En provecho de los otros “… sin procurar mi propio - TopicsExpress



          

En provecho de los otros “… sin procurar mi propio interés, sino el de la mayoría, para que se salven” (1 Cr 10, 33). Ese desinterés absoluto de Pablo, lo propone el Vaticano II como ejemplo a los que tienen cura de almas, los cuales “practican la ascesis propia del pastor de almas, renunciando a sus propios intereses, no buscando su utilidad particular, sino la de muchos, a fin de que se salven” (PO 13). Esta enseñanza vale proporcionalmente para cualquier apóstol. Dar de lado resueltamente al interés propio, para atender en total desinterés y, por ende, con total pureza de intención, al servicio de Dios y de los hermanos es la piedra de toque de los apóstoles auténticos… El desinterés de un apóstol tiene una fuerza especial para convencer al mundo de la sinceridad de su fe en los valores eternos y para persuadirle que la verdadera felicidad no se ha de buscar en los bienes terrenos, sino sólo en Dios. El Vaticano II insiste en que los apóstoles, junto con el espíritu de pobreza, cultiven el “de la propia abnegación, de suerte que se habitúen a renunciar con prontitud a las cosas que, aun siendo lícitas, no son convenientes, y a asemejarse a Cristo crucificado” (OT 9). Cae de su peso que todo apóstol, tanto más si está consagrado por la ordenación sacerdotal o la profesión de los consejos evangélicos, está obligado a un espíritu de abnegación más profundo que el de un simple cristiano, el cual puede permitirse actitudes y alivios que desentonarían en un apóstol. Este ha de vivir como hermano entre hermanos (PO9), en el sentido de no hacer pesar sobre ellos su autoridad y no querer descollar o dominar, no en el sentido peyorativo de compartir cualquier aspecto de la vida secular. No son los espectáculos o entretenimientos mundanos, ni las lecturas o conversaciones libres los que preparan al hombre actual a la comprensión del mensaje. En todo caso el apóstol, se ha de mantener a un nivel de equilibrio y de renuncia que lo distinga de los demás, no para contraponerse a ellos, sino para ser luz que emerge y guía, para ser “la ciudad puesta sobre un monte” (Mt 5, 13), la sal que no se torna insípida; pues si no “¿con qué se lo salará?” (ib.). No se trata de alejarse del mundo, pues el apóstol está llamado a ejercer en él su influencia, y tanto menos a cerrarse al conocimiento del hombre, sino de encontrar un justo equilibrio. San Pablo indica el camino: “No os acomodéis al mundo presente, antes transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir lo que es la voluntad de Dios” (Rm 12, 2). El apóstol que ha formado su mente en un espíritu evangélico genuino de desasimiento, renuncia, pureza integral y, al mismo tiempo, de caridad y de apertura a los hermanos, sabrá distinguir lo que es útil verdaderamente a los fines del apostolado de lo que le es dañoso y aun pudiera servir de escándalo a los mismos mundanos. Por lo demás lo que los hombres piden a los apóstoles es sobre todo el ejemplo de un Evangelio vivido, es un corazón abierto a sus sufrimientos, una mano tendida para darles ayuda, una fe sin incertidumbres testimoniada con la vida. Señor, quienes apacientan tus ovejas con ánimo de hacerlas suyas propias y no tuyas, claramente manifiestan que se aman a sí mismos y no a ti, haciéndolo con vistas a la gloria, al predominio o a la codicia, y no por el amor de obedecer, hacer el bien y agradarte a ti… Contra esto nos pone en guardia tu voz insistente. Porque ¿qué otra cosa quiere decir: “¿Me amas? Apacienta mis ovejas”, sino: Si me amas, no pienses en apacentarte a ti, sino a mis ovejas como mías, no como tuyas; busca mi gloria en ellas y no la tuya; mi dominio, y no el tuyo; mis intereses y no los tuyos… Señor, que no nos amemos pues a nosotros mismos sino a ti; y en el apacentamiento de tus ovejas no busquemos nuestros intereses, sino los tuyos. (San Agustín) P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Posted on: Sat, 02 Nov 2013 11:11:26 +0000

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