El es nuestro sendero y nuestra señal sigamoslo....... LA - TopicsExpress



          

El es nuestro sendero y nuestra señal sigamoslo....... LA VIRTUD DE LA FORTALEZA 1. EL AMOR ES FUERTE COMO LA MUERTE La virtud de la fortaleza es la caridad que aprovecha las energías del apetito irascible siempre que hay que arremeter contra una injusticia agresivamente alarmante. Al mismo tiempo, esta virtud modera la rebelión de las pasiones contra el sufrimiento y la muerte ; domina los sentimientos de temor cuando quisieran impedir la entrega decidida a la muerte por la causa del bien. En una lucha no sólo contra la carne y la sangre, sino, como dice san Pablo, contra los poderes mundanales de las tinieblas, contra los malos espíritus que infestan la atmósfera, la caridad tiene que ser fuerte y tener a sus órdenes todas las fuerzas de la voluntad, del corazón y de las pasiones para poder extinguir los dardos inflamados del maligno (Eph 6, 16). Pero la virtud cristiana de la fortaleza no es precisamente la característica del hombre arriesgado que irrumpe alocadamente con mandobles a diestro y siniestro. Valentía sin prudencia es temeridad u osadía. Valentía sin justicia es una palanca para el mal (Josef Pieper). La caridad es lo que da su auténtico brillo y valor a la fortaleza. Aunque entregase mi cuerpo a las llamas, si no tuviera caridad, de nada me valdría (1 Cor 13, 3). La fortaleza no significa en modo alguno insensibilidad frente al peligro, el sufrimiento o la muerte. De un hombre para quien la vida corporal no tenga valor alguno, no porque la ponga en juego (tal vez a lo loco) vamos a decir que es valiente en sentido cristiano. Cristo es el héroe valiente que nos precede en la lucha por el reino de Dios. Él sacrificó lo más precioso, su propia vida, v tomó voluntariamente sobre sí todo el peso de su pasión y muerte con viva conciencia de lo horribles que habían de ser los tormentos de cuerpo y alma, y a pesar de la aversión natural de sus pasiones a semejantes torturas. Para sus seguidores el acto supremo de la fortaleza cristiana es el martirio, la aceptación de la muerte por Cristo, por la fe o por el prójimo. Aquí sí se cumplen a la letra las palabras del Cantar de los Cantares : El amor es fuerte como la muerte ; la pasión del amor es dura como el seol (Cant 8, 6). Pero también en la enfermedad puede alcanzar la virtud de la fortaleza su consumada perfección : cuando, al aproximarse la muerte, da el cristiano, movido por su confianza de creyente, el sí a la voluntad de Dios. II. LA CARIDAD ES PACIENTE Los que luchan por el reino de la caridad no pueden presentarse a combatir contra el mal con armas iguales. La mejor parte de la fortaleza y de la caridad siempre ha de ser, de acuerdo con el sermón de la montaña, la victoria en la debilidad (Mt 5, 38ss). A la cólera enfurecida le es más fácil arremeter a golpes de espada, que dejarse conducir a una lucha de paciente resistencia llevando con amor el sufrimiento. El mal tiende a celebrar sus triunfos por la fuerza. Los cristianos poseen sus almas en la paciencia (Lc 21, 19). La paciencia cristiana hace frente al mal venciendo al malhechor a fuerza de caridad. El amor todo lo sufre, todo lo soporta (1 Cor 13, 7). La perseverancia en el sufrimiento y en las pruebas exige un dominio perfecto de los sentidos; y para llegar a complacerse en el mismo sufrimiento, en cuanto posee valor de completar la obra redentora de Cristo, hace falta además un amor muy grande. Qué bien comprendía el sentido de la fortaleza cristiana aquella enferma que al cabo de casi veinte años de acerbos sufrimientos decía al sacerdote : Al principio me costaba mucho ; mas poco a poco fui comprendiendo la gran riqueza de poder sufrir con Cristo por el bien de los otros ! III. EL DON DE FORTALEZA Para poner en acción toda la potencia de la fortaleza no basta la voluntad desnuda; se requiere una gran caridad. Pedro, que se creía sobradamente fuerte para ir a morir con el Señor (cf. Mt 26, 35), debió sentirse avergonzado cuando echó mano de su espada. Fue preciso que pusiera en Dios toda su confianza y recibiera de lo alto el don de la fortaleza para poder gozarse de aquella ocasión que se le ofrecía de sufrir ultrajes por el nombre de Jesús. Los dones del Espíritu Santo son la consumación de la caridad: la fortaleza adquiere su plenitud por el don correspondiente. A su vez, el don de temor hace al hombre humilde, le lleva a pedirlo y esperarlo todo de Dios. Quien nada teme tanto como ofender a Dios, es también fuerte frente a toda tentación. El don de fortaleza da al discípulo de Cristo ánimo alegre para acometer por virtud de Dios empresas grandes y difíciles y para resistir inconmovible en la tribulación ; ese don es lo que le hace aguantar a pie firme y confiado cuando Dios le coloca en un sector de la lucha vivamente disputado. El cristiano fortalecido por los dones del Espíritu Santo no solamente soporta las penas y contrariedades que no podría evitar sin pecado; el amor le hace pronto a tomar voluntariamente sobre sí otros sufrimientos, a desprenderse de su propio yo, le tiene siempre alerta a la llamada de Dios, listo para arrojarse al fuego de su amor purificante. Más de una vez se designa a la confirmación como el sacramento del apostolado seglar. Por ese sacramento, en efecto, recibimos la fuerza y la misión de intervenir en la vida pública con firmeza y valentía por la causa de Cristo. Sin embargo, no hay que olvidar que a la larga sólo aquel que se sienta inflamado por el fuego del amor divino podrá tener valor para declararse decididamente por el Crucificado y por su ley. En otras palabras : la fortaleza para confesar públicamente la fe presupone el don de sabiduría, que es la perfección de la caridad.
Posted on: Tue, 15 Oct 2013 03:12:19 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015