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Va nuestro texto de esta semana; gracias por leerlo Lo dicen por mí Por Juan Suárez Dávila Los tiempos que corren me han hecho regresar al siempre actual Pablo Neruda, ése que recuperamos y que nos dice sus cosas en la cara; le tengo cariño porque me enseñó que el lenguaje puede estallar en cualquier momento, más cuando el descorazonamiento y la angustia embargan a la comunidad de los mortales de a pié, veamos este texto al que tituló ‘las masacres’: “Pero entonces la sangre se fue/detrás de las raíces, fue lavada/ y negada/ (fue tan lejos), la lluvia del Sur la borró/ de la tierra/ (tan lejos fue), el salitre la devoró en la pampa:/ y la muerte del pueblo fue como siempre/ ha sido:/ como si no muriera nadie, nada,/ como si fueran piedras las que caen/ sobre la tierra, o agua sobre el agua.// De Norte a Sur, adonde/ trituraron/ o quemaron los muertos,/ fueron en las tinieblas sepultados,/ o en la noche quemados en silencio,/ acumulados en un pique/ o escupidos al mar sus huesos:/ nadie sabe dónde están ahora,/ no tienen tumba, están dispersos/ en las raíces de la patria / sus martirizados dedos:/ sus fusilados corazones:/ la sonrisa de los chilenos:/ los valerosos de la pampa:/ los capitanes del silencio.// Nadie sabe dónde enterraron/ los asesinos estos cuerpos,/ pero ellos saldrán de la tierra/ a cobrar la sangre caída/ en la resurrección del pueblo.// En medio de la Plaza fue este crimen./ No escondió el matorral la sangre/ pura/ del pueblo, ni la tragó la arena de la/ pampa.// Nadie escondió este crimen./ Este crimen fue en medio de la Patria.” Y por qué no voy a poner a otro de mis grandes favoritos; lo hago porque no encuentro otro recurso que decir lo que otros han dicho, pero en este momento dicen mejor mi circunstancia que cualquier otra expresión. Con ustedes recuerdo a César Vallejo y sus ‘Heraldos negros’: “Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!/ Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,/ la resaca de todo lo sufrido/ se empozara en el alma... ¡Yo no sé!// Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras/ en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte./ Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;/ o los heraldos negros que nos manda la Muerte.// Son las caídas hondas de los Cristos del alma/ de alguna fe adorable que el Destino blasfema./ Esos golpes sangrientos son las crepitaciones/ de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.// Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como/ cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;/ vuelve los ojos locos, y todo lo vivido/ se empoza, como charco de culpa, en la mirada.// Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!”. Es que no quiero llegar a decirlo, pero tengo la vida lastimada; he caminado tan lejos en lo que me gusta hacer, que no sé cómo enfrentarme a este padecer; cuando las voluntades ajenas ponen una barrera para que no la cruces, me acuerdo del poema de Sor Juana Inés de la Cruz, que con sabiduría escribió “¿En perseguirme, mundo, qué interesas?/ ¿En qué te ofendo, cuando sólo intento/ poner bellezas en mi entendimiento/ y no mi entendimiento en las bellezas? // Yo no estimo tesoros ni riquezas,/ y así, siempre me causa más contento/ poner riquezas en mi entendimiento/ que no mi entendimiento en las riquezas.// Yo no estimo hermosura que vencida/ es despojo civil de las edades/ ni riqueza me agrada fementida,// teniendo por mejor en mis verdades/ consumir vanidades de la vida/ que consumir la vida en vanidades”. Por su parte José Agustín Goytisolo escribió este que se llama ‘El oficio del poeta’, me identifico con él aunque yo no lo sea, su letra va por aquí “Contemplar las palabras/ sobre el papel escritas,/ medirlas, sopesar/ su cuerpo en el conjunto/ del poema, y después,/ igual que un artesano,/ separarse a mirar/ cómo la luz emerge/ de la sutil textura.// Así es el viejo oficio/ del poeta, que comienza/ en la idea, en el soplo/ sobre el polvo infinito/ de la memoria, sobre/ la experiencia vivida,/ la historia, los deseos,/ las pasiones del hombre.// La materia del canto/ nos lo ha ofrecido el pueblo/ con su voz. Devolvamos/ las palabras reunidas/ a su auténtico dueño.” Lo cierto es que por eso los poetas y los escritores son perseguidos en todos los sistemas del mundo: sus creaciones calan hondo porque le saben dar un uso contundente y eficaz a las palabras. Dicen mis palabras, mi alegría y mi dolor.
Posted on: Sat, 05 Oct 2013 14:17:06 +0000

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