Se llama enamoramiento, y en dosis altas puede ser letal. La - TopicsExpress



          

Se llama enamoramiento, y en dosis altas puede ser letal. La primera vez que lo probé, poco me preocupaba la adicción. Cómo pensar en consecuencias cuando lo único que importaba era volver a ver a esa persona, o mínimo saber de él. Con la certeza de que él estaba bien, el mundo podía seguir girando sin ningún problema, si él y yo estábamos en la misma sintonía, entonces todo lo demás también lo estaba. Cuando me encontré hundida hasta el cuello, poco me importaba salir de ahí. Cómo desear abandonar ese estado de mariposas y rayos de sol de media mañana sobre la piel. Apenas un loco querría dar fin a una situación tan parecida a la felicidad, se necesitaría estar enfermo para renunciar a las ráfagas de adrenalina invadiendo las venas cada que el celular vibraba anunciando un nuevo mensaje, cada que la bandeja de e-mail decía que había algo nuevo… y ni hablar de las llamadas. Cuando fue momento de elegir entre salir de eso o morir, lloré como nunca. Supe entonces que nada había sido del todo real, que la realidad a veces es tan gris y tan plana que uno necesita cambiarla con algo desde dentro, con drogas. Y hay tipos tan variados que no lo creeríamos. Hoy pienso que el enamoramiento es una más, y tal vez una de las más fuertes y destructivas, no tanto por el efecto físico sino por el emocional. Despertar de un sueño es menos violeto y cruel que dejar de estar enamorado. Calderón de la Barca dijo que “los sueños, sueños son”, pero no es así de fácil apartar las experiencias que nos hacen sentir vivos. Cuando el “vivieron felices para siempre” resulta inexistente y definitivamente inalcanzable, la recuperación nunca está del todo garantizada; un cocainómano puede ser obligado a rehabilitarse privándolo de dosis o suministrándoselas gradualmente; pero un enamorado no tiene más que sus propios medios, porque la droga la lleva consigo todo el tiempo, porque él mismo la produce y la consume en contra de su voluntad. Y es que aunque todos sabemos sobre las secuelas que puede dejar, caemos gustosos en la temporal dicha, en ese estado alterado de conciencia que nos hace olvidar la importancia de actividades tales como comer o dormir y que aún así nos saca un brillo inexplicable en las pupilas. Dicen que las personas también se pueden morir de amor, aunque suene un poco a La niña de Guatemala de José Martí. Dios bendiga a los enamoradictos, porque aun sabiendo lo que les espera, dan el salto al precipicio. Tomado de la red
Posted on: Thu, 22 Aug 2013 17:13:41 +0000

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