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Este artículo tampoco tiene desperdicio. CUANDO ISRAEL MANDA (artículo de Juan Pujol) ¿Contra quién estamos luchando los españoles? No es sólo contra nuestros compatriotas marxistas, ni contra la hez de las grandes ciudades europeas, fauna de puertos y arrabales fabriles, piojería de los slums y de los barrios malditos, ni contra la vasta y triste Rusia. O, mejor dicho, no contra todo eso solamente. Empujando a esas hordas, alentándolas, dirigiéndolas, está el Comité Secreto Israelita que gobierna al pueblo judío distribuido por el mundo, obstinado ahora más que nunca en dominarlo. En realidad, España está guerreando contra la Judería universal, que ya es dueña de Rusia y que ahora pretendía apoderarse de nuestro país. Puesto que no puede lograrlo, va a dejarlo asolado y empobrecido. Y como es posible que a muchos parezca esto un tanto fantástico, algo así como una interpretación folletinesca del enorme drama que estamos viviendo, conviene que se fijen en ciertas coincidencias que, habrán de confesarlo, son, por lo menos extrañas. Hay, en primer término, muchos periódicos de gran circulación, de tipo aparentemente burgués, cuya actitud resulta sospechosa de parcialidad en favor de nuestras hordas rojas. No es que las elogien; eso, no. Lo que hacen es paliar sus crímenes, simular que no los creen por falta de pruebas, fingir que aquí todos somos más o menos igualmente bárbaros, llamar rebeldes a los patriotas españoles y leales a los que obedecen a Rossemberg, mantener mediante un juego tipográfico de titulares bien distribuidos la creencia de que nuestras victorias son dudosas y nuestro éxito final poco probable. Como por casualidad esos periódicos son propiedad clara o vergonzante de judíos. Es evidente que ahora ya están percibiendo dinero del que los bolcheviques han robado en España. Pero con anterioridad su actitud era idéntica, sin que razonablemente sea posible justificar que publicaciones de naciones civilizadas pudieran considerar de otro modo que con profundo horror una revolución que había comenzado por las hazañas de los profanadores de tumbas. Sin embargo, cuando nuestra tropas entraron en San Sebastián, encontraron, por ejemplo, en el despacho del gobernador rojo fugitivo, una carta confidencial del periódico inglés News Chronicle, de gran circulación entre las clases populares, en la que el director o editor de dicho periódico hacía saber al menguado funcionario bolchevique español que estaba a sus órdenes para relatar los éxitos del Gobierno rojo de Madrid. De esta carta mandé yo hacer copias fotográficas, que he enviado a todos los grandes periódicos del mundo para evidenciar el género de objetividad e imparcialidad de cierta Prensa británica. Pero es natural que si ya servía a los bolcheviques espontáneamente, ahora se le recompense en la forma generosa y discreta como esas cosas suelen hacerse. Por casualidad también es un judío español —Fernando Ríos, y no de los Ríos, como el farsante suele firmar— el que trata de la colaboración en el aprovisionamiento de los rojos por parte del Gobierno de Francia, con otro pedazo de judío, León Blum, según se ha probado documentalmente. Judío Rossemberg, el jorobado siniestro que es ahora el verdadero dictador de España. Judía y bien empedernida y hedionda esa alimaña de Margarita Nelken, venida aquí de un gheto alemán, con el padre buhonero. Judío es Companys —descendiente de judíos conversos—, y no hay más que verle la jeta para comprenderlo, sin necesidad de más exploraciones en su árbol genealógico. Judío es Indalecio Prieto, bien que lo ignore, porque —como decía el profesor Canseco—, el cangrejo es un animal crustáceo, pero eso no lo sabe el cangrejo, sino el naturalista. Judío es —muy señor nuestro— el excelente doctor Marañón, y éste de sí mismo no lo desconoce. El número de judíos conscientes o no, pero de judíos de raza, con todas las cualidades buenas y malas de ese pueblo, con todos los apetitos y todas las aptitudes demoledoras y todos los instintos antipatrióticos y todas las indiferencias territoriales, y todo el sentido de tribu presta a emigrar, llevándose la riqueza del país en que provisionalmente acampan, el número de esos judíos que han operado sobre España, no sólo en estos últimos cinco años, sino desde hace muchos más, disimulados con religión y nombres falsos, es enorme, y su historia está por hacer, aunque yo la haya esbozado en un libro añejo. Pero hay otras coincidencias infinitamente más elocuentes. Una de ellas es el método con que se ha organizado el saqueo de todas nuestras riquezas muebles, susceptibles de tráfico mercantil: oro, joyas, tapices, obras de arte. Para llevarse los cuadros de Toledo compareció un judío húngro, perito en esa materia. Todo se ha hecho con una previsión, con un orden, con un espíritu sistemático, que prueba que la previsión de una organización gigantesca de mercaderes, inductora y beneficiaría del saqueo. A esta hora ya están prestos los juristas judíos internacionales para legitimar en cada caso ese modo de adquirir la propiedad, y con ella el derecho de enajenarla. Los banqueros judíos, en condiciones de hacer desaparecer el oro. Los chamarileros y los joyeros judíos, que han de vender y distribuir las alhajas y los tapices por el mundo. Los museos rusos, es decir, en manos del Gobierno judío de Moscú, donde irán a parar los grandes lienzos del Prado, que nadie podría adquirir sin demasiada complicidad notoria con los ladrones. Y hay más, y esto es definitivo: el furor iconoclasta que lleva a las hordas rojas a destruir las imágenes sagradas con verdadero ensañamiento. Al ateo, que lo es sinceramente, las imágenes de Cristo, la Virgen y los santos le parecen pueriles y le dejan indiferente. Para sentir esa furia vengativa es preciso estar animado de una especie de fanatismo religioso, opuesto al cristiano, de un afán rencoroso de talmudista o de rabino, largo tiempo reprimido, u obedecer las sugestiones del que lo sienta. Si se piensa que el puño cerrado y en alto es un ademán ritual de Sinagoga, se comprenderá la conexión profunda que hay entre la inspiración bolchevique y la decapitación —que a primera vista parece estúpida— de las imágenes religiosas cristianas. El bruto que en Castilla, Extremadura o Andalucía corta la cabeza a los santos de madera, obedece la impulsión religiosa del Samuel o el Levy que en Londres, París o en Nueva York parece un perfecto hombre de mundo, cuyas únicas e inocentes distracciones de sus negocios consisten en las comidas rotarías. JUAN PUJOL.
Posted on: Thu, 28 Nov 2013 15:47:33 +0000

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