VII - QUEMANDO ESPINACA por Bobby Cruz Cruz (Notas) el Sábado, 9 - TopicsExpress



          

VII - QUEMANDO ESPINACA por Bobby Cruz Cruz (Notas) el Sábado, 9 de agosto de 2008 a la(s) 14:04 VII QUEMANDO ESPINACA Sólo hay dos cosas que más odia suburbia. Uno a los zombis (viciosos chirretes) y dos el muerto de hambre, a este se le tiene un miedo casi demencial, es un espíritu maligno, quién lo posee muere en la ruina y la pobreza. Todos convivimos con él, intentamos apaciguar su furia haciendo ofrendas de manteca de puerco y tripas de pollo. Salí furioso a la calle, mi bruja madre había chillado por la suspensión del gas, el asunto fue que revisaron los ductos para evitar muertes por el dióxido de carbono. Nos desconectaron porque la cocina quedaba junto al cagadero. La mezcla de gases formaría una bomba de tiempo. La cosa era que el baño solo tenía tres paredes y si no montábamos la cuarta pared volaríamos por los aires. Salí ofuscado, pensaba en Eugenia. Yo ya le había hecho sus nueve noches con semen, yo rezaba a mi manera por mi novia muerta. Necesitaba la espinaca, hoy sería Popeye, Pipeye, Papeye. Sacaría de un golpe el griterío de mi madre. La dependencia es como la mierda, en cualquier momento se vuelve una bomba y se estalla en la cara. Inflaría de humo mis pulmones, sacaría la humillación de mi cabeza. Las calles de mi barrio son estrechas, no tienen doble vía, así que la gente se estrella como hormigas, el olor a espinacas me tele trasportó en un segundo al parque que está detrás de la escuela. El Culebra emerge de una lata de aguardiente ardiente. Con su lengua dobla y ensambla alambre dulce formando angelitos y corazones. Me escanea con la mirada. De su Tommy saca una bolita de espinaca, envuelta en hojas de directorio. Veía un par de números telefónicos y unos nombres y apellidos que comienzan con R. Leí por curiosidad, Roca, Manuel, Juan, fue lo primero que quemé, hice una bolita con el contenido, lo envolví en un cuero de cigarrillo y mi lengua hizo el resto. El fosforo encendió mi nave, de pronto la noche se puso roja, mi vuelo se hizo pesado. Le hable al Culebra sobre el cagadero y la cocina y se destornillo de risa. Sacamos a pasear el pisquero, llegamos hasta la iglesia y el Culebra empezó a escupir, le gritaba a Dios que cumpliera su contrato. El culebra había hecho un contrato con dios, no podía parar de reír, la noche seguía roja. Las hormigas en la calle se estrellaban y miraban sorprendidos al Culebra, este cebaba su pipa cada vez más roja, más caliente, más pestilente. Tranquilos dije, aquí mi amigo el culebrita solo le está exigiendo al dueño de esta casa que cumpla con su trato y volvía a desbaratarme de la risa. Las hormigas volvieron a su marcha, llevaban sobre su lomo manteca de cerdo para el hormiguero de la resignación. Hey chico -dice el culebra- Yo………. No es para que me lo tomes a mal. Fui yo quien preñó a Eugenia. No fue nada personal. Las hormigas del ghetto tomaron su forma original, eran gordas y feas mujeres; hombres sebosos, borrachos, niños somalíes con pellejo blanco, mi corazón empezó a bombear más rápido, vomité el hígado, me quedó en los labios una nata verde, miré de nuevo al Culebra y de nuevo todo se puso rojo. Las hormigas llevaban patas de pollo e hígados podridos al hormiguero del muerto de hambre. - ¿Por qué? - Me caes bien chico, el problema es que no sabes que es lo que quieren las mujeres. Ella era una perrita en celo, no necesitaba tus palabritas, aún no aceitas bien el nabo, ella pidió mi ayuda, cuándo ella te dejó entrar yo ya había aceitado la puerta. - Es por eso que ella tenía tus mierdas de alambre - Si chico, a ella de gustaba que se la hundiera mientras hacia mi truco con el alambre. Ella descubrió los secretos del beso negro, no vas a negarme que mis aretes de alambre la hacían lucir bien. Intentó volver en sí, un zombi babeo su alimento, dejó la porquería en el edificio de su confianza. Tenía razón, fue lento, confiado. Pelo la navaja, el brillo eclipsó el rojo marihuano del gueto y volvió el color árido de la miseria, se quitó el saco con capota y se lo envolvió en la mano izquierda como se lo había visto hacer muchas veces al culebra -hey chico, para, para- se decía para sí. -¿Cómo vas a picar al culebra por una perra?- Sintió rabia, impotencia, ese fantasma había dejado sus desperdicios en la memoria del culebra, y este tenía poder sobre él. ¿Cómo matar a un fantasma? La perra estaba muerta y enterrada, no podría darle un escarmiento. A un fantasma no se le puede materializar con la palabra perra, perra, perra. La hipnosis roja se había esfumado, tenía hambre y frio, regresaría a casa. El Culebra lo había visto todo, pero siguió derritiendo su nariz de zombi en la tapa de aguardiente ardiente. - Hey chico, perdón por lo de la perra Este se sumergió en su saco con capota, cuando sacó la cabeza, la policía le caía encima, El Culebra estaba en el suelo, un policía negro y costeño le machacaba la cabeza, El fue esposado al zombi más podrido del barrio. No pudo contener las lágrimas. El zombi grita -señor agente, espóseme a otro hijueputa que este se puso a invocar al muerto de hambre-. Ringo Cruz
Posted on: Tue, 11 Jun 2013 23:11:11 +0000

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