Un testimonio que nos demuestra que el éxito no cae del cielo - TopicsExpress



          

Un testimonio que nos demuestra que el éxito no cae del cielo Definitivamente nada es gratis. Triunfar en lo que nos gusta requiere mucho empeño, trabajo , terquedad, etc etc. pero el lograr las metas perseguidas es el mejor pago que se pueda tener. Hace 25 años, cuando empecé mi carrera, trabajé cerca de dos años gratis en algunos restaurantes prestigiosos de Europa durante 12 horas diarias, sin recibir un sólo centavo solo para aprovechar la oportunidad de aprender. ¿Me molestaba? Sí... ¿Renegaba cuando llegaba a mi cuarto? Sí. Hoy agradezco esos 2 años que me enseñaron tanto. ¿De qué vivía? Saliendo de ese trabajo me iba a un pequeño local a trabajar hasta las 2 de la mañana, en el cual me pagaban unos pocos euros. Con ellos pagaba mi cuarto, mis pasajes, mis nostalgias. Al regresar al Perú, en aquellos años, poco de lo que ves hoy, existía. La cocina peruana claro que si existía igual de rica y entrañable. Nada hemos inventado los cocineros de hoy en ese sentido. Sin embargo, lo que ves hoy: Una cocina peruana convertida en un movimiento, una marca, una tendencia de consumo, un concepto que genera modelos, oportunidades, promociona el Perú, integra a comunidades, productores, cocineros, comensales, etc., etc. Poco de ello existía. Por ello es normal que en aquellos años mi familia no entendiera que yo quisiera ser cocinero. Que todos hicieran lo posible para convencerme que no lo fuera. Que cuando regresé al Perú, todos me miraran como el joven que se perdió en el camino. Es en esas condiciones que llegamos a Lima, Astrid y yo. Sin un centavo en el bolsillo. Sin la confianza de nuestro entorno más cercano. Con Astrid y sus 5 meses de embarazo. Con una familia en camino, a la que había que sacar adelante en ese escenario claramente hostil. ¿Qué teníamos en ese momento Astrid y yo? El amor que nos unía y nos daba fuerzas. El sueño común de hacer algún día un pequeño y hermoso restaurante en donde pudiéramos salir adelante juntos. La fe de que juntos podríamos lograrlo. Eso era todo nuestro patrimonio. Me contrataron para armar la primera escuela de cocina, que luego se convertiría en el Cordon Blue. A ella, en una pastelería a la que recuerdo iba a recogerla cada tarde, y en la que seguía trabajando con su linda barrigota de ya 9 meses de embarazo. Así estuvimos un tiempo, hasta que encontramos un pequeño local en Cantuarias #175 que estaba cerrado varios meses. Su dueña, una señora noble y buena, venía de tener problemas judiciales con su inquilino anterior y nos dijo que nó lo alquilaría a nadie. Le contamos nuestros sueños y finalmente nos lo alquiló. Nos faltaba algo importante. El dinero. No teníamos un centavo. Tocamos puertas. Todas las puertas. Padres, hermanos, tíos, amigos. Finalmente logramos reunir 45,000 dólares. Con ese capital prestado, nos íbamos todos los días a comprar materiales para abaratar costos. Sin arquitectos ni decoradores, preguntábamos por todas partes consejos para poder lograrlo. Lo logramos. Un 14 de julio de 1994 abrimos el Astrid y Gastón. No hay nada más triste y angustioso para un cocinero, que no lleguen clientes a tu restaurante. Cuando abrimos solo llegaron 2 personas. Nadie más. Al día siguiente llegaron 8 personas. Al siguiente 15. Y llegó el fin de semana y llegaron 30 personas. ¡¡ 30 PERSONAS !! No estábamos preparados y todo colapsó, el servicio fue un desastre, los ingredientes se agotaron, todo salió mal. 30 personas eran demasiado para nosotros. (Hoy damos de comer cada día a 6,000 personas en todo el mundo). En ese momento pensamos que era el fin. Que ese desastre no sería perdonado por el público. Que ya nadie vendría, que no podríamos pagar la deuda, que nuestros hijos no podrían tener un buen colegio donde educarse, que el mundo se nos venía abajo. Al igual que tú, la angustia nos invadía. Lo superamos... Recuerdo que trabajábamos todo el día sin parar. Yo llegaba a las 8 de la mañana y tenía que ver la cocina, las compras, el servicio, las cuentas. Me iba a las 2 de la mañana. De lunes a domingo y sin vacaciones durante 5 años. Había que salir adelante. Recuerdo que Astrid con sus 21 años, enfrentaba cada día el salón, como una mujer curtida en mil batallas. Eran otros tiempos. La sociedad limeña de aquel entonces no era como la de hoy. No era fácil. Pero allí estaba. Con su dulce mirada y sonrisa, con su espontaneidad en la piel, con su carácter alemán franco y sincero. Pero sobretodo con el buen corazón del cual me enamoré. Al final de la noche, recuerdo como se llevaba los manteles y las servilletas a la casa porque no podíamos pagar una lavandería. Había que pagar las deudas. Día a día luchándolo como una hermosa batalla, en la que el amor, la fe y la convicción nos mantuvieron unidos, hasta que finalmente logramos lo que habíamos soñado. Tener un hermoso restaurante, con deudas pagadas, con proveedores y trabajadores con los cuales aprendíamos juntos cada día, con clientes estables y felices que aliviaron nuestras angustias, y nos permitieron seguir nuestro camino como hasta hoy. El resto, es historia conocida que seguramente ya conoces. Hoy son muchos los chicos jóvenes como tú que buscan su sueño. A algunos la desilusión los embarga. Otros ya están en carrera hacia el éxito. Unos en este momento reniegan como yo en su momento, por la dureza del horario. Otros como hormiguitas, están concentrados aprendiendo, avanzando, haciendo. Lo cierto es que hoy las oportunidades que tienes, son muchísimas más que las que había antes. Libros, televisión, restaurantes dentro y fuera del Perú, industrias alimentarias, enseñanza, solidaridad, ecología, turismo y muchas más oportunidades que podrás elegir. Hoy tienes modelos en cada área que te permiten soñar, y saber que si es posible lograrlo. Hoy tienes ejemplos en todo nivel que pueden contarte esta misma historia que yo te estoy contando de manera que puedas recuperar esa tranquilidad que hoy sientes perdida. Querido Rafo, compatriota, colega, amigo: Trabaja, escucha, pregunta y aprende con humildad. Celebra el éxito ajeno como tuyo y acude en ayuda del caído como si fuese tu caída. Disfruta cada momento como si fuese el último, intentando con tus actos ser feliz mientras haces felices a los demás. Nunca sientas que lo que haces es perfecto. Siempre puede ser mejor. Y sobretodo, cuando el éxito te sonría, que estoy seguro te sonreirá, no olvides nunca que el éxito es efímero. Que nunca lo buscaste. Que tú verdadero sueño siempre fue ser cocinero, cocinar, hacer feliz a la gente con lo que haces, y con ello tú ser feliz. Ama a tu patria, agradece siempre a los que te apoyaron y ayuda siempre a los que puedas ayudar con tu trabajo. Mira a tu alrededor para aprender, nunca para criticar ni juzgar. Mantén vivo al niño que llevas dentro, haz cosas todo el tiempo y luego déjalas ir, comparte todo lo que descubras, porque así harás algo nuevo siempre, que el miedo no te detenga, no importa si te equivocas, escucha tu voz interior y lánzate a hacer realidad tus sueños, a enfrentar tus batallas, a vivir con honor. Hoy comienzas una etapa, una hermosa etapa. Aquí estamos contigo. Un abrazo. Gastón.
Posted on: Wed, 11 Sep 2013 04:16:41 +0000

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