo está haciendo en "tono docente" que conozco de buena fuente. Se ha acostumbrado a dar sus clases en un tono de voz muy elevado y se dirige a nosotros como si fuésemos alumnos. Pasa a un tono de conversación y, como utiliza el micrófono, la oímos perfectamente y sin estridencias ya que lee muy bien y tiene una dicción estupenda. El parque natural de Rila es frondoso y, en paralelo a la carretera serpenteante, discurre un río en cuyas orillas se asientan merenderos y lugares de ocio. No hubiera estado mal hacer una parada en uno de ellos y dar buena cuenta de los bocadillos que, como viajeros precavidos, hemos preparado en el buffet del hotel. En el macizo que corona el valle se encuentra la región de los Siete Lagos a cuya visita hemos renunciado por ser necesario mucho tiempo. Algún viajero se ha quedado con las ganas de ver, al menos, uno de ellos, tal como inicialmente se había planteado. Tras atravesar el anodino pueblo que le da nombre, encontramos, al final de la carretera, el Monasterio de Rila cuya primera visión resulta ya impresionante. Accedemos por la puerta oeste (Dupnista) a su patio interior que impresiona desde el primer momento. Se trata de varias plantas con balcones de madera que lo rodean, en cuyo centro se levanta la Iglesia de la Natividad, decorada en sus paredes exteriores por numerosos frescos que la cubren en su totalidad y que nos recuerda a los Monasterios de la Bucovina en Rumanía, que visitamos el año pasado, si bien aquí el entorno abruma. Su interior, que Lala y yo fotografiamos burlando la prohibición, es bellísimo. A unos catalanes a los que obligan a ponerse una capelina a él, para tapar sus hombros desnudos, y un pañolón a ella, para ocultar su minifalda, les digo que no puedo sustraerme a la tentación de hacerles una foto, aunque sea con su máquina. Aceptan a regañadientes. Se arrepentirían de no haberlo hecho. Están divinos. Forma parte del impresionante conjunto la Torre de Hrelyo, la estructura más antigua que se conserva en el monasterio, en cuya parte superior se encuentran las campanas y un antiguo reloj. Pese a que se puede acceder a la fortificación que la corona, nadie del grupo se anima. Lo que sí hacemos, guiados por un extraño instinto, es acceder por la puerta este (Samokov) a la zona de bares y tiendas de recuerdos. En uno de los restaurantes pedimos refrescantes cervezas que tomaremos en las mesas exteriores, junto al río, para acompañar a los bocadillos de los que vamos provistos. Mamen y Consuelo se han despistado y no nos encuentran, Marisa llega cuando estamos pidiendo los cafés. Los precios no han sido caros, pero tampoco escandalosamente baratos: las cañas a 3 leva y por los nueve cafés, a los que invita Paquita, cobran 50 leva. De vuelta al autobús, tras las correspondientes micciones, encontraremos a Mamen muy enfadada por nuestro "olvido". En menos de dos horas nos plantamos en SANDANSKI. Por el camino hemos aprovechado para dar unas cabezadas aunque el deficiente aire acondicionado de que dispone el vehículo no ha hecho agradable el trayecto. Adela ha dejado varios mensajes a la agencia quejándose de las pésimas condiciones en que viajamos y, como único justificante, le han respondido que el autobús está perfectamente preparado para las condiciones meteorológicas normales en Bulgaria para esta época del año, pero no para las que, excepcionalmente, se están dando, condiciones "meteroilógicas" en definitiva. Bla, bla, bla, excusas de mal pagador. Nos tenemos que como sigamos padeciendo estos calores la cosa va a estar chunga. Sandaski es una población cuya vida gira alrededor de sus aguas termales. Es una especie de Karlovi Vary de segundo nivel, desde luego desprovista de los bellísimos edificios de aquella y con menos glamour (en Bulgaria la camiseta de tirantes es una prenda distinguida). El hotel, del mismo nombre, está muy bien y no tiene nada que envidiar a un cuatro estrellas español. Está dotado además de instalaciones termales, dos piscinas -una de ellas cubierta-, jacuzzi... Como venimos un poco cansados (anoche prácticamente no dormí nada) me doy una ducha antes se reposar un poco en la cama. La ducha, al menos en mi habitación, no mezcla el agua, la alterna: sale caliente y, de repente, fría para de nuevo ponerse hirviendo. Digo yo que, como estamos en un balneario, será el típico frío-calor para endurecer el músculo. Al deshacer/rehacer la maleta notamos las primeras pérdidas: Ana se ha dejado el cepillo de dientes en el hotel de Sofia y mis calzoncillos han debido emigrar al mundo de los calcetines perdidos donde habrá pedido asilo político. Retozamos un rato por las piscinas utilizando sus instalaciones. Hay mucho turista nacional. Nos llama la atención una especie de luchador de sumo, una bestia humana con un volumen similar al de mi inquilino moroso de Águilas, que va acompañado de una jovencísima rubia, demasiado joven para él. Vicente y yo deducimos, mientras paladeamos sin avanzar, encaramados en las bicicletas estáticas sumergidas en la piscina, que se trata de un alto gerifalte de la mafia local. Si no, no se explica. Hemos quedado a las 19,45 en el lobby para salir a cenar a una pizzería cercana que nos han recomendado en el hotel. Mientras esperamos a que se complete el grupo conversamos sobre el terrible accidente ferroviario de Santiago de Compostela. Algunos han visto las impresionantes imágenes por la tele y han quedado tocados. Rosa nos pasa la noticia de la dimisión como presidenta del Consejo de Consumidores y Usuarios de Paquita el día anterior de venirse para Bulgaria. La prima Paquita nos hace un ofrecimiento que no podemos rechazar: asistir a una representación de la Ópera "Carmen" al aire libre el próximo día 29 en Ruse. Su amiga Eliana ha comprobado que ese día estamos en la ciudad y la ha llamado para ofrecerse a reservarnos las entradas, a seis euros. Nos apuntamos los catorce. Salimos en grupo a tomar la ciudad. Junto al hotel hay un moderno paseo de casi un kilómetro de longitud, seguramente pagado con fondos europeos, que los ciudadanos toman a la caída del sol. Me recuerda a las alamedas de Lorca en los veranos de mi adolescencia: niños jugando, jóvenes paseando de arriba a abajo una y otra vez, parejas de enamorados...Nada más salir del hotel encontramos una fuente pública de la que emana el agua ¡a 76 grados de temperatura!. Me imagino que lo primero que aquí enseñarán a los niños es a no beber de ella, sobre todo porque a escasos metros sus madres rellenan botellas del agua de otra fuente que deben tener algún tipo de propiedad curativa. Las terrazas, elegantes y de decoración bastante homogénea, están muy animadas. Empieza a correr el fresco y la gente las ocupa casi en su totalidad para tomar un refresco o cenar. Paseamos tranquilamente conversando y buscando el "Sandy", el local que nos han recomendado para cenar. Pasamos varias veces por delante y ni nos enteramos porque, según nos explicarán luego, el nombre está en búlgaro. ¡Se ha lucido el de la recepción del hotel! No hay mesas del tamaño suficiente para acoger al grupo y nos juntan siete u ocho pequeñas mesas redondas. No es muy cómodo para comer pero no importa, sobre todo a la vista de la estupenda y abundante cena que nos sirven y del precio que nos cobran. Los platos son generosísimos: enormes y sabrosas ensaladas, salchichas descomunales, platos de carne de cerdo que no se los salta un caballo, codillo (sí, Lola se ha atrevido a pedirlo) del tamaño de un brazo...yo he conseguido que me hagan unos huevos, tres, con patatas, sabrosos e inesperados. Como cortesía de la casa nos sirven unas fuentes de fruta con melón francés, sandía y unas picotas de color amarillo que nadie había visto nunca. Por todo ello nos cobran, con propina incluida, 20 levas, 10 euros, por persona. Dan ganas de repetir, aunque ya no nos cabe ni un piñón. Damos un paseo para bajar la comida. Poco a poco algunos se van descolgando y el grupo se reduce. Nos aborda un lugareño que nos dice que se ha acercado porque al oír que hablábamos del accidente del tren en Galicia ha pensado que éramos españoles, ¡coño! y sobre todo porque hablábamos del accidente del tren ¡en español!. Sus padres viven aún en Madrid donde el pasó 20 años. Está acabando periodismo. Negro porvenir le espera. Nos acercamos al río atraídos por la música de una boda que se está celebrando a la otra orilla. Los sonidos me recuerdan a los de las verbenas veraniegas de cualquier pueblo de España. Nos retiramos hacia el hotel para, antes de acostarnos, hacer uso del wi-fi gratuito y sin claves que ofrecen. ¡A ver si toman nota algunos hoteles de nuestro país!. Dejamos a Adela, Consuelo y Lola con ganas de jarana. Seguro que la lían. Chiqui, Jacobo ¡felicidades! por vuestros respectivos cumpleaños y santo. Os hemos tenido todo el día en el corazón, pero sin cobertura.. ¡Leka nosht! que dicen los búlgaros cuando quieren dar las buenas noches (y no los rumanos, como por error escribí ayer).
Posted on: Fri, 26 Jul 2013 04:45:39 +0000

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