De la gloria al ostracismo Tras su acción libertadora, San - TopicsExpress



          

De la gloria al ostracismo Tras su acción libertadora, San Martín se instaló en su quinta de Mendoza, para mantenerse, como dijo, ‘en la oscuridad‘. Temían que, siendo un militar afortunado y de prestigio, podía apoderarse del gobierno. Por eso tomó la decisión de embarcarse, con su hija, rumbo a Europa, donde vivió humilde y austeramente. Pasó por Buenos Aires, sin pena ni gloria, ignorado olímpicamente. Por Rómulo Nicanor GonzAlez Vedoya El Gral. D. José de San Martín, genio y figura de la libertad de los pueblos de Latinoamérica, también, como todos los grandes hombres de antes y de siempre, sufrió el escarnio, la maledicencia y la descalificación, de sectores sociales ambiguos, arrastrados por intereses sectarios y equívocos; pe ro basta mencionar una sola de sus actitudes emblemáticas, para que su figura cobre relieves excepcionales y ejemplares para la posteridad. Cuando el gobierno quiso seducirlo para involucrarlo en las luchas intestinas, dijo, con decisión incontrastable y valiente, dispuesto a afrontar cualquier situación ajena a sus principios: ‘¡Jamás desenvainaré mi espada para mancharla con la sangre de mis compatriotas!‘. Y como había desobedecido una orden del Gobierno, renunció a su cargo, pero dado su prestigio, no se animaron a aceptarlo, continuando con la preparación del Ejército Libertador, en cuya memoria se levantó después, el más conspicuo monumento que se conoce, al ‘Ejército de los Andes‘ y su realizador, construido, al pié del gran Macizo Andino, en el Cerro de la Gloria, en el Parque Gral. San Martín de la ciudad de Mendoza. Toda la vida del Padre de la Patria es un ejemplo de virtudes cívicas y militares, cuyo conocimiento nos llena, aun después del tiempo transcurrido, de admiración y gratitud. Los relatos de los acontecimientos que protagonizó, a partir de su llegada al país, con otros compatriotas, son ejemplos de constancia, austeridad, patriotismo y probidad, que debería conocerse en las escuelas, como parte del contenido de los programas; porque las clases alusivas, en ciertos aniversarios, no cumplen con los objetivos, pues es menester reparar su imagen, muchas veces vapuleada por algunos falsos revisionistas histriónicos, así como sacar provecho de la moral que entraña su recuerdo. A veces se sentía incómodo con las actitudes de algunos contemporáneos y del gobierno, ocasiones en las que se expresaba con crudeza, pero con absoluta certeza y realidad, como cuando no le enviaban los uniformes que había pedido para sus soldados, dijo tajante: ‘¡Si no nos mandan los uniformes, nos vestiremos con las bayetas que tejen nuestras mujeres y si no alcanzan, andaremos en pelotas, como nuestros paisanos los aborígenes, porque lo que más importa es la libertad de los pueblos!‘. La formación del Ejército de los Andes, fue un modelo de realización, trabajo, constancia y disciplina, manejada con prudencia y austeridad, creando un poderoso ejército, no por el número de combatientes, sino por su disciplina y valor, logrado con las virtudes militares y el carisma de su recio conductor y el apoyo ofrecido, espontáneamente, sin excepción, por todo el pueblo de Cuyo. El padre Beltrán, jefe de la maestranza, fundía cañones con las campanas donadas por los párrocos de las iglesias, fabricaba fusiles y espadas con la chatarra que hacía llegar el pueblo y preparaba y ordenaba todos los pertrechos para la campaña. Un descendiente directo del Coronel Pringles, héroe de la Independencia, según su propia declaración, que tenía un viñedo en Mendoza, donde fabricaba ‘vino patero‘, contó al suscripto, hace ya muchos años, que, un clérigo que había donado una campana de su iglesia, vio con tristeza cuando la llevaban, pero reaccionó inmediatamente y, con expresión enfática, dijo al oficial que tenía a su lado: ‘¡¡No dude usted mayor, esa campana sonará mejor con el cañón que se construirá con ella!!‘. El cruce del Ejército Libertador, a través de la Cordillera de los Andes, escabroso y de traicioneros despeñaderos, donde, pese al cuidado con que lo hicieron, más de una mula se precipitó al abismo con la carga que llevaba, fue una proeza extraordinaria, superior a la de Aníbal, no solamente por la peligrosidad del terreno sino por la inteligencia militar, cuidadosamente planeada, como con rigor científico, lo que le permitió lograr los objetivos, con el camino casi expedito. Mientras nuestro héroe se dirigía por mar al Perú, después de dar la libertad a Argentina y Chile, el General Arenales, cumpliendo órdenes expresas de aquél, sublevaba pueblos enteros en el alto Perú, contra los españoles y hacía una ‘guerra de zapa‘, de sorprendente eficacia. Amedrentados los españoles por estos hechos, el desembarco de San Martín en El Callao y las noticias de los éxitos alcanzados por Bolívar en el norte y su amenazante aproximación, hicieron que abandonaran Lima, permitiendo que el Gral. San Martín entrara triunfante, dando la libertad al Perú con el título de ‘Protector‘. Sin embargo, el poder español se mantenía intacto y latente, y aun más, por cuanto se sabía que una fuerza expedicionaria de envergadura vendría de España para terminar con la insurrección patriota, razón por la cual, era menester entonces que San Martín y Bolívar, definan un plan de acción para las futuras operaciones militares. A tal efecto, ambos jefes se reunieron en Guayaquil, en una conferencia que duró dos días, cuyos temas tratados y las decisiones que se habían tomado, se mantuvieron en el más absoluto secreto, trascendiendo únicamente rumores no confirmados. Se cuenta que en esa oportunidad se celebró un acto en el que Bolívar, al levantar su copa para el brindis, dijo con voz vehemente: ‘¡Brindo por los generales más grandes de la libertad de América, San Martín y Bolivar!‘. Cuando le tocó el turno a San Martín, levantando su copa dijo, con el mismo tono: ‘¡Brindo por la libertad de los pueblos de América!‘ Dichas palabras, pronunciadas en el brindis decían, en cierto sentido, claramente, del espíritu con que ambos jefes se definían en la acción y las aspiraciones que los animaban. Estaba claro que el de San Martín no era compatible con el de Bolívar. Seguramente ese fue el motivo para que aquel haya tomado la decisión de dejar sus fuerzas a éste y renunciar a todo, convencido que su misión había terminado y que lo único que importaba era la libertad de los pueblos americanos, lo cual quedaba en buenas manos. Luego se embarca rumbo a su patria, instalándose en su quinta de Mendoza, para mantenerse, como dijo, ‘en la obscuridad‘. La magnitud de la decisión que había tomado, embargó de sorpresa a sus contemporáneos y a algunos políticos de Buenos Aires, de sospechas, pues temían que, siendo un militar afortunado y de prestigio, podía apoderarse del gobierno, en cualquier momento, cosa que nunca pasaría por sus cabales. De allí que no le dejaran vivir en paz. En una misiva al Gral. O‘Higgins, fechada en Bruselas, el 20 de octubre de 1827, expresaba: ‘Para tranquilizar la desconfianza de la administración de Buenos Aires, ella me cercó de espías. Mi correspondencia era abierta con grosería, los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno militar bajo la dirección de un militar afortunado. En fin, yo vi claramente, que era imposible vivir en mi patria...‘. Por eso tomó la decisión de embarcarse, con su hija, rumbo a Europa, donde vivió humilde y austeramente. Pasó por Buenos Aires, sin pena ni gloria, ignorado olímpicamente, por el sector social que no pudo obtener su colaboración para cumplir sus sectarios y mezquinos intereses políticos. Después de su muerte, acaecida en Boulogne-Sur-Mer, el 17 de agosto de 1850, el pueblo y el congreso instaron al gobierno para que el Padre de la Patria reciba los honores que le correspondían. Así fue como comenzaron los homenajes pos-mortem y a levantarse las estatuas ecuestres bronce eterno, tanto en nuestro país como en el exterior, para honrar su memoria como era menester. Se cuenta que, en Francia, se estaba por realizar un acto para inaugurar uno de esos monumentos y se encargó al poeta, escritor y gran orador parlamentario, Belisario Roldán, para que haga uso de la palabra. Se aproximaba la hora y Roldán no aparecía; sus amigos lo buscaron afanosamente y, finalmente, lo encontraron bebiendo en un bodegón. Lo llevaron, en estado de embriaguez; lo situaron frente al mausoleo y el orador permanecía callado produciendo gran expectativa y ansiedad. Pasaron unos largos y preocupantes segundos; de pronto levantó su diestra y señalando con el dedo la estatua ecuestre de San Martín, rompió el silencio, produciendo un suspiro de alivio, y comenzó con voz enfática, aunque algo temblorosa: ‘¡¡Padre nuestro que estás en el bronce!!‘... y continuó con una encendida y vibrante oración que dejó estupefacta a toda la audiencia. ¡¡Gloria eterna al Padre de la Patria!! ellitoral.ar/es/articulo/269653
Posted on: Sat, 17 Aug 2013 16:36:57 +0000

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