Posible final de crónica: Hace tres semanas que volví, eso dice - TopicsExpress



          

Posible final de crónica: Hace tres semanas que volví, eso dice el almanaque. En algún lado ya mencioné la imposibilidad del retorno. Ni uno, ni el lugar al que se llega, son los mismos. Lo malo, o lo bueno, es que ambos conservamos algo de los anteriores. En la tarde del domingo, y en la del lunes, salí a caminar por la rambla. Desde Jackson hasta el puerto. La primera caminata fue de absoluto desgaste, de dejar correr los pies y los pensamientos a la misma velocidad, cruzando a cientos de personas sin parar en ningún rostro. Demasiada gente, demasiada. Apenas distinguía formas complejas, enlazadas, supongo que unidas por manos, brazos y tiempo. Me forzaba a acelerar los pasos de tal manera de no enfrentar ninguna mirada. Haber reconocido una cara hubiera sido fatal. Los colores se fueron cubriendo de sombras. Pensé en Budapest y en Cracovia. En lo lejos que están los lugares que me hicieron creer que era posible volver atrás, desenredar madejas, amueblar espacios con los mismos colores de meses anteriores. Miles de kilómetros me separan de ese otro pensamiento, igual de increíble, de que nada volvería a ser igual, de que yo era otro, absolutamente nuevo. La segunda caminata fue otro andar. Más lento, como si los pensamientos impusieran un ritmo reflexivo a las articulaciones, como si pensar fuera un ejercicio de todo el cuerpo. Celebré que hubiera menos gente, de que pudiera andar con los ojos en miradas paralelas a la línea del piso, o más aún, apuntando al cielo. El espectáculo del crepúsculo fue encantador. Las nubes parecían un río de espuma dorada que iba afinándose hacia un punto indefinido que quedaba más allá del puerto. Los pasos fueron cambiando ese río a lava, roja y arrugada. El fondo del cuadro fue primero de un celeste puro, luego un azul con tonos verdes. Varias personas se dedicaron a conservar el espectáculo con sus celulares o sus cámaras de fotos. Me lamenté de no tener en que guardar ese momento de espacios y colores en intersección de tiempo. Vetusta Morla en los oídos, apenas descubierta unos días atrás y esa Maldita Dulzura repetida una y otra vez. Esta rambla es mía. Este río de barro que a veces se disfraza de mar y se amiga con los colores y los reflejos. No es el Danubio, no es el Sena, ni siquiera el Vístula. Aquellos parecen estar ahora en otra dimensión, en un lugar parecido al de los sueños, en ese terreno barroso en que se mueven personas y hechos que se hicieron casi inverosímiles por la distancia del tiempo. Como si la crónica terminara igual que los malos cuentos “y todo fue un sueño”. Ahora lo real es esta caminata. El cielo es de manchas oscuras. Diversas sombras una sobre otra en un gran test de Roscharch en donde veo un rostro. Se parece al mío, pero no lo es. Y sin embargo… Estoy cansado. Un cansancio que anuncia horizontalidad, clausura de ojos. Despertar de nuevo. Nuevo. Es hermosa esta ciudad mía, esta nueva ciudad mía, que insiste en llamarse como la vieja, Montevideo, pero por qué culparla, si yo sigo diciendo que me llamo Rafael.
Posted on: Wed, 07 Aug 2013 12:23:06 +0000

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