CÁSATE CONMIGO - CAPÍTULO 14 - PARTE 3 Miró encantada los - TopicsExpress



          

CÁSATE CONMIGO - CAPÍTULO 14 - PARTE 3 Miró encantada los jarrones llenos de flores. Todavía les quedaba una noche completa de la que disfrutar. Sin embargo, ya se había mencionado el mañana. Al día siguiente regresarían a la mansión y al resto de sus vidas. Serían las mismas personas viviendo el mismo matrimonio. No obstante, intentó con todas sus fuerzas no pensar en eso. Cada vez que lo hacía, experimentaba una vaga sensación de malestar, un mal presentimiento. ----------------------------------------------------------------- Regresaron a la mansión después del desayuno, a la mañana siguiente, caminando bajo un cielo gris que amenazaba lluvia. La casa estaba desierta salvo por los criados y por el señor Bowen. Todos los invitados a la boda se habían marchado el día anterior, y lady Lyngate y Cecily habían partido rumbo a Londres esa misma mañana, muy temprano. Christopher y ella las seguirían al día siguiente. Dulce exploró su nuevo dormitorio y su vestidor mientras Christopher estaba en su despacho, consultando con su secretario y revisando el correo que se había acumulado durante esos tres días. Sin embargo, no se demoró mucho. Llamó a su puerta media hora después y entró. —Es enorme —declaró Dulce al tiempo que abría los brazos—. Tiene que ser el doble de grande que mi dormitorio en la residencia de la viuda. —Por supuesto —admitió Christopher encogiéndose de hombros—. Son los aposentos de la vizcondesa. En ese momento Dulce se dio cuenta que todavía no había asimilado la idea que acababa de entrar en un mundo totalmente distinto. —Voy a Warren Hall para ver qué tal le va a Merton con sus tutores —anunció Christopher —. ¿Te gustaría venir? Si es así, ordenaré que preparen el carruaje. De todas formas, sería lo más sensato. Va a llover. —Claro que quiero ir —contestó. El tiempo parecía haberse detenido durante su luna de miel. Apenas había pensado en sus hermanos... ni en ninguna otra persona. La residencia de la viuda y el lago habían sido todo su mundo, y Christopher y ella eran los únicos habitantes. Como Adán y Eva en el paraíso. De repente, se dio cuenta que habían pasado tres días y que estaba ansiosa por volver a ver a sus hermanos. Cuando llegaron a Warren Hall comenzaban a caer las primeras gotas de lluvia y soplaba un viento gélido. ¡Qué suerte habían tenido al disfrutar de esos tres gloriosos días primaverales!, pensó. El cambio de temperatura les confería un aire irreal y místico, como si hubieran acabado hacía semanas en vez de esa misma mañana. Margaret estaba sola en el salón. Hizo una reverencia a Christopher y abrazó a su hermana con fuerza. Les dijo que sus invitados se habían marchado el día anterior. Stephen se encontraba en la biblioteca de la planta baja, con uno de sus tutores, ya que acababa de regresar de un paseo a caballo con el señor Grainger más tarde de la cuenta, razón por la que había sido severamente reprendido. Katherine había salido a dar un paseo. —Aunque espero que regrese pronto —dijo Margaret mirando hacia la ventana, cuyos cristales estaban mojados por la lluvia—. Antes que se moje. Su hermana parecía apagada y un tanto pálida, pensó Dulce cuando se sentaron junto a la chimenea, después que Christopher se marchara a la biblioteca. — ¿Te encuentras bien, Meg? —le preguntó—. ¿Ha pasado algo? —Nada de nada. —Margaret sonrió—. ¿Y tú, Dul? ¿Cómo estás tú? Se acomodó en el sillón antes de contestarle. — ¿A que hemos disfrutado de un tiempo espléndido? La residencia de la viuda de Finchley Park es un lugar precioso, Meg, y el lago es encantador. Salimos a dar un paseo en barca, y ayer recogimos montones de narcisos sin que se notara siquiera en la orilla donde crecían. Colocamos un jarrón lleno en cada estancia. Eran preciosos. — ¿En plural? —Señaló Margaret—. ¿Eso quiere decir que todo va bien, Dul? ¿No te arrepientes de nada? Pareces muy feliz. —En fin, está claro que la vida real está a punto de hacer acto de presencia —dijo—. Mañana nos vamos a Londres y seré presentada a la reina la semana que viene... una idea aterradora, la verdad. Y también tendré que conocer a mucha gente e ir a muchos sitios y... Bueno, y muchas más cosas. Pero claro que no me arrepiento, tonta. Era algo que quería hacer. Te lo dije desde un principio. — ¡Ay, Dul! —Margaret apoyó la espalda en el respaldo de su sillón con gesto cansado—. Si tú puedes ser feliz, yo también podré serlo. Dulce miró a su hermana con detenimiento. Sin embargo, y antes que pudiera preguntarle una vez más qué había pasado, porque estaba claro que algo había sucedido, la puerta se abrió para dejar paso a una Katherine de mirada resplandeciente y mejillas sonrosadas. — ¡Uf, vengo sin aliento! —Exclamó la hermana menor con una mano en el pecho—. No sabía si refugiarme en la capilla cuando comenzó a llover o arriesgarme a correr hacia la casa. —Ya veo que te has decidido por lo segundo —dijo Dulce al tiempo que se ponía en pie. —Y ahora me alegro. —Katherine corrió hacia ella para abrazarla—. He visto el carruaje del vizconde en la puerta y tenía la esperanza que te hubiera traído con él. —Y lo ha hecho —dijo con una sonrisa. —No sabes lo guapísimos que estabais los dos el día de la boda —afirmó Katherine cuando volvieron a sentarse—. ¿Te lo has pasado bien estos tres días en el lago? —Muy bien —respondió con la esperanza de no haberse ruborizado—. Es un lugar idílico. Me habría encantado poder quedarme allí para siempre. Y tú ¿te lo has pasado bien con todos los invitados en la casa? Katherine se inclinó hacia delante de repente, con expresión ansiosa. — ¡Ay, Dul! Resulta que no eres la única que se ha casado hace poco. ¿Te lo ha contado Meg? Ayer por la mañana llegó una carta para sir Humphrey y para lady Dew, enviada desde Rundle Park, y tuvimos la suerte que llegara antes que se marcharan de regreso. ¿Te lo ha contado ya Meg? —Pues no. Dulce miró a su hermana mayor. Estaba aferrada a los apoyabrazos del sillón con una sonrisa torcida en los labios. —Era de Crispin Dew —prosiguió Katherine. — ¡Kate, no me digas que está herido! —exclamó ella. En ese momento recordó cómo había comenzado la conversación y miró de reojo a Margaret. —No, nada de eso —le aseguró Katherine—. Acaba de casarse. Con una dama española. No sabes el revuelo que se armó antes que el carruaje partiera hacia Throckbridge, aunque es lógico. A lady Dew le entristeció no haber podido asistir a la boda. Al igual que a Eva y a Henrietta. — ¡Oh! —exclamó Dulce, mirando a los ojos a Margaret, que le devolvió la mirada con esa espantosa sonrisa torcida en los labios.
Posted on: Thu, 15 Aug 2013 20:41:33 +0000

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