“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas - TopicsExpress



          

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gá. 2:20). Circulan tiempos malos para el cristianismo. En un mundo humanista es difícil ser cristiano. Los valores esenciales para el creyente son rechazados con dureza por la sociedad actual, lo que produce aflicción para quien sigue a Cristo. Es suficiente con la confrontación diaria para necesitar ser alentado. Será bueno prestar atención durante unas semanas a asuntos esenciales de vida cristiana que sirvan para aliento, ya que como dijo el Señor: “En el mundo tendréis aflicción”. La primera dificultad está en la posición que ocupamos, antes pertenecíamos al mundo pero ahora estamos en Cristo. Cuando creímos fuimos unidos a Él para alcanzar la vida eterna, que el mundo no tiene (Jn. 3:16). El Espíritu nos ha hecho una nueva creación de Dios, “si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17). Tenemos también una nueva orientación que nos impulsa a buscar las cosas de arriba (Col. 3:1). En esta nueva vida Dios ha derramado su amor en nosotros, para que amemos sin reservas (Ro. 5:5); nos ha dado una nueva forma de pensar con la mente de Cristo (1 Co. 5:22-23); la conducta de Jesús se produce en nosotros como experiencia natural de vida (Fil. 2:5). El mismo Señor se hace en nosotros esperanza de gloria (Col. 1:13). Todas estas bendiciones son desconocidas para el mundo y contrarias a él, por tanto no debe extrañarnos que entre en confrontación y seamos afligidos. Una segunda dificultad nace en que ya no vivimos nosotros, sino que Cristo es el que vive en nosotros. Somos dotados por el poder del Espíritu para manifestar en Su fruto el carácter moral de Jesús (Gá. 5:22-23). Eso es contrario a las obras de la carne, propias del comportamiento moral del mundo. La vida de pecado se ha cambiado en una vida santa en todos los aspectos (1 P. 1:15-16). Ser santo es vivir para Dios sin contaminación con el mundo. Santidad no es religión, ni normas, ni tradiciones, sino andar en el Espíritu. El poder de Dios está en nosotros para que podamos vivir de este modo, “porque Dios es el que en nosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad” (Fil. 2:13). Vivir santamente entra en conflicto con un mundo que ama y practica la corrupción del pecado. Todavía más, el mundo nos aborrece porque nuestra vida de fe, es una vida en dependencia de Jesús: lo que ahora vivo… lo vivo en la fe del Hijo de Dios. Tengo razones suficientes para hacerlo porque Él me amó y se entregó a Sí mismo por mi”. Cuanto más me conozco a mí mismo, mayor es el valor del amor de Jesús, porque me ama aún sabiendo como soy. El mundo airado contra Dios se levanta contra los suyos procurando derrotarlos pero “Dios nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús” (2 Co. 2:14). En medio del conflicto podemos decir con seguridad: “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Este es el maravilloso aliento que afirma la fe y renueva las fuerzas: “En el mundo tendréis aflicción, más confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33). Por eso puedo decir: “Bendice, alma mía, al Señor”.
Posted on: Tue, 24 Sep 2013 19:35:29 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015