Lo que a continuación les narro es una ficción (muy resumida) - TopicsExpress



          

Lo que a continuación les narro es una ficción (muy resumida) con la que trato de mostrarles cómo se llevaría a cabo la apertura de un periodo de libertad constituyente tras una hipotética (pero también posible y probable) revolución política (que no social) en España. En los siguientes párrafos, espero transmitirles tanto la pasión de quienes llevan luchando toda una vida de forma pacífica en favor de la libertad política, como la de aquellos que nos hemos sumado a esa lucha más recientemente. Este texto pretende narrar uno de los más grandes acontecimientos que podrían acaecer en España, para orgullo de sus ciudadanos y de su historia. Lean pues el artículo publicado en un diario español cualquiera… La prensa hegemónica nacional y los más importantes medios de comunicación mundiales, mostraban en sus portadas la noticia de la revolución política que se estaba produciendo en España. Tras casi cuatro décadas de dictadura militar con gobiernos autoritarios y cuarenta años más de monarquía parlamentaria con gobiernos de partidos subvencionados, al fin se abría en España un periodo de libertad constituyente. A la gravísima crisis económica que arrastraba el país, se sumaba la tremenda crisis política e institucional, llegada al límite con el intento de ruptura nacional por parte de Cataluña y del País Vasco. La crispación fue mayúscula cuando los gobiernos de sendas regiones publicaron el calendario definitivo para la consecución de su independencia política de España. Ante la inacción de los dos grandes partidos del Estado, víctimas de su historia pasada (la traición, el consenso político) y de sus hechos recientes (la corrupción, la incoherencia política), la sociedad civil salió a la calle para tomar cartas en el asunto. Ni el ruido de sables, mencionado por algunos partidos estatales con intención de causar miedo y alimentar la reacción, ni la llamada a la calma de las asociaciones sindicales estatales o la patronal de empresarios, ni tampoco la presión de la Unión Europea, o la advertencia hecha por algunos de los países de la OTAN en relación a las consecuencias que según ellos conllevaría el éxito de una revolución política en España, lograron detener la marea humana que desbordó las aceras durante aquella tarde de miércoles. Miles de organizaciones de los más diversos fines e ideologías, encabezadas por algunas de las más destacadas figuras del mundo de la justicia, la cultura, la economía, la enseñanza, o incluso determinados sectores de la iglesia católica, se sumaron a los millones de ciudadanos que sorprendieron al mundo con una lucha pacífica y silenciosa que pretendía poner fin a un régimen en ruinas. La puesta en marcha de esa lucha pacífica no resultó un camino de rosas. Durante los meses previos a la rebelión, y no sin la colaboración del poder establecido, interesado en generar confusión e infundir temor en la gente, hubo quienes apelaron al pasado, a la restauración de regímenes fracasados, unos proclamando la llegada de un dictador militar, otros exigiendo la instauración por la fuerza de una república socialista. Sin embargo, aunque los reaccionarios disfrutaron de un gran apoyo mediático, la acción positiva de la mayoría del pueblo español fue imparable. Las calles de todas las capitales de provincia se llenaron de personas que se limitaban a caminar en silencio durante el día, mostrando sus rostros pintados de blanco, y a permanecer sentados por la noche, portando en sus manos una vela, un mechero o una linterna. Las imágenes grabadas desde los helicópteros eran impresionantes. La policía, que había recibido la orden de actuar en caso de que se produjeran manifestaciones ilegales, comprendió enseguida que no había razón por la que forzar una disolución, ya que la gente se comportaba con escrupuloso civismo, ante lo que se limitó a observar el transcurso de los acontecimientos. Finalmente, el cuarto día de movilización, el sábado por la mañana, la mayoría de los miembros de la policía local, autonómica y nacional se habían sumado a la rebelión; ya no cundía el miedo. Aquél mismo sábado por la tarde, se aceleraron los acontecimientos, cuando el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, intentó zanjar a la desesperada a la situación, y amenazó a la muchedumbre con la movilización del ejército, que permanecía acuartelado desde hacía dos semanas. Sin embargo, el anuncio fue desautorizado de inmediato por el entonces Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, quien con un discurso histórico, tanto por el momento en que se producía, como por su demostrada improvisación, ordenó a los jefes del Estado Mayor del ejército que se “centraran en garantizar la paz y no supusieran un obstáculo para lo que la sociedad española legítimamente demandaba”. Luego añadió: “Si el gobierno de España no utilizó al ejército para acabar con las ilegítimas intenciones de los gobiernos secesionistas, tampoco lo debe usar ahora para detener a unos ciudadanos que de forma legítima obran con lealtad a la Nación en pro de la unidad de nuestro país y su prosperidad. La Corona no puede permanecer más tiempo a los ojos del mundo como responsable institucional de una España corrompida en lo político y divida en lo social. La Nación Española está muy por encima de la corona, de los partidos y de todos los agentes estatales, por lo que hemos de reconocer nuestro error y aceptar que sean los españoles quienes con su voluntad y esfuerzo establezcan un nuevo orden. Nuestro futuro está en sus manos. Viva la Nación y Viva España”. Tales palabras fueron interpretadas como un acto de renuncia al trono por parte del heredero. El rey, que permaneció enrocado en el Palacio de la Zarzuela, no dijo nada hasta pasadas tres horas del discurso de su hijo, momento en que la Casa Real envió un comunicado de prensa que con el siguiente mensaje: “Su Majestad el Rey Don Juan Carlos obligado por su lealtad y servicio a España, toma por suyas las palabras de su hijo Don Felipe de Borbón, y para que no haya ninguna duda al respecto, hace valer desde este momento su abdicación”. La reina no se desplazó desde Londres. La movilización ciudadana cesó el domingo de aquella misma semana cuando Mariano Rajoy anunció el cese de su gabinete en pleno, su dimisión y la disolución de las Cortes para “dejar vía libre a la Nación”, según sus propias palabras. “El régimen de partidos ha caído por el peso de sus mentiras encubiertas por el consenso político. Hacía años que España no generaba riqueza, sino exiliados y miseria”, afirmó exultante el abogado y escritor Don Antonio García-Trevijano, incansable defensor de la libertad política, autor, entre otros, del libro clave “Teoría Pura de la República” y fundador del Movimiento Ciudadano hacia la República Constitucional. El lunes por la mañana se convocó en Madrid un consejo, del que formaron parte destacados juristas y algunos técnicos de la administración del Estado, con el fin de organizar la apertura del periodo de libertad constituyente. Lo primero que se determinó fue la convocatoria del referéndum para que los españoles eligieran en distrito único la forma de estado y de gobierno del futuro régimen. Los nuevos ciudadanos podían optar por una de las siguientes tres papeletas: Monarquía parlamentaria con gobierno de partidos estatales. (Opción de continuidad) República con gobierno de partidos estatales. (Opción reaccionaria) República Constitucional con democracia representativa. (Opción revolucionaria) Se concedió un mes para la reflexión. Durante ese tiempo, los medios de comunicación públicos y privados ofrecieron sus espacios para que unos y otros se explicaran con total libertad. Sin embargo, la clave del éxito de la alternativa ganadora fue sin lugar a dudas el trabajo realizado, tanto a pie de calle, como en las redes sociales, por cientos de asociaciones ciudadanas que no habían tenido vinculación con el estado del régimen precedente. Desde fuera de España hubo quienes denunciaron la inhabilitación temporal de los hasta entonces sindicatos, patronal y partidos estatales, así como la suspensión de sus sedes y la paralización de su actividad como organizaciones hasta que la ciudadanía decidiera su destino; pero esas quejas quedaron en nada cuando se aclaró que la razón de tal acción consistía en evitar ventajas de Estado y que el bloqueo de los órganos del Estado previos a la libertad constituyente no implicaba la inacción de sus miembros. Todos los españoles tenían derecho a defender sus posturas en público y a fundar nuevas organizaciones cuyos gastos fueran sufragados por sus asociados con el fin de tomar partido en la campaña. La elección se llevó a cabo un lunes y el resultado ejemplar fue la victoria de la República Constitucional. Continuará... Paco Bono Sanz
Posted on: Mon, 07 Oct 2013 07:09:33 +0000

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