Al enfrentar gigantes (Ruth Geyer Del número de julio de 2012 - TopicsExpress



          

Al enfrentar gigantes (Ruth Geyer Del número de julio de 2012 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana y The Christian Science Journal) Para la percepción humana los gigantes realmente existen. Puede que sea un gigante de enfermedad, edad, depresión, escasez, preocupación acerca del futuro, pérdida de esperanzas, desarmonía en la iglesia. Si bien todos enfrentamos gigantes, es lo que pensamos acerca de ellos lo que nos ayuda a poner en perspectiva su amenazador tamaño. La Biblia aclara esto con la historia de Josué y Caleb, a quienes Moisés envió a reconocer Canaán.1 Él quería que evaluaran cómo eran la tierra y su gente. Envió 12 exploradores en total, uno por cada una de las 12 tribus de Israel. Antes de que partieran, Moisés le dio a Oseas, hijo de Nun, el nuevo nombre de Josué2 o “Dios salva”. Luego les pidió a todos que se esforzaran en realizar esta tarea.3 Al cabo de 40 días, Josué y Caleb regresaron trayendo uvas, granadas e higos, y dijeron: “Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la que ciertamente fluye leche y miel;... Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas;... Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos. Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros”.4 La mayoría, diez de los doce, dijo haber visto “gigantes”, “y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas”.5 Cuanto más contaban su historia, más real se volvía para ellos, y tanto más crecía el terror de la gente. Hay que notar que Dios había guiado a Moisés hacia esta nueva tierra, sin embargo, toda la multitud entró en pánico al pensar que enfrentarían gigantes en Canaán, y comenzaron a hablar incluso de regresar a Egipto. Pero Josué y Caleb les aseguraron que la tierra era muy buena, y les dijeron: “Si el Señor se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra”.6 La multitud se encolerizó y quiso apedrear a Josué y Caleb. Entonces el Señor se le apareció a Moisés y le dijo en parte: “¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos?”7 Josué y Caleb habían visto las cosas de una manera diferente. Habían regresado tranquilos y tenían un plan en mente. En su informe no hubo mención alguna de los gigantes, y trajeron prueba de que era una tierra agradable, y que no era muy difícil conseguirla. ¡Qué lección más grande de obediencia y conocimiento de que Dios es nuestra fortaleza! Ellos insistieron en decir: “No seáis rebeldes contra el Señor, ni temáis al pueblo de esta tierra; ...con nosotros está el Señor”.8 Josué y Caleb vieron una oportunidad donde la mayoría vio sólo peligro. Si Moisés hubiese escuchado a la mayoría, la Tierra Prometida habría sido una promesa vacía. Hoy, mientras trabajamos y oramos para tener armonía en todos los aspectos de nuestra vida, para sanarnos a nosotros mismos, a nuestras iglesias y a nuestras comunidades — es decir, a medida que nos esforzamos por entrar y poseer la tierra de la comprensión espiritual y científica — la promesa que Dios tiene para nosotros rebosa de leche y miel. No obstante, debemos avanzar haciendo uso de Sus ideas, entonces el proceso nunca será demasiado difícil ni estará fuera de nuestro alcance. ¿Qué impulsó a la multitud a abrigar un espíritu derrotista? 1. El culpable número uno fue el temor. Cuando se acelera el motor del temor, una percepción distorsionada y la duda alcanzan dimensiones mucho más grandes. Una vez que comienza el temor, se intensifica con exageración, y las personas se vuelven incluso contra su propia gente: los israelitas querían apedrear a Josué y a Caleb. Es obvio que Moisés los había enviado por mandato de Dios, sin embargo, la multitud se rebeló por temor. Los israelitas habían sido protegidos por un pilar de nubes de día y fuego de noche, y cada día se les había proporcionado maná, agua y cuidado constante. Pero en lugar de recordar todo esto, llegaron a conclusiones que los atemorizaban. Sólo mantenían presente en su pensamiento la historia de los gigantes, a los cuales veían cada vez más grandes y amenazantes. Este es un ejemplo clásico de cómo obra el temor, y con cuánta frecuencia somos engañados. Encontrar la solución correcta requiere pensar con claridad, manteniendo el temor a raya. Uno de mis mentores en la Ciencia Cristiana me dijo algo muy cierto acerca del temor: “El temor está golpeando a la puerta. Ábrela y verás que no hay nadie”. Para mí esto es maravilloso. El temor aumenta y vocifera sus reclamos, y exhala llamas de ficción, pero cuando uno abre la puerta del pensamiento a la luz espiritual, vemos el temor por lo que verdaderamente es: jirones de humo que muy pronto se evaporan. 2. Las comparaciones son una señal de alerta. En esta historia, la gente establecía comparaciones entre ellos y los “gigantes”. Se veían a sí mismos como pequeñas langostas, muy fáciles de aplastar. Shakespeare advirtió, en su obra Mucho ruido y pocas nueces, que “las comparaciones son olorosas”, o, para decirlo en lenguaje moderno, ¡huelen mal! Cada idea es una realidad completa e incomparable. Las comparaciones hacen que sustituyamos la creación de Dios con nuestras percepciones imperfectas, y como resultado sentimos que no estamos a la altura de los demás. La única forma válida de medirnos es en relación con la idea que Dios tiene de nosotros, y procurar vernos como Su imagen perfecta. Cada individualidad creada por Dios es completa, y nuestra responsabilidad es expresarla con confianza y lealtad, no comparándonos con nadie ni con ninguna otra cosa, sino deleitándonos en cada idea de Dios. Hace años, caí en la trampa de hacer comparaciones cuando en un principio me sentí renuente a listarme como practicista de la Ciencia Cristiana en el Journal. Razonaba que ya había dos maravillosos practicistas en la ciudad, y ¿quién me creía yo que era? Aprendí que Dios no hace comparaciones. Él encomienda a cada uno su propia misión, y ninguno le quita al otro. Cuando me anuncié como practicista de tiempo completo, me di cuenta de que este era el compromiso con la práctica que Mary Baker Eddy delineó en el Manual de la Iglesia.9 La idea que percibí muy claramente fue el Principio, no la persona. Tres años después de estar listada en el Journal, me sentí impulsada a ser maestra de la Ciencia Cristiana. Esta vez mis dos oídos estuvieron abiertos. No dudé en moverme con el impulso del Espíritu, y esta obediencia demostró ser tan dulce como la leche y la miel de Canaán. 3. Aferrarse al pasado. Los israelitas se aferraron a las impresiones que les producían temor y miraban hacia atrás, por eso les resultaba imposible ver cómo se desenvolvía la promesa de Dios. Hoy, cuando trabajamos para la iglesia, si hay algo que nos produce aprehensión, podemos, en cambio, observar con mirada firme y el sentido espiritual, y ver al “gigante” por lo que realmente es, ni más ni menos, y salir a su encuentro. Los hábitos del pensamiento y las asociaciones que tendemos a hacer, el anhelo desenfrenado por las cosas del pasado, y la renuencia a dejar de lado las falsas impresiones que nosotros mismos nos hemos impuesto, son los verdaderos gigantes contra los que hay que batallar. Perder la promesa del bien es un precio enorme a pagar por aferrarse a las imágenes del pasado. Sentir indiferencia al realizar una tarea tampoco nos permite dar en el blanco. La Vida requiere que dejemos de soñar en el pasado o preocuparnos por el futuro, y comencemos a movernos hacia adelante en dirección a Dios. 4. Pensar que algo es muy difícil. El camino que Josué y Caleb sugerían no era fácil, pero era el correcto. Nuestro verdadero objetivo es emplear la idea de Dios, es decir, tomar posesión y poner en práctica todo lo que Dios nos ha dado: nuestras cualidades espirituales, nuestro intelecto, nuestros talentos. No hay satisfacción ni logro alguno en la ociosidad, en sentirse un tanto tranquilo con que otra persona se haga cargo de nuestras responsabilidades. La satisfacción se alcanza cuando nos hacemos cargo de la misión que Dios tiene para nosotros, cualquiera sea, y la realizamos con amor por el Amor mismo, por la pura alegría de expresar el bien. Los trabajadores activos de la iglesia son muy alegres, y hallan descanso, porque al estar a Su servicio disfrutan de la tranquilidad que brinda la paz y la actividad de Dios. Son obedientes a los suaves codazos que les da la Vida. Quizás nos sintamos impacientes por expresar el bien que proviene de Dios. Sin embargo, apartar la vista de uno mismo y preguntarle a Dios dónde podemos servir, nos lleva al lugar y a la actividad que utiliza de la mejor manera nuestras habilidades y satisface progresivamente nuestro potencial. 5. Racionalizar: Los pensamientos mortales pueden argumentar razones para que dudemos de las directivas divinas. Explicar las cosas racionalmente puede que parezca ser sabio, pero también puede que lleve a una percepción limitada de lo que es la vida, mientras que percibir lo espiritual e infinito nos identifica con el bien irrestricto. Ese valor que proviene de encomendarnos totalmente a la voluntad divina es una confianza en que Dios es cause y creador único, y que cada uno de nosotros lo reflejamos a Él, declarando el bien de Dios al mismo tiempo que rechazamos las imágenes de temor. En su libro A Thousand Names for Joy (Mil nombres para la alegría), Byron Katie cuenta que mientras la mantenían a punta de pistola, ella pudo aferrarse a la bondad de Dios. Le pidió al pistolero que no disparara. Ella razonó (aunque no se lo dijo a él) que si le disparaba, él viviría en un verdadero infierno y esto destruiría su vida. Resultó que el pistolero decidió no dispararle, sin duda los pensamientos de ella tuvieron un impacto en él. Al pensar en protegerlo a él, también ella estuvo totalmente protegida. Experimentamos lo que mantenemos en el pensamiento. “Cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”.10 Aférrate a la comprensión más elevada de la Verdad, y para ti será un arca que te llevará seguro a través de la marea alta. 6. Idolatrar otra época, lugar o persona. Esto puede demorar, y hasta detener, los mensajes angelicales en este mismo momento. A veces me llega la sugestión de que en otras épocas hubo metafísicos más elevados, estrellas de un cielo figurado, que brillaban con palabras de sabiduría. No quiero decir que no deberíamos leer y apreciar a esos valiosos pensadores, pero ellos deberían inspirarnos a actuar y no simplemente a seguir leyendo. ¿Qué podemos decir de nuestra propia responsabilidad en el presente? Cada época tiene una atmósfera, un vocabulario y una cultura, que la destaca. Puede que veamos con mayor claridad la sabiduría de otra era, pero quejarnos de que hoy no hay claros líderes o trabajadores, o que nosotros no tenemos la capacidad para guiar o actuar como ellos, es una excusa muy conveniente para no dar los pasos que debemos dar para obtener buenos frutos. Tenemos a todo nuestro alrededor una grandeza innegable, porque Dios es el bien infinito y nosotros somos Su manifestación. El bien es el único gigante que puede existir. Cuando nos mantenemos fieles al simple pensamiento de que somos buenos, empiezan a surgir las posibilidades para expresar el bien, nuestras iglesias prosperan y se producen curaciones. Comienza tú con una idea verdadera y deja que la Verdad sea engrandecida. Publicado originalmente en The Christian Science Journal, Enero de 2012.
Posted on: Tue, 15 Oct 2013 14:55:03 +0000

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