El caudillo que mató a Zapata No fue traición, fue lealtad. - TopicsExpress



          

El caudillo que mató a Zapata No fue traición, fue lealtad. Jesús Guajardo sirvió a los carrancistas hasta el extremo de convertirse en el villano de la historia, al matar a Emiliano Zapata; dicen sus familiares. vanguardia.mx/memoriadelarevolucionelcaudilloquequisomorirbienrasurado-1878749.html POR: CÉSAR GAYTÁN MARTÍNEZ miércoles, 20 de noviembre del 2013 Saltillo.- En las guerras nadie gana. Muchos mueren, otros lo pierden todo. Los más afortunados sobreviven, y algunos de ellos se designan victoriosos, son proclamados héroes, y con el paso de los años sus nombres son alzados en la gloria, alabados como dioses. Pero hay otros hombres y mujeres sepultados bajo los laureles de los próceres, a la sombra de las presuntas verdades de los libros de texto; que son señalados como traidores. Tildados de no merecer siquiera ser nombrados. Así le ha jugado México las cartas a uno de los más destacados militares del ejército carrancista: Jesús María Guajardo Martínez. Al menos así lo cree uno de sus descendientes, Virgilio González Guajardo, quien en una distendida plática, no sólo explica un importante pasaje de la Revolución Mexicana, sino que defiende a su antepasado de la voz común que lo llama traidor. Y es que se trata del hombre que propició la muerte de Emiliano Zapata, quien lideraba la resistencia en el sur del país. Pero antes de llegar a ese punto, hay que hacer varios altos en el pasado. Guajardo Martínez había nacido en Candela, Coahuila el 29 de agosto de 1892. De acuerdo con Miran Tijerina de González, esposa de Virgilio, su adolescencia y juventud estuvieron influenciados por los clubes antirreleccionistas que se mostraban en contra de Porfirio Díaz. “El club de Candela era de los más perseguidos porque tenía influencia en ciudades vecinas. Fue el Sábado de Gloria de 1913 cuando las tropas de Victoriano Huerta atacan Saltillo. A la resistencia se une Jesús Guajardo, de 21 años, con sus hermanos y un primo”, narra la mujer como si viera el episodio ella misma. Aquella pugna la habrían ganado los huertistas, obligándolos a huir por un camino que hoy es la calle Francisco Murguía, replegándose hasta la hacienda de Guadalupe, en Ramos Arizpe. Ese mismo año habría participado en la firma del Plan de Guadalupe y se unió a las fuerzas del general Pablo González Garza, relación que se convertiría en una profunda amistad, pero que también lo llevaría a la muerte. Fiel a los ideales de Carranza, participó en diversos combates en en Chihuahua, Nuevo León, Coahuila, San Luis, Tamaulipas, Veracruz, Puebla y Morelos. Aunque no hay documentos que lo avalen, se podría decir que la astucia que Guajardo mostró en batalla lo llevaron a enfrentarse con Zapata, más allá de las balas, en una batalla de ingenios. Antes de la muerte de Madero, el Caudillo del Sur le había enviado una carta donde le decía que lo iba a colgar de uno de los ahuehuetes de Chapultepec. Sin embargo, el 22 de febrero de 1913 los golpistas lo asesinaron junto con el vicepresidente José María Pino Suárez a un costado del palacio de Lecumberri. Con esto se intensificaron los enfrentamientos entre los diferentes bandos, y después de los tratados de Teoloyucan y la Convención de Aguascalientes, quedó claro que villistas y zapatistas no querían entrar en acuerdos. Uno de los puntos más álgidos de esta situación se alcanzó en 1918. Por una parte, la mayor parte de Morelos estaba bajo control de los carrancistas, sin embargo, Emiliano Zapata, Emilio Vázquez Gómez y Félix Díaz comenzaron a tener comunicación con el gobierno de Estados Unidos y consiguen su apoyo. La intención de este grupo era llevar a Félix, hermano de Porfirio Díaz, al poder, lo cual incrementó el riesgo que Zapata representaba. La estrategia para evitar que esto ocurriera fue sólo una. Infiltrarse en las filas de Emiliano para ganarse su confianza, y cuando menos lo espere, quitarle la vida. Venustiano Carranza discutió el plan con Pablo González y acordaron que era lo necesario. Primero se le ofreció la misión a un general cuyo nombre se escapa a estas páginas, que temiendo por su vida, la rechaza. Guajardo se convierte en la única persona lo suficientemente entrona y valiente que podría lograrlo, además que era de entera confianza para sus superiores. Convenientemente, uno de los oficiales del coahuilense recibe una carta de Zapata donde este lo incita a desertar, para que, junto con sus hombres, se ponga de su lado. Guajardo le muestra la carta a González, y este a Carranza. No pudo llegar en mejor momento. Dada la manera de tratarse, lo alto de las discusiones, y la forma en que se gritaba incluso en público, González y Guajardo acordaron fingir una pelea, que diera paso a la misión. Es así como, simulando estar ebrio, el entonces coronel ingresó a un hotel de Cuautla con todo y caballo, pistola en mano, disparos al aire, asustando a los clientes. En ese instante, como se planeó, pasaron por enfrente Pablo González y el gobernador de Morelos, quien ante el incidente, pide hablar con Guajardo, quien, a risotadas y un grito fuerte, se escapó por una puerta trasera. Por su presunta insubordinación, es mandado apresar y encarcelar. Una vez en prisión, comenzó a injuriar contra Carranza y González, palabras que escuchó también un espía de Zapata que estaba tras las rejas, a quien se le permitió escaparse fingiendo un descuido en la seguridad. El informante le cuenta lo sucedido a Zapata, quien le envía otra carta a Guajardo para que de una vez por todas se una a sus fuerzas. La misiva es entregada a González, quien, para continuar con el plan, organiza una comida donde están presentes, además de ellos, el Gobernador de Morelos. “¿Así que además de grosero y rebelde es traidor?, le dijo González al tiempo que le mostraba la carta. Guajardo negó relación con Zapata, lo cual elevó la discusión. Los gritos llegaron a una habitación contigua, donde un espía confirmó a Zapata el rompimiento entre los amigos. En voz más discreta, el Gobernador es informado del plan. Matar a Zapata, aunque Guajardo prefiere capturarlo vivo. Así, le responde la carta al de Anenecuilco, con quien acuerda verse en Morelos. Guajardo parte con 250 hombres hacia allá, pero sólo pocos saben a lo que se enfrentarán. Al ver que se acercaba al campamento del enemigo, un número inexacto desertó. En su primer encuentro, Guajardo llevó puesta una camisa blanca de rayas, un pantalón tipo charro y un sombrero del mismo estilo. Luego de estrechar manos con Zapata, le regala también un sombrero como el que llevaba puesto. El caudillo además le pidió que le regalara un caballo, pero no cualquiera, sino el que venía montando. Lo hizo para demostrarle que estaba de su lado. Luego de su partida, una mujer espía le informó a Zapata de la verdadera intención de su presunto aliado, por lo que enfurece y planea asesinarlo. Mediante una carta, lo invita a una cena, ante la cual Guajardo se disculpa poniendo como pretexto estar enfermo del estómago. Se rumora que la misma mujer que alertó a Zapata, dio aviso a Guajardo de que si asistía a ese evento sería envenenado en la comida. Al día siguiente, Zapata le ordenó perseguir un grupo de soldados carrancistas que supuestamente se acercaban. Él supo que era mentira, porque González le había dicho que durante la operación no haría movimientos en esa área. Las 24 horas lo mantuvo patrullando. A la mañana siguiente, sin dormir, lo envió a recuperar la plaza de Ecatepec. En el trayecto, logró desviarse hacia un telégrafo para dar aviso a sus superiores y ponerse de acuerdo en cargas sus rifles con balas de salva. Aunque falsa, la pelea parecía real para Zapata que estaba observando todo desde una montaña alta. Sin darle descanso, el líder del Ejército Libertador del Sur le dijo que lo premiaría con una comida en una hacienda de Chinameca el 10 abril de 1919. La intención era poner a Guajardo borracho, y entonces entraría el propio Zapata, quien estaba acampando afuera, para darle el tiro de gracia. Tras muchos tragos de cerveza, un mensaje da aviso de que ya está todo listo. Se dice que se acercó Zapata con su escolta de 100 hombres, pero en la entrada no reconoció a sus guardias, así que dio la vuelta. Uno de los hombres de Guajardo tomó al caballo por las riendas, y un clarín tocó la llamada a honores. Zapata estuvo a punto de caer del caballo. Alcanzó a sacar su pistola 30-20, pero varios tiradores en la azotea le impidieron disparar, causándole la muerte.. Tras este episodio, comenzó la campaña presidencial de Pablo González, pero también la de Álvaro Obregón, con Plutarco Elías Calles en la jugada. Fue este último quien mandó matar a los carrancistas. Guajardo fue apresado mientras se rasuraba en casa de un amigo que lo traicionó. Fue sometido a un juicio y sentenciado a ser fusilado. En la celda, se le preguntó su último deseo. “Morir bien rasurado”, respondió. Cuentan que acudió un barbero, quien nervioso, no podría mantener el pulso. “No me vaya a cortar la cara pendejo, de qué tiene miedo, si al que van a fusilar es a mí”. Dicen que su hermana le llevó un traje negro y un puro. Así, salió al patio y después de la últimabocanada, les dijo los soldados. “Nomás no me vayan a pegar en la cara”. Después de eso, se dio la orden de fuego. Su descendiente Virgilio sostiene que por su cumplimiento del deber, por la lealtad que mostró, y por el temple de su vida, no fue un traidor, sino un caudillo destacado que cumplió con lo que debía hacer.
Posted on: Wed, 20 Nov 2013 22:27:37 +0000

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