“…Quiero ver a Ricarde…”. Cuando era muy chiquito nunca pensé en el pasado, siempre pensé en el presente, y ahora que no lo soy, pienso el pasado como presente, pero no por un sentimiento de nostalgia o morriña, sino por una necesidad del alma de convivir con ese niño interior que es ese chico que jugaba (y juega en mi interior) a la pelota en el Campito de Chile, que es quien tiene y tenía todas las respuestas, siempre he pensado que los chicos saben de verdad, no como los grandes que saben una verdad razonada, fabricada y repetida, los chicos son como científicos diría el gran Piaget, y se refería a que el chico no tiene segundas intenciones al actuar, sólo actúa, podríamos decir se arriesga, no lo piensa crea eso es lo que hace, al igual que el científico que para crear se arriesga, nadie inventa lo que está ya inventado, eso es claro, pero el niño inventa todo el tiempo, es más, reinventa, o sea que inventa sobre lo inventado, y ese es su juego, la creación, porque cuando un chico juega está imaginando, y lamentablemente, los grandes ni juegan ni imaginan, son “serios” han perdido la capacidad de jugar y con ello la capacidad de imaginar y de crear, el grande parece saberlo todo, y el niño parece no saber nada, pero al contrario pienso que el niño siempre va a saber más que el grande que lleva adentro, porque al grande lo mueve la razón y al chico la emoción, por eso la pelota, las bolitas, las figuritas y todo eso que me brindó Domínico, y me sigue brindando, aunque el recuerdo no es lo importante para mi, de hecho no recuerdo nada, en cambio la emoción del recuerdo si es lo valioso, no es que el recuerdo trae a la emoción sino al revés, la emoción trae al recuerdo, porque yo no pienso para que otro piense, ni escribo para que otro lea, pero si me emociono. para que otro se emocione.Y en esa emoción del niño, de mi niño, hay prioridades, mi mamá, mi abuela, Ricarde (Ricarde, y no Ricardo, porque Ricarde es como lo llamaban sus familiares checoslovacos y yo también)mi amigo del barrio, el primero que tuve, amigo que tuve y que perdí en la infancia, no porque nos hayamos dejado de ver en la adolescencia con Ricarde Brunda, que ese era su apellido, sino que ya había desaparecido esa emoción que nos unía de chicos y en ese lugar todavía nos sigue uniendo, aunque nunca más haya visto a Ricarde y tengo entendido que ya a fallecido, dicen que la distancia del tiempo agranda las cosas, que uno ve como más importante lo que lo hizo feliz en el pasado, no es mi caso, pues yo no pienso el pasado como pasado en forma estricta, sino que cuando al pasado lo pienso se hace presente, y cuando es presente, por supuesto no es pasado, yo hablo del pasado ahora, y esto es muy presente, aunque cuando haya apretado la última tecla de ésta palabra ya sea pasado, pero hablaba de la emoción y me quedé en Ricarde, que era o es lo que mas me emocionó o emociona, porque un chico se emociona cuando tiene un amigo, ese es su mejor juguete, porque si todos sabemos que nos realizamos en lo social, mi primera socialización fuera de mi familia fue Ricarde, o sea mi primera emoción, y él era un chico serio rubio, alto para su edad, cualquier edad que tuviere, siempre fue alto, también de chico, y con ese acento de hijo de europeo, del tipo de los eslavos que se hizo familiar para mi. Un recuerdo para entender a estos “polacos” que no eran polacos pero todos los criollos así les decían (y yo también) y ellos, los grandes que eran checoslovacos, se enojaban y marcaban la diferencia, generalmente se les decía así en una pelea, el intercambio era, polaco de m… por cabecíia negra de m…Y el recuerdo patente es aquel cesto o aro de basquet de color rojo con una redecilla de hilo grueso y una pelota que le trajo Papá Noel a Ricarde y a Carlitos su hermano, mi segundo amigo o emoción, y lo recuerdo bien, porque yo no recibía nada de Papá Noel, pero sí de los Reyes Magos, los europeos ponían énfasis en el gordo de la barba blanca y los argentinos en los reyes de los camellos, y yo disfruté junto a mis amigos checos, ese aro que el padre de Ricarde se lo atornilló a una pared de su casa, todos tirábamos al cesto, todos queríamos embocar y a veces lo lográbamos, pero eso era sólo el juego, que se puede relatar, pero lo indescriptible es la emoción que producía ese juego, pero no por el juego en sí, sino por Ricarde, que es quien había recibido el mismo, él tenía una emoción que la compartía conmigo, me llamaba a mi casa y me decía “…Carlitos vení, vamos a jugar al basquet…” él lo desatornilló de su casa y lo trajo a la puerta de la casa de su abuela, “tallenco”, como le decía fonéticamente y lo atornilló al lado de mi casa, a un árbol a la vera de la zanja y comenzamos a tirar al cesto allí, y muchas veces se tomó el trabajo de traer y llevar ese cesto o aro rojo , tantas, hasta que ya estaba tan despintado, que no se le notaba el rojo. Con Ricarde no compartimos el fútbol porque, él se inclinó por el voley y llegó a ser un gran jugador en el Sokol, (uno de los clubes checos de Domínico, el otro es la Escuelita Sparta) y no sé si estuvo convocado alguna vez a la Selección Nacional, pero era muy bueno. Con Ricarde compartimos toda nuestra primera infancia y un ejemplo claro de su importancia para mi, fue cuando mi mamá me mandó de vacaciones a la casa de mi tía “Pina” a Córdoba a los o siete años u ocho años y estuve allá quince días, y cuando yo lloraba porque extrañaba, no nombraba a mi mamá, decía “…Quiero ver a Ricarde…”.Yo me dí cuenta cuando había “perdido” a Ricarde, quiero decir cuando ya no era parte de mis emociones, y lo noté especialmente cuando él me saludaba a los catorce o quince años y me decía “...Chau Sivori…”, el “Carlitos” se había quedado en la cercana infancia, ya había pasado, habíamos crecido algo y perdido esa necesidad mutua de relacionarnos, la emoción había terminado…pero curiosamente, hoy después de tantos años, lo siento muy adentro de mi corazón, como cuando jugábamos con ese aro de basquet rojo que le trajo Papa Noel… “…Quiero ver a Ricarde…”. Carlos Sueldo. 11 de febrero de 2013
Posted on: Tue, 16 Jul 2013 13:21:21 +0000
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