Atasco y desatasco : Eran las 12:00 de la mañana de un sábado y - TopicsExpress



          

Atasco y desatasco : Eran las 12:00 de la mañana de un sábado y la autovía que conducía a La Manga del Mar Menor estaba colapsada. Hacía una semana que se le había roto el aire acondicionado a mi Mini e iba con las ventanas abiertas y muerta de calor. La brisa marina entraba de vez en cuando para darme un respiro. Dejé a un lado la salida de Cabo de Palos. Era la que solía tomar pero ese día mi familia se había reunido con mis tios en algún kilométro perdido de La Manga. ¿A quién se le ocurría comer un sábado allí? Mi mal humor aumentaba cada vez que lo pensaba. Justo llegaba de Murcia de trabajar toda la semana y lo que más me apetecía era tomarme un Martini con unas almendras en la terraza viendo el faro de Cabo Palos. Puse la radio otra vez. Sonó “Somebody I just to know” en los cuarenta y me animé un poco. En todo ese tiempo no recorrí mucho más de 3 metros. Un MercedesSLK se puso a mi lado. Iba dentro el típico chulo con gafas de pasta blanca creyéndose Dios sabe qué por llevar un coche que tardará una vida en pagar. Me miró y me guiñó un ojo con chuleria. “Poto” ; pensé y miré al frente. La fila de la izquierda avanzaba un pelín más rápido por lo que pude entretenerme con los conductores. Luego pasó el típico maqueado con los altavoces puestos. Cuando lo miré no me extrañó nada comprobar que era sudamericano. Y así fueron pasando los coches a la misma vez que los minutos. Lo único que no se pasaba era mi mal humor. La brisa había decidido abandonarme para siempre y no daba abasto abanicándome con los papeles del seguro. Los coches me miraban como con lástima. ¡Maldita sea! Llevaba un Mini y el del Seat Ibiza del año del catapún me miraba con superioridad. Mi fila avanzó un poco y me coloqué al lado de otro Mini. Lo conducía un chico moreno con el pelo enmarañado que llevaba las típicas rayban de aviador. Era bastante guapo. Nos quedamos en paralelo un rato hasta que se percató de mi presencia. Al ver que me ignoraba seguí abanicándome para evitar un desmayo. “Qué calor que hace hoy ¿no?”. Me giré. El chico había bajado la ventana y me hablaba directamente. “Qué tonterías dices”; le contesté con sarcasmo. “No sé cómo podéis veranear aquí y soportar siempre estas caravanas” “Veraneo en Cabo de Palos pero los inteligentes de mis padres han decidido comer hoy en La Manga”; le contesté y sentí que empezaba a fingir el mal humor. “Ah si, muy listos”; me dijo y miró al frente. Nos quedamos un rato el uno junto al otro pero su fila avanzó un poco más. Supliqué que la mía también avanzara y así fue. Casi me como al coche de delante por ponerme a su par. Me miró y me sonrió. Así fuimos avanzando muy lentamente sin volver a hablar. Nos mirábamos y nos sonreíamos pero todo parecía muy inocente. Dios qué guapo era. Me empezó a dar igual la caravana. Agradecí a mis padres la fantástica idea de ir a comer con mis tios y mi mal humor se esfumó definitivamente. Se empezó a alejar y me di cuenta de que no lo quería dejar escapar. Me coloqué de nuevo a su lado y le pregunté a qué zona iba. Me dijo que a las Sirenas. No quedaba mucho para llegar y me alarmé. Le expliqué que iba al Pedruchillo, casi al final, que con esa caravana tardaría tres siglos en llegar y que me iba a morir sin aire acondicionado. Le resulté graciosa. “Podemos hacer una cosa. Te paras conmigo en las Sirenas, nos quedamos charlando, y cuando se haya disuelto un poco esto retomas el viaje. A tu familia no le importara que llegues un pelín tarde” “Por supuesto que les importa”; pensé mientras que le contesté “perfecto” El camino hacia las Sirenas se me hizo eterno. ¿Qué iba a hacer con un tio que no conocía de nada? “Muchas cosas”; pensó mi parte perversa. Llegamos y aparcamos. Se bajó del coche y de cuerpo estaba mucho mejor de lo que aparentaba desde dentro. Me preguntó dónde quería ir y yo pensé en lo que odiaba todo lo previo a liarse con un tio. Preguntas absurdas que da pereza contestar, conversaciones que no importan a nadie… “¿Y si nos saltamos el protocolo?”; le dije sonriendo “Perfecto”. Me besó. Nos estuvimos besando lentamente y con cariño durante demasiado tiempo. Me estaba empezando a preocupar por si me había topado con un tierno cuando me sugirió meternos en el coche. Dentro se le quitó todo tipo de ternura, al fin y al cabo ya me tenía en el sitio que quería. Se acercaba la hora de comer y la gente estaba en sus casas. No pasaba nadie. Me empezó a desabrochar la camisa mientras yo pensaba qué sujetador me había puesto. Me alivió ver el de encaje marrón. Tampoco importaba mucho ya que me lo quitó pocos segundos después. Empezó a succionar mis pezones. Había pocas cosas que odiara más que esa. ¿Qué esperaba sacar? ¿leche? Le levanté la barbilla y le empecé a besar. Me agarró la mano y me la colocó en su polla. ¿Cuándo se la había sacado? Empecé a pajearle mientras que le mordía el labio inferior. Lo recosté a lo largo del asiento de atrás, me coloqué enuna esquina y me incliné para comérsela. No era la polla más grande que había visto en mi vida pero me conformaba. Alargó su brazo y empezó a tocarme mientras se la chupaba. Chupetée su glande con ganas. Bajé y empecé a succionar sus huevos. Odiaba hacerlo pero, no sé qué amiga, me dijo les molaba, así que ahí me podíais ver comiéndole las pelotas a un tio que no conocía. Me inclinó hacia él y me puso frente a su cara. Me metió varios dedos, no se decir cuántos mientras me acariciaba el clitoris con el pulgar. La técnica del cangrejo en todo su esplendor porque, lo que le faltaba de tamaño en la polla lo tenía de agilidad con los dedos. Intenté besarlo para disimular mis gemidos tímidos y no me dejó. Creo que le ponía mirarme. “¿Te gusta que te toque así?”: me dijo con cara de pervertido. “Si”; le contesté e intenté aguantarme la sonrisa pensando qué cara se le quedaría si digo gimiendo “no…”. “¿Y así?: los intrujo más y se me quitaron las ganas de sonreir. En ese momento me habría dejado hacer cualquier cosa. Me los saqué y me senté encima de él. No se lo esperó y le encantó. Empecé a hacer movimientos circulares mientras le miraba fijamente. Empezó a pellizcarme los pezones yle bajé la mano para que me tocara el clitoris. Sabía que su escaso pene no me iba a ser suficiente. Pero sus dedos…. Se incorporó y me puso tumbó boca abajo. Se puso encima. “No puede ser”; pensé. Pero sí, sí podía ser. Me abrió el culo y me la empezó a meter. Fue la primera vez de la velada que agradecí su tamaño. “Por ahí no…”; le pedí pero soné poco convincente. “Confía en mí”: me susurró al oido. Como para no confiar. Me la metió hasta el fondo, se recostó sobre mí, metió su brazo debajo de mí hasta llegar a mi coño y me empezó a tocar mientras me la sacaba y metía. Era la primera vez que hacía eso y no sé explicar lo que sentí. Nunca había sentido tanto placer dándome por detrás. Lo hacía muy lento, con cuidado, pero sus movimientos con las manos me pusieron tan cachonda que aceleré el ritmo. Con la otra mano me agarró la cabeza y me empezó a comer el cuello. Era alucinante todo lo que podía hacer a la vez. Sentí que me venía el orgasmo justo en el momento en el que la metió por el coño lo que aumentó la intensidad. “Ya me viene”; me dijo y así fue. La sacó y se corrió en mi espalda mientras me seguía tocando. Pocos segundos después le chorreé en la tapicería de su Mini. Cogió su propia camiseta y me limpió la espalda. Me fui corriendo al coche sin querer mirar la hora. Cuando llegué mi móvil estaba sonando. “Martina, ¿dónde se supone que estás? “La caravana mamá, la caravana”. *the-casanova.
Posted on: Sat, 20 Jul 2013 05:45:29 +0000

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