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Primera lectura correspondiente al Sábado , día tres de Agosto Yo soy el Señor vuestro Dios. (/Lv/25/08-17) Dios no quiere que acaparemos; quiere que se reparta mejor. Jamás la propiedad privada y privante fue de derecho divino. Jesús anuncia el "año de gracia" definitivo, en el que habrá justicia y libertad para siempre en la tierra. Luchó para lograrlo. El reino de Dios comienza cuando en el corazón del hombre se abre paso la certeza de que todos somos iguales, de que las diferencias entre los seres humanos son contrarias a la voluntad de Dios. Y, a partir de esta convicción, encuentra fuerzas para luchar por un mundo justo y libre. 4. Liberación evangélica Antes de pasar a cualquier acción liberadora, el cristiano tiene que tomar conciencia de algo esencial al mensaje evangélico: no hay acción liberadora sin una previa concientización liberadora, sin descubrir antes su necesidad. No podemos permanecer "sordos" y menos aún "muertos" (Lc 7,22) a la liberación proclamada por Jesús. "Sordo" es el que no oye; pero lo es más aún el pobre que no oye las voces que le hablan de liberación, porque su dolor le ha hecho perder las esperanzas de que todo puede cambiar, y termina siendo fatalista y pasivo. "Muertos" están los que nunca han vivido una vida humana; sólo han trabajado y sudado como burros, oprimidos por otros hombres que viven a costa de ellos. Cuando estos "ciegos" ven, estos "sordos" oyen y estos "muertos" resucitan de sus tumbas de miseria, el reino de Dios está llegando. Porque el evangelio es una "buena noticia" de liberación integral, que llegará más allá de este mundo, liberándonos para siempre de la misma muerte, pero que comienza ya en esta tierra. LIBERACIÓN/QUÉ-ES:En el lenguaje bíblico, la liberación no es algo que el hombre conquista para sí mismo, sino algo que está en función de los demás. No es una posesión o un objeto, sino una relación entre dos o más personas. Ser libre significa ser libre para el otro, para los otros, para todos los otros, para el Otro. Sólo en relación con todos los demás y con Dios somos libres. Esta libertad supone la salida de uno mismo, la muerte de nuestro egoísmo y de toda estructura que nos mantenga en él. La libertad -camino para descubrir lo mejor- se basa en la apertura a los demás. La plenitud de la liberación es la comunión con Dios y con todos los hombres. No podemos ser libres mientras otros sean cautivos. La liberación debe ser colectiva o no existirá jamás. La libertad es el camino para conseguir una sociedad justa. La acción liberadora de Jesús, acción que debe ser la de los cristianos, no es un tópico de los cristianos "politizados", sino un elemento esencial del camino cristiano. Dios quiere la libertad para todos, porque la libertad es El mismo. La libertad sólo perjudica a los poderosos y opresores. Es pavorosa la falta de libertad que padecemos. Una muestra es la "información" que recibimos y que nosotros no podemos ofrecer ni desmentir. Es la información una de las mayores opresiones que pesan sobre las sociedades actuales, al estar controlada y manipulada para defender los sistemas y poderes establecidos. Quienes quieran mantener las cadenas, la opresión, no son de Jesús. Quienes tengan miedo de la libertad, quienes la quieran diluir hasta reducirla a una pura comedia, no son de Jesús. La temen por lo que ocultan. La libertad no es algo que debamos tolerar. Quizá nos hayamos tranquilizado con la excusa de que en nombre de ella se cometen muchos errores. Tratar al pueblo como un ignorante que necesita que le impongan lo que debe hacer y que le prohíban expresarse libremente, se parece mucho al comportamiento de aquellos que mandaban en tiempo de Jesús. Nunca deberíamos olvidar que fue crucificado porque -decían los poderosos- "revoluciona al pueblo" (Lc 23,14). No confiar en la libertad es negar el espíritu que está en nosotros actuando. Solamente seremos libres -y lo mismo la Iglesia- si sabemos acoger y valorar las voces proféticas que, siempre incómodamente, nos llaman a seguir el camino de búsqueda del reino de Dios, anunciando "la buena noticia a los pobres, a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista, la libertad a los oprimidos", el oído a los sordos y la vida a los muertos. El evangelio es clarísimo en decirlo. El no quererlo entender y, sobre todo, el no quererlo vivir quizá sea la raíz de tanta ambigüedad en la misión de la Iglesia y en cada uno de nosotros. Misión que debe ser la misma que la de Jesús. 5. La "buena noticia" es Jesús mismo Jesús posee una visión penetrante de la realidad. Por ello el evangelio no es ningún juego: quema. Es la interpelación global y definitiva lanzada por Dios al mundo. Capta todo como es; va a la raíz. Todos vemos cómo el desarrollo, y el progreso, y el aumento de la renta, al final siempre es en beneficio de los mismos, individuos o naciones. De ahí que haya necesidad de cambiarlo todo, que no sea suficiente con hacer arreglos. Este es el reto que tenemos planteado, ahora y aquí, los creyentes: sin confundir el evangelio con ningún sistema ni ideología ni partido político, tenemos que demostrar con hechos que no es inútil, que no es opio. El evangelio valora el pasado y lo integra, abre una puerta de esperanza hacia el futuro, pero se refiere principalmente al presente. En él no lo encontramos todo con una claridad meridiana. Es una semilla que vale para todo tiempo, que en situaciones nuevas tiene una nueva luz. ¿Estamos nosotros, como los oyentes de Jesús en la sinagoga, ávidos, expectantes y esperanzados? Los cristianos tenemos que irnos haciendo a la medida de la Palabra y nunca reducirla a nuestros intereses. A Jesús no nos lo podemos inventar. Si pensamos un poco, veremos claramente que todo lo que le importa al hombre le tiene que importar a Dios, porque para eso es Padre. Y si le importa a Dios, ¿cómo no le va a importar a la Iglesia? Quizá el ser cristiano nos pida, ahora más que nunca, luchar por la promoción humana de los hombres que no tienen el mínimo de condiciones para una vida digna. Es necesario, además, que nos sintamos pobres, cautivos, ciegos, oprimidos, sordos, muertos, para poder comprender el mensaje de Jesús. De otra forma, ¿para qué lo querríamos? En Jesús se cumplen las esperanzas de los profetas y de los pobres de Israel. Lo que el Antiguo Testamento decía por escrito se hace realidad en la persona de Jesús de Nazaret. Dios se hace transparente en El. Habla y actúa por El, como no lo había hecho ni lo hará nunca en nadie más. Encontrarse con Jesús es encontrarse con Dios. En El está la vida en toda su plenitud. Por eso puede decir: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Con El, el tiempo de gracia ha llegado para los pobres, los cautivos, los oprimidos, los ciegos... Su gran presente es la libertad: liberación de la ceguera del cuerpo y del espíritu, liberación de la miseria y de la esclavitud, liberación del pecado. liberación que siempre es actual para nosotros. Las palabras del profeta Isaías estaban hechas a la medida de Jesús. El evangelio es una "buena noticia" para todos nosotros: Jesús nos trae coraje, libertad, esperanza, luz, justicia... a los pobres, a los cautivos... Y como todos tenemos algo -o mucho- de todo ello, podemos concluir que esta noticia es para nosotros verdaderamente buena. No lo es, naturalmente, para todos aquellos que se están oponiendo a esta liberación-salvación del pueblo. Pero, por nuestro modo de ser, por nuestra comodidad, no acabamos de creernos estas "buenas noticias", nos cuesta reaccionar; preferimos "ir tirando". CRUZ/LIBERACIÓN: Nos gusta la libertad que Jesús nos trae, cuando la entendemos; pero nos da miedo el "precio" que tenemos que pagar por ella. Inmediatamente nos damos cuenta de que tras la libertad cristiana está la cruz, el cáliz... Pero, y es una experiencia de muchos, cuando se procura vivir el evangelio se va descubriendo la auténtica libertad, la verdadera alegría. El estilo de vida que Jesús nos propone nos permite poder ser personas, poder ser lo que somos. El evangelio nos libera, nos permite ser y actuar de acuerdo con el sentido de la vida que todos queremos y deseamos en lo más profundo de nosotros mismos. Si la cruz y el cáliz siguen presentes en este enfoque, es debido a que, en todo progreso de maduración y crecimiento, las dificultades y el dolor son elementos tan indispensables como la satisfacción y el gozo por lo que vamos alcanzando. ¿Cómo tener lo segundo si rechazamos lo primero? 6. Rechazo de Jesús por sus paisanos Como es natural, sus paisanos no le creyeron. ¿Cómo un compañero suyo, un trabajador como ellos, iba a tener una misión tan alta? Además, lo que planteaba era muy difícil de aceptar; ellos no eran ciegos, ni cautivos..., ¿qué les importaba aquel anuncio? Todos sabían muy bien que no era más que el hijo de José y María. Así pasa también entre nosotros. Si viene alguien importante de fuera a hablarnos, vamos a escucharlo. Pero si es un compañero el que quiere hablarnos, no le hacemos caso, no le escuchamos. ¿Qué le va a enseñar un pobre a otro pobre, un hijo a su padre, la mujer al marido, el padre al hijo, el amigo al amigo.... ese cura que todos conocemos y que deja tanto que desear? Tenemos que usar el evangelio constantemente, como espejo con el que comparar nuestro vivir. Estamos saturados de leyes, de cánones, de normas, de ritos, que nada o casi nada tienen que ver con el Espíritu de Jesús. El evangelio nos interpela a través de la vida, a través de la dignidad y de los derechos de los hombres más abandonados y oprimidos. No podemos desentendernos de la realidad, tenemos que enfrentarnos con ella para mejorarla, aunque nos cueste y nos comprometa. Todos somos invitados a esta misión de liberación de toda opresión, interna a nosotros y del ambiente que nos rodea, opresión en nosotros y en los demás. liberación del vacío, de la soledad, de la incomunicación, del amor y de la amistad, tan mezclados con el egoísmo, del dolor de la demasiada ternura, de la comodidad, de la falta de compromiso, de los buenos propósitos que se quedan en eso, de los enfrentamientos en el interior de los grupos y de las familias, de la ausencia de Dios en nuestras pobres vidas, de la falta de futuro... De esa lista interminable que todos experimentamos en nosotros mismos. ¿Es práctica frecuente en la Iglesia el "discurso programático" de Jesús en Nazaret? ¿Y en nosotros y en nuestros grupos?
Posted on: Fri, 02 Aug 2013 18:36:04 +0000

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