Ésa gran hipocresía por:Moisés Panduro Coral Amargo, - TopicsExpress



          

Ésa gran hipocresía por:Moisés Panduro Coral Amargo, frustrado, casi al borde de un comprensible sollozo vimos hace unos días al presidente de Ecuador, Rafael Correa, anunciar que acababa de firmar el dispositivo mediante el cual pone punto final a la famosa iniciativa Yasuní-ITT que, en su momento, fue tomada como modelo de equidad por los denominados ambientalistas. Yasuní es un parque nacional asentado en la selva amazónica ecuatoriana con una extensión superficial de un millón de hectáreas, -cerca de la mitad del área de la reserva nacional Pacaya-Samiria-, y al que la UNESCO declaró Reserva Natural de la Biósfera por su alta biodiversidad y por ser el hogar ancestral de poblaciones indígenas de Waorani, Kichwa y Shuar. En su dominio territorial también se encuentran ricos yacimientos petrolíferos cuya explotación pueden representar ingresos por más de 18 mil millones de dólares a la nación de Guayasamín. La iniciativa ambiental era interesante, no por su originalidad -porque hace más de dos décadas que se viene hablando en los países latinoamericanos de canjear conservación del ambiente por dólares-, sino porque en este caso era el mismo Estado y la sociedad nacional en su conjunto los que habían asumido la tarea de decirle a las naciones más avanzadas que todos los días y las horas desde la revolución industrial contaminan el ambiente, que tienen la oportunidad de demostrar con hechos y no con discursos, que el principio de corresponsabilidad al que tanto se alude en los encuentros oficiales, diplomáticos y verdes, va más allá de un protocolo o de un acuerdo que hasta ahora sólo ha subyugado o ha puesto parámetros a las naciones menos desarrolladas. A través de su gobierno, Ecuador le pidió al mundo desarrollado una prueba de su tan cacareado compromiso con el cambio climático: apórtenme 3,600 millones de dólares en doce años y, a cambio, no exploto las reservas petrolíferas que hay en el subsuelo de Yasuní. Fue en las Naciones Unidas, en el año 2007, cuando se lanzó la propuesta, tiempo suficiente para que las naciones poderosas, las transnacionales industriales y financieras y las fundaciones para la naturaleza que están por todas partes, dieran una demostración real de que la perorata se convierte en hecho concreto, de que la soflama ambientalista puede hurgar en el bolsillo de los omnipotentes productores del calentamiento global, esa amenaza innegable para el futuro de la humanidad. Al cabo de seis años, los pobres ecuatorianos recibieron aportes en fideicomisos por apenas 13,3 millones de dólares, es decir, el 0.37 por ciento de lo planteado en su propuesta que además tenía como propósito central evitar la emisión de 407 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera que es el volumen contaminante que se produciría a consecuencia de la combustión del crudo de las entrañas de Yasuní. Ecuador, a pesar de los esfuerzos de su gobierno y de las divisas que le generan la exportación de petróleo, sigue siendo un país con grandes problemas sociales y enormes desigualdades; una nación urgida de ingresos para combatir la pobreza, la desnutrición, la falta de empleo y la escasez de oportunidades; un pueblo apremiado por mejorar su índice de desarrollo humano, reconvertir su industria nacional, reducir sus enormes brechas de infraestructura y sustentar en gran medida su crecimiento económico en el consumo nacional. Sólo para financiar su estrategia de lucha contra la pobreza al 2017 necesita de 70 mil millones de dólares y, por supuesto, que como toda nación que aspira a salir del subdesarrollo, tiene expedito su derecho a hacer uso de sus recursos naturales. En este momento, luego del anuncio presidencial, en varias ciudades del Ecuador, especialmente en su amazonía se pueden leer pintas y convocatorias ambientalistas bajo el lema que, a mi modesto criterio, es una proclama a la ingenuidad contemporánea: “Yasuní o petróleo”. Más o menos, como la disyuntiva en Perú, en el caso de Conga: “Oro o agua”, en la que el presidente Humala pisó el palito y cayó en el abismo de su propia lengua. Es cierto que la explotación de Yasuní, si no se hace de manera técnica y responsable, podría traer problemas de contaminación no sólo en territorio ecuatoriano sino en la cuenca amazónica septentrional peruana, pero esa nación al igual que Perú necesita crecer, necesita desarrollarse, necesita alcanzar los estándares de bienestar que otras naciones han alcanzado. Creo que todo eso se puede lograr sin caer en el absolutismo de la destrucción y del libre mercado ni en el extremismo de la virginidad ambiental y de la ingenuidad política. Digo ingenuidad política porque estoy convencido que si se utiliza la tecnología de punta que ya existe para explotar los hidrocarburos y los minerales de manera que se produzca el mínimo daño al ambiente, si se respetan los parámetros de calidad ambiental de los procesos de extracción y transformación, si existe una fiscalización ambiental pie con pié de la explotación de recursos con la consecuente drástica sanción para quienes no respeten esos parámetros; si distribuimos la riqueza producida en las poblaciones y la convertimos en resultados óptimos y deseados de salud, educación, conectividad, productividad, bienestar y justicia social ¿por qué razón tendríamos que seguir blandiendo esa disyuntiva como arma del “perro del hortelano” al que Alan García se refirió en un artículo que generó polémica en Perú?, ¿o es que acaso estamos condenados a seguir mendigando la benevolencia de naciones desarrolladas que financian un montón de oenegés devotas del ambientalismo virginal en nuestros países? El presidente Correa, ahora, como antes lo hizo un juvenil, incomprendido, radical y confrontacional Alan García en sus discursos de las Naciones Unidas de 1986 y de la Cumbre de Río en Brasil en el mismo año, pone una vez más el dedo en la llaga, desnudando la hipocresía mundial que nos dice a los latinoamericanos: no toquen sus recursos porque el planeta se muere, después de que ellos han alcanzado sus niveles actuales de bienestar destruyendo sus ríos, sus bosques y contaminando el planeta. ¡Encima de hipócritas y egoístas, son avaros!. proycontra.pe/2013/08/20/esa-gran-hipocresia/
Posted on: Wed, 21 Aug 2013 21:31:27 +0000

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