INICIO VOLVER A SECCI�N Diario La Naci�n - - TopicsExpress



          

INICIO VOLVER A SECCI�N Diario La Naci�n - 1997 UNA LEYENDA DEL ROCK DE AC� REDONDITOS DE RICOTA Hacen cuatro o cinco recitales por a�o en el interior. Hasta 10.000 personas viajan para verlos y conviven sin pelearse durante d�as, transformando las localidades en ciudades pac�ficamente tomadas. Despu�s de casi tres a�os sin presentarse en la Capital Federal, los Redondos son un mito cada vez m�s grande. La Pampa est� pariendo. Por estos d�as los omb�es patrios cosen con puntadas gigantes los bordes de la historia m�s brava. Pasen. Abran el tel�n y enfoquen esa luz sobre el escenario. Ah� est� el Rey. V�anlo. Tiene mil cabezas. Saluden, porque �sta es su historia. La Historia del Rey Patricio o de Patricio Rey y de sus cientos de miles de Redonditos de Ricota. La historia que comenz� hace m�s de veinte a�os, cuando nadie sab�a que las pampas argentinas se iban a ver sacudidas por las huestes de los crotos de coraz�n, las huestes del rey de ricos y humildes de raz�n luminosa, rey que reina sobre la nada y tiene la magna aspiraci�n de la libertad. Esta es la historia de la pasi�n. Y es tambi�n la historia de la furia. Empieza en Francia. Acontec�a marzo del 68 y un testigo platense, hombre-musico llamado Skay Beilinson, estudiaba all� cuando lo deportaron a Londres y despu�s a la Argentina, y recal� en La Plata. Por esta tierra corr�a la dulzura hippie del amor, la no violencia, la vida en comunidad. En La Plata brotaba como un hongo la experiencia comunitaria fundada por el artista pl�stico Ricardo Mono Cohen (hoy Rocambole), llamada La Cofrad�a de la Flor Solar. En esa ciudad arrasada por universitarios y hippies, Skay conoci� a una estudiante de teatro, Carmen Castro, Poliya, Poli, la negra Poli. El primero de los infinitos movimientos para que todo se pusiera en marcha hab�a acontecido. Corr�a 1969. A Poli todav�a no le dec�an La 9 mm. Todav�a a nadie se le hab�a ocurrido bautizarla como la ingeniera ps�quica de la banda de rock. En el 70 nos fuimos con Skay y otros cinco para la costa -le contaba la Negra Poli a la revista Cerdos y Peces cuando la historia ya formaba parte de la historia-, recalamos en Pig��, a orillas de un r�o, en el medio del campo, los muchachos hicieron una choza y ah� viv�amos. Ellos sal�an a cazar con arco y flecha y los lugare�os nos regalaron una vaca que nunca pudimos orde�ar. Tres a�os vivimos as�, juntos. Si faltaba uno, los otros no pod�amos dormir. Despu�s vivimos en Tolosa, en una casa con �lamos plateados que llam�bamos La Casa de la Luna. En esa �poca conocimos al hermano John, un yogui sudafricano que ven�a caminando desde Estados Unidos. Skay y los otros laburaban: hac�an jardines, arreglaban electrodom�sticos. Mi rol fue siempre el de reunir y nutrir. Siempre intent� que el hombre no est� solo: sufre mucho Poli, la gran Virgen inmaculada que pasa por el rock sin quemarse, hoy es manager, representante, agente de prensa y organizadora del grupo que el azar dio en llamar Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Solari compara a las bandas de rock con las de ladrones. El asunto s�lo puede salir bien si el que hace de campana te ayuda Otro hombre-m�sico llamado Carlos Solari, asiduo lector de comics y de Jack Kerouac, habitaba por esos a�os en la espumosa Valeria del Mar. Le dec�an El Indio. Ten�a un taller, El Mercurio, en el que hac�a estampados en tela. Era amigo y socio de Guillermo Beilinson (hermano de Skay), cineasta con el que hab�a escrito el libro de la pel�cula Ciclo de cielo sobre viento. Compon�a y tocaba canciones en la guitarra. Se cruzaba cada tanto en la playa con Leopoldo Marechal y le gritaba Cu�dese de m�, Leopoldo, cu�dese de m�. Conoc�a, a trav�s de Guillermo, a Skay, Poli, el Mono Cohen, el Gran Combo hippie de aquella �poca. Todos ellos en gran batida psicod�lica se reun�an por los s�tanos platenses, juntando guitarra y voces. Primero fueron las canciones. As� empez� todo. Con Mariposa Pontiac, Perro dinamita, Maldici�n, va a ser un d�a hermoso, Un tal Brigitte Bardot. Juran los que escucharon que por entonces la voz del Indio Solari era mucho m�s aguda. Un chirrido enervante como vidrio en las muelas. Eran hippies, ten�an veinte a�os, un d�a decidieron que ya estaba bien de tocar la guitarra bajo los sauces y junto al r�o. El escenario del teatro Lozano de La Plata fue el primer testigo de su caos impensado. En ese escenario el embri�n se uni� con fuerza. Veinte personas en escena que cantaban, recitaban, bailaban, se disfrazaban, se desnudaban. Un profesor universitario llamado El Docecocinaba y repart�a bu�uelos de ricota entre los presentes. Porque ten�an amigos en Salta, creyeron que era buena idea trasladar su diversi�n a la provincia del norte. Compraron pasajes y bautizaron al grupo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Patricio Rey era alguien que no exist�a demasiado y que los representaba bien, una entidad licuada con la personalidad de todos. El nacimiento del rey fue casual y epif�nico. El peri�dico de Salta anunci� el advenimiento del ni�o: Patricio Rey llega a Salta. Se trata de una banda de universitarios platenses que hacen m�sica en sus ratos de ocio. Pero Patricio Rey mostr� los colmillos. Dos de los universitarios ociosos (Fentom o la Oruga Manisera y El �and�) fueron presos por agarrarse a golpes en la plaza principal de Cafayate en estado de complet�sima ebriedad. El guitarrista Ricardo Meyer decidi� no regresar con el grupo para visitar a su padre. El auto en el que viajaba se desbarranc� entre Salta y Jujuy y �l y su padre murieron. Entonces Patricio Rey empez� siendo eso: una amalgama de sustancias brillantes y oscuras, dulces y amargas. Una confusi�n tan vacilante. En 1976 Poli y Skay se fueron a trabajar a Salta en la producci�n del poroto y el grupo volvi� a encontarse s�lo en 1978. En ese a�o decidieron mudarse a Buenos Aires. Debutaron en el Centro de Artes y M�sica. Fue lindo. Muchos personajes en escena, mucha m�sica. La bailarina Monona se desnud�, las chicas del Ballet Ricotero se vistieron seg�n el Mono Cohen y los due�os del lugar suspendieron a grito pelado la funci�n prevista para el d�a siguiente por haber transformado el Centro de Arte y M�sica en un cabaret. La Negra Poli se plant� en la puerta del teatro con un cartel que rezaba Patricio Rey prohibido, con la misma convicci�n que si se tratara de los Rollings. Una banda de rock es como una banda de chorros -asegura el Indio Solari-. De la �nica manera que este afano puede salir bien es que el tipo que est� de campana tenga los mismos intereses que vos. Esa es la justificaci�n para no apartarnos m�s all� de nosotros tres. La Negra hoy es capaz de armar shows en estadios, pero en alg�n momento lo que m�s ten�a para dar era el hecho de que tanto Skay como yo durmi�ramos con los ojos cerrados. A pesar de los cambios en la formaci�n del grupo, Poli, Skay y el Indio fueron la pasta base de la banda, siempre. Skay, el guitarrista silencioso al que todos le adjudican ser el compositor de peso; El Indio, cantante de voz nerviosa; y Poli, la mujer que armoniza los esp�ritus arriba y abajo del escenario. El ejemplo que damos es que esto es un sulky - le dec�a en 1988 el Indio a la revista Cantarock- El sulky viene con tres personas (Poli, Skay y yo) y no va hacia ning�n lado en especial. Vamos yendo para donde sople el viento y cuando hac�s subir a otra gente al sulky segu�s sin ninguna direcci�n. Si alguien piensa que es mejor ir al sur en vez del norte, bueno, los m�s viejos tendr�n que pensarlo con m�s tiempo hasta convencerse. Pero a veces hay gente ansiosa que espera un sulky o una motoneta, o lo que venga, y quiere sacarte el l�tigo para ir a otro lugar. Las consignas estuvieron siempre m�s claras que la dimensi�n o la direcci�n del grupo: independientes, sin sponsors, tocando como banda �nica, de noche, sin mucha prensa y con un no absoluto a la televisi�n. Sin embargo, en 1981 participaron en un recital organizado a beneficio de la revista Pan Caliente en el Club Excursionistas. Estaban tambi�n Lito Nebbia, Le�n Gieco, Celeste Carballo y Los Abuelos de la Nada. Aquella noche Monona, la muchacha del streap tease, se desnud� mejor que nunca: una malla transparente sobre su carne dulce. Dos polic�as de la Federal se le vinieron encima a Poli y le dijeron O bajan ustedes o subimos nosotros. El p�blico herv�a en su mejor temblor. Por esa �poca, un pelado de voz terrible fatigaba los escenarios de Buenos Aires. Luca Prodan, cantante de Sumo, fue una vez Luca Prodan, cantante de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota. Pobrecito -suspiraba como una abuela Poli a la revista Cerdos y Peces-. Luca era tan chiquito en esa �poca. Yo lo quiero mucho a Luca, fue mi gran amigo. En un festival de GEBA el Indio no fue y yo lo invit� a Luca. Cant� Mejor no hablar de ciertas cosas, Para Monona Mambo y Blues de la Libertad. No nos pagaron, todo mal. Pero �l estaba contento. Tenemos algunas cosas grabadas con Luca. El Indio Solari consigui� trabajo en un hogar de ni�os en Buenos Aires. Hab�an grabado cuatro temas en un demo que daba vueltas por las FM porte�as y que inclu�a Mariposa Pontiac, Nene, nena, Superl�gico y Pura suerte. A las presentaciones -por lo general en el teatro Margarita Xirgu- se sumaron los mon�logos del periodista Enrique Symns, los coros de las Bay Biscuits (Vivi Tellas, Fabiana Cantilo, Isabel de Sebasti�n). La voz crispada del Indio cantaba Yo no me ca� del cielo, Criminal mambo, y la gente enloquec�a. El hombre pelado, delgado, el�stico, magro, discreto, que hab�a le�do a Truman Capote a los diez, que hab�a inicido un curso de Bellas Artes del que lo echaron por orinar en el sal�n (no me dejaban salir), que supo tener dos perros en Valeria del Mar (Saturno y Nambul�), el n�mada feroz, se empez� a quedar en Buenos Aires. Nosotros hemos sido tipos de abandonar departamentos enteros -contaba a la revista Vos-, con cosas adentro, porque te vas a hacer una cosa que es m�s importante para vos que es estar en pelotas, comiendo harina de ma�z mal cocinada con una concha de almeja, en un lugar con gente que am�s.(...) Siempre se ha pensado de este grupo que somos una especie de idealistas o kamikazes que ponen todo en juego, y no es as�: lo nuestro son simples negocios del coraz�n. Por eso le decimos a la gente que eligiendo por sus propios negocios del coraz�n quiz�s les pueda ir bien. Empezaba la democracia. El Indio Solari era columnista de la revista Cerdos y Peces. Durante la campa�a electoral, los Redondos participaron de un recital en Parque Lezama por los derechos humanos que propon�a a Augusto Conte, candidato a diputado por la democracia cristiana. Pero el Indio, testarudo, caprichoso, tozudo y fiel a lo que hab�a prometido (no campa�as ni festivales), no cant�. Skay se hizo cargo de las voces esa noche. Y la noche anterior a la asunci�n de Alfons�n se presentaron en el teatro Bambalinas. Monona sali� vestida con un uniforme militar. En los dem�s recitales se hab�a desnudado parcialmente. En �ste, el �ltimo, debajo del uniforme no hab�a nada. Nada que no fuera su cuerpo desnudo, pintado de efervescente dorado. En 1984 la banda era un culto underground. Ir a sus recitales era como ir a misa. Patricio Rey convocaba y acud�an las legiones desangeladas detr�s del rey sin reino. Con el tiempo he llegado a pensar que Patricio Rey es un pobre tipo que carga sobre sus espaldas todo aquello que nosotros no nos bancamos del rock -dice Solari-. Yo no lo he visto jam�s. A veces es un calvo con un gran cigarro, otras veces un gordo tramposo, y otras un pobre nene necesitado de cari�o. Siempre que hay alguien que de alg�n modo conmueve la rutina de nuestro esp�ritu, sospechamos que puede ser Patricio Rey. Sus letras, m�s que cr�pticas, contaban historias incomprensibles que chicos de Laferr�re y Barrio Norte cantaban igualmente conmovidos. Ning�n integrante de la banda quiso ni antes ni ahora dar explicaciones sobre las letras. Versos como: En ese film velado en blanca noche/ el hijo tenaz de tu enemigo/ el muy verdugo cena distinguido/ una noche de cristal que se hace a�icos- eran coreados sin digesti�n previa por las bandas. Nunca hablamos de las letras. La poes�a de una canci�n de rock est� hecha para que pase a trav�s de uno, y no para que uno diga que quiso decir esto y no lo otro, dice el Indio. Hay una canci�n de los Redondos llamada Aquella solitaria vaca cubana. En ella muchos creen ver una alegor�a de la revoluci�n. La verdad es que la letra surgi� cuando los Redondos leyeron que un pedazo de sat�lite hab�a ca�do sobre una vaca que estaba pastando orondamente en Cuba y la hab�a hecho pedazos. La ilusi�n requiere el precio de cierta ignorancia. Y, adem�s, los chicos entienden. Se aferraron a la bandera de la independencia y la autogesti�n, pero los productores se daban cuenta de que el grupo funcionaba m�s que bien. Ellos, con un fondo com�n de un porcentaje derivado de sus shows editaron en 1984 su primer disco independiente: Gulp. Aparece la posibilidad de rever las propuestas que nos han hecho distintos productores -explicaba el Indio a Gloria Guerrero en 1988-, pero llegamos a convencernos de que aunque nos ofrezcan mucho con respecto a regal�as y todo eso, por m�s que llegues al arreglo de Julio Iglesias, si no vend�s la cantidad que vende Julio Iglesias, el dinero que entra es poco para un LP. Entonces se te obliga a dedicarte a la explotaci�n de todo lo que sos como producto, cosa que ninguno de nosotros tiene inter�s en hacer (...) No es seguro que la acci�n del productor nos lleve a vender m�s, pero s� es seguro que perder�amos ese p�blico estrafalario que nos sigue, desde obreros portuarios hasta pibes punks, hippies recalcitrantes, intelectuales, trolos y otros. Los fan�ticos de los Redondos y los de Soda Stereo no se llevaban del todo bien. En los recitales de ambos se cantaban consignas contra la banda rival. M�s all� de rivalidades, estoy convencido de que tengo muchos m�s puntos en com�n con los Soda Stereo que con el carnicero de la esquina, contemporizaba el Indio. La banda crec�a, pero algunos integrantes de la banda empezaron a tener exigencias, y el dinero no sobraba. En un show en Azul, el baterista dijo: No toco si no cobro. Y se fue. Tocaron con una demon�aca bater�a electr�nica que nadie supo jam�s c�mo detener una vez puesta en funcionamiento. La siguiente formaci�n de la banda es la que inaugura una etapa m�s p�blica: Piojo Abalos (bater�a), Tiro Fargo Daviero (guitarra) y Willy Crook (saxo) m�s el Indio y Skay. Y Poli, claro. El p�blico empez� a desbordarlos. Despu�s de Gulp, que se agot� r�pido, lleg� el disco Oktubre y, en 1988, Un bai�n para el ojo idiota. Y aqu� podr�amos detenernos. La banda cumpl�a doce a�os. La cr�tica musical los adoraba. Bueno, bonito, barato, feliz, placentero. El sue�o estaba ah�. En la punta de los m�gicos dedos de los m�gicos m�sicos. Lo que m�s me apasiona es el p�blico -confesaba Poli a Cerdos y Peces en 1989- esos chicos grandotes, esas pibas desesperadas por voltearse a estos viejitos. Las cosas que me gritan las pibas en la puerta del camar�n: larg� uno, Negra. Tocaban en Halley, Airport, Satisfaction, Cemento, Skylab, Palladium. Los chicos ven�an de lejos y no se resignaban a quedar afuera de la comuni�n. El �nico lugar mayor que ofrec�a la Reina del Plata para que las bandas tocaran era Obras Sanitarias, pero los Redondos - que grababan en Del Cielito Records su cuarto disco, �Bang! �Bang! �Est�s liquidado!- segu�an diciendo que tocar en Obras no. Obras nunca. Como Obras es el lugar institucionalizado del rock, los tipos tienen su funcionamiento, que se da de patadas con uno - convenc�a el Indio en la revista Rock & Pop en 1989-. Ellos son los due�os y vos el n�mero que esa noche va a hacer gracia. La seguridad la manejan ellos, y la guita la pas�s a buscar otro d�a y no ten�s a tu gente supervisando todo. Y una producci�n independiente como la nuestra depende exclusivamente de que nadie se coma la guita de la banda, porque seguir tocando y grabando discos depende del hecho de que no haya un tipo que est� derivando ese dinero para su inter�s personal (...) Nos producimos, alquilamos las salas para nuestros recitales, inventamos el arte de nuestras tapas... Cuando vos escuch�s a los Redonditos, todo lo que est� ah� es autentico producto Redondito. No hay nada que se ponga en el medio, entre nosotros y el p�blico. Pero hubo que ir a Obras. Todo lo dem�s quedaba chico. As� fue como Patricio Rey, rey contradictorio y contradicho, ser contrahecho y contradecible, lleg� al escenario del establishment el 2 de diciembre de 1989. Desde ese a�o y hasta 1991 hicieron un concierto cada 45 d�as con el estadio repleto. Antes del primer recital en Obras, en el suplemento El Tajo del diario Sur, el periodista Carlos Polimeni hab�a publicado una peque�a nota titulada El silencio es salud, en la que recordaba c�mo Solari hab�a repetido los Redondos jam�s tocar�an en Obras: Pero el sabado y domingo los Redondos tocar�n en Obras y nada habr� pasado. Hace tiempo que deber�an haberlo hecho, ahorr�ndole a su p�blico las malas condiciones de seguridad de incontables sitios en que se desempe�aron en homenaje a su supuesta coherencia. Entre el segundo y el tercer tema del recital de la primera noche el Indio afil� su lengua: aferrado al micr�fono en una de las raras ocasiones en que hablaba al p�blico, lanz� un mensaje al periodista yuppie, advenedizo, genuflexo, Carlitos del Sur, me cago en tu puta boca. Al otro d�a, la Negra Poli cay� por el diario con disculpas, discos, entradas. Pero el embri�n de la ciza�a ya estaba clavado. Los Redondos siguieron adelante con el dogma de no tener dogmas. Lo nuestro es mudar de dogmas -le contaba Solari a Gloria Guerrero- y no tener ideolog�as. Nunca dijimos que no �bamos a tocar en Obras, sino que en alg�n momento hab�a all� una comisi�n directiva que manejaba todo a su voluntad. En diciembre de 1989 hicieron un festival en Obras al aire libre en el que las bandas saquearon un puesto de bebidas y panchos. Los Redondos suspendieron los recitales, pasaron a vuelo rasante por Parque Sarmiento pero regresaron a Obras. Y nadie, pero nadie, supon�a que all� pasar�a lo que pas�. En abril de 1991 Walter Bulacio, ricotero habitante de Aldo Bonzi, no hab�a podido entrar en el estadio para ver el recital y esper� en la puerta. Pero a las 22, el personal de polic�a de la comisar�a 35 pas� arrasando y lo llev� detenido con cuarenta personas m�s. Doce horas despu�s Walter Bulacio -en perfectas condiciones de vida hasta que lo detuvieron- empezaba su camino de entrada a la muerte en una ambulancia del CIPEC. Despu�s de cinco d�as en coma, muri� el 26 de abril de 1991. Aneurisma, dijeron. Golpes varios, dijeron tambi�n. Y as� se fue Patricio Rey a casa. Llorando por todo su amor derramado en un par de horas. Llorando, casi habiendo perdido su amor. Los Redonditos de Ricota no participaron de las marchas, las sentadas, los recitales en repudio de la injusticia y la falta de esclarecimiento en torno de la muerte del chico. Difundieron un comunidado a trav�s del programa radial Piso 93: Los medios de informaci�n apelan a discursos efectistas que degradan los sentimientos. Por ejemplo, el repetir los actos de dolor porque la grabaci�n lo exige (...) Por supuesto, estamos en contra de los edictos y la aplicaci�n de leyes tan vagas y amplias que permiten arrestar a cualquiera en el momento m�s conveniente. Polimeni, en el libro Los Redondos, de editorial AC, dice que Solari y compa��a, sencillamente, le esquivaron el bulto. No participaron oficialmente de las marchas que se organizaron pidiendo justicia ni de un festival multitudinario en Parque Centenario. El 28 de diciembre de 1991, en el festival n�mero 17 ofrecido en Obras, el Indio Solari descalific� el libro y le orden� al p�blico que no lo comprara. No le debemos nada a nadie, �sa es la ventaja de ser independientes. Por eso nunca damos explicaciones. Para nosotros la opini�n p�blica no existe, dec�a Solari. Sobre la troupe de hermanos de las estrellas hab�a pasado un viento fr�o. En algunos shows de Lan�s y La Plata hubo detenidos, disturbios. En el imaginario popular y policial, un recital de los Redondos empez� a ser sin�nimo de problemas. La banda se encerr� en los estudios Del cielito a grabar su quinto �lbum, La mosca y la sopa. Dos temas de ese disco, Mi perro dinamita y Un poco de amor franc�s, los llevaron al tope del ranking. Al Indio no le molestaba escuchar sus canciones junto a las de Luis Miguel. Me gusta jugar al flipper, pero lo que no me gusta es ser la pelotita. Si est�s adentro, sos la pelotita, aclaraba. Hac�a seis meses que no tocaban en Buenos Aires. Por momentos Los Redondos parec�an sus divinas majestades ejecutoras. Todas las bater�as apuntaban contra ellos. Pod�amos haber ido a las marchas, y ser muy bien vistos -dec�a el Indio a Vos- pero hubi�ramos estado contribuyendo a la ignorancia de la gente: yo no estoy dispuesto a marchar junto a Varela Cid. A nosotros no nos interesa defendernos de las cosas de las que no somos culpables. En este momento, en el �nico lugar donde se lo recuerda a Walter Bulacio es en un recital de los Redondos. La pregunta que hago siempre es qu� me imped�a ir a la manifestaci�n. Todo lo contrario: iba a quedar como un tipo solidario y qu� s� yo. Se presentaron en Autopista Center el 22 de noviembre de 1991. Tres funciones, 20 mil personas entre los tres d�as y el nacimiento de un canto que se mantiene: Yo sab�a, yo sab�a, a Bulacio lo mat� la polic�a. Hoy, en los recitales de los Redondos, la bandera de Aldo Bonzi es la m�s grande de todas. Los que forman la banda la usan de carpa, de vivienda, de grito. En octubre de 1992 se presentaron en el Centro de Exposiciones. Arrastraron a 45.000 personas y editaron un disco pirata propio: En Directo, 12 temas para acallar a las fieras. Pero tanto ostracismo termin� por lastimarlos. Skay y Poli andan por ah�, pero El Indio Solari no aparece, no sale, no fue a ver a los Rollings, no fue a ver a Bowie. Para m�, no hay lugar m�s c�modo en este mundo -dec�a a El Musiquero- que arriba de un escenario. La desgracia del seductor compulsivo es que seduce m�s gente de la que su coraz�n puede hacerce cargo. Me pongo mal cuando me tengo que hacer cargo del cari�o de miles en la calle, en un restaurante, en el cine, cuando uno es uno y los otros son muchos. Pero sabe que sus armas para cubrirse del asedio no sirvieron de mucho. Nosotros pens�bamos que por no ir a la televisi�n - dec�a a La Naci�n- la sobreexposici�n no iba a llegar, �bamos a poder caminar tranquilos por la calle, sin que la gente fuera testigo permanente de todo lo que hacemos. Yo no me manejo muy bien con eso. Si no pon�s una cierta distancia, tu d�a est� ocupado permanentemente por un cari�o que no pod�s censurar ni despreciar pero que es agobiador. Agobia que te llamen por tel�fono, que vengan nenas que podr�an ser tus hijas y te llenen de besitos el frente de tu casa. Vendieron m�s de un mill�n de placas de todos sus discos. Los recitales en el interior no se suspenden por lluvia ni por fr�o. Y lleg� 1993 con un album doble: Lobo suelto, cordero atado, 20 nuevas canciones. El 19 y 29 de noviembre de 1993 80.000 ricoteros se apretaron entre los brazos del estadio de Hurac�n dejando una recaudaci�n del orden del mill�n de d�lares. Las voces filosas los empezaron a acusar de ganar demasiado dinero. Nosotros gastamos mucho en hacer -dec�a Solari a la revista Humor-. Eso s�, no tengo que pensar en la guita. Estoy bien, me tomo un taxi, tomo un champagne. Esas cosas de la bohemia son fundamentales, como las deudas de juego: hay que pagarlas. Prefer� siempre no pagar el alquiler, pero s� tomarme una copa. Disfruto de un buen vino, de cosas que conozco. Lo que no puedo disfrutar es estar en alg�n lugar haci�ndome el chiche piruli. Soy un tipo que estoy mucho en mi casa, con mis cosas, componiendo, con mis teclados, con mi grabador, escribiendo. Volvieron a presentarse en Hurac�n el 14 de mayo del 94, ante 40.000 personas el mismo d�a que en V�lez tocaban Los Ramones y Motorhead. Hicieron dos recitales m�s en diciembre de ese a�o. Hubo un chico apu�alado, cincuenta detenidos. El Indio se enter�, se aferr� al micr�fono: Ese no es el esp�ritu de Los Redondos, bram�. Y sin que nadie lo supiera entonces, y sin que nadie sepa ahora por cu�nto tiempo, ese recital fue el �ltimo en la Capital Federal. La inseguridad se apilaba como sal en una herida que a ellos, dicen, les duele m�s que nada: al placer y divertimento de sus huestes de sus bandas. El Rey Patricio recogi� su capa y se fue a las Pampas y entonces s�, se�ores, se�oras, hemos llegado al sitio exacto donde la leyenda comienza a tragarse a s� misma y da lugar a una leyenda m�s grande. Con ustedes, el circo itinerante de Patricio Rey, su carpa de trapo, su cohorte de emperadores con corona de lata. Empez� en agosto de 1995, en San Carlos Centro, Santa Fe, una ciudad de 10.000 habitantes invadida por 7000 personas que acamparon, se acostaron, hicieron asados, bebieron y se amaron entre los arbolitos siesteros de la provincia. Despu�s fueron Mar del Plata en octubre, Concordia en diciembre. Los nombres siguieron: 12.000 chicos en Villa Mar�a, 8000 en Tandil. En cada sitio, las huestes del rey Patricio fueron reinas. Las bandas empezaron a moverse como sierpes mansitas. Caravanas de combis, micros baratos, autos raros, siete en un Fitito y colectivos de l�nea alquilados con la bandera del grupo desplegada. No importa d�nde. No importa c�mo. Hay que ir. Peso sobre peso juntado durante semanas, no hay trabajo ni obst�culo que se imponga entre ellos y la banda. Llegar�n, indefectiblemente. Es sorprendente esto -dec�a el Indio a La Nacion- porque en mi �poca lo m�s l�gico era estar vinculado a coet�neos y nosotros somos unos vejetes. Pero debe ser que uno sigue describiendo cosas que no han sido resueltas y que le siguen dando oscuridad al coraz�n y a la felicidad de la gente. Somos tipos que seguimos creyendo en las cosas que cre�amos cuando ten�amos la edad de los chicos de ahora (...) Una de las cosas que me ponen m�s contento es que las canciones resuenen en chicos que podr�an ser mis hijos. Chicos de los cuatro rincones de la pampa m�a, ateridos, con poca plata, cortando botellas de agua para improvisar gigantescos vasos donde se mezcla el vino con la efervescencia que se consiga. Chicos tumbados y a dormir en la arena o en el pasto, arropados en banderas que rezan: Indio, somos n�ufragos de tu tierra redonda y tu mar ricotero. Bandas igualadas por la pasi�n, bandas que se odian en el f�tbol y se acarician las gorritas de lanaen los recitales de Patricio Rey. Bandas con c�digos propios, como hacer un asadito antes del recital, como no tocar a las chicas. Los datos extraoficiales dicen que la banda vendi� m�s de un mill�n de placas de todos sus discos, cuyo arte de tapa, del primero al �ltimo, confiaron a otro Redondo, ese se�or Rocambole que hab�a iniciado La Cofrad�a en los a�os de fulgor platense. En 1996 editaron su �ltimo trabajo, y alg�n fan�tico furioso se rob� del Museo Municipal de Bellas Artes de La Plata la estatua del artista que representaba al personaje. Los recitales de los Redondos en el interior no se suspenden por nada. Las bandas toleran el fr�o, la lluvia, el calor sofocante. Pero en Olavarr�a, en agosto de 1997, el intendente radical Helios Eseverri suspendi� el recital porque consider� que la ciudad no estaba preparada para albergar a toda esa gente y logr� lo que nunca antes nadie hab�a logrado: que los Redondos aparecieran por televisi�n. Llamaron a una conferencia de prensa a las 21 del 15 de agosto de 1997 y all� estaban ellos, los Redondos de ahora: Semilla Bucciarelli, Sergio Dawi, Skay, el Indio emocionante bajo sus anteojos negros, detr�s de su cara lisa, indignada, suavemente feroz. Los chicos ven�an a abrazar a su novia, a disfrutar de un concierto de rock y escuchar cosas que a ellos los conmueven y �se es un derecho que ha sido avasallado. No creo en la maldad de esos corazones. Ahora no tengo nada m�s que decir, yo no estoy para bajarle l�nea a los chicos, nosotros hacemos canciones y la banda es de ellos, yo estoy para escucharlos, dijo el Indio. Una aparici�n en TV en veinte a�os de carrera. No es mucho. Los Redondos se quedaron en Olavarr�a hasta que se fue el �ltimo de los chicos que hab�an viajado para ir al recital y el 4 de octubre de este a�o, en Tandil, bajo la lluvia y el barro, todo el mundo se fue feliz porque la ceremonia hab�a tenido lugar una vez m�s. El parto era otra vez feliz. Patricio Rey desahogaba su risa rabiosa bajo la lluvia. Ellos son la banda m�s cara del lugar. Las entradas cuestan alrededor de 22 pesos, a lo que hay que sumar el viaje, la estad�a, la comida. No importa. Nada importa. La publicidad de los shows es �nfima; un aviso basta para que la noticia se disperse como tormenta de arena . Pod�s ser independiente y coquetear con las ligas mayores. Pero a ver, no hagan spots publicitarios, no vayan a la televisi�n, no pongan afiches, no hagan nada, a ver c�mo les va. Los Redondos son una elecci�n de la gente -le dec�a a P�gina 12-. Nosotros somos muy ambiciosos. Cuando sos un ambicioso estelar y c�smico, no hay guita que compre tu vida. Mientras no tengas la zozobra de la miseria, ya est�. Cuando yo no ten�a casa me ofrecieron un departamento en Mar del Plata para tocar en una campa�a pol�tica. Cuando uno se niega a esas cosas no se puede hablar de generosidad, porque considero que soy uno de los tipos menos generosos que conozco. Se debe a que uno es tan ambicioso que no cree que todo se termine en un par de departamentos. Hacen lo que quieren, cuando quieren, como quieren. Probaron la ambros�a. Bebieron de ese para�so que construyeron con fuego propio. A estos intelectuales de clase media con aspiraciones hippies y planes de bohemia los siguen adolescentes fatigados de Aldo Bonzi, remiseros de Wilde, familias de Gualeguaych�, adoradores de C�rdoba. Las chicas se embarazan y llaman a sus cachorros Patricio o Patricia. Los padres les pasan la pasi�n a sus hijos. Las bandas se renuevan, ahora tienen entre 15 y 25 a�os y los van a ver gerentes de empresas, banditas de la cuadra, la tribu de tu calle. Nosotros pensamos que no tenemos que ir a otro lugar. Pensamos que tenemos que hacer esto ac� -dice Poli-, por m�s que nos hagan propuestas en los Estados Unidos para ir a tocar a los latinoparlantes. Pero qu� vamos a ir all� si todav�a no llegamos a Mendoza, no llegamos a Corrientes, rompe su silencio Skay. Todav�a es temprano para saber si van a sorprender a alguien con un nuevo disco. El Indio susurra donde lo escuchen que a los que lo siguen s�lo puede agradecerles. Que ahora, con bastante m�s de 40 a�os, no est� all� para hablarles sino para escucharlos. Para recordar c�mo era su propio estado de inocencia plena, su gorgorito de pureza all� cuando era chico. Y s�. Eso es todo. Es la historia grande de un rey chiquito. De un rey de ac� que tiene como reino un circo y como madre a la Pampa reina, que lo pari� sin dolor. Los chicos de las bandas de ricota arman sus carpas en las plazas de las ciudades como el Indio y sus bandas armaban chozas en el costado de los r�os. Hoy Patricio Rey es un se�or que mira pasar a sus buenos corderos y a sus malos lobos comiendo del mismo pasto, viajando sin saber a d�nde van.
Posted on: Sun, 03 Nov 2013 22:53:16 +0000

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