Es responsabilidad de todos dejar de lado el maltrato cotidiano. - TopicsExpress



          

Es responsabilidad de todos dejar de lado el maltrato cotidiano. El reto es ser amable aun con quienes no lo son. Después de dedicarnos a conocernos y a conquistar nuestra fidelidad a las normas que auténticamente elegimos (y hemos llamado a esto autonomía); después de haber aprendido la importancia de no desear ser el mejor en todo y de aprender a reírnos de nuestros defectos y limitaciones, deberíamos ocuparnos del cuarto paso. Para darlo deberemos conseguir que esa sonrisa interna se vuelva exterior y se comparta generosamente, que esa actitud se vuelva indiscriminada. El reto es ser capaz de contestar amablemente al que no es amable con nosotros, ser capaz de sonreír pacífico ante aquellos que están en esos días insufribles, capaces de cruzar la calle para saludar afectuoso al vecino que ni nos vio, agobiado por la urgencia de sus problemas. Algún distraído puede creer que este es un tema menor, que es una simple propuesta diplomática, o cínica, o la expresión de un cierto servilismo idiota; no lo creo. Este paso es darnos cuenta de lo difícil que sería intentar recorrer el camino de la realización personal en absoluta soledad, sin compañeros de ruta, sin la mirada de otros, sin el afecto de algunos. Nadie llega demasiado lejos sin afecto. Nadie ve el horizonte si no consigue antes relacionarse amorosamente con los que lo rodean. Nadie triunfa sin ser amado. Todos recordamos aquella desopilante empleada pública de Antonio Gasalla en la televisión y reímos a carcajadas cuando nos evocaba las situaciones en las que el maltrato nos tenía como víctimas. Pero pocos reconocemos en ese espejo las veces en las que nosotros, con más disimulo, hemos hecho víctimas a otros de nuestro cargo, poder o condición. Es responsabilidad de todos dejar de lado el maltrato cotidiano a que nos sometemos mutuamente. Es hora de crecer en el respeto a los demás, y esto implica no hacer pagar a otros el precio de mi frustración o mi fastidio. ... Estoy sosteniendo que debemos generalizar el buen trato y desactivar así la cadena de malos tratos que los terapeutas solemos llamar desplazamiento. Maltrato a mi esposa porque mi jefe me maltrata y ella enojada e impotente se enoja con el muchacho que trae la cesta con las compras y él se desquita en el puntapié que le da al gato que cruza en el callejón Decían los griegos que enojarse es fácil, pero enojarse con la persona adecuada y con la intensidad adecuada, eso es patrimonio de los sabios. Había una vez en un pueblo un peluquero que era famoso por su mal humor, su actitud agria y su pesimismo eran antológicos. Como era la única peluquería, todos en el pueblo eran sus clientes. Un día uno de ellos le contaba que se iba de paseo a Europa. -¿Europa? -preguntó el hombre dando un corte profundo en el pelo del cliente. ¿Para qué va a ir a Europa? Allí todo es viejo y lleno de polvo. Y la gente... los famosos son antipáticos, los alemanes son fríos, los españoles no se enteran de nada, los suizos... ufff, mejor ni hablar de los suizos. -Bueno, en realidad, lo cierto es que voy especialmente a Italia. -¿Italia? ¿Cómo se le ocurre? Allí todo es complicado, nadie presta atención, todo es una reliquia, no puede tocar ni mirar nada, ni caminar por ningún lado. -Es que me hace mucha ilusión ir a Roma, al Vaticano, a ver al Papa antes de que... -¿Ver al Papa? ¿Usted sabe lo que es la plaza de San Pedro? Cientos de miles de personas apiñadas mirando pequeñas ventanitas en un edificio vetusto. De repente se abre una ventana y alguien le dice que ese puntito blanco que ni siquiera se ve, es el Papa. El cliente, al finalizar el corte de pelo, se despidió y se fue. Tres meses después el cliente estaba otra vez en el sillón del barbero. Este le preguntó sarcástico:-¿Y, qué tal Europa? El hombre, bajando la cabeza, le dijo: "La verdad es que de muchas maneras usted tenía razón, sobre todo en lo del Vaticano". -¿Vio? Se lo dije. Un puntito blanco en una ventana. -Sí, claro, pero pasó algo increíble. Mientras estábamos en la plaza, el Santo Padre decidió bajas de sus aposentos y caminar entre la gente. Se imagina la emoción, verlo de cerca. Mucho más cuando me di cuenta que caminaba con decisión hacia donde estaba yo. No imagina mi sorpresa cuando el Papa en persona se detuvo frente a mí. -¿Qué me cuenta? -dijo el peluquero con una mueca de fastidio. -Sí -siguió el cliente-. Me acarició la cabeza y me dijo algo que nunca olvidaré. -¿Qué le dijo el Papa? -Me dijo: ¿Quién es el animal que te corta el pelo? Por Jorge Bucay La Revista de Clarín. VIVA. Domingo 2 de Mayo de 2004
Posted on: Wed, 18 Sep 2013 01:45:50 +0000

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