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Hola buenas noches, empecemos con historias.... Sadako Historia de un superviviente Me gusta rodearme de gente interesante, tengo bastante imaginación y se me da mejor escuchar que hablar. Tres cualidades que me han servido para conocer un montón de historias. De vez en cuando rescato alguna del polvoriento archivo de mi memoria y la plasmo en un papel para no olvidarlas. La historia que os voy a contar no es producto de mi imaginación, sino real como la vida misma. Por supuesto, no os voy a decir el nombre de la ciudad ni del país donde ocurrió esta historia puesto que alguien puede sentirse ofendido, lo único que os puedo decir es que fue en un país de América latina. Tampoco os voy a decir el verdadero nombre del protagonista, imaginemos que se llama Jessy. Conocí a Jessy hace tiempo, acababa de llegar a España, solo, sin más equipaje que un par de maletas y sus inconfundibles y horteras botas de piel de serpiente. Aunque tenía unos pocos años más que yo (yo por entonces contaba con veinte) un abismo nos separaba en cuanto experiencia, sólo hacía falta hablar un rato con él, para darse cuenta que había vivido más que personas que le doblaban la edad. Estábamos tomando unas cervezas en una terraza de verano, unos pocos amigos, cuando Jessy empezó a hacerse un canuto de Marihuana; yo no entiendo mucho sobre canutos ya que nunca he fumado pero me dí cuenta que lo hacía sin tabaco - Oye, ¿Eso no hay que hacerlo con tabaco?- le pregunté. - Con tabaco lo hacéis aquí, porque la Marihuana es muy cara, pero en mi país los hacemos sin tabaco, lo único barato que hay es la Marihuana- me respondió Jessy. - Háblame de tu país Jessy. ¿A qué te dedicabas? Fue entonces cuando, entre calada y calada, mientras nos ahumaba con nubes blancas, empezó a contarnos su historia. Pero antes de empezar a contar la historia, os pondré en antecedentes sobre cómo era la ciudad y por extensión el país donde vivía. Es un país en vías de desarrollo, donde la economía no va bien. La corrupción, tanto por parte de los políticos, como por los funcionarios es una constante, es imposible poseer un piso propio, si tienes la suerte de no vivir en una chabola a las afueras de la gran urbe, tendrás que conformarte con vivir de alquiler. La delincuencia ha llegado a cotas inimaginables, hay barrios donde la policía no se atreve a entrar. Hablando de la policía, los agentes ganan más dinero con los sobornos que constantemente aceptan por hacer la “vista gorda”, que con el sueldo que les paga el corrupto estado. Si no tienes dinero para pagar un Hospital o un seguro médico y te pones enfermo, literalmente te mueres. Allí el concepto de contrato indefinido no existe, los trabajos duran poco y constantemente hay que buscarse la vida, en este menester, era especialmente experto Jessy. Uno de los trabajos que nos contó que había desempeñado, fue el de Taxista. Pero olvidaros de licencias, carnets de conducir e incluso de taxímetros porque nada de eso existía. - ¿Tenías el permiso de conducir para llevar un taxi, Jessy?- le pregunté. - Mira, yo llevo conduciendo carros desde los catorce años, allí nadie se saca ningún permiso, allí los permisos se compran, pagas y te lo dan, a conducir aprendes conduciendo- Respondió Jessy mientras me ofrecía su canuto, le dije que no con un gesto de la cabeza, y se lo pasó al siguiente. - ¿Se ganaba mucho dinero trabajando con el taxi?- le pregunté. - Se ganaba más con las comisiones que me daban los prostíbulos por llevarles clientes que con lo que sacaba con el taxi. También ganaba mucho engañando a los gringos, les cobraba por la carrera lo que me parecía- - Pero, ¿y el taxímetro?- le pregunté. - No había taxímetro, ellos me decían dónde quería que les llevase y yo les decía el precio, si les convenía les llevaba, pero siempre les cobraba mucho más a los gringos, que además me pagaban en dólares, e incluso cuando alguno estaba borracho y se quedaba dormido en el taxi, le quitaba todo el dinero que llevase en la cartera y le dejaba tirado por ahí, para que durmieran la borrachera, je,je,je. - Pero, ¡eso es robar!- le dije sorprendido. - Si no le hubiese quitado el dinero yo, se lo hubiese quitado otro-, respondió Jessy. Esta idea resumía perfectamente la filosofía de Jessy ante la vida, era todo un superviviente. Ya íbamos por la segunda ronda de cervezas, y parecía que al único que le interesaba lo que nos contaba Jessy era a mí, los demás tenían más interés en que les llegara el turno de dar la calada al canuto. Antes de seguir con la historia, he de hacer un pequeño inciso: El país donde vivía Jessy igual que muchos de los países Latinoamericanos, tienen una gran diversidad cultural, debido al colonialismo, a la inmigración, y a diversos factores. Por extensión, también hay gran diversidad de religiones, el cristianismo se mezcla con la santería, el animismo, con las religiones precolombinas de los nativos y con ancestrales cultos de Africa central, traídos por los esclavos del siglo XVI y XVII, e incluso se sabe de ciertos grupos que practican la magia negra y rituales de adoración satánica. - ¿Y en qué más trabajaste?- le pregunté a Jessy, - Bueno, también trabajé de ayudante de Forense. - Pero, ¿tú has estudiado medicina o algo de eso?- le pregunté bastante sorprendido. - No, para ese trabajo no era necesario, mis funciones eran acompañar al Forense al lugar donde habían hallado el cadáver, ayudar a meterlo en la furgoneta, y luego al llegar al instituto anatómico, ayudar al Forense cuando hacía la autopsia a pesar los órganos del muerto, a recoger el instrumental y a limpiarlo. - Pero es un trabajo muy desagradable, por lo menos te pagarían bien ¿no?- le dije. - De donde yo vengo el valor del trabajo no se mide por el sueldo que te paguen, sino por el dinero que te puedas sacar con los trapicheos. - ¿Trapicheos? ¿Qué clase de trapicheos hacías? - Al poco tiempo de empezar a trabajar allí, me dí cuenta de las grandes posibilidades que había de ganar un dinero extra, la mayoría de los cadáveres que recogíamos eran muertos por arma blanca o por arma de fuego, por lo que siempre la parte de abajo de la ropa, los pantalones y los zapatos estaban intactos, y me sacaba un buen dinero vendiéndolos. Mira, estas botas de piel de serpiente que llevo, eran de un gringo con siete balas en el cuerpo, él ya no las necesitaba, por eso me las quedé yo.- me contó Jessy mientras empezaba a liar otro cigarro de la risa. - ¡Qué fuerte colega!, ¿Cómo se te ocurre quitarle la ropa a los muertos?- le dije. - Si eso te parece fuerte, espera que te cuente una cosa, una cosa que nunca he contado a nadie, en cuanto se vayan estos te lo cuento. Está claro que la cerveza y en el caso de Jessy los canutos actúan como un suero de la verdad, y en cuanto los demás se fueron, empezó a contarme su secreto. - Como antes te conté, en el trabajo de ayudante de Forense, se podían hacer varios trapicheos para ganar un dinero extra, el de la ropa no era el único, había otro más lucrativo, pero también más peligroso. Al poco tiempo de estar trabajando allí, se puso en contacto conmigo un extraño personaje. Era un hombre alto, bien vestido, parecía de origen Africano, pero hablaba un perfecto español, me abordó por la calle, me pregunto si quería ganarme un buen dinero, le pregunté que cómo, me contó que sabía que trabajaba como ayudante del Forense y que él necesitaba algunos órganos de los muertos para hacer algunos ritos y pócimas de santería, que si sabía ser discreto y le daba lo que le pedía, podría ganar mucho dinero. - Pero ¿qué órganos quería?, y ¿cuánto te iba a pagar?. ¿Lo hiciste?- Yo no salía de mi asombro, no estaba seguro si me estaba tomando el pelo, o decía la verdad. - Sí que acepté, yo necesitaba el dinero y los muertos ya no necesitaban sus órganos, él, cuando necesitaba algo me dejaba una nota en el buzón de mi casa, lo que me solía pedir eran corazones, dedos pulgares y vaginas. - ¿Vaginas?. ¿Qué quieres decir con vaginas?- le pregunté (no sabia sí se refería a la parte de fuera o al útero) - Sí, todo lo que tienen las mujeres dentro, era por lo que más me pagaba, al cambio ummmm... unas cien mil pesetas, lo utilizaba para hacer pócimas de fertilidad, o eso fue lo que me dijo, el único requisito que me pedía era que fuera de una mujer virgen a ser posible, y que le apuntara el nombre de la mujer en un papel. No quise preguntarle por los detalles pero supongo que se refería al útero y a los ovarios. - Pero ¿cómo podías hacer eso? ¿Y si te pillaban cogiendo los órganos? - Le pregunté. - Mira, el único que me podía pillar era el Forense, y el Forense estaba al tanto de todo, yo le daba parte del dinero y él se callaba y me daba facilidades, yo le preguntaba si una mujer era virgen y él me lo decía, era difícil encontrar chicas vírgenes, por eso el precio de sus vaginas era el más alto, además el Forense me dejaba los órganos separados, algo que facilitaba enormemente mi cometido. Yo me llevaba una caja metálica para guardar mi bocadillo todos los días, y cuando tenía un encargo del brujo, al finalizar el turno cogía el órgano, y lo guardaba en la cajita del bocadillo apuntaba el nombre del “donante” en un papel y salía tan tranquilo del trabajo, luego lo guardaba en el frigorífico de mi casa bien envuelto, hasta el día de la entrega. He llegado a tener tres corazones humanos en mi nevera. Lo que peor llevaba es cuando tenía que llevar un dedo pulgar, siempre era de la mano izquierda, y claro, al no ser órganos, el Forense no me lo separaba, lo tenía que cortar yo. Utilizaba unos alicates de esos que son parecidos a los que utilizan los jardineros para cortar ramas. Aún recuerdo el crujido del hueso bajo las hojas metálicas, ¡Criiiiiiiick!. Era un tanto desagradable, pero apenas salía sangre, ya que antes de empezar las autopsias, el Forense siempre drenaba la sangre.- me contó Jessy. - ¿Y la sangre? ¿No la vendías? ¿No le interesaba al Santero?. - No, no les interesaba la sangre ya que en sus rituales necesitan sangre “viva”, sangre todavía caliente, con el tiempo descubrí que no estaba tratando con santeros, sino con algo mucho peor, mucho peor. - ¿Quiénes eran? ¿Una secta satánica?- le pregunté, la cosa empezaba a ponerse interesante. - Mira, por aquel entonces mi país atravesaba una crisis política, que terminó con un golpe de estado y la imposición de un régimen militar. El nuevo presidente, inició una persecución feroz contra todo lo que consideró sectas y brujería. Fue una “caza de brujas” (nunca mejor dicho). El estado se declaró católico y se prohibieron todo tipo de religiones.Una mañana al llegar al trabajo, me encontré a la policía militar que me estaba esperando, me asusté, supe que debían haberse enterado de lo del tráfico de órganos. Me propusieron un trato, librarme de la cárcel a cambio de identificar a quien me compraba los órganos. No hace falta que te explique cómo son las cárceles en mi país, y más estando en un régimen militar. Después de sopesar unos pocos segundos mis posibilidades, opté por confesar a quién vendía los órganos, algo de lo que me arrepentiré toda mi vida. Más listo fue el Forense que prefirió la cárcel. - Pero, ¿por qué dices eso? ¿no me acabas de decir que las cárceles eran terribles?. - Mira, después de contar a la policía militar todo lo que sabía, hubo detenciones, muchas detenciones. Un día, cuando volvía del trabajo, me encontré la puerta de mi casa abierta, la cerradura había sido forzada, no sé si te conté que tenía un perro de esos chiquitos que me había regalado un amigo Mexicano. - ¿Un Chihuahua?- le dije - Sí, eso, un Chihuahua, se llamaba Lucky, porque me daba buena suerte, pero el pobre no hizo honor a su nombre, le encontré muerto, clavado en la pared, le habían sacado los ojos, y le habían abierto en canal como si fuera un pez, y lo más terrible fue que con su sangre pintaron el signo de la Macúmba. Yo, que creía que había estado tratando con santeros y en realidad era la Macúmba, la terrible Macúmba que ahora me buscaba. Desde ese momento supe que jamás volvería a estar tranquilo, supe que era un cadáver andante, y por más que me escondiera la Macúmba siempre daría conmigo. - Pero ¿qué es eso de la Macúmba ?- le dije - Es una de las peores sectas del mundo, hacen sacrificios humanos , son muy peligrosos, extienden sus tentáculos por todo el mundo, sus adeptos practican magia negra. Debido al continuo acoso, tuve que huir de mi país, estuve seis meses en EEUU, viviendo en New Jersey, pero me encontraron, y tuve que venir a Europa, y aquí me tienes, no sé cuánto tardarán en encontrarme. Terribles pesadillas atormentan mi mente, cada vez me encuentro peor físicamente, cada vez peso menos y se me empieza a caer el pelo, creo que me están haciendo algún tipo de magia, sólo fumar esto me ayuda, me ayuda a olvidar. - Pero, ¿me estás contando la verdad? ¿puedo hacer algo por ti? - Le dije, la verdad es que no sabía si me decía la verdad o todo era producto de una mente afectada por años de fumar cannabis y sabe Dios qué cosas más. - Lo único que puedes hacer por mí es olvidar esta historia, venga, vámonos ya, que es tarde y estoy cansado -me dijo Jessy, mientras apuraba la cerveza ya caliente. Esa fue la última vez que le vi. Perdimos su pista, nadie supo dónde se había metido Jessy, dejó un mes a deber al casero y desapareció, se le tragó la tierra. Sólo Dios sabe en qué país se encontrará ahora, o si la Macúmba le habrá encontrado. Quizás todo fuera mentira ¿O no?. Si alguna vez llega a vuestra ciudad un chaval que fuma canutos sin tabaco y usa botas de piel de serpiente, quizá merezca la pena escuchar alguna de sus historias. Porque tras la apariencia de un joven despreocupado, se encierra la sabiduría de quien ha visto mil veces la cara de la muerte, pero eso ya es otra historia...
Posted on: Sun, 20 Oct 2013 05:28:33 +0000

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