Días de Junio (Primera Parte) “Pido a los Santos del Cielo - TopicsExpress



          

Días de Junio (Primera Parte) “Pido a los Santos del Cielo /que ayuden mi pensamiento; /les pido en este momento / que voy a cantar mi historia, / me refresquen la memoria / y aclaren mi entendimiento” (Martín Fierro de José Hernández). Éranse los gélidos días de fines del mes de Junio, en el año del señor un mil novecientos sesenta y seis, de un siglo veinte problemático y febril próximo pasado. Promediaba el último tramo de mi secundario con los dilemas propios de todo ribereño, en eso de afrontar el éxodo hacia un horizonte incierto al occidente del paranaense gran camino que camina. Con dieciséis años y medio en la norteña Paz de mi Entre Ríos, en épocas de tevés en blanco y negro con altísimas antenas para captar canales con imágenes llovidas. De radios a transistores y discos de vinilo, escuchando a Julio Sosa en la que nunca tuvo novio y a Ernesto Montiel con su rancho rincón la maloya. De diarios foráneos que anoticiaban en pretérito pluscuamperfecto, por todos los porqués que solo recordaremos los que cargamos un montón de Junios. Porque llovía y… llovían hasta ranas sobre el maltrecho Paso del Quebracho, sin que soplase ese viento sur pampero, indómito, altanero, que inspirase el tango de Bianchi y de Fresedo. Porque en semejante barrial, la ETA no saldría a arruinar su novel modelo; y al más módico y batallador “El Entrerriano”, se le cantó apoliyar en un taller de Paraná o a la vera del camino. Porque en la rada del M.O.P. en Paraná, la lancha “La Sarita” había anclado por siempre jamás su derrotero. Porque ya había dado su último soplido, el tren a carbón y calderas a vapor posteado en Federal-San Jaime-Feliciano, para el vía crucis final del trayecto Paraná-La Paz en 30 horas de paradas, descarriles y recambios. Época de diarios para matiz del vecino comentario, de tirada irregular, por suscripción y reparto a domicilio: “El Demócrata” y “La Renovación”, voceros de distintos sectores políticos y sociales. Un diario parroquial que salía a “La Semana”; per secula seculorum avocado a las religiosas cuestiones de intramuros, convirtiendo en santos la madera de los templos o en templos la madera de los santos, según de Campoamor y Campoosorio predijera, con ocasionales chascarrillos al mundo laico, material y callejero, por todo lo que tiene de tufo a azufre y descarrío rebañego. Tres partidos políticos dominantes: Partido Demócrata Unido, conservador, liberal y/o lomo duro, de notorios letrados, brillante pluma y magníficos oradores, afectos a las reuniones con glamour y asados con cuero en cocherías del tránsito “al más allá”, clubes céntricos o salones de La Feria; Unión Cívica Radical del Pueblo, abjurando la diáspora ucrista y la mateada del “Che” con el otro (correntino) Arturo, vuelta definitivamente a sus raíces de pasado boina blanca con el barbado señor de Balvanera y el Peludo, matizando cada acto en el Puerto o el Corralón de Nino en La Romería, con su correligionario “adelante sin cesar” entre petardos, vino tinto, empanadas y pasteles; Partido Peronista y su nonato Pejota, intentando eludir la proscripción electoral con subterfugios de alianzas, colores y banderas; enancado a su épica resistencia del luche y vuelve, garabateando las “v con p” del innombrable y su mítica finada sobre puertas y paredes. En recule y desunidos, algunos Udelpistas sin los votos que supieron conseguir tras la debacle de Aramburu; Demócratas Progresistas, Socialistas, Intransigentes, Desarrollistas, intentando sobrevivir entre ocasionales alianzas, escasez de afiliados, presupuesto y estructura. Y gambeteando entre las sombras la patrulla de la ortiva “suba…suba”, un pasquín del bardo lapacero: “El Cuco de la V”, volanteado mano en mano entre sudores, trucos y cantinas. Vigiladas tipo a tipo las imprentas sospechadas de peronchas, su impresión derivó por senderos clandestinos. Con una Remington del ’20 a la que le faltaban teclas y relieves, sobre papel folio y copias a carbónico afanados de la Muni. Abundaba el borroneo, corrección a carbonilla y tinta china, refranes del proscripto general, y corolarios del escriba alusivos a su escroto peronista y del contrario su natura. ¿En qué lugar?, era el enigma que desvelaba las batidas del milico y sus censores. ¿El piringundín de inicios de “Doña C.” contiguo al Cabayú? (cuyo nombre omito por hombre que precia de caballero); ¿el sore-florestal del polvoriento bajo sur, contiguo a la Laguna?; ¿la cuadra céntrica del rengo panadero?; o ¿un mal habido establo de cuadreras?. Y allá arriba (o río abajo si prefiere), en la tumultuosa ciudad-puerto donde vive el rey y reina el moro,……………..........(continua en la segunda parte)
Posted on: Wed, 26 Jun 2013 12:09:13 +0000

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