La vida es bonita cuando hace aparecer un ángel por partida - TopicsExpress



          

La vida es bonita cuando hace aparecer un ángel por partida doble… y empieza a plantar los sentimientos que habías perdido. Capitulo 2 Me vestí y salí rápidamente de mi habitación dirigiéndome hacia la cocina. Como siempre el café ya estaba hecho. Me serví una buena taza, y me apresuré en tomarla, ya que tenía muchas ganas de escuchar las escusas de Ángel. - ¿Pero qué mosca te ha picado esta mañana? – preguntó indignado mi padre. - Tengo prisa. Esta mañana hay una reunión importante y no puedo llegar tarde. Una persona lo va a pasar mal de verdad – repasé. - Hasta luego papa. Le di un beso en la frente y salí por la puerta. En mis sueños había imaginado como iba a ser el interrogatorio, incluso por la noche vi, una película policíaca para saber cómo actuar, y se me ocurrió bajar las persianas de mi despacho y amenazarlo con la lámpara encendida enfocándole en los ojos. Se lo merecía. Dejé de pensar en mi venganza cuando salí del aparcamiento. Crucé la calle y delante de mí hallaba la agencia de modelos. Un local amplio situado en la planta baja de un edificio de cuatro plantas. Lo bonito de aquel local era el jardín privado que daba a la parte posterior. Desde mi oficina se podía observar como el sol reflejaba entre los árboles “manchando” el césped con su luz. Al entrar en la parte izquierda se encontraba el mostrador de color blanco decorado con una planta al final. Delante estaba la sala de espera hecha con cristales de pavés. En frente de la entrada se extendía un pasillo que albergaba dos despachos en un lado y el estudio de fotografía en el otro. Mi oficina estaba al final del pasillo. Respiré profundamente y entré. ¡Bien!... Menos mal que Olga no ha llegado. La pobre no tenía porque presenciar este teatro. Cerré la puerta detrás de mí y grité un... ¡Hola! ¿Hay alguien aquí? - Enseguida salgo. – contestó Ángel. - Esperaré – dije, riendo. Sacudí la cabeza para ponerme seria, y escuché los pasos del “delincuente” dirigiéndose hacia mí. - Hola Tatiana. ¿No hemos quedado que hoy tenías una especie de día personal? - ¿Cómo? – dije, poniendo cara de interrogación - ¿Cómo me has llamado? Observé su cara, que reflejaba incertidumbres. Mi pregunta lo ha pillado con la guardia baja – pensé. En teoría Ángel es más alto, pero ahora parecía un “enano”, había encogido los hombros y sus rodillas se estaban doblando. Después de un largo silencio cogió aire y pronunció mi nombre. - T A T I A N A – dijo en voz baja articulando cada letra y alzando las cejas. - ¡Vaya!... ¡Vaya!... ¡Vaya!... Ángel. Hace seis meses que no me ves. ¿Ya se te ha olvidado mi nombre? Por un momento se tuvo que coger al mostrador porque las piernas no le respondían. Me acerqué lentamente hacia él, observando cada movimiento. En estos momentos daría cualquier cosa por poder leerle el pensamiento. ¿Qué pasaría ahora por su cabeza? - ¡Y… bueno! ¿Que es de tu vida? – pregunté. Ángel ya no tenía palabras. Empezó a parlotear algo y de pronto pronunció el nombre que más esperaba... - ¿¡Elisa!? Y el silencio reinó en aquel local. - ¡Ay!... amigo mío. Creo que me debes una gran explicación. - ¡Empiezo a no entender nada! – exclamó. - Mira. No le voy a dar más vueltas al asunto, así que más vale que empieces a explicármelo todo. – Hice una pausa – Y quiero absoluta sinceridad. Agachó la cabeza y la sacudió varia veces. - ¡Venga Ángel! ¿No te das cuenta que ya sé la verdad? Se que hay una chica idéntica a mí dando vueltas por ahí, lo que realmente quiero saber es. ¿Por qué me has ocultado la verdad durante tanto tiempo como un cobarde? La sangre empezó a hervir por mis venas y tuve que tranquilizarme antes de perder los nervios por completo. - ¿Quién eres? – quiso saber. - Tu peor pesadilla en este momento – dije soltando una carcajada. Me frené en seco, pronunciando mi nombre en un tono fantasmal. - ¿Cómo te has enterado? – preguntó indignado. ¿Pero qué pasa aquí? - me exigí saber – El interrogatorio se me esta escapando de las manos. - ¡Mira rubio! – dije – en estos momentos nadie te ha autorizado para hacer preguntas... ¿Entendido? - No quiero que te enfades – protestó. - Más de lo que estoy… no creo… ojos azules. - ¡Vale! – suspiró y bufó un par de veces. - Descubrí la verdad a los seis meses de tu matrimonio. Quise ponerte sobre aviso pero tu esposo se dio cuenta y me lo prohibió, como era de esperar. Tenía mala leche cuando se enfadaba. Llegó hasta amenazarme con matarme si abría la boca. ¿Pero con qué clase de monstruo me había casado? – De pronto me entraron ganas de devolver y me llevé rápidamente la mano a la boca. - ¿Te encuentras bien? – preguntó asustado. - Me he mareado un poco – respondí – pero sigue por favor. - Al cabo del tiempo, me di cuenta que mi corazón latía mas deprisa cuando Elisa venía por aquí. - ¿Cómo sabías que era ella y no yo? - Muy fácil – rió – por cómo me hablaba. Tú siempre me has visto como “el compañero” y ella me trataba como amigo, pero realmente hoy has sabido actuar, confundiéndome desde principio. Permanecí en silencio durante un minuto. Fran tenía malas pulgas cuando se enfadaba, lo vi en varias ocasiones cuando se ponía celoso. - ¡Vale! – dije – pero después de su fallecimiento ¿Por qué no me has contado la verdad? - Quise hacerlo, te lo juro, pero nunca encontré la ocasión. Te veía tan abatida que tenía miedo de cómo reaccionarías… te lo iba a decir tarde o temprano. - ¡Sí… claro! Eso lo dices ahora. - ¡No! – gritó –créeme. Saltó de la silla y fue corriendo a su oficina regresando después con un sobre, que depositó en mi mano. - ¿Qué es? - Una carta – contestó - soy un cobarde, tenías razón, no tenía suficiente valor para decírtelo a la cara y te escribí una carta. Pensaba dejártela en el despacho. - ¡Oh!... ¿Tengo que leerla ahora, o ya no hace falta? – pregunté. - No creo que a estas alturas descubras nada nuevo ahí, ya te lo he contado todo – confesó – pero... ¿Cómo lo has sabido? – curioseó. - El sábado en el cementerio – contesté – pero no me cambies de tema. Solo me queda avisarte, que te arrepentirás por no haberme contado antes esta gran verdad. La venganza se me hará dulce. Antes de que pudiera contestarme, la puerta se abrió y Olga entró eufórica hablando con Elisa, y nada mas verme sentada en medio del local se quedó paralizada y sin palabras. - Pasa Olga – dije – ¿Veo que ya conoces a mi gemela? - No sabía que tenías una gemela – contestó. - Es una larga historia, ya te lo contaré. - De acuerdo – murmuró. La cara de susto no se le había quitado. - ¡Bueno! – proseguí – cada uno a su puesto que tenemos cosas por hacer... ¡Ángel! – dije – llévate a Elisa a tu despacho y cuéntale la historia de la "A" a la "Z". Me encaminé hacia mi despacho cuando la puerta se volvió a abrir. Instintivamente miré el reloj y observé que eran ya las nueve y media. El fotógrafo – rumié. Me di la vuelta levantando la vista y poco a poco los ojos se me hicieron cada vez más grandes. ¡Vaya! – En un segundo abrí la boca y se me olvidó como se cerraba. ¿Pero de donde ha salido esta hermosa persona? - ¡Hola! – dijo – Mi nombre es Alex. Soy el nuevo fotógrafo. - Tatiana – dije balbuceando mi nombre. ¿Pero qué me pasa?... ¿Acaso todavía existen ángeles en este mundo?... Desde luego la hermosura de aquel hombre me hizo recordar unos sentimientos que andaban perdidos en mi alma. Delante de mis ojos, se había plantado un moreno apuesto, con unos grandes ojos azules que hipnotizaban y un cuerpo por el cual suspiras y vuelves a suspirar, hasta quedarte sin aliento. - Sígueme por favor – le pedí amablemente, dándole la espalda y dirigiendo mis pasos hacia mi despacho. Podía escuchar mi corazón palpitar como un tren de alta velocidad y me pregunté si él lo oía… ¡Qué tonta! No entiendo mi reacción. Ni cuando conocí a Fran reaccioné de tal manera. Tenía la impresión de comportarme como una adolescente con las hormonas aceleradas. Calma y control – me sugerí. Entramos en el despacho. Aquella estancia me resultaba acogedora y se podía ver el jardín a través de los ventanales. Un escritorio negro se hallaba justo delante y el sillón blanco reinaba a su lado. Delante del pupitre se podía ver dos sillones más pequeños dando la espalda a un majestuoso sofá rinconera de color negro decorado con almohadas blancas. Algunos cuadros adornaban las paredes y en un rincón capitaneaba un precioso Ficus. Me acerqué a mi sitio con pasos cortos y rápidos, pidiéndole con cortesía que tomara asiento. Me hizo caso, y con la suma elegancia que lo caracterizaba dejó caer su cuerpo con mucho cuidado. -¡Bien! – dijo – Antes de empezar con la entrevista quisiera decirle una cosa. Mi cara reflejó cierta incertidumbre y antes de pronunciar o articular alguna palabra siguió. -Digamos… señora Tatiana, que aparte de fotografiar, voy a desempeñar algún trabajo más en esta agencia. Negué con la cabeza. -¿Y eso? – pregunté indignada. Tenía la curiosidad de saber que más podía hacer aquel hombre aparte de fotografías y aturdirme. - Empezaré por el principio – habló con voz calmada - No quiero que me interrumpa hasta que no haya terminado. - ¡Pero!... – farfullé. - Las preguntas al final – indicó con tono serio. ¿Qué clase de entrevista es esta? – Me pregunté – ¿Quién se ha creído que es? – Cavilé – hummm... este se va ha enterar cuando le anuncie mi decisión de no contar con él en mi agencia. El muy estirado me habla como si el fuera el jefe y yo una empleaducha. -¡Mire! – aquí la jefa soy yo, que le quede muy claro. Levantó rápidamente el dedo índice, y lo pegó en los labios. - He dicho que ahora hablo yo. ¿Recuerda?. Después me podrá contar su forma de trabajar, que seguramente es fantástica. Entrecerré los ojos y él se rió sutilmente. -¿Te puedo tutear? – quiso saber. Asentí con la cabeza. No sé como lo hace, pero me está embobando con facilidad. - Soy fotógrafo profesional. Hace un año tu difunto marido me contrató para un gran evento. No entraré en detalles – expresó – iré al grano. Lo ha vuelto hacer… no lo puedo mirar fijamente. Sus ojos celestes me están envenenando. - La cuestión – importunó – es que a tu querido esposo le gustaba demasiado el juego. Cualquier juego – precisó - así que poco a poco me empezó a deber una enorme cantidad de dinero. -¿Qué? – hipé. Oír eso, era como si alguien me apaleara las piernas y me desplomé en el sillón. - Veo que mi comentario te ha pillado por sorpresa – continuó. – Albergaba la posibilidad de que él te lo hubiera contado pero, con perdón, fue un cobarde. Bienvenido a la cola – pensé - Así que, para poder cobrar mi deuda no tuvo más remedio que venderme la mitad de la agencia. Digamos que acepté ser su socio. -¡Vaya! – exclamé. Llevo tres días seguidos descubriendo verdades sobre Fran ¿Qué especie de persona u hombre, por decirlo de alguna manera, era? ¿Qué mas cosas tendría que saber sobre él? ¿En qué planeta he vivido durante estos años? Me quedé como una estatua, postrada en el sillón con los ojos salidos y sin respirar. Intenté articular algún sonido, pero me fue imposible. -¡Qué no te vaya a dar un ataque de pánico socia! – Me sugirió mientras se reía entre dientes - Te he traído los documentos necesarios, para que puedas ver por ti misma que la historia es verdadera y que no te estoy engañando. Deseo que te quede claro que no voy a renunciar y espero que nuestra relación “profesional” sea lo más llevadera posible. – Me dijo guiñándome el ojo - Por si te lo estas preguntando – hizo un pausa – he esperado un tiempo antes de venir, pensando que así sería mejor para ti. Me imagino que la muerte de un ser querido es bastante doloroso. ¿Por qué todo el mundo se ha empeñado en decidir lo que es mejor para mí? - me pregunté histérica. Cerré los ojos por un momento. Sentía como dentro de mi cabeza se abrían y cerraban, unos “cajoncitos” que guardaban la información recibida. Estaba confusa y desde luego tenía preguntas pero, no encontraba fuerzas ni ganas para hacerlas, necesitaba tiempo para pensar. Mis “cajoncitos” se estaban volviendo locos - rumié. - ¡Tú no sabes nada de mi vida! – gruñí al final, poniéndome de pie y golpeando fuertemente la mesa con las palmas de la mano. - Cierto – afirmó. -¿Has acabado ya con tu discurso? – exigí saber. - No – dijo alto y claro. - Pues, acaba. Mi paciencia tiene un cierto límite. - Seré rápido – insistió – Por el momento tengo algunas cosas pendientes por hacer, así que me ausentaré durante dos semanas, más o menos. Levantó las manos en señal de alto y siguió su discurso. - No te preocupes – dijo con brusquedad – tengo previsto traer un fotógrafo durante mi ausencia. Es bueno y confío en él. Por otro lado te dejo tiempo para reaccionar – hizo una pausa y me miró fijamente a la cara - Tendrás que corroborar mi documentación y comprobar que el relato que te he contado es verdadero. Probablemente tenía la cara tan roja por los sofocos que me subían a las mejillas, que pensé que me salían ampollas de la rabia que tenía contenida. Por un momento lo dejé hablar y me sumergí en mis pensamientos. Tenía la capacidad de concentrarme en otra cosa y olvidar por completo lo que pasaba a mí alrededor. En cuestión de días mi vida se había complicado bastante. Me di cuenta que la mentira me perseguía desde mi nacimiento ¿Qué más me puede pasar? después de dos años de matrimonio basados en mentiras, puras mentiras, había encontrado una gemela, que resultó ser la amante de mi marido, y un amigo que me había ocultado la verdad. La habitación empezó a dar vueltas y mi imaginación trabajaba demasiado rápido. ADOPCION… MATRIMONIO… MUERTE… SUFRIMIENTO… ENGAÑO… MENTIRAS Y MAS MENTIRAS y al tercer segundo sentí náuseas en la boca del estómago. -¡Para! – grité - ¡Ángel! – volví a chillar desesperada. - Creo que estás perdiendo los nervios – murmuró – deberías calmarte – me sugería con tono suave y sonriendo levemente. Le clavé la mirada pensando en descargar sobre él una especie de “láser letal” como algún superhéroe, pero me fue imposible, para mi desgracia no tenía ese poder. Intenté poner la mente en blanco y reaccionar de manera coherente. Sin dejar de mirarlo, me tiré en la silla cogí aire llenando los pulmones hasta su límite. Alex movía la cabeza de un lado a otro y se relajó dejándose caer en la silla y alzando su ceja desafiante. -¿Y bien? – Me preguntó - ¿Mi despacho donde está? - No tan rápido. – hablé separando cada silaba, alto y claro. Escúchame bien – exigí - ¡No quiero verte por aquí! -Esto va a ser difícil – advirtió, quiso decir alguna cosa más pero le corte el hilo. -Ahora me toca a mí. – Insistí - ¿Cuánto quieres? – pregunté, con la esperanza que exigiera una buena y razonable cifra de dinero. - No voy a vender mi parte – contestó seguro de sí mismo. - Me gusta este mundo, me resulta fascinante. - No voy a permitir tu presencia en esta agencia – repliqué. - Va a ser imposible. - Hablaré con mis abogados – lo amenacé con el dedo índice. - Estoy tranquilo – dijo levantando la ceja. - Todos los documentos están en regla. - Te vendo mi parte si es lo que deseas. - Agradezco tu oferta pero no me interesa. - Entonces… ¿Qué buscas aquí? – pregunté indignada y preocupada. - Trabajar. - No te creo – musité. - Allá tú. Me froté la sien intentando buscar alguna solución rápida. Alex se estaba meciendo en la silla silbando relajadamente. - Te haré la vida imposible – aprobé cada palabra. - Lo soportaré. - Eres… quise seguir pero, me clavó una mirada escalofriante que me frenó de nuevo. - Sin insultos… por favor. - Eres… volví a decirlo rápidamente… ¡La persona más odiable del planeta! Me metí la mano en el pelo para arreglarlo ya que del movimiento se me había alborotado… ¡Te detesto! … Bloqueo total - ya no sabía que decir. Se levantó arreglándose el cuello de la camisa y la americana y extendió la mano por encima del escritorio… -¡Encantado de conocerte! – dijo sonriente. No le respondí. - Nos vemos dentro de dos semanas – aclaró dirigiéndose hacia la salida - ¡Qué tengas un buen día! Abrió la puerta y de repente la cerró. -¡Ah!... ¡Si!... por cierto – se giró hacia mi analizándome con la mirada. Espero encontrarte de mejor humor cuando vuelva y te aconsejo ir de compras. Una empresaria no puede ir con estas pintas – rió. Empecé a gruñir, patalear y enseñar los dientes como si fuera un perro rabioso. - Y otra cosa más – replicó - ¡Yo también te quiero! Y se marchó. Se fue dejándome como una estatua en medio del despacho. Tictac, tictac, tictac... Pasé una hora en blanco total Levanté la mano como un robot, cogí el teléfono y llamé a Ángel. Esta vez no tardó. -¡Jefa! – exclamó preocupado al entrar - ¿Te encuentras bien?... ¿Qué te ha pasado?... estas blanca como la tiza... ¡Reacciona! me pidió gritando y sacudiéndome los hombros... ¡Tatiana! Me estás asustando de verdad ¿Qué ha sucedido? No podía hablar, me había quedado completamente muda. Se me acabaron las letras y borrado el abecedario. Le hice una señal con la mirada, enseñándole el sobre que dejó el “intruso” encima del escritorio. Lo agarró y sacó unos papeles empezando a leerlos sentado en el sillón. No hizo grandes gestos, parecía más bien intrigado. Se acercó y me sujetó la cara con las manos. - Encontraremos una solución – quiso tranquilizarme. - No la hay – tartamudeé - Tiene que haberla. - Es odioso – hice una pausa – Lo odio con todo mi ser - Admití entre sollozos. Ángel arrugó la nariz, intentando hacerme reír, pero como era de esperar no pudo. Después de volver a chillar, patalear, dar vueltas por el despacho hasta marearme, llorar desconsoladamente, me senté en un rincón encogiendo mis piernas y escondiendo la cabeza. Voy a hacerle la vida imposible - medité. Ángel estaba sentado en mi sillón blanco mirando fijamente al jardín, ignorándome por completo. Me puse en pie y me acerqué al escritorio pegando un puñetazo tan fuerte, que Ángel dio un brinco de la silla. - ¡Se va a enterar esa “cucaracha inmunda”, de lo que es capaz de hacer Tatiana! ¡Va a desear no haberme conocido! – repliqué con dureza. - Me estás asustando – murmuró. - ¡Tranquilo! No lo mataré, como dije antes – disparé una sonrisa diabólica. - La venganza se me hará sumamente dulce. - ¡Vigila! No te engordes – soltó una carcajada. - ¿Sigue aquí Elisa? – pregunté después de un largo silencio. - Se ha ido – respondió con una sonrisa en los labios. Sabes… me ha perdonado y hasta se disculpó por su testarudez. La verdad es que no la entendí bien – encogió los hombros – pero… ¿Quién entiende a las mujeres?... eso si, me ha dejado una puerta abierta - suspiró. - Me alegro por ti – dibujé una sonrisa, mientras seguía metida en el mundo de la “venganza”. Supongo que la vida es así de misteriosa. Tenemos que aprender de los errores que cometemos e intentar sobrevivir a las lecciones que te enseña, pero... ¿Por qué tengo que hacerme cargo de las estupideces de Fran? - me pregunté, aun sabiendo que no tenía respuesta. - Hazme un favor – dije – dame su número de teléfono, quiero hablar con ella. Me lo apuntó en un papel y me lo entregó, mientras agradecía su gesto. - Necesito tomar una tila y tranquilizarme, vendré en seguida. Me encaminé hacia la salida, pasando por delante del mostrador y cuando abrí la puerta de la calle, Olga llamó mi atención. -¡Tatiana!... perdona – dijo – Han llamado de “Avance”. Necesitan cinco modelos para este viernes. -¿Cuál es el problema? – exigí saber. - Pues… tenemos todos los chicos ocupados, por lo cual nos falta un rubio. ¿Conoces a alguien o pongo algún anuncio? - Ahora no puedo pensar, así que lo dejo en tus manos – le sonreí amablemente y salí por la puerta. Entré en el bar que se encontraba al lado de la agencia. Cabizbaja, pensativa y metida en mi mundo, me senté en un taburete que había libre en la barra. Pedí una tila doble con hielo y limón. Mientras saboreaba aquella infusión, ya fría, me encendí un cigarrillo. Marqué el número de teléfono de Elisa, apoyando el codo en la barra y escondiendo el móvil entre la mano y el pelo. Al cuarto tono contesto. -¿Si? – dijo. -¿Elisa?... Soy Tatiana. - ¡Me alegro de oírte! ¿En qué te puedo ayudar? Oír a mi gemela me hacia sentir mejor. Pensé por un momento, que tendría algún poder sobre mi estado de ánimo. - ¿Te puedo invitar a comer esta tarde? – pregunté - Tengo que hablar contigo. -¡Si!- respondió eufórica - ¿Dónde quedamos? - Ven a la oficina a la una de la tarde, iremos a comprar unas cosas que me faltan, y después nos vamos a comer. Noté un extraño calor en el otro oído, y supe que alguien estaba detrás mío. Pensé que era Ángel así que no me giré, intenté seguir mi conversación. - Veo que me estás haciendo caso. - me susurró una voz suave y aterciopelada - Estas intentando tranquilizarte, vas a ir de compras, esto está bien – continuó – pero tienes que acabar con este vicio tan feo. - Extendió una mano y me quitó el cigarro apagándolo en el cenicero. -¡Tatiana!... ¿Estás bien? – oí gritar a Elisa al teléfono. -¡Oh!... ¡Si!... estoy de maravilla – le dije dándome la vuelta buscando con los ojos aquella voz, encontrado un “detestable moreno”. - Dame un segundo y te llamo después – seguí – voy a chafar una “cucaracha”. Me despedí con un “te veo luego” y colgué. No quise moverme. Me quedé inmóvil mientras su voz seguía llegando a mi tímpano. - Aquí no hay insectos – murmuró sonriente. - ¿Por qué te has empeñado en hacerme la vida imposible? – curioseé seriamente, sin darle la oportunidad de responder - y… para tu información, me tomo la tila para refrescarme, y me iré de compras – afirmé – La única diferencia es que compraré un insecticida. Pero… ¡No sé qué hago aquí dándote explicaciones! Hice el gesto de incorporarme para irme y dejarlo con la palabra en la boca. Para mi desgracia mi tacón se opuso y se topó con el reposa pies del taburete. El instinto por no caerme, me forzó a apoyar la mano en su pecho, y mi cuerpo se estremeció por completo. Tenia el torso tan bien formado que por un momento quise perderme en él. Levanté la mirada y me encontré con unos ojos tan claros, como el cielo en un día de verano, y una sonrisa perfecta dibujando aquel rostro que parecía pintado por un gran artista. Musité un perdón y deseé por un instante que aquel segundo fuera eterno. Me tenía rodeada con un brazo por la cintura y el otro aguantando mi mareada cabeza. - ¿Estás bien? – me preguntó frunciendo el ceño. Asentí jadeante. - ¡Pues, la próxima vez vigila donde pones tus pies! – exigió ayudándome a incorporarme. Deseé su abrazo más que nunca, ya que mis piernas estaban “bailando”. No sé el motivo de mi extraño comportamiento. Había algo en su mirada que me volvía tonta por completo. Luché para salir de aquel embrujo que me tenía aprisionada. Intenté irme pero me agarró por el codo dándome la vuelta como a una bailarina profesional. - ¡Hazme un favor! – dijo alzando una ceja – Mantente de pie durante mi ausencia… y de verdad, ves de compras. - Te detesto – le confirmé – pero, si tan preocupado estás por mi imagen... ¿Por qué no me compras un uniforme? - Lo pensaré – respondió riendo. ¿Cómo es que tiene tanto poder sobre mí? – pensé. - Tengo que ser fuerte, acostumbrarme a él, para poder luchar contra su odiosa forma de actuar. De vuelta a mi despacho, empecé a mirar unos papeles que Ángel me dejó encima del escritorio pero fue imposible concentrarme. Por agotamiento me quedé dormida. Soñé con miles de formas para acabar con él, pero ninguna funcionó, fracasaba con solo mirarlo. Me despertó Elisa cuando tocó a la puerta. - ¿Puedo pasar? ¿O estás ocupada? – preguntó asomando la cabeza por la puerta. - Si quieres vengo después voy a hablar con Ángel. - Pasa – respondí – estaba soñando. Ven que quiero preguntarte una cosa y después puedes ir a ver a tu “futuro novio”. Cogí el fantástico sobre que dejó el “sin nombre” y saqué los papeles para buscar su apellido. Leí “Guerrero” Su apellido demuestra la capacidad para luchar contra vientos y mareas – pensé. - ¿Conoces a un tipo llamado Alex Guerrero? – pregunté. - No – contestó – en mi vida he oído ese nombre. Verdaderamente, no tenía por que conocerlo, pero supuse que Fran le habría contado alguna cosa sobre este tema. Intentaba buscar verdades, sobre aquellas mentiras que mi querido marido dejó en mi vida. - Déjalo. Anda vamos a comer – dije. Cogí el bolso y salimos por la puerta del despacho. - Pero… ¿Quién es? – quiso saber intrigada. - Un intruso. Te lo contaré luego. Olga todavía no se había ido, estaba detrás del mostrador hablando con Ángel. Una idea estupenda cruzó por mi cabeza, para satisfacer los pedidos de “Avance” y de paso vengarme del “rubio”. Miré a Elisa y solté una gran carcajada. - ¿Qué te hace tanta gracia? – preguntó indignada. - Espera y veras – contesté como pude ya que mi risa todavía no había parado. Dirigí mis pasos hacia su “medio novio” controlando mi estado de ánimo. -¡Eh!.. Ángel - chillé – ¿Te ha contado Olga el inconveniente que tenemos con “Avance”? -Sí claro... pero ya no es un problema. Hemos puesto un anuncio, así que será cuestión de horas o un día como mucho y ya tendremos un “rubio”. -¡Que va! – dije – Ya no hace falta. He encontrado uno guapo, alto y con ojos azules. Es un poco empalagoso pero nos vale. -¡Perfecto! – aplaudió – ¿Cuando vendrá para la sesión fotográfica? - No lo sé – encogí los hombros – ¿Cuando te va bien hacerte las fotos en bañador? – pregunté riendo. Ángel se había quedado blanco y sin palabras, Elisa puso unos ojos como platos y Olga y yo reíamos a carcajadas. -¡Jefa! No me puedes hacer esto – murmuró. -¡Oh!... sí que puedo, y debo hacerlo. Si recuerdas te dejé bien claro que me iba a vengar. Siento que Elisa se vea involucrada en este asunto, pero… - hice una pausa y miré a mi gemela – mira el lado positivo, tendrás un novio famoso. Ángel pasó del blanco puro a un rojo pasión en cuestión de segundos. - Así que… – continúe – Olga haz el favor de llamar a la empresa y pedir los bañadores para los modelos. Pasado mañana habrá una sesión fotográfica sin precedentes, y de paso probaremos al nuevo fotógrafo que la “cucaracha” nos mandará… ¡Venga, va, alegrad esa cara! – dije todavía riendo – Y vamos, mi estomago esa gruñendo. Era imposible no reír, me costó tiempo reponerme, hacía mucho tiempo que no carcajeaba con tantas ganas. Espero que os haya gustado. Solo lo sabré si comentaís. Gracias por estar aqui. Queda terminantemente prohibido, copiar total o parcialmente esta novela, así como mis personajes, pues está registrada. :)
Posted on: Sat, 29 Jun 2013 09:11:12 +0000

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