Píndaro: ” ” Cuando un humano aspira a demasiado, menguado - TopicsExpress



          

Píndaro: ” ” Cuando un humano aspira a demasiado, menguado resulta para alcanzar la sede broncínea de los dioses”. En Epiro, llamada más tarde Corinto, reinaba Glauco, hijo de Sísifo, el que en el Hades tiene que arrastrar eternamente una gran roca hasta lo alto de una montaña porque un día reveló un secreto de Zeus. Glauco atrajo sobre sí las iras del Cielo. Era un habilidoso jinete que, para infundir más ardor a sus caballos en las batallas, los alimentaba con carne humana. Actos tan monstruosos indignaban a los dioses y le dieron el mismo trato que él daba a los demás. Fue arrojado de su carro y los caballos, tras despedazarle, lo devoraron. En la ciudad, un intrépido y atractivo muchacho llamado Belerofente tenía por padre a otro personaje más poderoso, Poseidón, soberano del mar, y también se decía que los excepcionales dones de espíritu y cuerpo que adornaban al joven hacían muy verosímil esta ascendencia. Además, Eurínome, su madre , aunque mortal, había sido discípula de Atenea hasta el día que por su inteligencia y sabiduría se manifestó igual a los dioses. Por estas razones a los ojos de todos aparecía más divino que mortal. A un ser como él, a quien no amedrentaba ningún peligro, le tenían que atraer las grandes aventuras. Y no obstante , sus anteriores hazañas no le habían ningún valor, ni el más mínimo esfuerzo. Verdaderamente demostraban que: ” No se puede cumplir ni esperar lo que se promete al hombre. Sólo el Gran Poder que nos gobierna lo ejecuta con facilidad sin igual…” Lo que más deseaba Belerofonte era dominar a Pegaso, un caballo nacido de la sangre de la gorgona Medusa cuando fue asesinada por Perseo. Era: ” Un corcel alado, de galope incansable, que como ráfaga de viento pasa por los aires…”. Obraba prodigios. El manatial predilecto de los poetas, Hipocrene, había brotado en el Helicón, la montaña de las Musas, en el lugar donde su casco tropezó con la tierra. ¿Quién podría capturar y domesticar a semejante criatura? Este deseo desesperante torturaba a Belerofonte. El más sabio de los adivinos de Epiro (Corinto), confidente único de su tortura, le aconsejó ir al templo de Atenea y dormir allí, pues los dioses hablaban frecuentemente a los hombres durante el sueño. Belerofonte marchó, pues, a aquel recinto sagrado y mientras soñaba cerca del altar creyó ver a la diosa de pie ante él, con un objeto dorado en las manos. Le dijo: ” Si duermes, despierta. Aquí tienes lo que te permitirá encantar al corcel que deseas” . Se levantó de un brinco. No vio ninguna diosa, pero en el suelo había un objeto maravilloso, un freno de oro, como jamás viera. Esperanzado y apretando el bocado en su mano, se dirigió velozmente a los prados en busca de Pegaso. Al verlo, el prodigioso caballo estaba abrevando en la fuente de Pirene, famoso manantial que manaba al pie de la ciudadela de Corinto. Se acercó silenciosa y tranquilamente, y Pegaso sin espantarse se dejó embridar dócilmente. El encantamiento de Atenea resultaba eficaz; Belerofente se había adueñado de aquella criatura prodigiosa. Vestido con su armaduira de bronce, lo montó y le obligó a hacer unas piruetas; al caballo parecía gustarle aquel juego. Era ya el dueño del aire y volaría a su capricho, envidiado por todos. Como pudo comprobarse, Pegaso resultó una ayuda imprescindible, a la vez que una alegría, en las duras pruebas que esperaban a Belerofente. No fue por accidente, pero nadie cuenta con exactitud cómo mató Belerofente a su hermano y luego se refugió en la corte del rey de Argos, Proteo quien le purificó. Y aquí comenzaron sus pruebas y también su fantásticas hazañas. Ante, la mujer de Potreo, se enamoró de él, pero Belerofente la apartó y no consintió en corresponder a sus sentimientos, cosa que le hizo concebir un vivo despecho. Ante su marido, le acusó de querer seducirla y exigió su muerte. Pese a su cólera, Proteo se contuvo. Belerofente había participado de su mesa y no podía mostrarse violento con él. No obstante, urdió un plan que le daría, a fin de cuentas, el mismo resultado. Rogó al joven que llevara una carta a Yóbates, rey de Licia, en Asia. Belerofente aceptó de buen grado. A lomos de Pegaso cualquier viaje resultaba fácil. El rey de Licia le recibió con la hospitalidad de tiempos pasados y durante nueve días le invitó a festines y regocijos, antes de pedirle la carta. Sólo entonces leyó que Proteo le pedía la muerta del joven. Mas a Yóbates le repugnaba por igual razón que a Proteo la enemistad de Zeus contra quienes violaban las leyes de la hospitalidad. Sin embargo, nada impedía enviar al huésped y su caballo en busca de alguna aventura. Convencido de que no volvería vivo, pidió a Belerofente que fuera a luchar contra la Quimera, a la que se creía invencible. Era un monstruo singular, con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente: “…una criatura terrorífica, enorme, rápida y vigorosa; su aliento era una llama inextinguible…” Pero Belorofente, cabalgando sobre Pegaso, no tenía necesidad de acercarse al monstruo abrasador y voló sobre él sin riesgo y lo mató con sus flechas. Vuelto al palacio de Proteo, éste tuvo que recurrir a otros medios para deshacerse del joven. Le persuadió para que se enrolara en una expedición contro los Sólimos,famosos guerreros, y Belerofonte regresó vencedor, como asimismo de una guerra contra las Amazonas. Tanto valor ganó a Proteo, que se sintió muy honrado con la presencia de Belerofente. Se reconcilió con él y le dio a su hija en matrimonio. Desde entonces y durante muchos años, Belerofente vivió feliz, pero más tarde se atrajo la cólera de los dioses. Su devoradora ambición unida al orgullo de sus grandes éxitos le infundieron ” pensamientos demasiados elevados para un hombre” , que era lo que más desagradaba a los dioses. Siempre a los lomos de Pegaso, intentó llegar hasta el Olimpo y se creyó con derecho a sentarse entre los Inmortales. El caballo, más prudente, se negó a subir y ello encolerizó al jinete. Desde aquel día y hasta su muerte, odiado de los dioses, Belerofente anduvo errante de acá para allá por senderos solitarios y con el alma destrozada. Hay gente como Belerofente, castigado por su "hybris” , que terminarán estrellados y sin alcanzar las estrellas. Demasiado alto vuelan como, como Belerofente, que conquistaron tanta fama y un reino para acabar comprobando que, porque mas que uno tenga a mano un caballo con alas, hay límites impuestos a la ambición heroíca. Pegaso encontró asilo en las caballerizas celestiales del Olimpo, entre los alazanes de Zeus. Marchaba siempre en cabeza. Los poetas entonaron en su honor cantos inmortales y, según ellos, cuando Zeus, quería utilizar su rayo, era Pegaso quien traía el relámpago y el trueno. Bon migdia, carpe diem...
Posted on: Wed, 31 Jul 2013 09:51:56 +0000

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