Siempre he creído que el amor es un juego de espejos: lo que - TopicsExpress



          

Siempre he creído que el amor es un juego de espejos: lo que vemos en el ser amado es lo que amamos de nosotros mismos y viceversa; por ello, en mi extraña creencia, como nombramos al amor nos damos nombre. Como una especie de anecdotario, comenzaré con una historia. Tenía una amiga en la prepa a la cual su muy distinguido galán llamaba ‘mi nalga’; durante el poco tiempo que duró el noviazgo era “mi nalga, ven aquí” “mi nalga, ve para allá”, y la ‘nalga’ meneándose sonriente por todos lados. Hasta que llegó el inevitable final que le toca a cualquier nalga aislada, pues hay cosas que la naturaleza destinó para estar juntas; una de ellas es el trasero: sin hacerse esperar, el galán de la nalga primera encontró una segunda nalga para que ambas le hicieran compañía. Hasta aquí advierto: no tengo nada en contra del horrible vocabulario amoroso que se emplea para nombrar al ser amado, cada quién sus perversidades y antojos. Como mi amigo cubano, que a su novia la llamaba “negra”, lo que no sólo era contradictorio, pues era tan blanca que faltaba un tono para ser albina; también el apodo se convertía en perverso al gritarle “negra salpícame de hollín”, lo que me hacía pensar las más sucias y oscuras cochinadas freudianas. Y ya que estoy hablando de Freud, son alarmantes -si me permiten expresar los apodos- “bebé”, “papá”, “mamá” o sus derivaciones “papi” o “mami sabrosita”, porque se me hace la piel de gallina de sólo concebir cómo una mujer puede llamar a su esposo “bebé” o un hombre “mamá” a su esposa. Tampoco me gusta la idea de referirme como mi “guey”, “mi funda” “tontito o tontita” a la persona a quien admiro y de quien estoy profundamente enamorada. Tal vez yo soy una soñadora empedernida que se quedó viviendo en la época del romanticismo. Pero no podría incorporar ninguna de estas opciones a mi vocabulario. Sin embargo, yo también poseo mi placer culposo, quizá la palabra que yo ocupo para referirme a mi pareja es la más común y, por lo tanto, la más horrible de todas: a mí me gusta decir “mi amor” porque como amor es lo que busco, me gusta nombrar lo que anhelo, y lo que esa persona representa para mí es el sentimiento más grande, el mismo que hizo a James Joyce escribir “este corazón que late junto a mi corazón, es mi esperanza y toda mi fortuna, desdichado cuando nos separamos y feliz entre beso y beso”. Sí, ya lo sé, salí peor que de todos los males que me quejaba, pero nadie me culpe que cuando el amor y la lujuria están a flor de piel, todo cambia y todo se justifica o ¿no?
Posted on: Wed, 02 Oct 2013 21:20:42 +0000

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