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Foto: AP IMAGES Demasiada felicidad Por Alice Munro Lumen Trad.: Flora Casas 335 páginas $ 69 La protagonista de "Ficción", uno de los relatos de este precioso volumen con el que felizmente Alice Munro rectificó su decisión de abandonar las letras, siente una suerte de decepción cuando descubre que el primer libro de una ex discípula suya, que acaba de comprar, no es una novela, como imaginaba, sino una colección de relatos. "Da la impresión de que la autora se queda a las puertas de la literatura en lugar de encontrarse acomodada dentro", reflexiona el personaje, y deja testimonio de una aprensión que la escritora canadiense habrá experimentado en otro tiempo. También ella se imaginaba novelista antes de que las circunstancias la hicieran ajustar la extensión de sus escritos a la duración de las siestas de sus hijas. Curiosa y admirable intervención del azar, ese hecho la condujo a trabajar en el relato breve hasta alcanzar esta perfección que hoy la hace descollar entre los más grandes autores de ficción en lengua inglesa. La vieja y errada tendencia a equiparar extensión con importancia se derrumba estrepitosamente cuando el lector comprueba que en apenas cinco líneas Munro puede condensar los rasgos esenciales de un personaje, de su medio, de la historia que lo define y los tormentos que lo agobian, y que en la treintena de páginas de cualquier cuento suyo cabe ese mundo único y completo, ese complejo microcosmos en el que nos invitan a sumergirnos las buenas novelas. No le hacen falta personajes singulares o fascinantes: le basta dirigir la mirada a la realidad más próxima, poblada por seres comunes y corrientes cuyas vidas opacas parecen destinadas al olvido. Sabe que la vida de esa gente -la de su Ontario, rural o urbano, con sus rasgos propios y por ende equiparables a las vidas de cualquier rincón del mundo- es suficientemente interesante si se consigue captarla tal como es: monótona, sencilla, quizás anodina, pero siempre insondable: ella es una especialista en descubrir la singularidad de cada uno; ve la tormenta interior bajo la chata superficie de lo cotidiano e indaga hasta aproximarse a lo que vuelve única y diferente a cada vida, aun aquella que no ofrece signos visibles de peculiaridad y aunque "indagar" no sea el verbo que mejor defina la actitud con que se acerca a sus criaturas. Munro ha cuestionado la postura arrogante del autor que se atribuye el derecho de interpretar y juzgar las conductas ajenas. Está siempre atenta al eco de alguna voz (a veces presente en el relato) que le reclama: ¿Quién te autoriza a creer que sabes algo de mí o de cualquier otro? Los relatos que integran Demasiada felicidad -nueve cuentos y la nouvelle que da título al volumen (ver aparte)- se leen con la placidez que destila su lenguaje preciso, puntual, detallista y la fluidez de una prosa cuya transparencia parece natural, casi despreocupada, pero es el resultado de una técnica prodigiosa: esa que le permite a Munro hacer sencilla la compleja construcción que arma con la superposición de planos, una narración que se extiende horizontalmente como una red y otra que se va intercalando y busca espesor en lo que no está a la vista: lo secreto, lo olvidado, lo que dejó marcas en la memoria, en los sentimientos o en la profundidad de la conciencia. Cierto que la serenidad de la prosa se estremece con sorpresas que son como cuchilladas y que un tono sombrío prevalece en el conjunto de relatos (la vida suele ser así, se justifica), pero aunque deben convivir con crímenes violentos, desgraciados accidentes, enfermedades terminales, anomalías físicas u otros males menores, los personajes (en su gran mayoría mujeres) les oponen su fortaleza y suelen arreglárselas para librarse de las miserias a que se los somete, si no son favorecidos por alguna gracia. Hay en la vida de todos ellos algún momento que define la propia condición, o que abre una perspectiva para verlos bajo otra luz (y muchas veces destapar sus zonas más oscuras). Doree, la vapuleada madre de la muy cruda "Dimensiones", procura un ambiguo reajuste emocional con el hombre que fue padre y asesino de sus hijos y obtiene tenue resarcimiento en una circunstancia que le tiende el azar. En "Radicales libres", una viuda reciente que procura rehacer su vida encuentra en su condición de enferma terminal la fortaleza para enfrentar una situación límite. Una vida entera cabe en "Pozos profundos", en el que un accidente trastorna para siempre la relación de una mujer con su hijo, o en "Juego de niños", donde son dos ex amigas las que comparten el siniestro peso de una cruel aventura de infancia. Y también el perturbador "Cara" habla de niños, pero aquí el gesto brutal que está en el centro del relato (la violencia abunda en esta colección, bastante más lúgubre que lo habitual en la autora) es un gesto de amor. Desdichadamente, malinterpretado. MATICES DEL ALMA Y DE LA ESCRITURA Colocada al final, "Demasiada felicidad" se desprende de la colección por su dimensión y sus características -Munro ha querido recrear los últimos días de un personaje real que la fascinó, una gran matemática rusa que fue asimismo celebrada novelista- y también porque recorre otro tiempo, otra cultura y otra geografía. En el trayecto vital veladamente triste pero esperanzado de Sofia Kavalevski caben algunos de los temas más constantes en su obra. En el centro, una historia de amor y pasión científica que echa luz sobre los infinitos matices del alma femenina; además, la tensión entre el mandato social y el afán de independencia, y el descubrimiento, nunca tardío, de cierta plenitud que suele estar más cerca de lo que se supone. También, la oscura amenaza del dolor. Y, claro, no faltan su fina sensibilidad (es entrañable el retrato del maestro de Sofia) ni su ojo lúcido, presente en reflexiones como esta: "Cuando un hombre sale de una habitación deja todo detrás, cuando una mujer lo hace lleva todo lo ocurrido en esa habitación con ella". La prosa es la misma: elegante, simple, delicada. Es una pena que tanta fluidez se vea obstaculizada por una traducción que parece destinada exclusivamente al público peninsular y que adopta vocablos y expresiones que serán de uso corriente en España, y hasta contarán con la bendición de la Real Academia, pero son casi enigmas de este lado del Atlántico. Por ejemplo, el sentido de "jeta" (por caradura), "priva" (bebida alcohólica), "en un pispás" (en un santiamén), o "de rositas" (sin esfuerzo, gratuitamente) no siempre es fácil de inferir. La bella prosa de Munro y el lector latinoamericano merecen otra consideración
Posted on: Thu, 10 Oct 2013 14:55:45 +0000

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