Desde tiempo inmemorial, la ría de Vigo albergaba pequeñas - TopicsExpress



          

Desde tiempo inmemorial, la ría de Vigo albergaba pequeñas carpinterías de ribera en las que se construían artesanalmente gamelas, dornas y lanchas de xeito, embarcaciones que se ajustaban a la pesca de entonces, cuya demanda estaba limitada a la reducida industria salazonera y al pescado fresco que se consumía en las proximidades. Pero a partir de la década de 1880, el ferrocarril hizo posible llevar pescado fresco al mercado interior y la industria conservera viguesa experimentó un despegue espectacular que trajo consigo la multiplicación de la demanda pesquera. La necesidad de mayores capturas implicaba la sustitución de las antiguas artes por nuevos aparejos de arrastre y, por tanto, la construcción de embarcaciones más grandes y capaces, apropiadas para arrastrar las nuevas redes al puerto. Además, se incorporó el vapor como nueva fuerza de tracción para los buques, hasta entonces movidos a remo o a vela. En un principio, los astilleros vigueses compraban las máquinas en el extranjero. Viuda de J.Barreras e Hijos comenzó importándolas de Inglaterra, pero pronto se especializó en la fabricación de calderas y máquinas de vapor, convirtiéndose en una industria pionera de la construcción naval. Años después, el mismo astillero iniciaría la construcción de cascos de acero, que sería un paso definitivo para la modernización de la flota. Mientras, seguía la construcción de cascos de madera y el despegue de la industria era imparable. En tan sólo doce años, de 1888 a 1900, se pasó de ocho vapores operativos a sesenta y siete. Comenzado el siglo XX, los astilleros vigueses, entre los que destacaban Vulcano, Barreras, Santodomingo y Troncoso, suministraban ya a todo el litoral español y se habían convertido en uno de los pilares del sector industrial gallego. La escasez de sardina que se vivió en la ría entre los años 1909 y 1912 fue un factor decisivo para redoblar el empuje de la construcción naval pues obligó a faenar en aguas más lejanas y a emplear buques mayores que los utilizados hasta ese momento. Las pequeñas embarcaciones para la pesca de sardina fueron sustituidas por vapores de hasta 200 toneladas. En 1929 los dieciséis astilleros que entonces existían en Vigo habían construido ya más de mil vapores. Por esos años, la búsqueda de otros caladeros y nuevas áreas de pesca (norte de África, Canarias, Gran Sol, Terranova) supuso de nuevo la necesidad de aumentar el tamaño y la potencia de los buques y un renovado impulso para la modernización de la flota. En vísperas de la guerra civil, la industria naval viguesa lideraba el sector, en España y en el resto del mundo, por su innovación técnica y su perfeccionamiento. Tras el paréntesis de los años de posguerra, con el país en ruinas y la economía cerrada al exterior, el sector volvió a resucitar a finales de la década de los cincuenta cuando los armadores vigueses, apoyados por créditos estatales, encargaron grandes buques congeladores equipados con los últimos avances tecnológicos. Astilleros e industrias auxiliares marchaban sobre seguro, empleaban a miles de personas y atraían a trabajadores de toda Galicia y del resto de las regiones españoles.
Posted on: Sat, 15 Jun 2013 09:54:18 +0000

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