AmnesiaEl dolor en su cabeza, se intensifico al sentarse. Mareado, - TopicsExpress



          

AmnesiaEl dolor en su cabeza, se intensifico al sentarse. Mareado, se tomo la cabeza con ambas manos. Sentía como si en cualquier momento, su cerebro fuese a explotar. Miro a su alrededor, tratando de interpretar donde se encontraba, pero todo estaba muy oscuro, y no reconoció el lugar. Abriéndose paso entre cajas de cartón, se puso de pie. Para sostenerse, tuvo que aferrarse de la pared, porque las piernas le fallaban. Desorientado miro en todas direcciones, tratando de ubicar la salida. Era de noche, y la humedad del ambiente, le hizo poner la piel de gallina. Se encontraba en el fondo de un largo y ancho callejón. A pocos metros de él, se podía apreciar una escalera de emergencia, de un edificio abandonado. Del otro lado, una pila de barriles oxidados. En el centro, una pequeña farola que colgaba en lo alto, era lo único que alumbraba. Más allá, se veía las luminarias de la calle. En ese momento, se sintió incomodo y tocándose las ropas, se dio cuenta que el frió que experimentaba, era debido a sus ropas, que estaban empapadas en agua. Levanto la mirada, y observo el cielo cubierto de nubarrones oscuros. Supuso que había llovido, antes de despertarse tirado entre esas cajas. ¿Cómo había llegado allí? Se pregunto confundido. Tratando de hacer memoria, se percato entonces que no sabía su nombre. Comenzando a desesperarse, buscó en los bolsillos del saco, y del pantalón alguna identificación. En el bolsillo interno del saco, encontró una billetera y dentro de ella, cuarenta dólares y un carnet de identidad. Observo el nombre en la identificación, decía Vittorio Stanelli. Se sorprendió al leer ese nombre, porque le pareció gracioso. Al echar un vistazo a la fotografía, vio un hombre de claros rasgos italianos, pero que no reconoció. - ¿Quién mierda es este tipo?- dijo con una voz grave. Tomándose la garganta con ambas manos, la despejó escupiendo una flema cubierta de sangre. Observo esa asquerosidad, que había expulsado, y le revolvió el estomago. Con cara de asco, camino unos cuantos metros, hasta alejarse de esa inmundicia. Intentando aclarar sus recuerdos, hizo hincapié en el nombre que había leído en el carnet. También en la fotografía, y entonces observó un pequeño charco de agua, que se hallaba en una grieta del suelo. Sujetándose aun de las paredes, se acerco hasta allí. La luz que emitía la farola era pobre, sin embargo la imagen que reflejo ese charco, era justamente la misma del carnet. - Sep, entonces soy yo.- dijo, en el mismo momento, en que un agudo dolor en su cabeza, le hiciese ver una escena de su memoria. Como si mirase a través de la neblina, vio la figura de una mujer rubia, caminar rodeada de sombras. Sin embargo así como apareció, toda esa escena se esfumó con el sonido lejano, de un auto acelerar. Incapaz de poder saber, en ese momento quien era ella, trato que buscar fuerzas en su cuerpo maltrecho. Se sentía agotado y con algo de hambre. Debilitado, camino lentamente, hasta salir de ese callejón. Las luminarias de la avenida estaban encendidas, y esa luz brillante lo encegueció por unos segundos. Cuando por fin sus pupilas se acostumbraron, pudo ver donde se encontraba. Inmediatamente se dio cuenta, que estaba parado frente a la avenida mas ancha del mundo. Sabiendo donde estaba, le pregunto a peatón que deambulaba, con un regalo bajo el brazo: - Disculpe señor, ¿Podría decirme la hora y que día es hoy?- el tipo pensando que era un drogadicto, se apartó algo asustado, sin embargo luego de mirarlo vestido con traje, le respondió: - ¡Amigo! Es sábado 31 de diciembre... y son las diez de la noche.- Agradecido avanzó unos pasos pensativo, esa fecha solo le decía que sería año nuevo en pocas horas. Más allá de eso, no relacionaba nada más. Levanto la cabeza, y siguió caminando varios metros más, hasta la avenida Santa Fe. El tráfico era extremadamente escaso. En todo ese trayecto, solo se había cruzado con vagabundos. Debilitado por el cansancio y el hambre, cruzó esa interminable 9 de julio. Con cada paso que daba, era como si estuviese descendiendo por una larga escalera. Supo entonces que con esa debilidad, no llegaría muy lejos. Mientras caminaba, buscó un lugar donde poder comer algo, sin embargo a esa hora y ese día en particular, no muchos lugares estaban abiertos. Un kiosco de 24 horas, le vendió un pancho con una gaseosa, y como no tenia cambio, todo le salio 10 dólares. Se sentó a comer frente al kiosco, en la banca que estaba encadenada al poste de luz. Abrió la lata y dio un gran sorbo de gaseosa. El gas y las burbujas le produjeron un marcado ardor en todo el abdomen, que atribuyo a la falta de alimento. Así pues mordió el pancho. Lo masticó lentamente, para no forzar el estomago, pero al segundo mordisco, era evidente que algo no andaba bien. Estrepitosamente y sin darle tiempo a nada, regurgito el pedazo de pancho y la gaseosa, lanzando todo aquello en la vereda, justo cuando unos pibes de gorrita, pasaban caminando. - ¡Eh! Chabón ¡que haces!- le dijo uno de ellos, al mismo tiempo que sacaba una navaja del bolsillo. Los otros dos, desenvainaron las suyas. Vittorio sin prestarles atención, producto de la descompostura, se levanto rápido empujándolos hacia un lado. Al mismo tiempo, que el kioskero marcaba en su teléfono el 911, los tres pibes de gorrita siguieron al italiano, hasta la plaza que había a unos metros mas adelante. - ¿Que pasa capo?...-dijo uno de ellos, mientras que lo rodeaban amenazadoramente.-...a ver, dame todo lo que tengas.- En su cabeza, las voces de los pibes, se escuchaban en segundo plano. No entendía esa sensación asquerosa,a que había experimentado en su estomago. No comprendía que era lo que le había descompuesto tanto, para hacerlo vomitar de esa manera. Apoyado en el tronco de un árbol, se seco la baba que colgaba de su boca, con la manga del saco. - ¡Ey, sos sordo! ¡Dame la plata te dije!- grito uno de los pibes, que sin esperar una respuesta se le abalanzó con la navaja en la mano derecha. En ese momento, algo se activo en la cabeza de Vittorio. Instintivamente con su mano, detuvo el ataque tomando la muñeca del pibe. Enseguida, un movimiento descendente le torció el brazo, obligándolo a soltar la navaja. Con un puñetazo en la garganta, que le cortó la respiración, lo remato arrojándolo lejos. El segundo pibe, se lanzo segundos después, que vio a su compañero volar casi diez metros hacia atrás. Vittorio con todos los reflejos, y sentidos despiertos, anticipo el movimiento torpe del pibe. Éste, sin tener idea de cómo atacar a alguien con un arma blanca, quedo de rodillas, con su brazo atrapado bajo la axila del italiano. Con un golpe de puños en el antebrazo, lo obligo a soltar la navaja. Inmediatamente, girando hábilmente su cuerpo sobre si mismo, con ambas manos atrapo la cabeza de su atacante. El pibe no logro pedir clemencia, porque Vittorio la arrancó súbitamente y sin esfuerzo. El tercer pibe, al ver esa grotesca escena de decapitación, mojo sus pantalones al mismo tiempo que salía corriendo horrorizado. Su respiración era lenta y serena. Como si todo a su alrededor, avanzara en cámara lenta, varias imágenes que no parecían tener sentido, invadieron sus pensamientos. Aquella mujer de cabellos rubios, volvió a aparecer detrás de esa neblina. Esta vez, con pasos lentos la atravesaba, mostrando sus labios sensuales moviéndose, tratando de articular una palabra o frase. Toda esa imagen se tiño de escarlata, y a lo lejos, un grito estremecedor lo trajo nuevamente a la realidad. Los gritos de esa vagabunda, eran tan fuertes que Vittorio, no comprendió lo que sucedía hasta que se dio cuenta, de lo que sujetaban sus manos. Al ver la cabeza de ese pibe, la soltó retrocediendo. ¿Cómo había podido hacer eso?, se preguntó entrando en estado de shock. Aterrado, miro en todas direcciones y esquivando a la vagabunda, huyo por la avenida. Sin detenerse, agitado y completamente en estado de pánico, llego hasta la plaza San Martín. Allí con el corazón en la boca, se detuvo ocultándose entre los juegos de la plaza. - ¿Que he hecho?... ¿como pude haber?...- la falta de aire en sus pulmones, no le permitían hacerse todas aquellas preguntas. Estaba completamente exhausto, y sabía perfectamente que no podía quedarse quieto. Debía seguir huyendo. En cualquier momento, la policía vendría por él. Mirando los bosques de Palermo, decidió que aquella oscuridad, lo mantendría a salvo por unas horas. De esa forma, lograría pensar un poco más claro. Las gotas de sudor corrían por su frente, deslizándose por toda su cara, hasta la boca. Se preparó para correr nuevamente, y con su mano secó la transpiración de toda su cara. Pero entonces, un sabor extraño invadió de placer todo su cuerpo. Era algo revitalizante, y estimulador. Sintió como cada célula de su cuerpo se hidrataba, proporcionándole una fuerza renovada. Enderezo su cuerpo y pudo respirar más profundamente. En se momento, observo sus manos empapadas en sangre, y entonces un nudo se formo en su garganta. No quiso comprender que había si
Posted on: Wed, 11 Sep 2013 04:36:09 +0000

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