continuación del capítulo 2 Mi cabeza otra vez me estaba jugando - TopicsExpress



          

continuación del capítulo 2 Mi cabeza otra vez me estaba jugando una mala pasada, tan determinada que era yo bajo mi coraza y ahora no sabía que decir, me faltaba el blindaje del libro que siempre llevaba en las manos y que por ir de compras no estimé oportuno cargar. No sé si por mi confusión o porque le parecí muy cómica soltó una risotada que acabó con todas mis defensas, con lo que las piernas se me hicieron mantequilla, supongo que se dio cuenta de mi desasosiego porque me cogió de la cintura y muy suavemente me fue acercando hacia él, supuse yo, que con la intención de darme apoyo pero entonces bajó su cabeza ( mi escasa estatura no le llegaba ni a la altura del hombro) y me besó en el pelo. -Hueles muy bien, aunque estabas tan ofuscada conmigo que no te acercabas, desde el primer día que te vi me atrajo tu aroma ¿qué perfume usas? -Ni siquiera es perfume solo agua de colonia, Pero ya basta que me voy a sonrojar otra vez y tenemos que encontrar a Laia antes de que le pase algo- Contesté evasiva, ya que mi cabeza empezaba de nuevo a dar muestras de volver a imaginar novelas. -No te preocupes tanto por tu prima, está en buenas manos -¿Y tú como lo sabes? -Porque le dije a Beatriz que se fuesen tranquilas que me ocupaba de ti, en estos casos mucha gente estorba ¿no?- Dijo con picardía. Me miraba con esos ojos que me turbaban tanto y que hacían que notara sensaciones y hasta palpitaciones de las que nunca antes hubiera sospechado se podían sentir. -Que has querido decir con eso de que estorban, a mí me gusta la gente no creo que estorbe nadie. Las palabras salían de mi boca, pero no de mi corazón, no quería reconocerlo pero estaba perdidamente cautivada por aquel yanqui, de nombre impronunciable para mí, puesto que se había convertido en tabú. No, era imposible que me fijase en nadie, y menos a tantos miles de kilómetros de mi casa, de mi seguridad... aquello no me estaba pasando a mí, yo estaba comprometida desde hacía tiempo con Ricard, mi novio de toda la vida, teníamos incluso fecha para la boda. Al rato empezamos a caminar sin rumbo fijo y hablando de nosotros, de nuestras vidas en nuestros respectivos países, la diferencia de culturas. Los americanos tienen un concepto muy equivocado de las europeas, así que no nos pusimos de acuerdo en lo frívolas que éramos o dejábamos de ser, ni en que ellos eran demasiado moralistas con respecto a los demás, pero no para ellos mismos, con esta charla tan superficial fuimos eliminando todas las barreras que los malentendidos habían puesto entre nosotros, hasta que sin apenas darnos cuenta, llegamos al hotel. -Buenas noches- dije con desgana. -¿Ya te vas? Quédate un rato más, no me dejes solito- iba diciendo a la vez que hacía carantoñas y ponía cara de bebé desvalido. -Antes que te vayas, ¿puedes aclararme una curiosidad que tengo? En que idioma hablas con tu prima porque hablo español perfecto y a veces a vosotras no os entiendo me suena como italiano o como francés otras veces- Seguía hablando con la intención de no dejarme ir y creo que yo seguía contestando con el propósito de quedarme un rato más. -Pues veras, te cuento, nosotras somos de una comunidad española que se llama Cataluña por lo tanto hablamos catalán- contesté toda didáctica. -¿En España no se habla español en todo el país? Dijo perplejo ante mi aclaración. -Pues no, la verdad es que tenemos un país multicultural y con lenguas diversas aunque la oficial es el español en las vascongadas se habla vasco y por ejemplo en Galicia se “fala galego” que se parece bastante al portugués- expliqué con deleite puesto que me encanta hablar de las peculiaridades de nuestro pequeño, pero rico país, culturalmente hablando. Viendo que la cosa se estaba alargando demasiado y no había forma de ir a ver si mi prima estaba bien o se había enojado conmigo (todo podía pasar) me escabullí como pude no sin que antes me pidiera que fuese a su habitación cuando todos estuvieran durmiendo. -Estoy muy solo en esa habitación y tengo miedo- argumentó todo mimoso –no está mi compañero de cuarto, ¿vendrás? -¿Te das cuenta de lo que me pides? -¿No has notado que me tienes embrujado? No sé que me diste pero desde el primer momento que te vi, no puedo dejar de pensar en ti. Aquello fue demasiado para mí, solo pude decir que no prometía nada y antes que pudiese abrir la puerta de la habitación me besó. Fue un beso robado, a traición, pero que beso. Por un momento no supe dónde me encontraba, si en la luna o tocando las estrellas, aunque lo que sí era cierto es que jamás me había sentido como en aquellos momentos. Cuando entré en el cuarto me estaban esperando las tres con cara de haber estado fisgando por la mirilla y con unas sonrisitas muy picaras, así que intenté acompasar el ritmo de mi respiración ya que el corazón se me había desbocado con sus besos y caricias y con su sugerencia volvía a estar llena de dudas e inseguridades así que procuré pasar como si no hubiese sucedido nada entre nosotros, cosa difícil puesto que estaban esperando como verdaderas comadres de pueblo, esperando la noticia fresca a la que poder sacar jugo. -Cuenta, cuenta que pasó, no es por nada pero habéis tardado más de dos horas, ¿tan grave fue la caída? Porque no vemos las vendas por ninguna parte- dijo Liliana con tonito de burla. -Lo tienes en el bote, prima- este comentario vino de parte de Laia, con retintín, para recordarme que yo no era libre. -Bueno, ya, dejadla que lo saboree que no le quedan muchos días- Esto vino de parte de Beatriz, que era la confidente de “Él” y por lo tanto se erigió un poco en alcahueta de nuestros encuentros clandestinos. -No seáis cotillas, no ha pasado nada, solo me acompañó hasta el hotel, nada más- Intenté parecer convincente. -Nada más y nada menos. -Basta ya, cada oveja con su pareja, que es hora de dormir y mañana tenemos el día repleto- les decía yo mientras les abría la puerta ya que no tenía argumentos para defenderme. Laia se dio cuenta que no me iba a sacar nada más, así que cerró la boca, que en aquel momento abría para decir algo y que gracias a dios se guardó para sí y se acercó a la cama. Yo hice lo mismo y también me senté sobre la mía aunque conforme iba pasando el rato mi mente no dejaba de pensar en lo conveniente o no, de encontrarme con él a medianoche y que pasaría si me presentaba o que me diría si no iba. No podía más, tanto esfuerzo en que no se me percibiese y resultó que todo el mundo leía en mí como en un libro abierto, se me notaba demasiado y el sujeto en cuestión tampoco ayudaba mucho contándoselo todo a su más que amiga. Antes de que me dejase apagar la luz y poder hacerme la dormida tuve que soportar un exhaustivo interrogatorio, acusatorio, incriminatorio y todos los “orios” que contenía el vocabulario, por parte de Laia. -Txell, no se sí te das cuenta pero estas tonteando con Guy y eso no está bien, no lo digo por él, los hombres ya se sabe, si pueden lo toman y tú se lo estás poniendo en bandeja, que pasará con Ricard, que le dirás cundo lo veas ¿que has tenido una aventura con un americano? No sé si una cosa así te la podrá perdonar. Conste que no lo digo solo por tu novio, cuando se enteren tus padres te matan, además apenas lo conoces, como puedes ser tan irreflexiva, cuando tú siempre piensas las cosas cuarenta veces antes de decidirte por algo- Laia, siempre defendía a mi novio en cualquier circunstancia, a veces me hacía pensar que lo quería ella más que yo. -Basta, por favor no me martirices, además la única que puede irse de la lengua serías tú, por lo tanto no te preocupes demasiado por mí, ¿no ves que no puedo hacer nada por evitarlo? Es superior a mis fuerzas, el rato que hemos estado solos ha sido increíble, te juro que yo no quería, pero no logro resistirme, me siento como en una nube y no quiero despertar, quiero mucho a Ricard, pero nunca me ha hecho sentir tan deseada como me lo hace sentir él y aunque parezca contradictorio, reconozco que quizás no está del todo bien pero quiero disfrutar este momento tan maravilloso y lo que tenga que ser será- le decía mientras una idea acudió a mi cabeza -prima ¿no será que estas celosa? Normalmente eres tú la que atrae a las conquistas y mira por donde, esta vez me ha tocado a mí- le rebatí dando en el clavo, ya que ella también se había fijado en él. Nos metimos en la cama por fin, sin decir nada más, Laia se durmió enseguida, yo ni siquiera lo intenté, el corazón se me escapaba del pecho y mí cabeza era un torbellino. Así que, como cenicienta, cuando dieron las doce más o menos, me levanté, me puse lo primero que encontré y subí escaleras arriba para la cita clandestina con mi príncipe encantador. Apenas tuve tiempo de llegar, cuando se abrió la puerta y allí estaba él, esperándome con una botella de champaña y dos copas. -Sabía que vendrías- Me susurró al oído. -Esto que estamos haciendo no está bien- Dije más para mí misma que porque tuviese mayor relevancia, al fin y al cabo estaba allí, y nadie me estaba obligando a nada, pero estaba muy agitada y aun me resonaban en los oídos las últimas palabras de mi prima, así que cogí la copa, más por tener algo en las manos y evitar que se me notara el temblor que se había instalado en todo mi cuerpo, que por beber, ya que no suelo hacerlo y se me sube rápido a la cabeza. Me cogió la copa de las manos y me rodeó con sus brazos fuertes y masculinos, y empezamos a bailar (tenía puesta como música de fondo la garota de Ipanema muy suave y sensual) permanecimos así un buen rato hasta que sus labios buscaron los míos y los míos se dejaron encontrar, nos besamos apasionadamente y fue entonces cuando me dijo: No te vayas, quédate conmigo. -No puedo quedarme toda la noche, si Laia se despierta y no estoy en la cama no sé que puede pasar, tú no conoces a mi prima. -No me has entendido, quiero decir que no vuelvas a tu país, que te quedes aquí conmigo. No podía creer lo que estaba oyendo, creía ser la protagonista de una novela de Bárbara Cartland aquellas novelitas romanticonas que me gustaba tanto leer cuando era adolescente y creía a pies juntillas en el príncipe azul. Dios mío aquello no me podía estar pasando a mí. Yo que siempre me había sentido como el patito feo de la familia y ahora me hacía una proposición “indecente” no sabía que pensar, siempre recelo de las cosas que van muy rápidas y en ese momento era incapaz de articular una palabra, no supe que decir, literalmente, me quedé con la boca abierta. -Yo solo vine a charlar un rato y reconozco que me gusta mucho estar contigo, pero como te dije me caso dentro de pocos meses y esto no estaba en mis planes, tengo familia y una vida con muchas complicaciones, asumo ciertas responsabilidades aunque me veas tan joven. -No mientas, no solo has venido a platicar conmigo, para eso nos hubiésemos encontrado en cualquier sitio, si estás aquí es por lo mismo que yo, no te puedes engañar a ti misma, has venido porque me deseas tanto como yo te deseo a ti. -Estoy aquí porque no sé lo que estoy haciendo, has anulado completamente mi voluntad, creo que ya te pertenece, es toda tuya. -¿Solo tú voluntad, no me vas a dar nada más?- decía mirándome con aquellos ojos que anulaban por completo mi entendimiento. No me dejó seguir hablando, empezamos a besarnos y se detuvo el tiempo, mi corazón latía al compás del suyo hasta que la pasión se desbordó y no pudimos parar. Nos abrazamos, nos besamos con fruición y como yo era como más de veinte centímetros más bajita que él mi cabeza busco acomodo en su amplio pecho en lo que me acariciaba la nuca y me susurraba cosas, creo que en todos los idiomas que conocía y que sonaba igual de bien en cualquiera de ellos, aunque lo cierto es que no entendía nada, solo sabía que el sonido de aquellas palabras me sonaba a música celestial, en una de aquellas cuando el ardor era insoportable nos dejamos caer sobre la cama y pasó, lo que tenía que pasar, por mucho que yo quisiera resistirme y en honor a la verdad, tengo que decir que no me resistí demasiado, el caso es que yo le deseaba tanto a él, como él a mí. -No, por favor, no, esto no está bien... – era lo único que acertaba a decir y aunque sin querer yo, mi cuerpo desmentía las poco convincentes palabras que salían de mi boca. Para mí era la primera vez y nunca pensé que pudiera ser tan maravilloso, él aunque era joven se notaba muy experimentado y supo encontrar todos los puntos de placer que tenía dormidos en mi cuerpo y que despertó con sus caricias, al principio suaves, casi sin rozar, después con más avidez, a medida que mi carne trémula e ingenua, sin pedirle permiso a mi razón, le demandaba a él que no reprimiera sus lujuriosas manos, que eran como mariposas revoloteando en todos y cada uno de los centímetros de mi cuerpo y su boca y su lengua que tampoco dejaron de buscar la mía. -¿Estás segura que no quieres?- me decía mientras sellaba mi boca con la suya -¿Por qué no usas la boca para lo que mejor se puede hacer con ella? Quiero que cuando estemos lejos y estés besando a otro, extrañes mis besos. Aquello me descompuso de tal manera que ya no pude poner ningún tipo de resistencia y pensé: Que sea lo que Dios disponga, que haga conmigo lo que quiera... y eso hizo. Me enseñó lo que dos cuerpos pueden dar de sí, recorrió todos los centímetros de mi piel, primero con las manos, después con la boca, con la lengua, su propio cuerpo buscó lugares de mi cuerpo que ni siquiera yo sabía que existían, se tomó mucho tiempo, intentaba en cada momento que me sintiera cómoda, buscaba excitarme al máximo y lo consiguió, he de decir que mi inexperiencia jugó a su favor, cómo no sabía lo que tenía que hacer fue guiando mis manos hacia sus zonas más sensibles, me instó a que imitara sus caricias llevándome de la mano hacia el clímax, a mi vez me dejaba guiar, era una experiencia maravillosa, hasta que nuestros gemidos fueron uno solo y nuestros cuerpos a su vez se fundieron en uno. Llegó un momento que no podíamos más, estábamos ahítos de tanto amarnos y nos quedamos algo más tranquilos por un buen rato. Estuvimos juntos hasta pasadas las seis de la madrugada, hablamos de muchas cosas y de nada en concreto, el propósito era estar solos, los dos muy juntos sin tener que dar cuentas a nadie, ni siquiera a nosotros mismos, nos dejamos llevar y el espacio se diluyó en el tiempo que nos arrastró en una vorágine de sentimientos encontrados y al fin, callamos los dos, no necesitamos decir nada más, habían hablado suficientemente nuestros cuerpos. Cuando clareaba el día por fin, perezosamente y con desgana, me dejó ir. Al llegar a mi habitación empecé a ser consecuente con lo que había pasado, estaba como en una nube, todo lo que en mi casa me habían inculcado desde pequeña lo acababa de tirar por la borda por un deseo pasajero, o al menos eso pensaba yo, como había sido tan inconsciente, al pasar la noche con él, no sólo había puesto en entredicho mí reputación sino también todo mi futuro. Aunque cada vez que recordaba lo que acababa de pasar esa noche, un estremecimiento, como una descarga eléctrica de placer, recorría todo mi cuerpo y me sonrojaba avergonzada. Disimulando todo lo que pude, intenté dar un aire de normalidad a mi llegada, pero mi prima estaba esperándome sentada en una butaca. -¿Se puede saber de donde vienes? ¿Dónde has pasado la noche? ¡No me digas que habéis estado toda la noche los dos solos en su habitación! Di un respingo al escuchar su voz puesto que esperaba encontrarla durmiendo, así que me sobresaltó y no tuve ninguna excusa creíble sobre mi ausencia. -Laia por favor, de esto ni una palabra a nadie. -Bueno, pues cuéntamelo todo y cuando digo todo quiero decir todo y con lujo de detalles, pero que conste que no me parece bien, te estas metiendo en un lío del que te será difícil salir, y dependiendo de lo que me digas, no estoy segura de poder callarme, es muy grave esto que has hecho. Sabía que tenía razón pero en aquel momento lo que menos me apetecía era escuchar sus constantes correctivos, menos cuando, mucho de lo que me decía eran celos y ella sabía que me daba cuenta, Laia era muy orgullosa y le gustaba tontear con todos y ahora no podía soportar que Guy se hubiese fijado en mí y no en ella. -Que quieres que te cuente, ¿qué me he acostado con él? Pues sí, ya puedes divulgarlo a los cuatro vientos si ese es tu deseo, en este momento nada me importa- Me escudé como pude con una defensa bien laxa, no tenía cabeza para otro tipo de argumento. Aunque estaba segura qué era lo que mi prima esperaba, así podría tenerme en sus manos y tendría con que amenazarme cuando a ella le interesase. Lo único que en aquel momento tenía claro era que tenía que escapar de allí, que algo me envolviera en un halo y me aislara, para poder pensar con la sensatez que me había faltado hasta ese momento, así que, sin decir nada me metí en la cama y me tapé completamente, hasta la cabeza, para en la medida de mis posibilidades poder clausurar todo lo que estuviese a mí alrededor y sobre todo, no pensar, no pensar, no pensar... me iba repitiendo como si de un mantra se tratase y con aquello se desvaneciesen mis complicaciones. Aquel día teníamos planeado quedar los cinco para patearnos las calles y absorber la esencia de las personas, ver escaparates y mezclarnos cual ciudadanos cosmopolitas entre el mestizaje típico de una ciudad como Nueva York. Vivimos un momentito del rodaje de una película, mejor dicho, apenas vimos algo del rodaje porque había mucha gente y solo alcanzamos a divisar una grúa de esas que llaman jirafas, con un cámara, encaramado a ella y filmando, bueno, como anécdota no estuvo nada mal. En todo momento se mantuvo a mi lado y estuvo pendiente de mí, aunque no me gustaba que se notase tanto, de vez en cuando me murmuraba cosas al oído, lo malo es que me las decía en inglés porque decía que le resultaba más fácil, que así no tenía que traducir y le salían cosas más bonitas, aunque no me enteraba de casi nada, me parecía precioso todo lo que me susurraba, con lo que yo me estremecía, cada vez que notaba su aliento en mi nuca y creo que hasta me ruborizaba al pensar lo que había sucedido entre nosotros. -Supongo que en algún momento me traducirás lo que me dices, no sé si estar tranquila, sabe dios lo que te estarás inventando. Una curiosidad que tengo ¿dónde aprendiste a hablar español? Lo haces muy bien y me encanta el acentito ese tan raro que le das- Le comentaba, para aplacar el nerviosismo, que se instalaba en todo mi cuerpo cada vez que lo tenía cerca. -Bueno es que mi papá es diplomático y hemos vivido en varios países de Sudamérica, por eso tengo acento de todas partes y de ninguna en concreto- Con eso aclaró algo mis dudas, y tampoco quise ahondar más en su vida aunque me moría de ganas. Aquel era nuestro penúltimo día, por un lado no quería que se acabase y por otro estaba deseando volver a la seguridad de mi hogar, a mi rutina, en definitiva, a mi vida, aunque tenía claro que aquella aventura no era tan fugaz como yo quería pensar, o mejor dicho, como no me atrevía a reconocer ni siquiera ante mi misma. La siguiente excursión programada y última fueron las cataratas del Niagara, según don Lluis, era mejor verlas desde la parte de Canadá porque eran más espectaculares, no sabría decir si por las luces de colores que las iluminan al atardecer, o porque los canadienses saben sacarle mejor partido, el caso es que estuvimos en un lugar llamado Parque Reina Victoria, que posee unas plataformas que ofrecen espectaculares vistas a las dos partes, la canadiense y la norteamericana. También pasamos por unos senderos que conducían a unos observatorios que ofrecen la ilusión de estar bajo las cataratas. Después estuvimos en la torre Skaylon cuya perspectiva, es la más alta de las cataratas y hacia el otro lado unas fantásticas vistas de Toronto y para congraciarnos con nuestro compatriota español, Leonardo Torres Quevedo, subimos al spanish aerocar, que era un cablecarril para llevar pasajeros por debajo de las cataratas. Con tanta agua y tanto paseo, acabamos exhaustos y decidimos que era hora de volver, así que cogimos rumbo al Aeropuerto Internacional Búfalo Niagara y regresamos al hotel, yo con el ánimo de que no fuese demasiado tarde y todavía me estuviese esperando, aunque no habíamos quedado en nada, si bien ya se sabe que la esperanza es lo último que se pierde. Entramos al hotel y casi sin darme cuenta, allí estaba él, esperando ansioso y casi rogando, que no nos hubiese dado por quedarnos a pasar la noche en Ontario, por que la verdad es que se nos había echado la hora encima para la vuelta. Como aquella iba a ser la última noche que teníamos para estar juntos no dejó que me separase ni unos centímetros de él, así que me despedí de mis acompañantes y sin dar excesivas explicaciones, volvimos a pasar la noche en su habitación, esta vez a mi prima no tuve que decirle nada, lo supuso por si sola, y si hubiese podido, me hubiese fulminado con la mirada. -Tengo miedo que esto se acabe y presiento que no me harás caso y mañana te irás- Me decía mientras entrábamos en su cuarto, al mismo tiempo que nos acariciábamos con complacencia, con ansias, intentando detener el reloj y que dejase de marcar las horas que pasaban con odiosa rapidez. -No digas nada por favor, no lo pongas más difícil, menos aún, cuando sabes que no podemos hacer nada, el destino nos ha puesto a cada uno en un continente- le corté las palabras con mis besos, antes que pudiese decir algo que me hiciera cambiar de opinión. Fue una noche maravillosa, hablamos poco, solo el simple contacto bastaba y ninguno de los dos quería que se acabase, nos amamos ya con algo más de “experiencia” por mi parte, aunque con la misma inocencia de la primera vez, el único que sabía lo que quería, era mi cuerpo que antes que sus manos llegaran a rozarlo, ya demandaba más y más caricias y con una entrega, que a mí misma me asombraba. Cuando hicimos el amor aquella noche por última vez, pensé que me había poseído, no solo a mí, sino también a mi espíritu y sobre todo a mi alma. En las pocas noches que habíamos pasado juntos aprendió a conocer mi cuerpo como si del suyo se tratase, besó cada centímetro de mi piel, me poseyó primero con una ternura exquisita, como para dejar grabado en ella lo que me perdería si me iba, cuando vio que no me podía convencer de lo contrario, lo hizo posesivamente como para que mi cuerpo le respondiera y entonces fuera yo la que extrañase sus embates, cada vez más intensos, lo que produjo que le quedara la espalda marcada con mis uñas, ya que no me había ido todavía y ya le estaba extrañando, de no haber tenido nunca relaciones a no parar en toda la noche había mucha diferencia y mis muslos no estaban acostumbrados a tanto roce, por lo que se quejaban y ardían, pero yo no los escuchaba, mis sentidos estaban puestos en aquel cuerpo de guerrero celta que cubría el mío, poseyéndolo, adueñándose de él porque ya le pertenecía, como el suyo me pertenecía a mi, aquello no era para nada pasajero, por mucho tiempo que pasara siempre nos perteneceríamos el uno al otro. Así que hicimos el amor hasta que no pudimos mas y quedamos uno al lado del otro, reponiendo fuerzas hasta el próximo. -Txell, dime una cosa- preguntó por fin cuando recobró fuerzas- no te enfades por lo que te voy a preguntar, si no quieres no me contestes, pero me gustaría que lo hicieras, ¿soy el primer hombre con el que has estado? Es que te note muy inocente e inexperta, ¿no tienes relaciones con tu novio? Me hacía estas preguntas, mientras sus manos recorrían mi cuerpo por enésima vez y sus labios continuaban besando centímetro a centímetro mi piel. No era yo la que estaba allí tumbada a su lado, normalmente era muy pudorosa y nadie había contemplado mi cuerpo desnudo con tanta lujuria, en realidad desde que tenía uso de razón nadie me había contemplado desnuda, no estaba contenta con mi cuerpo y eso me hacía ser bastante tímida, con él era todo lo contrario, si en un primer momento me cubrí en cuanto sus manos retiraron las sabanas que yo mantenía sujetas, casi desapareció mi timidez porque él se deleitaba observándome y cuando era capaz de articular algunas palabras lo único que me decía era lo bella que era, hasta que me sonrojaba de píes a cabeza y él tenía motivos otra vez para poseerme. -¿Tan importante es para ti, que yo haya tenido relaciones o no con mi novio?- Contesté, un poco a la defensiva. Nunca me imagine, que nadie pudiera ser tan perceptivo y leyera en mí, como en un libro abierto, y es que la verdad, yo, hasta ese momento había sido bastante mojigata y a Ricard no le había dejado pasar de besos y algunos toqueteos casi sin importancia, y haciendo honor a la verdad, él tampoco me pidió nunca pasar de ahí. Quizás, fuese que tampoco nos deseábamos tanto, porque nunca sentí la necesidad de pasar a más, sin embargo con él, antes que me lo pidiese mi persona era suya en cuerpo y alma, por eso, esa pregunta me descolocó un poco y no sabía que contestar. -Para serte franca tú eres el primer hombre con el que me acuesto, y también te diré que yo pensaba llegar virgen al matrimonio y en todo caso, la primera vez tenía que haber sido con mi novio, no con un extraño- contesté ligeramente ofendida. -¿Entonces eso es lo que soy para ti? ¿Simplemente un extraño?- repuso con voz dolida- Pensé que me querías un poquito. -Perdona tampoco quise decir eso, compréndelo, estoy nerviosa, y ahora mismo no puedo razonar, estoy confundida- intenté cubrirme de nuevo, pero no me dejó, tiró de las sábanas hacia atrás, volvía a estar excitadísimo, era insaciable. En el mismo instante en que yo intentaba argumentar mi falta de experiencia amorosa, volvió a poseerme y ahí sí, que se derrumbaron las pocas barreras que me quedaban. -No digas nada más, carpe diem, solo estaba extrañado por tu avidez a la hora de dejarte llevar, ¿sabes? Eres una gran alumna, aprendes rápido, quiero que te quedes, por favor, hacemos buena pareja ¿no crees?- rogaba entre risas ahogadas y besos apasionados en mi boca para sellármela, ya no dijimos nada más, no hizo falta. Yo también me había dado cuenta, que no era tan fría como pensaba y cada vez que me tocaba, me estremecía de placer y mi cuerpo sin mi consentimiento pedía más, mi mente me decía que ya estaba bien, que aquello solo me llevaría a partirme el corazón, que no debía jugar con fuego, pero mi piel respondía cada vez con mas avidez a sus caricias y me era imposible controlarme, así que al final hice caso a mí corazón y dejé que mi cuerpo diera todo de sí, y ya lo creo que lo dio. Quedamos exhaustos, cuando por fin decidimos relajarnos un poco, y sin dejar de mirarnos, pero sin decir palabra, dejamos transcurrir lo poco que quedaba de una noche maravillosa, quizás la noche más perfecta de mi vida. Al día siguiente teníamos que dejar la habitación a las doce del mediodía así que antes de salir dejamos el equipaje en una consigna del hotel y nos fuimos sin prisas, puesto que no nos vendrían a recoger hasta última hora de la tarde. Comimos en una cafetería de unos grandes almacenes y el resto de la tarde se la pasó intentando convencerme para que me quedase. -Basta, no me lo pidas más, por favor, sabes que no me puedo quedar, que dirán tu familia y la mía si supieran lo que ha pasado entre nosotros. Mejor aprovechemos las pocas horas que nos quedan y después dios dirá- Me debatía entre el deber o la responsabilidad y la incapacidad para hacer caso a mis sentimientos. -Somos mayores de edad, nadie tiene nada que opinar en nuestras vidas, no tenemos por qué dar explicaciones de nada. -Es posible que en tu familia no te pidan cuentas de tus actos, pero en la mía sí, tengo unos padres de lo más tradicional y no los puedo decepcionar de esta manera. Lo que tienes que hacer es acabar la carrera y después si todavía te acuerdas de mí vienes a buscarme a mi tierra y conocerás la esencia de la vida, el Mediterráneo, si escuchas la canción de Serrat, sabrás de que te hablo. -Al diablo la carrera, los semestres que me quedan los puedo terminar en cualquier momento, pero me estoy dando cuenta que no te intereso, me has utilizado y ahora me dices cosas que ni comprendo y te burlas de mí, el Mediterráneo lo he visto en fotos y la canción no la conozco pero al fin y al cabo, debe ser un mar como otro cualquiera.- murmuraba con pesar, casi con desespero, mis intentos por desviar la atención y la tensión del momento no sirvieron de nada, antes bien, produjeron el efecto contrario. En mi frustración por lo que no podía ser empecé a hablar tan deprisa que sin darme cuenta la mitad de mis frases las decía en catalán. -¿Cómo puedes decir que te he utilizado? En el amor no se manda, nace cuando quiere y tiene vida propia, después dura lo que tiene que durar. Piensa que venimos de mundos muy distintos, en mi país las jóvenes no vivimos solas fuera de casa, a vosotros os dan alas desde muy temprano, nuestra cultura está todavía un poco en la edad media, sí, nosotras hemos viajado solas, pero es porque no había más remedio, no podíamos dejar pasar esta oportunidad pero si por ellos hubiera sido nos habrían enviado con espelma que decimos nosotros, vaya lo que vosotros creo que llamáis una chaperona, imagínate si se llegan a enterar de lo que pasó entre nosotros, me internan en un convento de clausura y ni la mayoría de edad podría salvarme. Ya por la tarde, regresamos al hotel, estaba de bastante mal humor y casi no hablaba, solo lo justo, respuestas escuetas a algunas preguntas concretas pero nada más. Cuando se le pasó un poco el mal humor me cogió de la mano y sin ningún pudor por lo que pudieran decir las demás, me llevó a un rincón del hall donde poder estar casi solos, ya fuera de la vista de nuestras compañeras de viaje, estuvimos un tiempo abrazados, sin hablar, casi sin respirar, intentando que de alguna manera el tiempo se detuviese para siempre y no tener que pasar por la agonía de la separación. -Te amo- fue lo último que dijo, más como protesta, ya que hasta entonces no me lo había dicho con palabras y como aquello tampoco le funcionó( yo necesitaba poner distancia entre los dos) intentó convencerme a base de besos, pero no le dejé, si me volvía a besar volvería a perder la personalidad y podría llegar a cometer alguna locura, y aquello tenía que acabar allí y en aquel momento, no podía flaquear en mi voluntad, volvería a España y olvidaría aquella locura. Las horas pasaban en lenta amargura o con desesperante rapidez según se viera, por un lado quería que nos viniesen a buscar para ir al aeropuerto y por otro se nos acababan los minutos para estar juntos. Llegado el momento tomé la resolución de irme al vestíbulo para no tener que despedirme, puesto que no podría superarlo. Quedé con mi prima en que les pidiera las direcciones a nuestras nuevas y queridísimas amigas y quedamos en escribirnos y si podía ser en un futuro volver a vernos, pero de Guy no dije nada, sencillamente salí y no quise volver a verlo y él tampoco quiso o pudo decir nada, se quedó en el rincón más apartado y cuando giré la cabeza vi que le corría una lagrima por la mejilla. A los pocos minutos vino a buscarnos el coche del aeropuerto y nos marchamos intentando dar aspecto de normalidad, más que nada de cara a los compañeros de viaje, que no tenían por que presenciar escenas de despedidas, que a lo mejor, podrían parecerles de lo más cursis, pero que para nosotras, fueron de lo más emotivas. Llegamos a la terminal, pasamos el control de pasaportes y fuimos a la puerta de embarque a esperar que notificaran que ya podíamos abordar el avión, cuando subimos y nos acomodamos, gracias a dios me toco asiento de ventanilla así que giré la cabeza y lloré y lloré hasta que creí que me había quedado sin lagrimas.
Posted on: Mon, 09 Sep 2013 09:19:22 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015