En medio de un aguacero de verano, que en mi barrio implica barro - TopicsExpress



          

En medio de un aguacero de verano, que en mi barrio implica barro hasta la media y un viento que aseguraba resfrío, sentimos en la calle -porque la pieza, donde veíamos en la tele las novedades sobre Clarín y la Ley, da a la calle- unos pasos pequeños, fantasmales, y un cuchicheo de espectros que nos obligó a mirarnos. El hijo ya se había dormido y todo en la casa se aquieta cuando eso pasa: nosotros nos volvemos sigilosos y cada ruido de afuera una tragedia. Ahí, esas vocecitas se hacían enormes y podíamos escuchar como -cual poema de Brecht- iban golpeando en las puertas vecinas. El creciente ruido de la lluvia tornaba inverosimil la situación y, quizás por eso, el golpe de manos en el portón de la entrada nos genero un extraño sobresalto. Como si pasara algo imposible que igual podíamos prever. Corrimos a la ventana y observamos tras las cortinas. Un grito ajeno, venido de muy al norte, de una profundidad añeja y inescrutable, resonó en una voz chiquita, aguda y húmeda. Un año atrás, para esta misma fecha, ese mismo reclamo había hecho que nos ocultaramos en la oscuridad de la casa, a refugiarnos de la vergüenza de no poder responderle. Escondidos como ladrones o profanos en la seguridad de nuestras paredes, de nuestra ideología, de nuestra actitud bienpensante. Pero habíamos aprendido. Mientras el viento convocaba a más lluvia y un corro de criaturas fantasmales esperaba en la entrada de la casa, yo fui a la cocina y abrí las dos bolsas de golosinas, mientras ella se ponía un calzado a las apuradas y hacía seña a seis o siete espectros estirado en medio de la noche para sobrepasar la línea del portón. Salió bajo las luvia con una bolsa de chupetines y caramelos ¿No se están mojando mucho?, preguntó con el tono en que una madre pregunta cuando ve en otro a su propio hijo. Y un monstruo con el maquillaje corrido por el agua y un traje que seguramente pesaba ahora mucho más que hacía unos minutos, estiro la mano y respondió con un No que estaba fuera de la realidad, de la sensatez, del tiempo que choreaba a jarrazos desde el cielo. Desde la sequedad de los años, de la madurez, de la racionalidad los vimos repartirse los caramelos bajo la lluvia... y salimos a darles más.
Posted on: Fri, 01 Nov 2013 10:40:54 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015