Ya estamos llegando a los 50 Microrrelatos de diván!! Medio - TopicsExpress



          

Ya estamos llegando a los 50 Microrrelatos de diván!! Medio centenar de participaciones a nuestra convocatoria, es para festejar!! Ahora compartimos el relato de Cristina Livigni, de Buenos Aires que nos habla de una serie de vicisitudes de un análisis que no pudo ser... Pienso… ¿me creerá alguien que esto que me sucedió con una psicoanalista fue real? Porque si yo no lo hubiera vivido pensaría que quizá resulta un poco exagerado para ser real pero fue así… créanme. Eran los años de la dictadura…no recuerdo exactamente cuál, pero seguro habíamos llegado ya a los ‘80. Era bastante joven. Había tenido hasta entonces dos análisis en privado y no había tenido inconvenientes en pagar los honorarios que me habían cobrado hasta entonces. En verdad…había estado la ayuda paterna, antes…Pero este era otro período…no hablemos de los años negros…dejemos eso de lado por ahora y centrémonos (les pido que me acompañen en narrarles mi situación de vida) en cómo era la situación del país a nivel económico. Yo, a esa altura de mi vida, estaba ya jugada del todo por mi vocación teatral y no formaba parte del pequeño círculo de los que, aún jóvenes, ganaban mucho dinero con eso...¡¡No!! Yo era de los pobres con ganas…es más, en esos tiempos me daba cierto orgullo ser una desposeída material, como si eso demostrase mi honestidad y mi ideología. Para mí, allí por los 80, tener guita era haberse ‘ido de mambo’ como dirían los pibes ahora…Estaba orgullosa de mi ‘pobretud’. Y, como no podía vivir del arte, trabajaba para mi sufrimiento en un banco…sólo quien ama el arte puede saber lo que se siente haciendo un trabajo tan disímil a lo que se ama… El tema era que quería empezar otro análisis y mis ingresos eran muy bajos, De todos modos, mi cabecita seguía respondiendo al imaginario de mis orígenes de clase media acomodada. Y, por lo tanto, ir a un hospital a analizarme no entraba dentro de mis cálculos. No se me ocurría siquiera. Contradictoria la chica… Tuve un par de entrevistas y vi que no podía pagar los honorarios que me pedían. Así llegué al consultorio de ella. Una analista a la que llamaré la Lic. X. Me dio un horario para la entrevista. Era verano. Fui. Toqué timbre en el portero, esperé, esperé y no atendió nadie…Horas después la llamé por teléfono …Sentí que esta mujer se amargó mucho al constatar que yo había ido y ella no había estado…no recuerdo los detalles pero sí que quedó claro para ella y para mí que había partido de ella la confusión. “¡Yo estaba en el edifico a esa hora! Estaba en la terraza me dijo con un tono que dejaba traslucir pena por no haber estado. A mí su consternación me compensó la decepción que había sentido al no ser atendida. “No es que no quiso atenderme” me dije con satisfacción. “Se equivocó. Sólo eso” Y apunté el horario para la nueva entrevista. La misma sería a las 8 de la mañana de un día cualquiera, de un día que no recuerdo. Llegué puntual, como siempre fui en mis análisis, y me abrieron en seguida la puerta de abajo para que pase. Subí al piso indicado y me abrió muy sonriente y amable una persona que, por su actitud, parecía ser la empleada de limpieza de la casa. “Pase señorita” me dijo y me indicó un sillón del living al cual había entrado para que me sentara. “Ya la van a atender” agregó hablando con mucha suavidad, en tono bajo. Me acomodé en el sillón fantaseando ya cómo sería la entrevista, si esa sería mi analista definitiva…El living estaba bastante a oscuras, no recuerdo si la empleada prendió alguna lámpara pero si lo hizo, daba poca luz porque estaba todo muy en tinieblas…De pronto, empecé a escuchar palabras que se entrecruzaban entre un hombre y una mujer…palabras que no alcanzaba a distinguir…típicas de cuando uno recién se despierta y la voz todavía sale como de ultratumba, desperezándose el alma, voces de personas semi dormidas o semi despiertas… Luego alguien fue al baño y sentí el agua que corría y el sonido típico del cepillo frotando los dientes… Estaba muy sorprendida de que todo esa sonoridad tan común en el despertar de cualquier ser humano o pareja., me fuera ofrecida a mí, candidata a paciente como si nada… Luego me di cuenta que quien había ido al baño a cepillarse los dientes era la Lic. X porque cerró la puerta del baño y se dirigió hacia el sillón donde yo estaba sentada. Caminó unos pocos pasos lentamente y al advertir mi presencia reaccionó como si hubiese visto al mismísimo diablo o al fantasma de la ópera. Sonrió con una sonrisa forzada, el rostro entero tenso, atravesado por la estupefacción y me dijo “bueeeeenoss díasss” y agregó otra sonrisa forzada , y siguió caminando hacia atrás como si que yo le viera la cola empeoraba algo la cosa. Ahí me di cuenta que ella no sabía que yo estaba en su living presenciando su despertar. Luego escuché su voz irritada como si tratara de hablar sin ser escuchada pero en un tono que se oía, muy a su pesar, pobre Lic. X, perfectamente…. “le dije que haga esperar a los pacientes en el palier” …la crispación de la voz era terrible…el reproche cargado de bronca contenida…Yo no podía reflexionar sobre nada porque iba viendo cómo se desenvolvían las cosas, también atónita… Vino otra instancia luego, en la que, como intentando recomponerse volvió a salir y me dijo con un tono bastante firme “pase por favor”. Y pasé a su consultorio. Hablamos de las cosas que se hablan en una primera entrevista, supongo, porque sólo recuerdo que , en un momento , cuando me dijo cuánto eran sus honorarios yo salí con mi carnet de pobre a decirle que no creía podría pagarlos. Ella agregó que “por supuesto los honorarios que le digo son al momento actual luego están los ajustes por la inflación”. Yo, frustrada agregué (admito ahora que con un casi inexistente criterio de realidad), “Ah ¿subirían después?” Ella poco pudo contener allí un estallido. No me gritó pero…casi ..casi…estuvo al borde de un grito con tensión cargada ya con anterioridad, me miró , me clavó sus ojos y me dijo “¡¡desde yaaaaa” (y estiró un poco la a con énfasis). Estaba por terminar la entrevista donde yo creo que la conclusión ( si es que puede hablarse de conclusión) era que iba a pensar si podía pagar o no pero era casi imposible de acuerdo a mi magro salario, cuando veo y oigo que el picaporte del consultorio cede. Las dos miramos al unísono a ver quién entraba y apareció en el marco de la puerta, un bebote de alrededor de una año y medio en pijama refregándose los ojos… Ella lo miró, tomó aire , creo que entrecerró los ojos y , con gesto de resignación, lo levantó upa con un gesto de ‘qué culpa tenés vos hijito’. Y así, con el hijito sostenido en el brazo izquierdo me acompaño a la puerta de salida. Puso su mano derecha en el picaporte y ¡¡se quedó con el picaporte en la mano!! Ya, a esa altura, más que sentir estupor, tuve que contener un ataque de risa. Ella volvió a colocar manualmente el picaporte de dónde nunca se debería haber salido y me despidió con una frase que dio cuenta de su honestidad. No recuerdo exactamente las palabras pero me dijo que si ese vínculo (analista-.analizante) no se iba a poder era fundamentalmente por problemas de ella. Lic .X: si diera la casualidad que usted leyese este microrrelato quiero decirle que me quedó un recuerdo afectuoso suyo y, siendo ya una mujer grande, la super comprendo. A veces las cosas se nos complican. Es como si se confabularan en contra de uno. Sobre todo cuando somos mujeres. Y por otro lado… que insoportable sería yo intentando que me atiendan en consultorio privado con los magros honorarios que podía pagar.
Posted on: Tue, 06 Aug 2013 03:33:42 +0000

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