CUENTO “AGUA QUE NO HAS DE BEBER…” No, no les voy a dar, - TopicsExpress



          

CUENTO “AGUA QUE NO HAS DE BEBER…” No, no les voy a dar, aunque me lo pidan de rodillas, he decidido que el agua sea exclusivamente para regar mis alfalfares... Quiero que mis caballos así como mis vacas y bueyes estén gordos, a ellos los necesito más que a ustedes. Los caballos me trasladan al lugar que quiero, mientras que las vacas me dan la leche y el queso y los bueyes aran las chacras en el tiempo de invierno. Con estas palabras Don Reynerio Julca, el Alcalde del pueblo reprendió a los campesinos que se había concentrado en su despacho. Allí estaba el alcalde sentado en un cómodo sillón de cuero negro. De cuerpo abultado, tenía un bigote negro y cargado y sus ojos chispeantes anunciaban que se trataba de un hombre implacable, que a pesar de no tener carisma para con los pobladores, por esas cosas de la vida, había resultado ganador de la elecciones municipales del distrito de San Gregorio, aunque los rumores decían que Don Reynerio hizo fraude y resultó ganador desapareciendo las ánforas provenientes de un distrito cercano llenas de votos con las cuales habría ganado su archirrival del partido independiente el doctor Don Teodoro Vargas, más conocido como “Burro Mocho” Abriéndose paso por entre el gentío, Marcelino Torres avanzó hasta ubicarse frente a Don Reynerio, y con aire desafiante le dijo: Lo que pasa, señor alcalde, es que como usté puede ver, este año no ha lloviu pa la altura y entonces no hay agua lo suficiente pa regar nuestras chacritas. Yo he sembrao mi maicito mas que sea pa chala, pero ni pa eso alcanza el agua, ya que usté cierra la compuerta y lo recorre pa sus chacras, pue señor. Yo creo que todos necesitamos la agüita pa vivir y si usté es la autoridá con más razón por qué no cogemos la agüita en mita, así todos regaremos parte de nuestras siembras y tendremos algo, por lo menos hasta que llegue de nuevo el invierno. ¡Sí, señor alcalde! Que se reparta en mita, en mita, hablaron en coro los campesinos, dándose ánimo unos a otros. ¡Silencio! Gritó don Reynerio, yo no les he pedido pareceres… ya les dije que agua no hay, sólo voy a dejar un surco por la quebrada para que junten y preparen su comida. El resto de agua lo necesito. Yo no voy a perder mis animales por darles el gusto a ustedes, eso no haré. Entonces iremos a quejarnos a la justicia dijo don Venancio Huaccha. Pa algo han de servir las autoridades, sí usté no nos hace caso haremos el reclamo al gobierno en la capital de la provincia y si no nos hacen caso allí, nos vamos hasta Lima. Don Reynerio al escuchar estas palabras, se levantó rápidamente y con voz enérgica profirió. ¡Váyanse a donde les pegue la regalada gana, a mí no me asustan con sus amenazas. Yo también sabré defenderme, por algo tengo conocidos y haré prevalecer mis derechos. Estamos perdiendo el tiempo aquí debemos reunirnos dijo alguien de entre el grupo, sí vamos, reunión, reunión en la plaza, dijeron todos y salieron precipitadamente del despacho del alcalde. Este le gritó ¡lárguense, no quiero verlos otra vez por aquí! Don Reynerio se levantó y descolgó el teléfono comunicándose rápidamente con el comisario del pueblo, al que le daría órdenes sobre la reunión que harían los campesinos. La orden es definitiva amigo comisario, si usted ve que esos campesinos rebeldes están haciendo bulla y alboroto con unas cuantas municiones se acaba todo. Por lo demás, el resto déjelo de mi parte. Muy bien señor alcalde, estamos para servirle a lo que disponga, no se preocupe a estos los silenciamos rápidamente le respondió el comisario del pueblo, Don Isaac Rabines al que le decían “Cholazo” Éste era un militar que hacía años trabajaba en San Gregorio y se caracterizaba por ser muy adulón sobre todo con las autoridades, pues siempre le tocaba su parte en todos los tratos que hacía… Era un hombre cínico, que inclusive se metía con mujeres casadas y un tiempo estuvo con la mujer de Matías Tello, el cerrajero del pueblo. Las malas lenguas decían que él mismo Matías los había encontrado, pero que no podía hacer nada, de miedo que el “Cholazo” lo matara. Pronto los campesinos estaban reunidos en la plaza principal del pueblo. La plaza era un espacio rodeado de poncianas y también crecían algunas otras plantas ornamentales. En el centro se alzaba una obelisco de aproximadamente unos quince metros de altura. Allí los campesinos acompañados de sus esposas y niños harían la asamblea para tomar acuerdos. Rápidamente se vio trepar a una parte más alta al líder indiscutible de los campesinos, este era un joven llamado Pablo Salvador, quien estudiaba Derecho en la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica, y que solía visitar el pueblo en tiempo de vacaciones, pues allí vivía una tía, hermana de su difunto padre. Pablo se había dado a querer de los campesinos pues muchas veces los había acompañado en sus justos reclamos, y en esta oportunidad también lo haría. Don Pablito, dijo Marcelino Torres, el alcalde don Reynerio no quiere darnos la agüita pa nuestras siembras que ya se mueren, nosotros necesitamos vivir y él dice que sólo nos va dar agua pa tomar, eso no es justo, por eso estamos acá pa ver qué decidimos y sino reclamaremos en la provincia. Sí, sí, gritaron todos. Se hizo un silencio, y Pablo se dirigió a los asistentes. El agua es de todos, señores, y si este año no hay agua, pues todos debemos por igual, sentir la carencia. Don Reynerio, por el hecho de ser el alcalde, no se puede coger toda para él, eso no es así y por lo tanto, debemos estar unidos para hacer defender nuestros derechos. Más que la vida de los animales está la de los humanos, ya que cuando el alcalde necesita que trabajemos en diferentes obras a quién los ve ¿nos es a nosotros? , y cuando hay elecciones nos ofrece el oro y el moro y ahora ¿nos ha olvidado? Sí es cierto, dijeron todos como un coro, ¡el agua es de todos! Mientras tanto el comisario del pueblo, estaba escondido muy cerca donde se hacía la reunión, viendo todos los movimientos de los asambleístas. Mañana por la mañana iré a acompañarlos para conversar con el alcalde dijo Pablo Salvador, acomodándose la bufanda. Las luces de la plaza se prendieron como anunciando la llegada de la noche. Sólo iremos cinco personas en representación de los demás, a las ocho en punto nos reunimos aquí, e iremos al despacho de Don Reynerio. Bueno, dijo Marcelino Torres, yo me ofrezco acompañarle, joven, también yo dijo el Silverio, yo igual señalo el Andrés; yo también, dijo el Apolitano. Por coincidencia estos hombres eran siempre los más entusiastas del pueblo y ellos acompañarían a Pablo el siguiente día. Al terminarse la reunión, cada uno se marcharon a sus casas yéndose por diferentes direcciones, esa noche, el caso del agua era el tema de conversación. Pronto el pueblo se vio envuelto en las pequeñas luces de la calle y sus habitantes se fueron a descansar. Pablo, en la casa de su tía le contó a ésta los pormenores de la reunión y la decisión que había tomado. Su tía, doña Josefa Salvador, con mucho miedo le dijo: Ten cuidado Pablito, ese hombre es vengativo, te puede hacer algo, mejor hubieses puesto la demanda en la capital de la provincia. No tía, replicó Pablo, las cosas se arreglan conversando. La noche pasó como un rayo, y pronto se disiparon las sombras dando lugar al astro rey que apareció con toda su brillantez en el cielo despejado. A las ocho, los cinco hombres comisionados estaban listos para entrevistarse con el alcalde. Después de saludarse una al otro emprendieron el camino hacia el despacho del alcalde. Al aparecer frente al despacho, Don Reynerio estaba acompañado del “Cholazo” Y ahora qué quieren, otra vez por acá, ustedes ¿no entienden? Ya les dije que agua no les voy a dar y punto. No es así señor alcalde, dijo Pablo Salvador, yo soy estudiante de derecho y las leyes del agua no dicen eso. Aquí hay un problema de sequía y la poca agua que hay, debe ser distribuida para todos; para eso se lo debe poner en mita, así todos tendremos la oportunidad de regar parte de nuestras chacras y sembríos, no me parece que usted quiera adueñarse del agua aduciendo que tiene animales y nosotros qué, no somos ¿acaso más importantes que los animales? Se hizo un silencio. Luego el alcalde se puso de pie y dirigiéndose a Pablo le replicó. Tú qué sabes de leyes, si eres un principiante en estas cosas, tú no sabes nada, lo que debes estar haciendo ahorita es leyendo tus libros para que vengas a conversar conmigo, pero te fregaste, de aquí no sales. Con la mano le ordenó al “Cholazo” Detén a este individuo por alterar el orden en el pueblo y llévalo al calabozo inmediatamente. Pero señor, por qué me va detener si yo no he hecho nada, las leyes me amparan. Nada jovencito, aquí la ley soy yo, y se hace lo que ordeno. Llévatelo. ¡No! ¡No! exclamaron los campesinos acompañantes pero no pudieron hacer nada, el cuerpo del Pablo fue llevado al rústico calabozo por el fornido Comisario. Rápidamente se pasó la voz en el pueblo, que Pablo Salvador había sido detenido y encarcelado por don Reynerio cuando había encabezado un reclamo. No faltaron algunos adulones que estaban a favor del alcalde aunque no tenían ninguna razón para ello, pues se trataba de un abuso de autoridad. Pronto los campesinos decidieron buscar ayuda para librar de la cárcel a Pablo, mientras que este fue llevado a la cárcel de la provincia. Pues se le acusaba de ser un agitador social y un revoltoso que había intentado asesinar a Don Reynerio. Cosa más injusta, pues no era así, pero como el alcalde tenía conocidos en la capital de la provincia y también amigos congresistas de la república sería muy difícil hacer prevalecer los derechos de Pablo Salvador. Un abogado que respondía al nombre de José Cornejo, se hizo cargo de la defensa del joven Pablo, mientras que éste recibía la visita de los campesinos del pueblo de San Gregorio y principalmente de su tía, doña Josefa, que al verlo en esa condición a su sobrino, no paraba de llorar y de implorar a los santos su pronta liberación. Los trámites se hicieron para que el expediente sea leído y examinado nuevamente, pero José Cornejo, el abogado defensor, les dijo a los campesinos que no se podía hacer nada que los cargos contra Pablo eran muy fuertes y que sólo se esperaría la sentencia en la corte. Pues los cargos de agitador social eran muy difíciles y que se corría el riesgo de que el joven fuera encerrado por mucho tiempo. La versión de este abogado no era la correcta, pues se trataba de la palabra del alcalde contra la del joven abogado. Lo cierto era que don Reynerio había conversado con José Cornejo y le había como se dice, “Abrigado la mano” diciéndole, mire señor Cornejo, las cosas se solucionan con dinero. Por la plata baila el mono, ¿no es así? Sacando un fajo de billetes que puso en propias manos del abogadillo. Pronto, José Cornejo abandonó la defensa aduciendo que tenía que viajar a la capital. Los campesinos fueron a buscar un nuevo defensor, pero no lo hallaron, el estado les proporcionó un abogado had hoc que lo único que hizo es escuchar la sentencia. Pablo había sido condenado a 6 años de pena privativa de la libertad y a pagar el monto de veinte mil nuevos soles a Don Reynerio. Todo era tan increíble. De lejos se percibía la injusticia reinante y los campesinos estaban molestos por la manera como se había llevado el caso y que a pesar de todos sus esfuerzos y contribución no pudieron librar a Pablo de la injusta condena. Era un sabor amargo el que tenían en su boca y en su vida. ¿Acaso no habría otra forma de hacer justicia? Esa tarde después de regresar del juicio en la capital de la provincia, Marcelino Torres ya no era el mismo, su rostro estaba desencajado, no podía creer que sólo por un justo reclamo, un hombre sea encarcelado. Al llegar a su casa saludó a su esposa y a sus dos hijos, y después de contarles lo sucedido, se apoderó de él un hondo resentimiento. No sabía de qué se trataba, pero era algo, que poco a, poco iba tomando cuerpo y esa idea fija no lo dejaba conciliar el sueño. Esta noche seguro regresa, pensó, regresa el muy desgraciao riéndose de nosotros. Esto no puede seguir. Hay una forma de vengarse más que sea por las malas. Lo mataré se dijo. La idea era terrible, nunca había tenido la experiencia de matar a nadie, pero en ese momento empezó a considerarse un homicida. Al dormir, tuvo un sueño espantoso, él esperaba a Don Reynerio cerca a la quebrada repitiendo la frase “Agua que no has de beber” “agua que no has de beber” y viéndolo venir se abalanzaba sobre él dándole una certera cuchillada en el cuello, cayendo el cuerpo del alcalde, pesadamente desangrándose. Al despertar, Marcelino estaba en vuelto en sudor. Volvió a la realidad era sólo una pesadilla, allí estaba en su casa. El sueño era un sueño. Al amanecer, tenía cansancio y desasosiego, aunque el odio hacia el alcalde se había disipado. Al otro día la noticia estaba esparcida como un reguero de pólvora por todo el pueblo. Anoche, cerca al pueblo, mataron al alcalde decía la gente. Marcelino no lo podía creer, El cuerpo de Don Reynerio estaba inerte, justo en el mismo lugar donde él había soñado asesinarlo. El comisario había dado la orden que nadie se acerque al lugar hasta que llegue el fiscal para el levantamiento del cadáver. Lo han asesinado decían los pobladores… Lo que no se sabe es quién o quiénes han sido. Para la mayoría de pobladores, por esas ironías de la vida, la muerte de don Reynerio era motivo de alegría. Está bueno por malo, decían… así mueren las ratas como éste. Por fin tendrían una nueva autoridad que de repente les haga caso a sus justos reclamos. El cadáver de don Reynerio fue llevado para ser enterrado en su tierra natal de Huacho. Pronto se iniciaron las investigaciones a donde fueron llevados a declarar muchos campesinos sospechosos pero, al fin de cuentas no se supo quién fue el asesino de Don Reynerio. Según se presumía fueron asaltantes que habían estado siguiéndolo y aprovecharon que esa noche venía sólo en su carro y allí le dieron muerte. Pero las autoridades creían que los campesinos fueron los autores de esta muerte. El asesinato quedó impune. Pasaron ya dos años de encierro del joven Pablo Salvador. Los campesinos buscaron un buen abogado, se trataba de un profesional de renombre, El doctor Carrizales, quién con buenos argumentos, logró que se revise el caso. Finalmente en la audiencia se declaró inocente a Pablo Salvador. El joven que había aprendido muchas cosas en su encierro, principalmente, ayudado a varios reclusos, salió libre. Pronto terminó su carrera de abogado y se dedicó a ayudar a las personas que injustamente eran encarceladas. Los campesinos vivieron en armonía en su pueblo, pues el teniente alcalde era un hombre comprensivo que atendía sus reclamos. Se llevaron a cabo las elecciones municipales, en donde Pablo participaba como candidato para la alcaldía. Ese día de las elecciones todo era una fiesta, la mayoría de los pobladores votaron por Pablo quién entre hombros fue paseado por las calles del pueblo. Al asumir el cargo el joven alcalde con apoyo del gobierno central y la mano de obra de los campesinos construyeron un enorme reservorio con el cual almacenarían el agua en tiempo de invierno. Fue así que el pueblo de San Gregorio se convirtió en un lugar muy próspero y sus habitantes vivieron felices entre ellos…Marcelino que nunca olvidó aquel sueño y sobre todo la frase “agua que no has de beber”
Posted on: Sat, 13 Jul 2013 19:55:05 +0000

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