Domingo 09 de noviembre de 1997 Diario La Nacion RACING Tanta - TopicsExpress



          

Domingo 09 de noviembre de 1997 Diario La Nacion RACING Tanta pasión, tanto dolor Revista ¿Los desbarajustes económicos, los malos dirigentes, la violenta barra brava, la histérica sucesión de entrenadores, brujerías, hechizos? Todo vale para explicar más de tres décadas de sufrimiento, la racha adversa más espectacular soportada por un club que es dueño de buena parte de la gloria del fútbol argentino "Hay una generación completa de fanas racinguistas que no lo vio ganar un título al club que más campeonatos seguidos logró en la era romántica del amateurismo, el primero que enhebró tres conquistas al hilo en el profesionalismo (1949/50/51) y el que sumó la más larga racha invicta con sus 39 partidos sin derrota entre 1965 y 1966. Aquel equipo de José, que conquistó el torneo de 1966, fue campeón de América en 1967 para convertirse en el primer club argentino que ganaba la Copa Intercontinental, con el memorable disparo del santiagueño Cárdenas..." Porque el tiempo ha pasado, y muchas veces tapa todo con un manto de olvido, se vuelve necesario recurrir a una cita textual que ya tiene sus años -en este caso, del prestigioso y experimentado periodista Juvenal, de la revista El Gráfico- para algo tan justo y sencillo como reportar la grandeza de un club de fútbol. La grandeza de Racing, en este caso. Hoy, cuando han pasado 31 años sin vueltas olímpicas en las canchas argentinas -esas que más se sienten-, 30 años del aquel primer título mundial -ese que tanto enorgullece-, 67 directores técnicos -ese triste récord-, 10 presidentes -ésos con tan pocas propuestas-, 2326 partidos -históricos, angustiantes, ilusorios, humillantes-, la pregunta que surge sin esfuerzo es una sola: ¿por qué? Puede atribuirse todo, por ejemplo, a los desbarajustes económicos. Entonces aparece la voz del último presidente campeón, Santiago Saccol, para contar cómo eran las cosas en esa época. "A aquellos jugadores les debíamos varios meses de sueldo y también la prima, pero como el equipo andaba bien, recaudábamos mucho dinero. Al final de cada encuentro venía Oscar Martín, el capitán, y se llevaba la plata en una bolsa para repartirla entre los jugadores, en forma proporcional y como anticipo de la deuda." Aquellos jugadores a los que hace referencia el hombre de pelo blanco y anteojos de carey fueron los protagonistas de la última vuelta olímpica, y quedaron en la historia cuando el 20 de noviembre de 1966, en La Plata, a tres fechas del final del campeonato, empataron 0 a 0 con Gimnasia. Era el equipo de José. Y ya lo ve..., cantaba la hinchada, por la conducción del técnico Juan José Pizzuti. Podría pensarse que el club no volvió a tener jugadores de tal categoría, pero lo cierto es que Racing se deglutió a estrellas que llegaron con los mejores antecedentes y dejó ir a otras que apuntaban al cielo; volvió a tener ídolos de esos que convocan e ilusionan a la gente y a la vez se cargó con el peso innecesario de nombres que quedaron en la historia por lo insólito de su paso. Ejemplos sobran, pero vale ir por partes... Una fecha que no se olvida ni se puede reemplazar (después, no hubo otra parecida): 4 de noviembre de 1967. El gol de Cárdenas al Celtic, en el Centenario. La entrega de la Intercontinental. El vestuario. La felicidad de Perfumo y el Chango Cárdenas. Viejas postales. Ricardo Julio Villa aterrizó por Avellaneda en 1977, cuando su cara barbada era la tarjeta de identificación de lo mejor del fútbol argentino del momento. Se pagaron por él 7000 millones de pesos viejos, una cifra imposible de comparar en estos tiempos convertibles, pero récord absoluto para aquéllos. Poco después, la desaparecida revista Deportiva ilustró su tapa con el número diez que había llegado desde Atlético Tucumán y un título lapidario: "Al dios de Racing lo quieren crucificar". Era la mejor síntesis de su rendimiento. Para muchos -entre ellos, el presidente que en su momento concretó la operación, Enrique Rodríguez Larreta-, esa contratación fue una bisagra en las finanzas de la institución. Pero no alcanzó para aprender: más tarde invirtieron -es una forma de decir- 600.000 dólares en el uruguayo Juan Ramón Carrasco, tan talentoso como complicado. Antes, Ubaldo Matildo Fillol, Juan Domingo Rocchia, Carlos Della Savia, Nelson Chabay, Daniel Onega, Jorge José Benítez y Enrique Wolf, entre otros nombres que se destacarían con otras camisetas, habían protagonizado un éxodo tan masivo y estelar como inexplicable, en 1973. No fueron los únicos a través de los años, pero sí, seguramente, los más representativos de un estilo extraño de elección de futbolistas. Como dato algo más que estadístico, sólo hay que apuntar que, entre 1991 y 1993, 730 jugadores vistieron la camiseta de Racing. De ellos, el 44,2% (323 hombres) no superó los diez partidos. Increíble, pero cierto. Basta un ejercicio rápido de la memoria para que aparezcan apellidos insólitos. Como Manoel María, en 1974, aquel ignoto puntero derecho brasileño que, luego se supo, tenía una pierna más corta que la otra; o el uruguayo Meroni, que actuó en 1975 arrastrando su evidente renguera. Veteranos en decadencia, como Leopoldo Jacinto Luque o Manuel Rosendo Magán. Ex hombres de Independiente, el eterno rival, en el ocaso de sus carreras, como Giachello, Ruiz Moreno, Magallanes. Una sucesión de arqueros que si algo no garantizaban era seguridad, como Carlos Alejandro Leone, Carlos La Pantera Rodríguez o Julio César Balerio. Casos curiosos, que aparecen rápidamente ante la clásica pregunta de café: "¿Te acordás de...?", y podrían alargar una lista interminable: Bernardis, que una tarde, en la cancha de Vélez, se hizo un gol en contra después de un centro en bandeja cedido por... Agostinelli, un compañero; Fiorio, un paraguayo contratado por el entrenador Jorge Castelli, en Primera B, para actuar como número 2 cuando en realidad era jugador de... voleibol. Agustín Cejas ganó en la cancha, pero no como técnico. Arriba, ídolos a los que les falta el momento mágico de levantar la copa: Rubén Paz, Rubén Capria, Gustavo Costas. En los últimos años, Racing tuvo grandes jugadores, pero es como si soportara algún extraño maleficio... En todo caso, el hincha de Racing no se equivocaba cuando ponía el ojo y el corazón sobre alguien en especial. Eso pasó con el uruguayo Rubén Walter Paz, por ejemplo. Llegó a fines de los años ochenta desde un insólito ostracismo en otro Racing, el de París. Se calzó la camiseta número diez y con su zurda prodigiosa condujo uno de los últimos grandes momentos del club. Pero terminó como terminaba todo en esos tiempos, a principios de los años noventa: a los golpes verbales con otra gloria del club -Roberto Perfumo, director técnico- y con un dirigente que tenía lo suyo, Juan Destéfano, entonces presidente. ¿Quién ganó? Nadie. ¿Quién perdió? Racing. El jugador se fue para después volver -de vuelta, valga la expresión y con todo respeto-; el técnico siguió un rato más. El dirigente... mejor un párrafo aparte. Allí puede estar otra de las causas de tantos padecimientos: los malos dirigentes. A veces cuesta creer que se peleen como se pelean y por lo que se pelean. Parecen disputarse migajas de algo que ya no existe, de un cuerpo inerte. El desatino tuvo varios ejemplos, pero quizá basten dos. En 1985, luego de recuperar el lugar en la primera división y a causa de la reestructuración de los torneos, el club le alquiló el equipo a Argentino de Mendoza, para que éste afrontara el Torneo Regional. Fue un fracaso y un papelón. Quizá no tan grande como la vergüenza de utilizar -mientras duró la inhabilitación municipal del estadio, entre 1980 y 1993- el playón adyacente como mercado de papas, verduras y frutas. Tal vez sea posible marcar la fecha en que se perdió la brújula. Cuando faltaban dos fechas para la conclusión del Nacional de 1968, el equipo llevaba dos puntos de ventaja. Pero perdió con Colón por 4 a 2 y empató con River, cuando la victoria ya le adjudicaba el título; entonces, jugó un triangular con River y Vélez para definir el encuentro: su actuación fue tan pobre que no ganó ningún encuentro. Rostros de ayer y de hoy para la interminable lista de técnicos racinguistas: el Toto Lorenzo y Basile. Babington, Maradona y la imagen de un Pizzuti muy joven y confiado al lado de un todavía más joven Perfumo. Un año después, en la semifinal del Metropolitano de 1969, fue derrotado por Chacarita Juniors -finalmente campeón- en la agonía del partido, cuando el empate lo clasificaba para el encuentro decisivo. Fue a partir de allí, exactamente, cuando comenzó la época de ostracismo deportivo, agravada por los errores de conducción directiva. Se inició una vertiginosa compra y venta que ya no paró más, hasta nuestros días. En 1996, cuando Racing ingresó en concurso de acreedores, impulsado por el último presidente, Osvaldo Amadeo Otero, la deuda reconocida fue de doce millones de dólares, y está judicialmente comprometido a pagarla; pero en los últimos dos años, esa cifra creció hasta los 36.000.000 y entre los principales acreedores figuran directivos racinguistas -Daniel Lalín es el principal-, el técnico actual -Carlos Babington-, futbolistas en actividad en el club -Michelini, Quiroz, De Vicente, Galarza, Nacho González-, ex futbolistas -Gustavo Costas, Roa, Félix Torres, Fleita, Clausen- y, obviamente, la Asociación del Fútbol Argentino. En realidad, la institución hizo una marca registrada de las compras masivas, que obligaban al periodismo a caer en el hoy risueño lugar común, ubicado siempre como título: Se renueva la ilusión . En 1975, por ejemplo, contrató a 16 jugadores, una cifra insólita para la época. ¿El resultado? Obtuvo el 40% de los puntos en disputa en el Metropolitano, recibió 91 goles en contra (récord hasta este momento) y sufrió goleadas humillantes, como el 1-6 ante Estudiantes, en La Plata, y el 1-7 contra Unión, en Santa Fe. En 1994, el uruguayo Luis Cubilla, que no llegó a completar un torneo en el club como entrenador, compró siete: José Luis Rodríguez, Michelini, Soca, Clausen, Struway, Lanari y Saralegui. Un año después, Otero no quiso ser menos. Adquirió 13 jugadores: Echazú, Yáñez, Chacoma, Ragg, Viqueira, Armentando, Facciutto, Zanetti, Carrario, Pompei, Ubeda, Capria, Marcelo Delgado. Algunos ni debutaron, otros volvieron a destacarse sólo cuando se fueron. Los menos siguen en carrera, como pueden. Todos, en medio de una lucha política feroz, que no tiene parangón en ningún otro club. Después de una de las últimas derrotas -ante Estudiantes, en Avellaneda, el 12 de septiembre de 1997, a menos de dos años de su asunción-, el presidente Otero desapareció. Primero una licencia y después problemas de salud lo alejaron del cargo. Entonces tomó la posta Horacio Abraldes, hasta ese momento desconocido protesorero, que se caracterizó por hablar más claro que todos los demás: "Nos están monitoreando cada movimiento y podrían intervenir el club en cualquier momento", declaró, sin vueltas. El hombre se convirtió prácticamente en un interventor y -por su cercanía con Enrique Gorostegui, el juez que tiene a cargo la convocatoria de acreedores- se volvió clave. También porque es el único que mantiene contactos fluidos con quienes sueñan -sí, sueñan- con tomar en sus manos el fierro caliente, en las elecciones -casi de necesidad y urgencia- que deberían realizarse ya, en diciembre. El club recibió a fines de octubre una notificación de la Dirección Provincial de Personas Jurídicas de La Plata, intimando a las autoridades. La resolución no deja alternativas: "La Junta deberá fijar la fecha para el acto eleccionario a efectuarse en diciembre". El secretario general del club, Jorge Alvarez, fue el más sincero a la hora de definir la situación: "Nada de lo que suceda en Racing nos puede sorprender. Pero la Comisión Directiva no quiere atrasar las elecciones. El mismo Otero dijo que desea que se hagan lo antes posible". Empiezan a aparecer, entonces, nombres y más nombres. Enrique Capozzolo -el ex esposo de Graciela Alfano, varias veces mecenas- y Daniel Lalín -que entra, sale, compra, vende y, se dice, ya ha puesto más de cinco millones de dólares de su bolsillo-, entre otros. También, por supuesto, Juan Destéfano Presidente entre 1987 y 1994, Destéfano no pasó inadvertido, precisamente. Dueño de un estilo muy particular, polémico y frontal, acostumbrado a moverse con custodios, durante su gestión Racing acumuló los pocos éxitos de estos años -la Supercopa de 1988, por ejemplo, con la continuidad de Alfio Basile al frente del equipo-, incrementó su deuda -récord que después otros se encargaron de batir, vale aclararlo- y vivió siempre a la sombra de la violencia de las barras bravas, flagelo general del fútbol argentino pero particular de Racing. Porque ellos también fueron y son protagonistas de la debacle. Aquí puede aparecer otra causa, entonces: el peso de la violenta barra brava en los pesares del club. Identificada como La Guardia Imperial, los Racing Stones o la Barra del 95, con distintos métodos, siempre se las ingenió para tener participación. Fue la primera, por ejemplo, que se animó a enfrentar a la policía, cara a cara y palo a palo, en el medio de una tribuna: sucedió en una tarde de diciembre de 1983, cuando el equipo tocó fondo y, ante otro Racing, el de Córdoba, perdió la categoría y se fue a la B. La mayor vergüenza de su historia futbolística tuvo encima la mancha de aquella guerra en el estadio y el corolario, una semana después, cuando el fixture marcó que el último encuentro debía jugarse en la cancha de Independiente, ante el eterno rival, que encima dio la vuelta olímpica. Fue, quizás, el episodio más emblemático para quienes empezaron a aparecer seguido en los diarios con sus alias y el calificativo de vándalos. Entonces se hicieron célebres El Cordobés, Cordobés -son dos, no son la misma persona-, Cacho Ciudadela, Pampa, Ceferino, Rulo, entre otros. Irrumpieron en el vestuario y apretaron al legendario Rogelio Domínguez, hasta obligarlo a renunciar. Insultaron hasta herirlo en el alma a Agustín Mario Cejas, una de las mayores glorias de Racing. Asaltaron a Félix Lorenzo Orte a la salida de un entrenamiento. Amenazaron a Claudio El Turco García, uno de los últimos futbolistas que se acercaron a la categoría de ídolo. Hostigaron a Nacho González hasta obligarlo a declarar, casi como al final de una sesión de tortura: "Acá ya sufrí demasiado". Y ya está listo para irse, como tantos. Como alguna vez partió, sin pena ni gloria, Gustavo Adolfo Costas, que tenía los colores celeste y blanco en la piel. Mascota del equipo de 1966, símbolo y capitán en los tiempos modernos, tuvo la osadía de reclamar tres años de primas impagas. Lo mandaron a la convocatoria de acreedores y Daniel Lalín dijo de él: "Nos quiso apretar". Terminó en Gimnasia y Esgrima de Jujuy. Eso sí, lejos de los violentos. Que en los últimos días reaparecieron en toda su dimensión para, por ejemplo, enfrentarse a tiros entre ellos, como sucedió en Santa Fe, antes del cotejo con Colón. O agredir a fotógrafos cuando éstos registran el momento en que los barrabravas cumplen con su función: exigirle al técnico Babington, hace unos días: "Más vale que ganen, porque si no..." Muchos técnicos vivieron esa experiencia. Demasiados. Y allí puede aparecer otra respuesta a tanto infortunio: la insólita y casi histérica sucesión de entrenadores, elegidos con coherencia o sin ella. Sólo bastaría con decir que, entre 1965 y 1997, Racing cambió 68 veces de conductor, utilizando 61 directores técnicos distintos, porque algunos que se fueron -pues fracasaron en cuestión de segundos- al tiempo volvieron. En ese mismo lapso (65-97), River Plate -el más ganador de estos momentos, pero con 18 años de desgracia en el medio- sólo recurrió a 28 directores técnicos. Pasaron por el potro salvaje ganadores natos como Alfio Basile, Osvaldo Zubeldía, Angel Labruna, Juan Carlos Lorenzo y José Omar Pastoriza. También se sentaron, y sufrieron, auténticas leyendas de la historia del club, como Humberto Maschio, Juan Carlos Rulli, Pedro Dellacha, Agustín Mario Cejas, Nelson Chabay y Roberto Perfumo. Sin olvidar, por supuesto, el triste paso de la dupla Diego Armando Maradona-Carlos Guillermo Fren (1995). ¿La culpa es de los dirigentes? Destéfano, es todo un símbolo. Arriba, Otero y Saccol, el último que respiró tranquilo. El club debe mucho por compras caras y no siempre rendidoras. Entre tanto cambio, entre tanto ir y venir, quedan mil historias, pero una puede resumir el desatino: durante los últimos meses de 1996, el club debió pagarle el sueldo a Jorge Pedro Marchetta -que había sido el primer despedido de la temporada-, Miguel Angel Brindisi -el segundo- y Alfio Basile -en funciones, menos mal. El popular Coco, que fue quien más alegrías consiguió para el club, finalmente decidió renunciar, agotado y agobiado, el 1Ý de septiembre último, después del último cachetazo: la eliminación en las semifinales de la Copa Libertadores, vapuleado por el Sporting Cristal peruano. Resultó la última gota. Como para pensar, ya seriamente, en la teoría del maleficio. Que la gloriosa divisa celeste y blanca esté impregnada de algún mal oscuro sería el último argumento posible. ¿Posible? En 1980, Juan Carlos Toto Lorenzo enterraba sapos en los arcos para tratar de cortar la mala racha. En 1985, el pastor Juan Carlos Giménez realizó un acto en el estadio para quitar el supuesto maleficio. Repasando la historia, más de uno será capaz de vencer su propia incredulidad para decir: "Las brujas no existen, pero que las hay..." Quizá con eso se conformen y se expliquen, por ejemplo, cómo River pudo dar vuelta tres partidos que eran claramente dominados por Racing a lo largo de su historia (2-3, 2-4 y el reciente 2-3), cómo Boca pudo hacer lo mismo (4-5, una tarde en la que Roberto Ropero Díaz se perdió la conquista definitiva cuando la pelota pegó en un palo, recorrió toda la línea de gol, impactó en el otro y salió, mientras, de contra, el recién ingresado Hugo Paulino Sánchez fue infalible) y cómo lo logró también Ferro Carril Oeste (4-5, con tanto decisivo del brasileño Rodríguez Neto). Lo real es que Racing, pese a todo, tuvo oportunidades de quedarse con cosas grandes y las desaprovechó. Volvió a Primera División después de penar dos años en la B (falló en 1984, durante el primer octogonal, ante Gimnasia, y acertó en el siguiente, ante Atlanta) y, luego de 933 días, jugó entre los grandes: el 13 de julio de 1996 empató con River, en el Monumental, con gol de Medina Bello. Después de veinte años, se empezó a armar un equipo interesante, que se quedó con la primera Supercopa, en 1988. Ese equipo tuvo la anteúltima gran oportunidad de entrar en la historia. Obtuvo la primera rueda del torneo 1988/89 (con el sistema actual de dos campeonatos por el precio de uno, hubiera sido campeón), pero protagonizó un partido clave: en Avellaneda, contra Boca, una supuesta agresión al arquero Navarro Montoya obligó a la suspensión del partido y se le descontaron dos puntos. Finalizó en el noveno lugar. Un año después, renovado con la presencia de juveniles como Luis Carranza, promovido a primera por Perfumo, y con el Vasco Sergio Goycochea en el arco, tuvo la oportunidad de arrebatarle el liderazgo al Boca de Latorre y Batistuta, pero cayó por 6 a 1 y todo se derrumbó. La última oportunidad fue bien reciente: en el Apertura 1995, con la aparición fulgurante del Mago Capria y la contundencia del Chelo Delgado, apabulló al Boca de Maradona en la Bombonera y, después de muchos años, llegó a la fecha final con posibilidades de alcanzar el título: entonces, perdió 5 a 1 con Colón, y el que festejó fue Vélez. La maldición pesaba demasiado. Víctimas del mismo virus Mirtha Legrand (actriz, conductora de TV): "Racing no es un sentimiento, es un sufrimiento.Pero me encanta sufrir con Racing. Jamás dejaría de ser racinguista. Al equipo le falta coherencia y dirección técnica. Además, creo que necesita refuerzos. Quiero saber dónde está nuestro Mago Capria. Es feo dar nombres, pero creo que hay algunos que se tendrían que ir para que vinieran otros jugadores. Me inclino por hacer una colecta general entre todos los hinchas. Sería una pequeña ayuda, no la solución final. No sé cómo va a salir de esto el club, pero creo que van a terminar rematando la cancha, si siguen así. Sería una lástima muy grande". Quique Wolf (ex futbolista, periodista): "A mí, Racing no me hace sufrir, porque yo sufro por cosas mucho más importantes que si salimos o no campeones". Juan José Pizzuti (ex jugador y ex DT de Racing):"Para salir adelante tiene que haber una comisión unida de dirigentes. Si no, no creo que se pueda lograr. El Racing campeón del mundo no era el mejor ni tenía los mejores jugadores, pero era una fuerza imposible de parar. No tenía un Maradona ni un Bochini, pero tenía un Perfumo, un Basile, un Mario Cejas. La mayor virtud de ese equipo era que el que menos sabía a mí me rendía al ciento por ciento. El día en que Racing se fue a la B para mí fue terrible. Fui a mi casa y estaba tan amargado que agarré el coche y a mi mujer y aparecí en Villa Gesell". Guillermo Andino (periodista): "Este es el primer campeonato en el que estoy tan desilusionado que no dejo de ver a mi familia por ir a sufrir con Racing. Por primera vez, sólo fui a la cancha dos veces. No es que me sea indiferente, pero ya no me amargo un domingo a la noche y el resto de la semana. Antes, sí me amargaba". Roberto Perfumo (DT y ex futbolista, integrante del equipo de José ): "Estos 31 años sin ganar son por la poca intervención de la gente para preservar al club de personas que no han sido capaces. La culpa es tanto del que vota como del que no vota. El socio tiene que intervenir más. En Racing hay mucha indiferencia. En estas circunstancias, yo no volvería a ser técnico de Racing. Creo que no hay ningún entrenador que pueda solucionar algo ahora". Sergio Renán (actor, director): "En estos 31 años de penuria aprendí una mayor modestia, lo que no significa enterrar fantasías gloriosas. El día de la final contra el Celtic, yo tenía una función de teatro. Ofrecí comprar la totalidad de las entradas para poder viajar a Montevideo. No lo aceptaron y tuve que hacer la función. Fue terrible. No podía concentrarme. Creo que debo haber actuado muy mal". Agustín Mario Cejas (ex integrante del equipo de José ): "Siempre voy a la cancha y veo una gran presión que desequilibra a los jugadores. Están muy nerviosos, y cuando uno está así parece que hasta la pelota se pone nerviosa. Pero soy optimista. No sé cuándo, pero sé que Racing va a salir de esto". Juan Carlos Chango Cárdenas (ex integrante del equipo de José ): "Ver a Racing no me hace sentir bien. Me entristece. Si a mí en el 66 me hubieran dicho: Mirá que después de este campeonato Racing no va a ganar ningún otro , me hubiese reído. Era algo impensable". Alberto Martín (actor y conductor del programa de cable De Racing ): "Racing no sale de la crisis, como sí han salido San Lorenzo o River, porque no le han tocado administraciones correctas". Guillermo Francella (actor): "Estoy muy desilusionado. Me pellizco para ver si es verdad. Estoy muy descorazonado y apenado. No sé de qué manera se puede sanear esto. No creo que haya una fórmula. Me han contado que ni los jugadores pertenecen al club. Creo que tiene que haber alguien que explique la verdad: que no hay dinero, que no hay plantel, que no hay nada. La única salida es esperar, con una conducta deportiva intensa. Trabajar con las inferiores, foguearlas, que pierdan y que aprendan. Para que amen al club. La hinchada tiene que entender y apoyar". Dardo Ferrari (conductor de TV y candidato a vicepresidente por la lista que postula a Daniel Lalín como presidente): "Lo primero que vamos a trabajar es el fútbol amateur. Hay que empezar de cero, para que en los próximos años comencemos a tener jugadores importantes". Ser de Racing Escribe: Carlos Ulanovsky Cuando eran chicas y me veían sufrir por cada derrota de Racing, mis hijas apelaban a un cierto demoledor sentido común infantil que aconseja correrse de todo aquello que suene a infortunio y me decían: "¿Por qué no te hacés de otro cuadro?" Nunca dejé de sonreír ante semejante insinuación, así como indefectiblemente me mantuve fiel a mis antiguas lealtades futbolísticas. Debe haber sido claro el mensaje, ya que ellas también siguen manteniendo el corazón racinguista. ¿Qué les dije entonces? Que la elección del club futbolístico es un capítulo que se abre en la infancia y no debe cerrarse nunca. Ser hincha de Racing es una señal de identidad, como ser varón, porteño, periodista, padre, canoso. Les daba un ejemplo: "Sería como cambiarme el nombre o el apellido". En tan alta forma de traición pensaba cuando me di cuenta de que a quien realmente estaba traicionando era a ese estandarte de la patria de mi infancia que fue mi padre, la persona que me transfirió para siempre tres o cuatro mandatos esenciales, entre ellos que yo debía ser de Racing, cuando me hubiera dado lo mismo hacerme de Boca o de Atlanta. Pero que él fuera de Racing significaba en ese momento garantía suficiente para respaldar la elección. Hablé de esto con todos mis amigos futboleros, y la gran mayoría ofrece testimonios de una historia común: fuimos convertidos a la fe racinguista en los primeros cinco años de vida, evangelizados por un tío inolvidable, por el hermano mayor y, fundamentalmente, por el padre. "Racing es mi papá", suelo pensar desde hace mucho, quizá desde antes de estos fastidiosos 31 años sin ver la luz de un campeonato oficial. Cerca de 60 torneos sin mojar, miles de jugadores que pasaron sin pena, con escasa gloria, casi 65 directores técnicos, un desastre total. Años vividos entre el dolor de los propios, el escarnio de los ajenos y últimamente con la insoportable conmiseración de hinchas de otros cuadros que pretenden hacernos creer que nada les encantaría más que Racing volviera a salir campeón. Racing es todo un tema en mi vida. Desde hace tiempo es un motivo central de sufrimiento y desilusión permanentes, de amor y odio a raudales. Desde aquel festivo 4 de noviembre de 1967 en el estadio Centenario de Montevideo, Racing condenó a sus simpatizantes, seguidores, asociados y fanáticos a treinta años de pisoteos deportivos y de humillaciones increíbles. No exagero: he pensado en el numen de esa desdicha permanente tanto como en la verdad de la vida, del mundo y sus alrededores, incluida la Argentina. Hace varios años que no voy a la cancha. Sigo a Racing, como sufriente de gabinete, por radio y por televisión, apelando a todo tipo de cábalas que rinden menos cada vez. He aprendido a sufrir en silencio, a aguantarme todas las cargadas, a devolver una razonable sonrisa cada vez que alguien me pregunta si conozco el último cuento, si ya me enteré de cómo le dicen a Racing. Continúo siendo un hincha de Racing en estado puro. De esos que vuelven a ilusionarse cuando arma un buen plantel o gana cuatro partidos seguidos o se pone a tiro en la Supercopa. Con Racing atravesé por toda clase de sentimientos: del dolor a la indignación, pero jamás el escepticismo o la indiferencia. Lo que más bronca me da es que cuando supongo que va a perder, pierde, o que cuando espero una hazaña conmovedora juega peor que nunca. Persisten en mí sentimientos encontrados. Mi corazón de hincha me hace estar alerta frente a la naturaleza de un triunfo posible o en la fantasía de un nuevo campeonato, pero mi cabeza juiciosa y observadora sabe que ninguna institución con semejante nivel de problemas y de dirigentes tan ineficaces y tan mal rumbeados puede alcanzar un suceso deportivo a corto plazo. Igual me siguen emocionando las banderas celestes y blancas con leyendas dictadas por la ironía, el dolor y el amor: Racing te amo, Una sensación alucinante, Una pasión inexplicable, Racing si no existieras te inventaría. Todo vuelve a cobrar algo más de sentido cuando por la calle veo a cualquier chico que nunca lo vio salir campeón vestido con su camiseta, orgulloso, de la mano de su padre. Ahí vuelve a empezar la ilusión. Texto: Daniel Arcucci Informe: Pablo Galfre .
Posted on: Sat, 06 Jul 2013 01:52:52 +0000

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