Miguel Ríos, New England Patriots y la realidad - TopicsExpress



          

Miguel Ríos, New England Patriots y la realidad inventada Extraido de "Illegal Return". Escrito por Jordi Piqué. Hace muchos siglos, allá por el cretácico superior, cursé primero de BUP. Al contrario de lo que en un principio parecería, las clases de música se convirtieron en un auténtico infierno. Gustaba nuestra profesora en dar largas y aburridas conferencias sobre historia de la música y a fe que se ganó merecidamente el apelativo de ‘profesora siesta. No contenta con ello, alternaba esas sesiones con la audición de decenas de piezas clásicas. La muy insensata pensaba que bastaban pocos minutos para captar la “esencia de la composición”. Pretendía que memorizáramos el nombre del compositor, el título de la pieza y el movimiento al que pertenecía. Dos meses después, a traición, dedicó los primeros minutos de examen a encadenar la audición de cinco de ellas con la esperanza de que identificáramos, con todos sus datos, la genial creación de turno. El resultado fue de lo más cómico. Ante el desconcierto generalizado, alguien dejó caer la primera barbaridad que se le ocurrió, radio macuto funcionó y todos presentamos las mismas respuestas. La experiencia se repitió en cada convocatoria bimensual pero no recuerdo que nadie jamás escribiera ninguna respuesta acertada. Afortunadamente, la mayor parte de la nota dependía de los trabajos que nos encargaba. Un equipo compuesto por tres miembros realizaba una presentación ante la clase. Unos sacaban a relucir su afición por The Beatles. Otros, entregados a la sana tradición de hacerse el pelota a toda costa, nos torturaban con exhibiciones en el arte de copiar largos tratados, ya fuera sobre el renacimiento, el canto gregoriano o el barroco. Ocurrió que la vida del estudiante es siempre más relajada de lo que querrían nuestros padres. Entre bromas, deporte, las habituales pellas, sonoros ligues fracasados y otras actividades escolares, el triunvirato al que pertenecía olvidó aquel maldito trabajo. La vigilia de nuestra presentación recibí la angustiada llamada de Marta: “tío, que mañana tenemos lo de música y no hemos hecho nada!“. Tranquilicé a la pipiola con un arriesgado “yo me encargo de eso“. Descartados mis gustos personales centrados en el heavy, busqué por casa y solo encontré una vieja enciclopedia en la que se decía que Miguel Ríos Campaña, alias Mike Ríos -luego, Miguel Ríos-, había nacido en Granada el 7 de junio de 1944. Rockero de larga carrera, destacaba por algunos éxitos entre los que sobresalía ‘El himno a la alegría. Nada más. Estaba solo ante el peligro del más escandaloso suspenso. Internet solo existía para los militares norteamericanos. ¿Qué hacer?. Ni corto, ni perezoso, me lié la manta a la cabeza y redacté cinco folios describiendo la vida y milagros del cantante. No había una sola frase que no fuera inventada. Grabé una cinta de música con las diez canciones que supuse más conocidas y, a la mañana siguiente -sin advertir a mis compañeros de equipo-, cosechamos el éxito más sonoro desde la llegada del hombre a la luna. Triunfamos en base a una realidad inventada. En New England está ocurriendo algo parecido. Por motivos que desconozco, Bill ha decidido inventarse una nueva realidad. En base al sólido ataque terrestre de la pasada campaña, integrado por Shane Vereen -ahora lesionado- y Stevan Ridley y a una defensa que todos pronosticaban que subiría el nivel hasta situarse como una de las mejores de la conferencia, Belichick se autoconvenció de que podría substituir, sin mayor problema, las principales piezas por las que se distinguía su ataque áereo. Bill tomó papel y bolígrafo y empezó a inventar una realidad como hice yo aquella noche previa a la presentación. En ella probablemente, Brady lanzara pases kilométricos a Dobson, Thompkins y compañía. Ocurre que una cosa es realizar este ejercicio ante treinta compañeros, rezando para que entre ellos no haya ningún fanático de Miguel Ríos que descubra el pastel y otra muy diferente, hacerlo ante los ojos de millones de aficionados a este deporte. Los Patriots han perdido a Wes Welker -su salida no fue u problema económico sino de hastío con el head coach-, Brandon Lloyd -quizá el que debería de haber sido el siguiente líder del ataque aéreo-, Danny Woodhead -un running back utilizado como receptor- y Aaron Hernandez -por circunstancias del todo conocidas-. Según comentaba Christopher Harris, solo ellos concentraron 310 de los 401 pases completados, 3.608 de las 4.827 yardas y 19 de los 34 touchdowns de la pasada campaña. Demasiada pérdida para que receptores con talento pero sin demasiado rendimiento, Matthew Slater, faltos de resistencia física como Danny Amendola -sus problemas físicos siguen siendo un lastre-, u otros perfectos desconocidos, jóvenes y sin testear como los rookies Kenbrell Thompkins, Josh Boyce, T.J. Moe o Aaron Dobson puedan cubrir estas ausencias con un mínimo de garantías. New England nos ha acostumbrado a unos inicios de campaña algo dubitativos. A lo largo de los últimos años han encadenado gloriosas series ganadoras con otros “septiembres” no tan brillantes. Pero a cada temporada uno sabía que, tarde o temprano, ese motor diesel que tanto hemos alabado, acabaría por coger velocidad de crucero para convertirse en una máquina perfectamente engrasada. Hoy por hoy, yo, Jordi Piqué, dudo de que existan las piezas suficientes como para montar ese motor. Lo afirmé antes del inicio de la pretemporada y sigo sin poder quitarme la razón: estos Patriots se han descapitalizado ofensivamente hablando. Y tengo testigos que pueden certificarlo. La cantidad ingente de pases dropados ayer por la noche en el Gillette Stadium y algunos lanzamientos demasiado cortos, demasiado largos, demasiado imprecisos de un, por momentos descentrado Tom Brady justificaron el tremendo enfado que el gran quarterback mostraba ya en el banquillo poco antes de finalizar la primera mitad del encuentro. Si será preocupante la situación para que Julian Edelman, un receptor que ha sido utilizado en el pasado reciente incluso como cornerback, acabe siendo el puntual que sostenga al equipo. Algo grave, muy grave, ocurre en Boston cuando uno de los mejores quarterbacks de la década finaliza su partido con 19/39, 185 yardas y un solo touchdown. Bill y sus chicos encabezan la división con dos victorias pero en ellas han mostrado una preocupante ausencia de fluidez en la consecución de primeros downs y acierto en la red zone. Uno puede pensar, sin demasiado miedo a equivocarse, que su balance provisional pudiera ser radicalmente diferente si el calendario inicial les hubiera emparejado con equipos más eficientes en ataque. Pero dejando a un lado el terreno de la pura especulación, es pronto para condenar a nadie. Yo no sé de football como otros. Lo único que puedo decir es que, de momento, la realidad de Bill me parece inventada y el olvido al papel protagonista de la carrera, una mancha en su historial. En cualquier caso, asumo que hay que esperar a ver cómo evoluciona esta ofensiva, qué capacidad tienen los nuevos receptores en pasar por alto la tremenda presión a la que van a estar sometidos y, principalmente, qué soluciones puede aportar la experiencia de uno de los mejores técnicos de la liga. No será una empresa fácil.
Posted on: Sat, 14 Sep 2013 10:00:35 +0000

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