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Y en tanto que ocurrían todas esas matanzas bajo la sombra del Ejército Rojo y la complicidad de Churchill y Harry Salomón Truman, se montaba en Nuremberg el más famoso de los juicios contra "crimínales de guerra" nazis. Hubo no menos de 24,000 juicios, y además matanzas colectivas sin proceso alguno, pero al de Nuremberg se le dio vasta publicidad porque ahí iban a ser ahorcados los 12 jefes principales del régimen, de Hitler. ¿Y por qué fue en Nuremberg y no en Berlín? ¿Por qué en Nuremberg y no en la capital, que era donde convergían las autoridades de las cuatro naciones ocupantes? El porqué de ese aparente capricho se remonta al 15 de septiembre de 1935, fecha en que se promulga-ron en Nuremberg los decretos inspirados por Hitler para que la vida artística, cultural, comercial, económica y política de Alemania se sustrajera a la desproporcionada influencia que ejercía sobre ella una minoría étnica de hebreos. Mediante esos decretos el régimen nazi cometía el "crimen" de hacer que el país conservara sus propios cauces nacionalistas. Nuremberg fue simbólicamente la venganza del poder secreto israelita contra el único movimiento político e ideológico que lo ha desafiado en los últimos siglos. La victoria y la paz llevan siempre consigo un principio de serenidad que en mayor o menor grado desarma, humaniza y hasta torna generoso al vencedor. Pero el movimiento político judío no tiene aún la sensación de la victoria; después de 5,000 años de lucha por la hegemonía del mundo, Nuremberg fue sólo un peldaño más en el ascenso material del pueblo "elegido", pero no la paz. De ahí el extraño encarnizamiento con los vencidos. Y así las cosas, se erigió el Tribunal Militar Internacional integrado por funcionarios de Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Rusia. Contrariando los más elementales principios de derecho, jueces y fiscales eran a la vez "juez y parte". Salvo permiso especial los acusados no podían hablar y los defensores debían ser antinazis, lo cual equivalía a que el reo tuviera un fiscal más, pero no un defensor. Se estableció el absurdo de que el hecho de haber recibido órdenes superiores no relevaba de responsabilidad a ninguno de los acusados. Con respecto a la prueba, "el Tribunal no estaba sujeto a ninguna regla de prueba", y las declaraciones de los testigos podían aceptarse o no. La declaración del acusado era interrumpida en cuanto lo pedía el fiscal. Hablar de la invasión soviética de Polonia estaba prohibido, pero no de la invasión alemana. Numerosos judíos, que habían emigrado de Alemania a Estados Unidos, regresaron como miembros del Tribunal. Muchos aún no podían pronunciar bien el inglés. "No era necesaria tanta cosa para matarnos", comentó el mariscal Goering. Cuando junto con Hitler ascendió al poder, Goering trabajó infatigablemente y en pocos años forjó la Luftwaffe. Luego se durmió en sus laureles y se volvió disipado y amante de la vida fácil. Por último, en la dureza del cautiverio, reverdecieron su voluntad y su inteligencia. A veces hacía pasar muy malos ratos a sus jueces, con respuestas certeras y sarcásticas, tanto que un día el fiscal Jackson tuvo un acceso de cólera al sentirse ridiculizado, arrojó un legajo de actas lejos de sí y protestó contra el "insubordinado reo". A todos los reos se les acusó de haber propiciado el rearme de Alemania; de haber invadido varios países y de haber encauzado la educación de la juventud hacia ideales nacionalistas, pero todos estos "delitos" eran también compartidos por quienes juzgaban a los reos, pues también en sus respectivos países hubo rearme y también invasiones y educación juvenil a su modo. El cargo más grave —en realidad el único que movía al tribunal— fue el de que los nazis habían perseguido al movimiento político judío, acto al cual se le dio el sugestivo nombre de "crímenes de guerra contra la humanidad". Otro cargo grave fue que los jefes nazis habían barrido con las instituciones secretas masónicas, que son uno de los brazos más eficaces del movimiento político judío. Y a eso se le llamó intolerancia y totalitarismo. Sin ningún recato el Tribunal fue produciendo sobre la marcha conceptos nuevos de ley penal y aplicándolos con efectos retroactivos. Se dio el absurdo de que el ministro de Relaciones, Von Ribbentrop, fuera acusado de haber hecho esfuerzos para ganarse la alianza del Japón, como si los aliados no hubieran hecho otro tanto —y hasta recurrido a la presión económica— para forjar la mayor coalición de la historia. Ribbentrop pidió que se interrogara a Churchill sobre los esfuerzos que el propio Ribbentrop había realizado para impedir que la Gran Bretaña le declarara la guerra a Alemania, pero su petición fue rechazada. Preferentemente eran llamados testigos que podían servir para inculpar. Los soviéticos llevaron al mariscal Von Paulus, el de Stalingrado, quien hablando en forma muy extraña calificó de infundada y criminal la ofensiva alemana contra la URSS. Keitel y Jodl le refutaron que se habían congregado 155 divisiones soviéticas a espaldas de Alemania, mientras ésta luchaba en el frente occidental, y Von Paulus dijo… ¡que no lo recordaba! Goering le gritó: "¡Traidor!"
Posted on: Wed, 24 Jul 2013 22:11:43 +0000

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