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Un hallazgo Era una fría mañana de invierno un pasado julio en Buenos Aires, el viento antártico me penetraba hasta los huesos. Por suerte pude escapar del frío entrando a la librería Todo Libro Bookstore en la calle Cabildo. Pasé un buen rato en la sección de antigüedades de la librería de mi amigo Nicolás Rossi. Ya estaba familiarizado con su colección de libros sobre Latinoamérica porque había pasado muchas horas examinando aquellos estantes anteriormente. Esta vez decidí ver sus libros sobre religión y revisar los muchos volúmenes que tenía sobre una gran variedad de temas. Dirigí mi atención hacia el estante de abajo donde vi varios ejemplares del Libro de Mormón, la mayoría de tapa blanda. Una copia me llamó la atención porque no era como el resto y era de un color café oscuro. Al sacar el libro del estante me di cuenta con gran emoción que era una copia muy bien preservada de la segunda edición de la traducción al español de este sagrado libro de escrituras. Había sido publicada en la Ciudad de México en 1922 y era la misma edición que el Apóstol Melvin J. Ballard, el Elder Rey L. Pratt, y el Elder Rulon S. Wells habían traído en aquel cálido día de diciembre de 1925 cuando bajaron del S.S. Voltaire para empezar a enseñar el evangelio en Argentina. Fue con gran satisfacción que compré este libro para mi propia colección. No fue hasta que ya había salido del local y estaba en el subte camino a casa que empecé a leer el libro cuidadosamente. Mis ojos se posaron en una dedicatoria en la primera página, decía: Para Victoria D’Antona, agosto 1937 Que se aproveche de las enseñanzas en este. Sinceramente, Justin M. Smith Mientras terminaba de leer esta corta frase todas las emociones del día salieron a flote. Derramé muchas lágrimas mientras pensaba en lo que este volumen significa para los miembros de la Iglesia en Argentina. Pensé en el Elder Justin M. Smith, un joven de 27 años de un pequeño pueblo en el Sur de Utah, que dejó la comodidad de su hogar, su novia y su carrera para ir a un país del cual conocía poco, para aprender un idioma que no era el suyo y pasar tres años enseñando el mensaje de este libro. Pensé también que él fue tan solo uno de los miles de jóvenes que en los últimos 170 años han dejado sus hogares y han sacrificado mucho para predicar el evangelio alrededor del mundo. Me hice preguntas acerca de la señora D’Antona, quien recibió este libro del Elder Smith. No sé si aceptó o no el mensaje, pero quiero pensar que ella sintió el espíritu de testimonio que tiene el libro ya que guardó esta copia en su colección hasta su muerte. Mis emociones se intensificaban al pensar en la unión que existe entre misionero e investigador, llegando a ser un testimonio unánime, fortalecido por el espíritu y la verdad de este libro. Este lazo entre misioneros e investigadores existe en Argentina desde el año 1925, cuando tres Autoridades Generales empezaron a predicar el mensaje del evangelio. Hoy en día este lazo se sostiene con más de 400.000 miembros y más de mil misioneros, en diez misiones en las ciudades más grandes de Argentina, predicando el mismo mensaje. ¿Cómo ha ayudado este libro en el milagro de nuestra conversión? No son nada más que palabras traducidas dos veces. Primero del egipcio reformado al inglés y luego del inglés al español. Sin embargo, las escrituras son diferentes a los demás libros. Las palabras no son más que un medio que permiten mayor entendimiento y que un testimonio crezca dentro de nosotros a medida que el Espíritu nos enseña la verdad. Pero el uso de las palabras correctas es muy importante. En el método que usó José Smith para traducir las planchas de oro al inglés, el espíritu de revelación fue un ingrediente esencial, y el resultado fue un documento perfecto que transmitía correctamente el mensaje y el significado del documento original. Sin embargo, la traducción del inglés al español fue diferente. El producto final dependió más de la habilidad, entendimiento, y conocimiento de los traductores, que de la inspiración y revelación durante el proceso en que se vio envuelta. Además, las peculiaridades lingüísticas que existen en el mundo hispanohablante significaban que la traducción sería diferente para diversos países y gentes. Un poco de historia La traducción del Libro de Mormón al español es un evento muy importante en la historia de la Iglesia. Es el relato de la forma en la que el Espíritu del Señor se mueve a través del mundo tocando el corazón de muchos para asegurar que se lleve a cabo la obra del Señor. Es una historia con raíces en España, Francia, México, las islas Filipinas y los Estados Unidos. Empieza con la maravillosa historia de un español culto y educado que siguió la inspiración del Señor que lo llevó a Utah en el momento en que el Señor quería que El Libro de Mormón fuera traducido al español. Brigham Young, el segundo profeta de la Iglesia, siempre tuvo a José Smith en mente. Continuamente pensaba en cómo realizar los sueños y las revelaciones del primer profeta de la restauración. El llevar a cabo la visión de José Smith en cuanto al esparcimiento del evangelio a través del mundo se volvió una obsesión para Brigham Young. Muchos hombres fueron llamados a servir misiones a los pocos meses de la llegada de la primera compañía de pioneros a Salt Lake City en Julio de 1847. El Presidente Young desarrolló un elaborado plan para enviar misioneros a todas parte del mundo a predicar el evangelio a todos los pueblos de la tierra. Parte de esa visión era enviar misioneros a Sudamérica. En 1851, ese deseo se hizo realidad con el llamamiento del Apóstol Parley P. Pratt a dirigir lo que era la Misión del Pacífico. El cumplió con esta misión yendo a Chile donde él, su esposa y su compañero de misión, Rufus Allen, pasaron cuatro meses difíciles sin éxito alguno. Se veían limitados por su muy restringido conocimiento del español, restricciones en las actividades proselitistas y presión de la Iglesia dominante. Además, no tenían literatura para distribuir. En su viaje de regreso a Utah el Apóstol Pratt le escribió una larga carta a Brigham Young contándole de su misión y dándole recomendaciones para el futuro. Una de las sugerencias fue que la Iglesia empezara a traducir El Libro de Mormón al español lo más pronto posible. Él dijo: Siento que el Libro de Mormón y otras publicaciones deben ser traducidas e impresas al español. Entonces será posible abrir la puerta a esas naciones mientras el Sacerdocio viviente es acompañado con algo para que ellos lean; es decir, aquellos escritos que contienen las promesas de Dios, las oraciones y la fe de los antiguos profetas, y el poder y Espíritu de Dios para trabajar con ellos en la restauración de la casa de Israel. ¿A quien sugirió él para la traducción? “Es el deseo de mi corazón traducir El Libro de Mormón” fue la recomendación de Pratt. Él creía que tenía suficiente conocimiento del español como para hacerlo él mismo. No se sabe si logró traducir algo o no ya que murió asesinado seis años después mientras estaba en una misión en el estado de Arkansas. El desafío para el Presidente Young era encontrar a alguien entre los miembros de la Iglesia que tuviera suficiente conocimiento del idioma como para poder traducir El Libro de Mormón. Entre los miles de conversos llegando a la parte oeste de los Estados Unidos, había pocos que hablaran español o fueran de la Península Ibérica o de Latinoamérica. Pasaron veinte años antes que Brigham Young encontrara a las personas que pudiesen traducir: dos norteamericanos que habían vivido por algún tiempo en México, Daniel Jones y Henry Brezzee. En 1847, el Presidente Young llamó a estos dos hombres a su oficina y les informó que quería que se empezaran a prepararse para salir a misiones en México y les dio un encargo, que tradujeran algunos extractos de El Libro de Mormón para llevárselos a la gente de México. Ellos debían salir después de que los extractos estuviesen impresos. La mayoría de la primera parte del trabajo recayó sobre los hombros de Daniel Jones, quien tenía un pasado muy interesante. Él se había alistado en las fuerzas militares que peleó en la guerra contra México en 1846, y después del conflicto permaneció allí donde “estudió la lengua española, para poder leerla, escribirla y actuar como intérprete”. Tuvo una gran variedad de experiencias con los nativos en México y en los Estados Unidos. Después de dejar México en 1850, escuchó historias en cuanto a la Iglesia Mormona que llamaron su atención. Decidió ir a Utah para verificar la información que había recibido. Poco después de su llegada fue bautizado. Después de trabajar por un corto período de tiempo en la traducción al español de El Libro de Mormón, Jones se dio cuenta que ni él ni Brezzee tenían la habilidad necesaria para traducir las escrituras de manera apropiada. Su comentario fue: “Yo entendía bien el español, sin embargo el traducir para publicar algo requería un conocimiento mucho más amplio del que cualquiera de los dos poseíamos. Siempre pensé en cuan bueno sería tener a un [nativo] español para que nos ayudara”. El Señor provee Su traductor Pero el Señor está conciente de las debilidades de los hombres y cuando es necesario obra milagros. El milagro en esta ocasión llegó en la forma de un hombre llamado Melitón González Trejo. Trejo venía de una importante familia española que tenía una larga línea de oficiales importantes en el gobierno, incluyendo ancestros que habían sido enviados a España como gobernadores de las provincias durante el tiempo de los romanos. La familia tenía una historia ilustre de militares y religiosos al servicio de los gobernantes de la región de Extremadura al oeste de España. Uno de sus ancestros fue un general en el ejército del Reino de Galicia y otro, un capitán en el ejército del Rey Fernando durante la expulsión de los Moros de Sevilla. Con tales antecedentes se esperaba que Melitón diera su vida al servicio de España. Sus padres lo alentaron para que fuese sacerdote pero él escogió el ejército. Asistió a la escuela militar donde estudió artes liberales y fue comisionado oficial en el ejército. Después fue a Bordeaux, Francia para continuar su educación. Eventualmente recibió el título de Docteur de L’Universite. Educado militarmente y con credenciales académicas volvió a España y empezó su carrera como oficial en la Armada Española pero con un destino que lo llevaría en una dirección inesperada. Aunque había decidido no ser sacerdote, como sus padres querían, Melitón siempre estuvo fascinado y tuvo mucha curiosidad en cuanto a las cosas espirituales. Durante su niñez mantuvo una devoción poco común hacia la Iglesia Católica. Sin embargo, mientras más estudiaba la teología de la iglesia más se frustraba su devoción. Su estudio le trajo muchas preguntas en cuanto a las doctrinas tradicionales, por lo cual empezó a buscar una religión que reflejara su entendimiento de las escrituras. Hablando sobre sus preocupaciones con un compañero del ejército llamado Parrueco, se enteró de que existía un grupo religioso en la parte oeste de los Estados Unidos que tenía creencias similares a las que él tenía. Esta conversación impresionó a Melitón y empezó a planear su viaje a los Estados Unidos. No dispuesto a dejar su cargo en el ejército, se ofreció para prestar servicio en la colonia española en las Filipinas, de ese modo estaría más cerca de los Estados Unidos. En su viaje a las Filipinas visitó Paris, Francia, donde encontró un pequeño folleto explicando la doctrina Mormona escrito por el Presidente de Misión Louis A. Bertrand, Autorité divine. Después de llegar a las Filipinas se vio envuelto en su trabajo militar y también en un lucrativo negocio que en poco tiempo lo hizo un hombre acaudalado. Lastimosamente, esto desvió la atención de su viaje a Salt Lake City. Fue solo después de enfermarse gravemente y pasar mucho tiempo hospitalizado que su deseo de ir a Utah resucitó. Una tarde, después de ferviente oración, recibió respuesta a su plegaria en la forma de un sueño que él manifestó ser extremadamente espiritual. Esencialmente, en el sueño se le decía que si él iba a Salt Lake City encontraría lo que estaba buscando y vería un pueblo que amaba los mismos principios en los que él creía. Puso sus cosas en orden en cuanto al ejército pidiendo permiso de salida, vendió todo cuanto tenía y reservó un pasaje a los Estados Unidos para el 4 de Julio de 1874. La llegada como un extranjero que no hablaba inglés fue un desafío. Él podía leer el inglés pero nunca había tenido la oportunidad de hablar el idioma, y por supuesto, no conocía a nadie. No tenía ni idea de qué hacer, así que se registró en un hotel, se puso su uniforme de oficial y empezó a caminar por las calles de Salt Lake City. Llamó la atención, que era lo que él esperaba que sucediera. Al poco tiempo, Louis Blanchard, el autor del folleto que obtuvo en Francia y profesor de lenguas romances en Brigham Young Academy en Provo, Utah, se puso en contacto con Melitón y fue hasta su habitación en el hotel donde hablaron sobre el evangelio durante horas. Blanchard, que hablaba español, le enseñó el evangelio y lo llevó a visitar al Presidente Brigham Young. Trejo relató el sueño que había tenido en el hospital en las Filipinas. Brigham Young debe haberse sentido muy estremecido al escuchar que Melitón tenía el deseo de traducir El Libro de Mormón al español y llevar el evangelio al mundo hispanohablante. Ambos se sintieron muy humildes al reconocer la mano del Señor al traer a Melitón desde España, a través de las Filipinas, hasta Salt Lake City en el preciso instante cuando la obra en México iba a empezar. Melitón fue bautizado dos semanas después de llegar a la ciudad. Comienza la labor Sus esfuerzos en la traducción de El Libro de Mormón empezaron enseguida. Tenía dos mil dólares que había cosido a su chaqueta cuando salió de las Filipinas. Usó ese dinero para mantenerse mientras trabajaba en la traducción. Trejo se reunió con Henry Brizzee y Dan Jones y los tres empezaron a trabajar juntos. No fue un proceso fácil. Se mudó con Jones y empezó a estudiar en una oficina alquilada por Jones. La mayor dificultad era que Trejo no tenía suficiente dominio del inglés. Pasó muchas horas con Jones y Brizzee estudiando y hablando acerca de la Iglesia. Trejó empezó su trabajo traduciendo primeramente el famoso folleto A Voice of Warning (Una Voz de Amonestación), escrito por el Apóstol Parley P. Pratt. Después de esta experiencia él y Jones empezaron la traducción de El Libro de Mormón. Trejo traducía en las mañanas y por las tardes él y Jones leían y corregían la traducción. Jones jugó un papel muy importante debido a su conocimiento de la doctrina de la Iglesia, con la cual Trejo no estaba muy familiarizado. También fue un apoyo emocional muy importante. Jones cambió sus planes de mudarse de casa para poder estar cerca de Trejo. “Decidí permanecer en la ciudad por un tiempo para así poder estar cerca de Trejo para alentarlo y ayudarle”. No era fácil la tarea de la traducción, y la obra progresaba lentamente. Desarrollaron un exitoso método para revisar su trabajo. La traducción de Melitón era examinada por Jones, quien entonces la traducía de nuevo al inglés y la comparaba con el original. Jones estaba muy preocupado en que la traducción fuese correcta, y a menudo sentía guía divina en el proceso. “Sentía una sensación en el medio de mi frente, como si hubiera una fina fibra de la que estaban tirando suavemente. Cuando había algún error, la suavidad se veía interrumpida como si un pequeño nudo estuviera saliendo a través de mi frente. Aún si yo no veía el error, estaba tan seguro que existía, que llamaba a mi compañero para que lo corrigiera. Cuando lo había hecho, continuábamos hasta que ocurriera de nuevo lo mismo”. La misión a México Cuando terminaron la traducción, Jones le informó a Brigham Young, quien estuvo muy complacido. Les pidió que solo publicaran parte del libro y que empezaran su misión en México. En 1875, Jones escogió 100 páginas de El Libro de Mormón, se imprimieron dos mil copias a un costo de 500 dólares, completamente financiado con donaciones de los miembros. Con la publicación de los Trozos se empezaron a preparar misioneros para ir a México. En septiembre de 1875, siete misioneros salieron a caballo hacia México, llevando en mulas la mayoría de las dos mil copias del libro. Al llegar al norte de México la mayoría de los libros fueron enviados a mejicanos prominentes junto con una carta sobre la Iglesia. Una copia llegó a las manos de un prominente personaje Mejicano, Plotino Rhodakanaty quien se interesó y escribió una carta a Melitón preguntando sobre El Libro de Mormón. En 1879 el Apóstol Moisés Thatcher fue asignado para presidir la Misión Mexicana, con el propósito de introducir el evangelio a la Ciudad de México y sus alrededores. El Elder Thatcher, James Z. Stewart y Melitón Trejo viajaron a México. Al cabo de un corto período bautizaron a Plotino Rhodakanaty y a algunos de sus conocidos. Rhodakanaty, oriundo de Grecia, había llegado a México con la intención de establecer una comunidad socialista (experimental). Cuando trató de llevar a cabo sus planes, y pidió ayuda financiera a la Iglesia, se desarrolló un grave conflicto entre el Elder Thatcher y Plotino. Como el conflicto no se pudo resolver, Plotino y la mayoría de los miembros de la rama dejaron la Iglesia. Fue después de esta misión en 1883, que el Elder Thatcher recibió la asignación del Quórum de los Doce para supervisar la traducción y publicación de El Libro de Mormón por completo. Melitón Trejo empezó a corregir su primera traducción junto con James Z. Steward quien corregía los errores, ajustaba la traducción, y se aseguraba que expresara correctamente el significado. La revisión se terminó en noviembre de 1885 y la primera traducción completa de El Libro de Mormón en español fue impresa en marzo de 1886. Solo se hicieron mil copias y la mayoría fueron distribuidas en México, el único país hispanohablante donde se encontraba la Iglesia, hasta 1926. La publicación de esta primera traducción fue el resultado del trabajo y la persistencia de muchos, pero primordialmente de Melitón Trejo. Es un tesoro para la Iglesia. Un español con un inglés muy limitado fue capaz de producir una traducción que fue utilizada con solo unos pocos cambios, por más de cien años. Fue su traducción la que trajo el evangelio a México y Argentina. La historia de Trejo es un ejemplo de cómo el Señor provee cuando hay necesidad. Trejo volvió a Salt Lake City en 1887 y, aparte de dedicarse a la agricultura, comenzó a enseñar español en Latter-day Saints’ College. Después fue llamado a volver a México donde se estableció en Chuichupa, Chihuahua donde se dedicó a cultivar la tierra y a criar ganado. Él y su familia dejaron México en 1912 junto con el resto de los colonos y se estableció en St. David, Arizona. Desafortunadamente, su manuscrito de la traducción de El Libro de Mormón se perdió en México durante el duro período de la revolución. Trejo falleció a los setenta y cuatro años de edad víctima de nefritis, el 29 de Abril de 1917. Sus descendientes continúan en la Iglesia, la mayoría de ellos viven en el estado de Arizona, y tienen en común un gran legado de fe. El biógrafo de Trejo dijo: Melitón González Trejo fue en verdad un hombre excepcional. Aunque hecho con sencillez y sin ostentación, casi en completa oscuridad, el trabajo del Elder Trejo ha sido de gran importancia para la Iglesia y miles de individuos. Él ayudó a hacer posible que miles de hispanohablantes pudieran estudiar el evangelio en su propia lengua. Su ferviente testimonio, dado a miles, ayudó a traer muchas almas al Señor y fortaleció la fe de muchos otros. Futuras ediciones En 1920 la Iglesia preparó una nueva versión de El Libro de Mormón en inglés. Los cambios fueron estructurales, tal como proveer dobles columnas, referencias diferentes, una guía para la pronunciación y un índice. Al cambiar la edición en inglés, el Quórum de los Doce pidió que el Presidente de la Misión Mexicana, Rey L. Pratt supervisara la revisión de la traducción de Trejo, con el propósito de incluir algunos de los nuevos rasgos de la versión en inglés. Pratt también hizo algunos pequeños cambios en la gramática. La edición dice: “Diligentemente comparado con anteriores ediciones y revisado, y las referencias traducidas al español y agregadas por Rey L. Pratt”. Esta edición fue publicada en México en 1920. En 1925, cuando Rey L. Pratt fue asignado por la Primera Presidencia para ayudar al Elder Melvin J. Ballard a abrir la Misión Sudamericana, fue esta edición la que usó Pratt para predicar el evangelio a los primeros investigadores, quienes formaron las bases de la Iglesia en Argentina. En 1929 Rey L. Pratt condujo aún otra revisión, esta vez con la ayuda de un joven misionero de México de nombre Eduardo Balderas. El papel de Balderas en el departamento de traducción de la Iglesia fue importante porque en 1939 él aceptó trabajar en las oficinas de la Iglesia como traductor al español. En 1949 se le asignó a Balderas a corregir la edición de Pratt de 1929, esta nueva edición fue publicada en 1952. La importancia de esta edición fue significativa a causa de los cambios que se hicieron. Un escritor ha sugerido que esta edición “representa una edición completamente revisada de El Libro de Mormón en español, la cual ha servido como base para todas las siguientes ediciones”. Esta traducción, con algunas revisiones, siguió vigente hasta 1992, cuando se completó la presente traducción de El Libro de Mormón. El poder del libro De la misma forma en que la traducción de El Libro de Mormón fue el resultado de una serie de milagros que trajeron a Utah a un educado y culto español, el efecto que este libro ha tenido en la mayoría de miembros de la Iglesia es parte de una larga cadena de milagros. Desde 1925, cuando tres Autoridades Generales empezaron a predicar el evangelio en Sudamérica, han sucedido muchas experiencias relacionadas con este libro. El espíritu ha llevado a muchos a testificar de su veracidad. La mayoría de los que han sido tocados por el libro empezaron a leerlo con poco interés de unirse a la Iglesia, pero a través de un milagroso contacto con él han llegado a testificar de su veracidad. Una historia que relataré, no es más que un pequeño ejemplo del papel que ha tenido este libro en el crecimiento de la Iglesia. En 1963 Wood Whitlock era un pastor de la Iglesia Metodista, a cargo de una pequeña congregación en Cerro, Uruguay. Como ministro protestante conocía acerca de la Iglesia Santo de los Últimos Días dado a las lecciones que había recibido en la Escuela de Teología y a muchos encuentros con los misioneros. Sin embargo, esas experiencias no habían sido positivas. En 1963, él empezó a recibir las charlas con dos misioneros, quienes le dieron una copia de El Libro de Mormón. Whitlock la aceptó pero nunca pensó en leerla. Un día de marzo iba en un ómnibus camino a Paso de los Torres para asistir a una conferencia. Sentado a su lado iba un misionero mormón, Elder Burbidge. Cuando la conversación se centró en El Libro de Mormón, el Elder Burbidge desafió a Whitlock a leerlo diciéndole: “Si El Libro de Mormón es falso y por lo tanto la Iglesia también lo es, ¿por qué no lo comprueba?” En ese momento el espíritu tocó a Whitlock y él supo que leería el libro. El Elder Burbidge relató lo que ocurrió cuando le leyó la promesa en Moroni 10:4: “Le leí esa promesa y se conmovió profundamente, porque conocía lo suficiente en cuanto a la Biblia y a la manera de obrar de Dios, sabía que es así exactamente como El siempre ha obrado, y se sorprendió que un grupo religioso pusiera ese tipo de prueba en su libro”. Fue con cierta ansiedad que Whitlock volvió a su casa con deseo de leer el libro. Temprano en la mañana entró a su estudio, cerró la puerta, buscó el libro y empezó a leer. Solo salía de su habitación para comer. Pasó cinco días estudiando el libro y pasando a través de una lucha espiritual y emocional que debe haber sido de una magnitud monumental para un ministro de otra Iglesia. En consecuencia, después de esos pocos días, él obtuvo un testimonio: “Yo sé que El Libro de Mormón es verdadero. Toda mi vida he leído las escrituras a la luz de una vela, ahora la habitación se ve iluminada, puedo ver, siento que he llegado a casa. No sé que es lo que está por venir”. Fue a los misioneros y, sin siquiera decirle a su esposa, les pidió que lo bautizaran. Volvió a su hogar, le contó a su esposa y a la semana siguiente fueron a visitar al presidente de misión, J. Thomas Fyans. Whitlock tenía un limitado conocimiento de la Iglesia más allá de la confirmación espiritual de El Libro de Mormón. Su esposa estaba extremadamente molesta y confusa con todo lo que había pasado. Ella era de una fiel familia Metodista y se dio cuenta de que su esposo acababa de perder su profesión. Whitlock perdió su trabajo y muchos miembros de su familia dejaron de tener contacto con él, pero El Libro de Mormón había tocado su corazón y él tenía que seguir la dirección que el espíritu le marcaba. La búsqueda continúa Siempre que estoy en Buenos Aires visito cuantas librerías me es posible con la esperanza de encontrar una vez más una de las primeras ediciones de El Libro de Mormón. Hay muchas librerías aún por explorar, y sigo buscando. Pienso a menudo en los muchos milagros relacionados con el advenimiento de ese libro de escritura. Me maravillo ante la serie de eventos que culminaron con la llegada de Melitón Trejo en Salt Lake City al momento exacto en que se lo necesitaba para traducir el libro al español. Pero aún más pienso en las miles de copias del libro que han sido distribuidas a través de América Latina y el mundo por misioneros como Elder Smith. Tantos han leído y han sentido el mensaje y el espíritu del libro, un estandarte de verdad para el mundo, testificando que Jesús es el Cristo y el Salvador del mundo.
Posted on: Thu, 20 Jun 2013 01:45:17 +0000

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