cuenta de un viejecito enfermo y cansado, que vivía en abundante - TopicsExpress



          

cuenta de un viejecito enfermo y cansado, que vivía en abundante pobreza. El tenía cuatro hijos, y de ninguno de ellos recibía la menor atención. En su pequeñísima granja deambulaban unas cuantas aves de corral , que existían casi de milagro, y que por lo menos no dejaban de poner un par de huevos diariamente. El resto de la dieta que el anciano consumía, eran unas cuantas frutas silvestres recolectadas con mucho esfuerzo. Un día, buscando entre sus escasas pertenencias, encontró dos monedas de plata y se le ocurrió una idea: En el pueblo las ofreció a un mercader de artículos antiguos, a cambio de un viejo baúl, al que con dificultad llevó a su choza, y lo colocó en un sitio visible . Por casualidad uno de sus hijos lo visitó, e intrigado le preguntó: Padre ¿Qué guardas en ese baúl? Un secreto -le contestó- que solamente conocerán tú y tus hermanos, el día en que me muera, pues ahí está toda mi herencia. Al día siguiente enterró el baúl debajo de su lecho. Y cuál fue su sorpresa? … que a partir de entonces, los hijos empezaron a visitarlo, a diario: le llevaban alimentos y turnándose entre todos mantenían su choza bastante limpia. Un día el anciano murió . Como era obvio, los hijos acudieron a velarlo, darle sepultura, y por supuesto a conocer detalles sobre la herencia. Así es que desenterraron y abrieron el cofre, encontrando en su interior un pedazo de papel manuscrito, que entre otras cosas decía : Hijos míos, el auténtico amor se entrega generosamente, sin esperar recompensa. Hubiera deseado dejarles más, pero mi única herencia es mi gratitud por lo que me dieron en vida.” Queridos lectores: ¿Cuántas veces hemos extendido la mano para ayudar, para presentar una ofrenda, para dar limosna, consuelo, protección, auxilio, a nuestros semejantes, pero en el fondo calculando recibir algo a cambio? O sea: dando un amor condicionado. De igual forma cuántas veces hemos hecho algo parecido con Dios: nos acercamos a ofrecerle nuestro corazón, nuestra honra, alabanza y adoración, únicamente cuando estamos en problemas, cuando necesitamos un milagro, o un favor; luego de ello, sea que haya concedido o no nuestras peticiones, nos alejamos de El, quizá hasta que se presente una nueva necesidad. “Y éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos. (Juan 15:12,13). Autor: William Brayanes
Posted on: Wed, 17 Jul 2013 03:37:48 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015