Domingo 22.03.13. Hora: 08:23 am, hora de Nicaragua. Transcribo - TopicsExpress



          

Domingo 22.03.13. Hora: 08:23 am, hora de Nicaragua. Transcribo reportaje de La Prensa de hoy: Sección Domingo “Aquel 21 de Septiembre de 1956” Eduardo Cruz El excapitán de la Guardia Nacional, Adolfo Alfaro, tenía casi dos años de estar en el exilio en El Salvador, cuando en enero de 1956, en su casa, se presentó el exteniente Guillermo Marenco para presentarle al hombre que se iba a sacrificar para acabar con la tiranía del entonces presidente de Nicaragua, Anastasio Somoza García. “Capitán, aquí está Rigoberto López Pérez, quien dice que está capacitado para matar a Somoza”, le dijo Marenco. Alfaro, según relató en una entrevista con LA PRENSA en 1979, observó detenidamente a López Pérez y empezó a conversar con él durante muchas horas, ya que deseaba asegurarse de qué tan decidido estaba el muchacho. “Llegamos hasta en horas de la madrugada en ese primer encuentro y detecté la notable firmeza de carácter y la irreductible decisión de cumplir sus palabras hasta las últimas consecuencias”, dijo el excapitán, quien en ese momento estaba convertido en uno de los mayores opositores a Somoza, a pesar de estar casado con una familiar del fundador de la dinastía, Laura Reyes Somoza, y de haber sido un candidato a jefe de la Guardia Nacional. Somoza García era el principal autor intelectual del asesinato del general Augusto C. Sandino y estaba en el poder desde 1937. Un año antes, 1936, era el jefe de la Guardia Nacional y sobrino del presidente Juan Bautista Sacasa, dos elementos que le impedían postularse como candidato presidencial. Para eliminar ambos obstáculos, obligó a renunciar a Sacasa y renunció a la dirección de la Guardia. Después logró la complicidad de la Asamblea para retrasar dos meses las elecciones, ser candidato y finalmente resultó ganador. Desde ese tiempo Somoza gobernaba a Nicaragua como si fuese su propia hacienda, bajo la protección del Gobierno de los Estados Unidos. El historiador Jesús “Chuno” Blandón explica en su libro Entre Sandino y Fonseca , que la oposición nicaragüense había hecho de todo para bajarlo del poder: elecciones, intentos de revolución, “cuartelazos”, pero Somoza seguía aferrado al poder. Rigoberto López Pérez acabó con la vida de Somoza cuando el 21 de septiembre de 1956, en la Casa del Obrero de León, le disparó cuatro veces con un revólver calibre 38. López Pérez cayó en ese mismo instante con el cuerpo perforado a balazos. Aunque Somoza García murió hasta el 29 de septiembre, en un hospital de Panamá, López Pérez había evitado que Somoza se postulara para un nuevo período presidenciaCuando mató a Anastasio Somoza García tenía 27 años de edad, ya que nació el 13 de mayo de 1929. Estudió la Primaria en la Escuela Superior dirigida por Octavio Quintana, quien a sus 60 años fue encarcelado por los Somoza acusado de “haber ilustrado a Rigoberto en la primaria”. El expresidente del Tribunal de Apelaciones de Managua, Alfonso Dávila Barboza, recuerda a López Pérez como un joven “simpático, humilde, con inquietudes poéticas”, y a quien nunca lo escuchó hablar de política. En una ocasión López Pérez le dijo: “Dávila, me voy de Nicaragua, aquí no hago nada, me voy a Costa Rica, yo tengo amigos allá”, y nunca más lo volvió a ver, hasta que escuchó la noticia de que el poeta López Pérez le había disparado a Somoza. López Pérez trabajó en los diarios nicaragüenses Diario Excélsior, El Centroamericano y El Cronista. En El Salvador trabajó en Diario Latino. En ese vecino país también jugó beisbol, en el equipo Revida, según contó su hermano Salvador Meléndez, ya fallecido, a LA PRENSA. En el hospicio San Juan de Dios aprendió el oficio de sastre y en la escuela de comercio Silviano Matamoros se formó como taquimecanógrafo.No sabía de armas En las palabras de Rigoberto López Pérez, el capitán Alfaro no encontró señales de odio, sino solamente de amor hacia Nicaragua, de acuerdo con su relato a LA PRENSA en 1979. “Era un idealista puro. Le repugnaba... le asqueaba todo lo que estaba ocurriendo y eso le daba fuerza a su espíritu de sacrificio por su pueblo”, dijo Alfaro sobre López Pérez. Alfaro le dejó claro a López Pérez que no saldría con vida de su intento por eliminar a Somoza y luego le mostró varias armas que tenía en su casa, pero López Pérez no sabía nada de disparos. López Pérez aprendió de Alfaro a manejar armas cortas y que debía disparar a Somoza del pecho para abajo porque utilizaba chalecos contra balas. “Le hice ver que los ángulos de tiro efectivo eran viables por los costados y la parte baja”, explicó Alfaro, quien recordó que él tenía una pistola automática que fue la primera que usó López Pérez. A inicios de septiembre de 1956, Rigoberto López Pérez estaba listo para cumplir su misión. Los exiliados en El Salvador lo fueron a despedir al aeropuerto de San Salvador. Alfaro recordó lo que le dijo en esa ocasión: “Rigo, si por cualquier circunstancia, no lo va a ejecutar, si pierde el ánimo o se pone nervioso, mejor se regresa a El Salvador”. López Pérez le respondió: “Voy a hacer todo lo posible actuar..., no voy a regresar”. “No regresó” López Pérez llegó a Nicaragua con una sola cosa en su mente: matar a Somoza. Se desconoce qué fue lo primero que hizo al llegar al país, pero Julio Cedeño Montenegro asegura que, poco antes de matar a Somoza, durante una semana, López Pérez estuvo en Managua en un hotel que le pagó su papá, Julio Cedeño García. Cedeño Montenegro y su padre, quienes eran comerciantes de granos y exportaban a Guatemala y El Salvador, conocían al capitán Adolfo Alfaro y también a Edwin Castro. Cuando los Cedeño se enteraron que el patriarca de la familia estaba hospedando a López Pérez y que este estaba preparado para matar a Somoza, le suplicaron que no se metiera en ese hecho. Finalmente, Julio Cedeño García entregó a López Pérez en manos de Edwin Castro y no se inmiscuyó más en el caso. Julio Cedeño Montenegro, de 80 años de edad, asegura hoy que, aunque él y su padre estuvieron presos, su familia no fue aniquilada “gracias a Dios y a Edwin Castro que no abrió la boca para delatarlos”. Días antes del 21 de septiembre de 1956, López Pérez llegó a la casa de su mamá, en el barrio El Calvario de León. En su familia nadie sospechaba que andaba metido en política, pues ni siquiera amigos llevaba al hogar, según relató a LA PRENSA su hermano Salvador Meléndez, en 1979. En la noche del 20 de septiembre se acostó a dormir y se levantó hasta avanzada la mañana del 21. En su dormitorio habían unas revistas y escritos con caricaturas ridiculizando a Somoza García —recordó Meléndez—, quien ya no tuvo tiempo de preguntarle sobre eso, sino que por su madre se dio cuenta que su hermano salió bien vestido de la casa en la tarde, con un pantalón azul y una guayabera blanca. Por la noche, Meléndez se dirigió a la Casa del Obrero, donde Somoza estaba siendo homenajeado como el candidato para las elecciones presidenciales de 1957, pero no logró entrar y por un amigo se dio cuenta que su hermano estaba dentro del local, por lo cual decidió regresarse a la casa. Agustín Torres Lazo, en su libro La saga de los Somoza , relata que durante el homenaje López Pérez primero estuvo sentado en una silla dentro de la Casa del Obrero y, mientras hacía anotaciones en un cuaderno, aparentaba ser un periodista que daba cobertura a la actividad. De vez en cuando —escribió Torres Lazo— López Pérez se llevaba la mano debajo de la camisa guayabera y acariciaba el revólver. López Pérez llegó una hora antes que Somoza al local, y vio cuando este último entró tomando del brazo a su esposa Salvadora Debayle, quienes saludaban con sonrisas a los presentes. Después de bailar con la novia de la Casa del Obrero, la joven Azucena Poveda, Somoza se sienta a descansar, pero López Pérez se le iba acercando lentamente. Mientras Somoza estaba distraído leyendo un periódico, López Pérez sacó el revólver 38 y le disparó. Esperanza Sansón, una de las presentes en el lugar de los hechos, relató así el suceso: “Se oyeron unos triquitraques. Todavía el general sacudió el periódico, después dijo: ‘Ay Dios mío’ y se fue para atrás. Vi a un hombre que venía caminando, pantalón azul y camisa blanca”, relató Sansón en el juicio por la muerte de Somoza. Somoza, herido, fue llevado primero al hospital San Vicente de León y en la madrugada fue trasladado a Managua, de donde luego partió en un avión hacia el hospital Gorgas en Panamá, en la zona del Canal, controlado en ese momento por Estados Unidos, donde murió en la madrugada del 29 de septiembre de 1956. El cadáver de Rigoberto López Pérez quedó tirado en el piso de la Casa del Obrero, como se dice en buen nicaragüense “pasconeado”. El cadáver fue llevado a la estación de Policía, pero nunca se supo dónde fue sepultado. En El Salvador, los exiliados nicaragüenses salieron a las calles para celebrar el hecho con marimbas, recordó el capitán Adolfo Alfaro, quien se enteró de la noticia por la radio y se acordó que López Pérez le había dicho que no iba a regresar. En ese momento también recordó cuando el exteniente Guillermo Marenco llegó a su casa en El Salvador para presentarle a Rigoberto López Pérez.
Posted on: Sun, 22 Sep 2013 14:34:43 +0000

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