10 COSAS QUE ME GUSTAN DE TI - CAPÍTULO 25 - PARTE 3 Roberta se - TopicsExpress



          

10 COSAS QUE ME GUSTAN DE TI - CAPÍTULO 25 - PARTE 3 Roberta se quedó mirando la puerta y luego se volvió hacia Diego, un poco desubicada. —Creo que mi abuela acaba de darme permiso para arruinar mi reputación. —De eso me encargo yo —dijo él, sonriendo—. Si a ti no te importa. Roberta volvió a mirar la puerta y luego lo miró, boquiabierta. —Creo que se ha vuelto loca —concluyó. —Au contraire —dijo él, colocándose detrás de ella—. Ha demostrado que es la más cuerda de todos. —Se inclinó y le dio un beso en la nuca—. Creo que estamos solos. Roberta se volvió entre sus brazos. —Yo no me siento sola —dijo, inclinando la cabeza hacia la habitación de su abuela. Él la abrazó y pegó los labios al hueco que había encima de la clavícula. Por un momento, Roberta creyó que estaba intentando que se olvidara de sus preocupaciones y buscando intimidad, pero luego se dio cuenta que se estaba riendo. O, mejor dicho, intentando no reírse. — ¿Qué? —le preguntó. —Es que me la imagino con la oreja pegada a la puerta —respondió él, con las palabras sofocadas por su cuerpo. — ¿Y eso te parece gracioso? —Es que lo es. —Aunque no parecía muy seguro de por qué. —Tuvo un romance con tu tío —dijo Roberta. Diego se quedó inmóvil. —Si estás intentando apagar mi ardor, te prometo que con esa imagen el objetivo está garantizado. —Sabía que mis tíos Thomas y Arthur no eran hijos de mi abuelo, pero Percy… — Roberta meneó la cabeza, incapaz de asimilar todo lo que había sucedido esa noche—. No tenía ni idea. —Suspiró y se relajó en sus brazos, empezando a amoldarse a su cuerpo, pero de repente dio un respingo. — ¿Qué pasa? —Mi madre. No sé si… —Es una Vickers —dijo D. con firmeza—. Tienes los ojos de tu abuelo. — ¿De veras? —El color no, pero sí la forma. — Roberta le dio media vuelta, la tomó de los hombros y la giró hacia él—. Aquí —dijo, con dulzura, mientras le rozaba la parte externa del ojo—. La misma curva. Ladeó la cabeza y contempló su rostro con una tierna concentración. —Y los mismos pómulos —murmuró. —Me parezco mucho a mi madre —dijo ella, incapaz de apartar la mirada de él. —Eres una Vickers —concluyó él con una sonrisa sincera. Ella intentó reprimir una sonrisa. —Para lo bueno y para lo malo. —Casi todo es bueno —respondió él, mientras se acercaba para besarle la comisura de los labios—. ¿Crees que ya estará dormida? Ella meneó la cabeza. Le dio un beso al otro lado de la boca. — ¿Y ahora? Ella volvió a menear la cabeza. Él se separó y ella no pudo evitar reírse mientras lo veía mirando al techo y contando hasta diez en silencio. Lo observó divertida y con la risa en la punta de la lengua, aunque no la dejó estallar. Cuando Diego terminó, la miró con los ojos brillantes, el mismo brillo de un niño que espera ansioso la noche de Navidad. — ¿Y ahora? Ella abrió la boca y quería regañarlo, pedirle que no fuera impaciente, pero no pudo. Estaba muy enamorada de él, iba a casarse con él y ese día habían pasado tantas cosas que se había dado cuenta que la vida había que vivirla y que a las personas había que quererlas, y que, si tenía la oportunidad de ser feliz, se aferraría a ella con ambas manos y no la soltaría jamás. —Sí —dijo, mientras levantaba los brazos y le rodeaba el cuello—. Creo que ahora ya estará dormida.
Posted on: Sat, 22 Jun 2013 17:48:23 +0000

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