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UNA MUERTE CON PROPÓSITO Mateo 27:32-50 Al leer el relato de los sufrimientos de Jesús, exclamamos como el centurión romano:”Verdaderamente ese era Hijo de Dios. Jesucristo no vino a esta tierra solamente para nacer como un hombre más, ni tampoco para enseñar una nueva forma de vivir, o agregar más ritos a los cultos ya existentes para honrar a Dios. Jesús vino a morir por algo determinado, la salvación del hombre y la mujer perdidos en pecado, alejados de Dios, desdichados e infelices. Su mayor triunfo tuvo lugar en la cruz donde venció la muerte legándonos a través de la fe la vida eterna. La noche antes de su muerte Jesucristo tuvo en el huerto de Getsemaní una visión clara de los sufrimientos que le aguardaban; como Hijo de Dios los conocía, pero allí el hombre Jesús vio los sufrimientos físicos, morales y espirituales que se le ofrecían en una copa y cuyo amargo contenido aceptó beber porque era ala voluntad de Dios el Padre de que El padeciera el sufrimiento eterno y pagar de esa manera el precio que la justicia divina demandaba por la salvación de los hombres. Jesús miró dentro de esa copa y al ver su contenido, exclamó;”Padre, si es posible halla otra manera de salvar a la humanidad, pero, no se haga mi voluntad sino la tuya.” ¿Por qué se resistió Jesús a beberla? ¿Que tremenda visión tuvo el Señor en esos momentos de los sufrimientos que le esperaban? ¿Quién de nosotros no tiembla ante el dolor? ¿Quién no trata de evitar el sufrimiento? ¿Quién tiene tanta sensibilidad física, moral y espiritual como para identificarse con los sufrimientos ajenos? Creemos que nadie. Es por eso también que no alcanzamos a comprender los padecimientos de Cristo. ¿Por qué tuvo que sufrir tanto? ¿Por qué no murió rápidamente en la cruz, consumando nuestra redención y terminó de esa forma sus sufrimientos? No lo hizo porque el vino a identificarse totalmente con el hombre en todas las situaciones de la vida. El Señor Jesús vio en la copa su muerte, que no le llegaba tras una enfermedad o al final de una larga vida, sino en plena madurez de su juventud. Nadie le quitó la vida, el la ofreció. En medio de su tremenda agonía pensó en ti por tu nombre y por amor a ti llevó tus pecados y los míos en la cruz. Jesús vio también la soledad de la cruz, solo se encontró en Getsemaní. Solo estuvo en su juicio ante el tribunal de Poncio Pilato. Solo ante los hombres; príncipes, religiosos y gobernadores que lo acusaban. Algunos que el domingo gritaban:”Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor”, hoy piden que lo crucifiquen. Judas lo traiciona por dinero, Pedro lo niega y los demás se esconden. Jesucristo conoce hoy la soledad de nuestra vida y por eso se identificó con nosotros, en una demostración de lo mucho que se interesa en nuestra situación. Posteriormente antes de irse al cielo, nos dijo que El estaría siempre con nosotros. El sabe que sufrimos solos, que nuestras luchas y problemas los enfrentamos solos, que solos también nos encontramos en la enfermedad y la tristeza. Solos sufrimos ante la partida de un ser querido. Solos estaremos ante el juicio de Dios. Aquellos en quienes te apoyas en estos momentos, no estarán allí para ayudarte. Nada podrás hacer por ti. Tendrás que enfrentarte completamente solo ante el tribunal de Dios. Por eso murió Cristo, para ser tu abogado defensor. Jesús vio las consecuencias del pecado dentro de la copa. El sabía que tenía que llevar tu culpa sobre si para que el juicio de Dios cayera sobre El y no sobre ti. Permíteme, solo una palabra más; si hubiese existido otra forma en que Dios pudiera salvarte no hubiera enviado a su Hijo al mundo para morir en una cruz. Ahora ya lo sabes, Jesucristo tomó tu lugar de condenación para darte la oportunidad de restablecer tu comunión con Dios. Es tu decisión y ella tiene sus consecuencias. ¿Qué harás?
Posted on: Tue, 02 Jul 2013 21:17:27 +0000

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