VIAJE AL PASADO. (BULGARIA). VI.-MELNIK-PLOVDIV, Hoy hemos (han) - TopicsExpress



          

VIAJE AL PASADO. (BULGARIA). VI.-MELNIK-PLOVDIV, Hoy hemos (han) madrugado un poco menos. A las siete y media suena el despertador pero no despierto a Ana. Sigo escribiendo hasta las ocho y, ahora si, toco diana. Mi mujer se levanta y avisamos, tal como habíamos quedado, a Rosa que no coge el teléfono. "No había cobertura" se excusará. Tendremos que ir a despertarlas, a ella y a Mamen, a su habitación. Estamos todos alojados en la cuarta planta. El buffet es algo mejor que el de ayer. Casi todas se han equivocado al coger lo que creían una mermelada y era foie-grass. Nos dotamos de provisiones para el viaje. El día que un administrador de hotel decida, para ahorrar costes, suprimir las bolsitas para compresas de los cuartos de baño, conseguirá además, como efecto secundario, complicar a los huéspedes la sacada de bocadillos del comedor. Nunca el fabricante de las bolsitas intuyó esta segunda utilidad, que en realidad es la primera, para su producto. Dejamos Sandanski, el lugar donde dicen que nació Espartaco, el gladiador que se enfrentó al emperador, cuya estatua entreveremos tapada por los árboles a los pocos kilómetros de salir de Melnik, nuestra primera parada de hoy camino a Plovdiv. La siguiente será en Boro. Hacer una relación de pueblos búlgaros es como recitar la alineación de la selección yugoslava. Nos movemos por el suroeste del país, bordeando las fronteras con Macedonia y Grecia, cuyo idioma se habla, junto al búlgaro, en esta zona. Hoy es el santo de mi mujer. Ninguno de los dos nos hemos acordado hasta que Rosa la ha felicitado, felicitación que se ampliará por parte de todo el grupo que lo hará a coro en el autobús. El conductor, como el resto de los de el país, es un suicida, que conduce por unas carreteras deleznables a una velocidad endiablada tomando las numerosísimas curvas de manera temeraria. Cuando se encuentra a otro conductor de frente, compiten para ver quien aguanta más tiempo pisando la raya continua. Lo mejor es no mirar y encomendarse al dios que proteja a los conductores de este país. Quienquiera que sea, debe estar superatareado. Antes de llegar a Melnik nos topamos con un impresionante accidente de un camión y su remolque al que una potente grúa trata de sacar del barranco al que ha caído. Se ha formado una larga cola de vehículos, sobre todo de camiones, que no pueden avanzar y que nuestro conductor sortea con gran habilidad, maniobra que repetirá a la vuelta cuando, desandando el camino, encontremos de nuevo el tapón. Llegamos a MELNIK un poco antes de las diez y el conductor nos da casi una hora y media para visitar el que se considera el pueblo mas pequeño de Bulgaria lo que, de ser verdad, constituiría una rara singularidad. El pueblo, dividido en dos por el lecho seco de un río, es a ambos lados, una sucesión de casas características dedicadas en su mayoría a la venta de recuerdos, vinos y aceites, los productos típicos de la zona. Nos desparramamos por lo que debe ser la única calle del pueblo -no parece que exista una segunda línea de casas- a nuestro aire. Ascendemos perezosamente bajo un sol de justicia hasta que que divisamos las formaciones rocosas que rodean el pueblo, son las famosas pirámides de arenisca, colinas que han ido erosionándose hasta formar un paisaje con conos y columnas fabulosas. No existe la posibilidad de subir hasta sus cimas ni de pasearse entre ellas, sólo cabe observarlas a distancia. Unos lo han hecho más cerca que otros. Hago mis primeras fotos "cojoneras" del viaje, poniendo la máquina a la altura de la entrepierna para poder captar la parte superior de las casas cuya arquitectura se basa en construir sobre unos potentes muros de piedra la vivienda de madera, que queda en altura a bastante distancia del suelo. En este apartado nos ha llamado la atención el que la mayoría de las casas del país, sobre todo en el campo y los pequeños grupos urbanos, están sin enlucir dejando a la vista sus vigas y ladrillos. Dicen las malas lenguas que así parecen que están sin terminar y no pagan el correspondiente impuesto. Según la prima Paquita, Bulgaria es, al menos oficialmente, el país más pobre de Europa. No nos lo está pareciendo de momento, comparándolo, por ejemplo, con la Rumanía que visitamos el año pasado. Ya veremos si manteamos la opinión al final del viaje. Hacemos compras de algunas cositas para los nanos. Lola compra un par de botellas de vino por las que creo que le han cobrado de más. Le han salido casi a precio de Rioja. Le da igual, quiere ponerlas en la nevera del hotel para bebérnoslas está noche. Por suerte tienen tapón de rosca ya que no tenemos sacacorchos. A propósito de esto, en una reciente visita a las bodegas del Marqués del Riscal, nos comentaron que los enólogos aconsejan este tipo de tapón para los vinos blancos a los que el corcho no sólo no aporta nada sino que incluso les resta. Lo están haciendo así con el vino que exportan pero se confiesan impotentes para luchar contra la cultura de nuestro país en este aspecto. Acabamos la visita a la localidad tomando unas refrescantes cañas en unas rústicas mesas y bajo la protectora sombras de una higuera y un parral. A la hora prevista salimos hacia nuestro próximo destino que es Borovets, si bien solicitamos, casi exigimos, una parada técnica para miccionar, fumar y refrescarnos. Hacemos uso por primera vez del fondo común para comprar las "picaditas" con las que acompañar las cervezas y refrescos. La parada la hacemos en una gasolinera con tienda- bar y es reparadora y, en mi caso, fructífera: he encontrado el cargador de coche para mi iPad como el que Marcos se compró el año pasado en Rumanía. A los pocos kilómetros de salir debemos volver, no porque el lugar nos haya encantado sino para recuperar las gafas de sol "de marca" que Consuelo se ha dejado mientras adquiría dos pares de gafas baratas en previsión de que pudiera perder las buenas. Afortunadamente las ha encontrado, si no, hubiese hecho un pan como unas ostias. A las 14,15 llegamos a BOROVENTS, la estación de esquí más antigua de Bulgaria que se encuentra en pleno momento de reconversión y modernización. Su pista principal tiene 15 kilómetros de longitud. A sus pies, que en este momento es una inmensa pradera, comeremos. En el momento de bajar del autobús hace un poco de fresco, lo que se agradece. Algunas hasta se ha puesto la rebequita. Nos planteamos comprar las bebidas y hacer un pic-nic en el césped, pero, como Paquita no lleva bocadillos, terminamos pactando con el dueño de uno de los numerosos restaurantes que encontramos al paso que podremos comernos nuestras viandas y el nos servirá las bebidas, ensaladas y cafés. Los que llevaban bocadillos han salido a 3 leva. Tras hacernos la foto de grupo, remoloneamos entre las tiendas haciendo compras: Adela un gorro de trampero de Conettica, las chicas crema de rosas para el cuerpo, típica de la zona. Consuelo no consigue moneda local porque la oficina de cambio está cerrada. Cuando bajábamos hacia el autobús, Adela mete el pie en una pequeña irregularidad del suelo y se pega un tremendo batacazo. Se duele del tobillo, debe habérselo torcido. Una lugareña, vendedora de uno de los puestos de souvenirs, nos proporciona rauda una silla en la que la acomodamos. Como médicos no faltan (llevamos cuatro en la expedición) se establece de inmediato el hospital de campaña. Adela deja su pie en sus manos (de ellos) que le aplican el hielo que Lola ha ido a pedir a un bar cercano y por el que le han cobrado 3 leva. Pedimos al conductor del autobús que lo acerque lo más posible al lugar del accidente -es una calle peatonal- y acomodamos a la lesionada sobre dos de los asientos de la primera fila con la pierna estirada y una bolsa de hielo sobre lo que parece ser un esguince afortunadamente leve. En el trajín del traslado de Adela Vicente ha perdido una bolsa. Nos dice que nos nos preocupemos, que está vacía y que no tiene mayor importancia, pero nos hace reptar y trepar por todo el autobús en su búsqueda, levantarse del asiento a todas las pasajeras que están despiertas y, luego, a las que se van despertando. Hasta hace levantarse a la lesionada Adela que es la principal sospechosa de haberse sentado sobre ella. Finalmente la que había posado sus senatoriales nalgas sobre ellas había sido Paquita a la que no se había atrevido a molestar por su condición de "madre de la patria". Si llega a importarle la bolsa, Vicente avisa al Luismi para que desguace el autobús. La verdad es que el episodio ha sido divertido y ha provocado todo tipo de bromas y chanzas. Ha sido uno de los hechos que refuerzan la afirmación de Vicente de que, en estos viajes, donde mejor se lo pasa es en el autobús en el que, por cierto, sigue haciendo un calor de narices por culpa del débil, diría que inexistente aire acondicionado, pese a lo cual hemos rechazado la oferta de la agencia de cambiar a un vehículo más pequeño pero más fresco. Nos gusta la posibilidad de ir cambiando de asiento y compañero de viaje y el autobús más pequeño nos la impediría. El que más ha sufrido con la historia del aire acondicionado ha sido el chofer ya que en su puesto no lo hay y debe abrir la ventanilla para no afiliarse, lo que provoca que el poco fresco del interior se escape por lo que desde la agencia le han obligado a cerrarla. Finalmente le autorizamos a que vuelva a la situación anterior no fuese a ser que le diese un golpe de calor y nos diésemos el golpe nosotros. Lo cierto es que, menos cuando hace el kamikaze, estamos contentos con él, es simpático y atento e intenta hacerse entender por las "madames", como dice él. Ha parado en la primera farmacia que hemos encontrado al entrar en Plovdiv y baja presto a acompañar a Pilar, especialista en materia de vendajes según Vicente, para facilitarle la compra de uno para el tobillo de Adela. PLOVDIV es la segunda mayor ciudad de Bulgaria. La atravesamos entre horrorosos edificios del antiguo régimen que se alternan con modernas construcciones que, poco a poco, van cambiando la fisonomía de la ciudad, hasta llegar al hotel en cuya recepción nos esperan para ofrecernos una copa de champán, con sabor a rosas del terreno. El hotel tiene también buen nivel, es un "Princess" de la misma cadena que el de Sofia e, igual que aquel,tiene casino, lo cual no nos extraña ya que en el cuadro del dueño que preside el hall del hotel nos parece descubrir al promotor de Eurovegas. Aquí si tienen preparadas las tarjetas de las habitaciones y los trámites en recepción son más rápidos, aunque me tocará bajar desde el piso tercero, en el que nos han instalado a todos, para que me rae codifiquen la tarjeta para poder acceder a nuestra habitación. Nos damos media hora para ducharnos y mudarnos y, puntualmente, a la hora prevista, estamos todos en recepción, menos Lola que se ha demorado ayudando a Adela que se queda en el hotel y a la que prometemos avisar para que acuda en taxi al lugar elegido para cenar. Pertrechados de plano y guía, bajo la experta dirección de Vicente quien, como los alemanes, habría tomado Francia orientándose exclusivamente con la Guía Michelin, empezamos la visita turística por las animadísimas calles peatonales próximas a nuestro hotel, intentando distraer a mi mujer para que no se percate de que están intentando comprarle un regalo por su santo. Como necesitaban saber que número calza Ana y quizás intuyendo mi desconocimiento del dato (no sé el que calzo yo) encargan la gestión a Vicente, lo que da lugar al siguiente diálogo para besugos: - Ana ¿te has operado de los pies recientemente? - No, de los pies no, de las tetillas. - ¿y que número calzas?. Para enmarcar. En el paseo nos detenemos especialmente ante un chico que toca la gaita tradicional búlgara con el que fotografio a Paquita y junto a una estatua sentada que, en actitud oyente, escucha las cuitas que las personas que se le acercan le susurran al oído. Me imagino que habrá sido el sustituto del sacerdote, prohibido por el comunismo, y del sicólogo, tan denostado, creo que merecidamente, en la actualidad. Llegamos paseando hasta la plaza en la que se encuentra la mezquita de Humaya a la que entramos guiados por un propio que busca propina y cuyo interior recorremos descalzos entre rezos de infieles, menos mi mujer que se niega a pisar sin zapatos el nido de hongos que, según ella, constituye la alfombra. En el exterior de la mezquita, junto a las ruinas del estadio romano, un joven da un concierto de piano al aire libre cuyas notas nos acompañan mientras intentamos determinar, plano en mano, la mejor manera de entrar en el casco antiguo. Lo haremos ascendiendo por la empedrada calle Saborna. El paseo es pesado, por el terrible calor que hace, y dificultoso, por el irregular empedrado de las empinadas calles que subimos y bajamos. Mamen dicevquenhemosbascendidona las tres colinas que rodean la ciudad. Como estamos agotados y ante la dificultad de que Adela acceda en taxi a esa parte de la ciudad, decidimos cenar en el restaurante del hotel, craso error, en principio, aunque nuestra condición de "viajamos" nos ayudaba pasar el trámite. Han juntado, como anoche en Sandanski, varias mesas redondas para hacer una larga. El servicio es lento y torpe. Cuando pido una cubitera para el vino blanco, debo indicarle que al hielo debe añadirle agua, llenan las copas de vino hasta el borde...Cuando acaban los que pedido ensalada empiezan a servir a los del sector carnívoro. ¡Un desastre! Durante la cena regalan a Ana unas sandalias fashion de la muerte y un bonito bolso. Le sorprende y emociona. En su nombre ¡gracias a todas!. Espero poder invitamos a las copas que, dado lo avanzado de la noche y de vuestra edad, ayer pospusisteis. Como yo también estoy mayor decido dejar el fina la crónica para el día siguiente. Perdonad las deficiencias que podáis encontrar. No me dará tiempo a repasarlas. Que morfeo os acompañe.
Posted on: Sat, 27 Jul 2013 05:46:10 +0000

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