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5 El fin de la exhortación es la caridad, que procede de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera, 6 de las que, por haberse desviado, algunos se han perdido en vana palabrería. Frente a estos falsos maestros muestra Pablo cuál ha de ser el objetivo de la exhortación auténtica y de la predicación: la caridad, el amor a Dios y a los demás hombres. Mas, para que este amor sea auténtico y verdadero, son necesarias tres cosas: debe brotar de un corazón «puro», íntegro, libre de todo egoísmo y de toda pasión mala; de una «buena conciencia», que se sabe ligada a Dios en todas sus acciones y deseos, y de una «fe sincera», libre de hipocresía, fundada en una convicción auténtica, y no en una exhibición brillante de especulaciones teológicas, como hacen los falsos maestros. Los falsos maestros no han tenido en cuenta este objetivo de la exhortación y de la predicación auténticas. Han descuidado los tres requisitos necesarios para que haya auténtica caridad cristiana. Por eso su exhortación se ha convertido en una «vana palabrería». Dicen muchas palabras, pero pasan por encima del núcleo del mensaje cristiano, sin tocarlo. Todas sus consideraciones prolijas, que parecen tan profundas, semejan «una campana que toca o un címbalo que resuena» (ICor 13,1). Su predicación es charlatanería inútil. Es duro el juicio que el Apóstol emite sobre la predicación de los falsos maestros. Si en la comunidad cristiana la exhortación no va dirigida a su objetivo propio y último, el amor verdadero y auténtico, se convierte siempre en una maraña de palabras hueras. 7 Pretenden ser doctores de la ley, siendo así que no comprenden ni lo que dicen ni aquello sobre lo que dogmatizan. El Apóstol hace aún otro reproche a estos falsos maestros. Alegan la orgullosa pretensión de ser «doctores de la ley», pero no conocen con claridad qué significa la ley. Se atribuyen un conocimiento que no poseen de la ley del Antiguo Testamento y de su significación para la comunidad de los salvados del Nuevo Testamento. Pretenden gloriarse de la agudeza de sus interpretaciones de la Escritura, de su rígido legalismo y de las severas exigencias ascéticas que imponen a la comunidad (4,3). Tal actitud, que pone la mera ciencia humana en lugar de la fe y la prestación legal en lugar del amor, muestra que estos falsos maestros no han entendido el Evangelio ni el Antiguo Testamento. La predicación de los falsos maestros, según el juicio del Apóstol, no es sino «vana palabrería». Por eso el Apóstol no tiene más remedio que exponer, frente a esta concepción falsa, el verdadero papel y la verdadera función de la ley antigua.
Posted on: Sat, 14 Sep 2013 16:54:34 +0000

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