Debería llevar título No se para qué escribo sobre la tergiversación, acaso para aprender a tergiversarme. No saber en otras situaciones puede significar una osadía, en este caso sólo es una odisea por el lenguaje de lo ciertamente incierto de un momento. Pero a lo escrito me remito sin posdata, no quisiera tener que regresarme el mensaje. Que la tergiversación es una primera demostración de mediocridad de los inocentes compulsivos que alquilan ideas para salir a pasear, es un largo texto argumentativo de la idea. Imagínese usted una señorita en una plaza, uno se acerca de lenguaje presto, acaso también ilusionado, de entusiasmo con la inminente y lúcida conversación, y le dice al acercarse para que le oiga bien, de lejos había comprobado que si no fallaban las voces, eran sus oídos, así que ya a un tacto de distancia ahora, decíamos, preguntó: qué haría posible una palabra de sus labios para que yo desaparezca para siempre y nunca le vuelva a decir lo que pienso de usted señorita? Le pareció una idea de shooping diría mi amigo Max, con el termo bajo el brazo y su matea con el escudo de Boedo, después dispuso un par de frases igual que si deletreara la respiración del caballo cayéndole al alfil calladamente, el jaque era evidente, la reina sólo esperaba, su mirada dejaba huellas entre los silencios de sus pasos... Secretamente nos enteramos luego, que ella no entendió el disparo de la daga, cortó la luz en oscuridades, y ni el relámpago se vio. Ahora imagínese que no lo imaginó, pero que todavía no es cierto. Después déjese convencer y demuestre lo contrario. Eso sí, sin intencionalidadmente. Tergiversar puede resultar, una vez al descubierto, un arte de apuestas con dados cargados, donde se presume desafiar a Dios qué dios no existe.
Posted on: Tue, 09 Jul 2013 07:11:52 +0000
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