CÁSATE CONMIGO - CAPÍTULO 3 - PARTE 4 La más joven de las - TopicsExpress



          

CÁSATE CONMIGO - CAPÍTULO 3 - PARTE 4 La más joven de las hermanas Huxtable, la señorita Katherine Huxtable, también estaba bailando. La mayor no; estaba con lady Dew, observando a los bailarines. No le habían presentado a la tercera hermana, así que supuso que se había quedado en casa. La mayor de las Huxtable era muy atractiva, pero no era una jovencita ni mucho menos, un detalle lógico siendo la mayor de una familia de huérfanos. Seguramente llevara al cuidado de sus hermanos varios años. Sentía cierta pena por ella. La señorita Katherine Huxtable parecía muchísimo más joven y más alegre. Poseía una belleza arrebatadora a pesar del desgastado vestido que alguien había intentado alegrar con una cinta nueva. Stephen Huxtable era un muchacho demasiado joven. Alto, delgado y nervioso, tenía diecisiete años y los aparentaba. Y saltaba a la vista que las jovencitas lo encontraban muy atractivo pese a su corta edad. Las había visto arremolinadas a su alrededor antes que comenzara el baile, y aunque había escogido a una pareja, las dos jóvenes que estaban a cada lado de la elegida le prestaban tanta atención como a sus propios compañeros de baile, mucho mayores que él. La carcajada de Stephen se oyó claramente a pesar de la música, e hizo que Christopher apretara los labios. Ojalá esa risa no indicara una mente despreocupada ni un carácter hueco. Ya había pasado un año muy complicado. Esperaba no tener que ocuparse de más complicaciones durante los siguientes cuatro años. —Ha llegado a Throckbridge en el mejor momento, milord —dijo la señora Dew cuando las figuras del baile los reunieron por un instante. Supuso que lo decía porque era el día de San Valentín y se celebraba un baile en el salón de reuniones de la posada donde había tenido la buena fortuna de hospedarse. —Así es, señora. —Enarcó las cejas. —Aunque tal vez solo lo sea para nosotros. La señora Dew soltó una carcajada cuando los pasos los separaron de nuevo, momento en el que se dio cuenta que su respuesta no había sido muy educada, no por las palabras en sí, sino por el tono con el que las había pronunciado. —Hace más de dos años que no bailo —le dijo ella cuando volvieron a reunirse y se cogieron de las manos para dar media vuelta—, y estoy decidida a disfrutar del momento a toda costa. Baila usted muy bien. Christopher enarcó de nuevo las cejas, pero no dijo nada. ¿Qué se podía replicar a un halago tan inesperado? Claro que... ¿qué había querido decir con ese «a toda costa»? La oyó reír una vez más mientras retomaban sus posiciones iniciales. —Creo que no es usted muy hablador, milord —le dijo ella la siguiente vez que se reunieron. —Me resulta imposible mantener una conversación seria en tan corto espacio de tiempo, señora —repuso con un deje acerado. Imposible sobre todo porque todos los presentes parecían hablarse a gritos sin prestarse realmente atención y porque la orquesta tocaba cada vez más fuerte para hacerse oír por encima de las voces. No había escuchado una algarabía más espantosa en toda la vida. Como era de esperar, ella se echó a reír. —Aunque si lo desea, puedo hacerle un cumplido cada vez que nos reunamos. Creo tener tiempo más que suficiente para eso. Se separaron antes que ella pudiera replicar, pero en vez de acallarla con sus palabras como había sido su intención, la señora Dew lo miró con expresión risueña mientras Stephen Huxtable recorría la fila de la mano de su pareja y el grupo se preparaba para volver a repetir las figuras. —Casi todas las damas deben adornar su cabello con joyas para que brille —le dijo cuando se reunió con ella y quedaron espalda contra espalda—. Los reflejos dorados de su cabello hacen innecesarias las joyas en su caso. Era una afirmación escandalosa, y falsa, ya que su cabello era castaño sin más. Aunque también era cierto que brillaba más a la luz de las velas. —Muy bien hecho —lo alabó ella. —Eclipsa a todas las damas presentes en todos los sentidos —le dijo en la siguiente ocasión. —Ahí no ha estado tan acertado —le recriminó ella—. A ninguna mujer le gusta un cumplido tan exagerado. Bueno, solo a las vanidosas. — ¿Eso quiere decir que usted no es vanidosa? —le preguntó. Saltaba a la vista que Dulce tenía muy poco de lo que presumir. —Puede decirme, si le apetece, que soy increíblemente guapa —contestó ella mientras lo miraba con expresión risueña—, pero no que lo soy más que cualquiera de las damas presentes. Eso sería una mentira demasiado evidente y correría el riesgo que no me tomara sus palabras en serio, cosa que me ocasionaría una profunda tristeza. La miró con respeto muy a su pesar mientras se alejaba de él. La dama tenía cierto ingenio. De hecho, estuvo a punto de soltar una carcajada al escuchar sus palabras. —Señora, le aseguro que es usted increíblemente guapa —le dijo cuando se tomaron de las manos al principio de la fila. —Gracias, milord. —Le sonrió—. Es usted muy amable. —Claro que lo mismo puede decirse de todas las damas presentes... sin excepción —añadió él mientras empezaban a dar vueltas entre las dos filas. La señora Dew echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada que Christopher estuvo en un tris de devolverle. ¡Por el amor de Dios! ¿Estaba coqueteando con ella?, se preguntó. ¿Estaba coqueteando con una mujer normal y corriente que no se dejaba acobardar por su estatus social ni buscaba sus halagos? ¿Con una mujer que bailaba con gran entusiasmo como si la vida no pudiera depararle nada más hermoso? Se sorprendió cuando acabó la pieza. ¿Ya? ¿Tan pronto?, se preguntó. — ¿No hay una tercera señorita Huxtable? —le preguntó mientras la acompañaba de vuelta al lugar donde se la habían presentado. — ¿Una tercera? —Lo miró con expresión interrogante. —Me han presentado a la señorita Huxtable, la dama de cabello oscuro que está allí —explicó al tiempo que señalaba con la cabeza en su dirección—, y también a la señorita Katherine Huxtable, su hermana menor. Pero tenía entendido que había una tercera. La señora Dew lo observó atentamente, aunque guardó silencio un instante. —No hay una tercera señorita Huxtable —dijo—, aunque sí hay una tercera hermana. Soy yo. —Vaya —comentó mientras cogía el monóculo—. No me habían informado que una de las hermanas se había casado. Saltaba a la vista que la pobre se había llevado la peor parte en el aspecto físico. — ¿Deberían haberlo hecho? —La vio enarcar las cejas con evidente sorpresa. —Por supuesto que no —respondió con brusquedad—. Solo era curiosidad. ¿Su marido era el primogénito de sir Humphrey? —No —contestó ella—. Era el menor de dos hermanos. Crispin es el mayor. —Siento su pérdida —dijo. Una tontería decirle eso, ya que no había conocido al difunto y su muerte sucedió hacía bastante tiempo—. Debió de ser un golpe tremendo.
Posted on: Sun, 11 Aug 2013 23:18:20 +0000

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