A ninguna persona de todas cuantas Dios crió en Toledo. LAS - TopicsExpress



          

A ninguna persona de todas cuantas Dios crió en Toledo. LAS SIRENAS DEL ARROYO LA DIENTES La llaman la Dientes porque no tiene ninguno. Dice bromeando que se los rompió al caerse del caballo jugando al ajedrez. Aunque todos saben que se los rompió el marido de una paliza. Pero quién te manda practicar deportes tan violento, le dice riendo una compañera que huele a matera fecal y que lleva una peluca que parece una rata ahogada. La Dientes ya casi no vale para puta, con ese cuerpo derruido como una pared de adobe, con esa cicatriz que parece una boca paralela en un rictus de asco, y ese careto de muerta a la que se han olvidado cerrarle los ojos. Un cuerpo decrépito y paticorto que parece hecho de plastilina por un niño de guardería. Después de un vano intento en el mundo de la videncia “Carmen Azul, videncia biocibernética y organométrica”, ahora la usan como manporrera, y para sostener las hiperbólicas ubres de Tania la Holandesa mientras el cliente le azota el culo hasta ponérselo rojo como un tomate. A Tania la Holandesa le gusta que le azoten el culo “¡Más fuerte, mi amor!”. No sé, será por algo de la infancia, supongo, vaya usté a saber. El marido de la Dientes se llama Pepe Baquetas y fue cabo de la legión. Una vez mató a un moro de un navajazo durante una pelea en una taberna por una discusión de fútbol. El caballero legionario no quiere que su mujer se lave, dice que una hembra tiene que oler siempre a hembra y no a jabón ni a perfume, que eso es cosa de maricones. El legionario es un borracho crónico, y a veces, cuando llega a las cuatro o a las cinco de la mañana dando tumbos y canturreando rumbas de Peret, la Dientes no le abre la puerta y el pobre tiene que irse a dormir a las tinajas de una bodega abandonada que hay en las afueras de Legazpi, donde el agua estancada del Manzanares hiede un poco como su mujer, vamos que apesta. Es difícil encontrar una tinaja libre con tanto borracho y malcasado como prolifera en estos tiempos de crisis. Una crisis pone a cada uno en su lugar. -¡Ocupada!- Le responde una voz de ultratumba cuando asoma su apepinada cabeza, con ese rostro de caricatura, de ojos goyescos, cejijunto y con su gorrilla de “Repuestos Autosanz”, por la boca oscura de una tinaja. -¡Ocupada!- Repite otra voz de tabernícola, seguida de una especie de ladrido, en la siguiente tinaja. Las edades del hombre, después de bajar del árbol, son cinco. En la primera tiene una cuna. En la segunda, cuando crece, una habitación. En la tercera, cuando madura, tiene una casa o en su defecto una tinaja. En la cuarta, de viejo, abandonado en un geriátrico, tiene únicamente una cama que parece una cuna. Finalmente sólo es dueño de un ataúd. Qué extraño ese trance de la muerte, me muero por saber cómo será. Aquí ya no vuelvo, piensa llorando el niño cuando nace, pero aun así sigue respirando. La vida es tan empecinada que una frágil brizna de hierba es capaz de romper el hormigón más duro. Un enigma indescifrable, maravilloso, absurdo. Sísifo y Tántalo asociados en el negocio de una cantera. El calor ha vuelto, y un sol deslumbrante y ardiente como el amor de los adolescentes, ablanda el duro corazón del asfalto. -¿Y no te duele la ezpalda, niña?- Pregunta la Dientes a la viciosa Tania la Holandesa, mientras el cliente, que ha pagado un dúplex, sigue a lo suyo. El cliente es un moreno gigantesco de obesidad mórbida, procedente de Liberia (igual podría proceder de Fregenal, tampoco hay tanta diferencia). Tiene posaderas de mamut. Lleva en la oreja una especie de colmillo de rinoceronte, pero con ese cacho cabezón que tiene, el colmillo parece más bien la cabeza de un alfiler. Cuando el gigante se sienta en la taza, diríase un elefante que se asusta de un ratón y se sube a un taburete. Los pantalones se los debe de hacer a medida una brigada de costureras, tal vez con la vela de un barco. Cuando el cetáceo pasea con su mujer por la Gran Vía con sus andares de hipopótamo, parece un niño gigante que lleva una barbi en la mano. Es músico. Toca la trompeta, hinchando mucho los mofletes, cerca del Palacio Real. En sus labios abultados la trompeta parece el silbato de un árbitro de fútbol. Es cornudo porque tiene los pies muy grandes. Cuando su mujer ve aparecer los zapatos por la puerta, le dice a su amante, dentro de un cuarto de hora estará aquí mi marido. - No me toques el coño, Trini, que no te has lavado las manos- La Dientes retira sus cetrinos dedos del coño rasurado de la Holandesa, pidiendo humildemente perdón. En el zaguán de la casa, cuatro putas descascarilladas y zafias ríen con sus caras de brujas y sus dientes mellados. Sólo una es española, de Quintanar de la Orden. Dicen que los habitantes de Quintanar son tan prepotentes que hay dos tontos por cada habitante. Lo dicen los de Villanueva, que tienen ocho tontos oficiales sin ser cabeza de partido. Las putas se ríen de un cliente que sale de la habitación con los pelos de punta como si fueran un polvoriento matojo de tomillo. -¿Y ese peinado tan moderno, cariño?- El cliente, que es subalterno adjunto en una subsecretaría de una subdelegación, que habla mal porque se le escapa el aire por el hueco de los dientes, y los domingos toca la pandereta anunciando a Cristo vivo con otros cuatro perdedores chalados en la Puerta del Sol, las mira amohinado con sus gafas de aumento llenas de mierda, y baja las umbrías escaleras detrás de un negro calvo con vestimenta tropical. Las putas, un poco aburridas, se ponen a hablar de algo, creo que de los sumerios, después guardan silencio y se sumergen en el wasap.. Joder con el invento ese del wasap de los cojones. Sin embargo no hay que restarle importancia. Si los antiguos hubieran tenido wasap, la Historia habría sido otra. Imaginaos a Jesús en el Monte de los Olivos, de repente le llega un mensaje que lo saca de sus estériles cavilaciones. “J.C., el cabrón del Judas t a vendido por cuatro perras” “Ok, gracias Pedro, un brazo, no saldo” Y el hombre habría tenido toda una noche para correr campo a través evitando así que lo prendieran. O imaginaos a César desayunando antes de salir para el Senado aquel aciago día de marzo. Calpurnia, seguramente metida en el ajo, lo apremia para que acabe los kelos. De repente a César le suena el móvil. Es un mensaje de un centurión que cruzó con él el Rubicón y que se ha escondido detrás de un árbol con la excusa de ir a plantar un pino. “Ávete, César, Brutus y otros cuatro pringaos t kieren dar matarile” Entonces el divino César le haría un corte de mangas a su mujer. “¡Hoy al Senao va a ir tu puta madre!” En la salita, una puta nueva que es casi una niña, morena y prieta de carnes, está viendo las motos en la tele. Hay que ver lo deprisa que corren las jodías, y total para al final volver siempre al mismo sitio. Es un poco como la vida, piensa mientras aplasta una cucaracha con su rojo tacón de princesa paria. LOCURA DE AMOR Cuando a Guadalupe Zarza le dio aquel mareo en la calle Jesús del Gran Poder, de no haber sido por aquella joven que lo sostuvo, se habría roto los cuernos contra el duro y ardiente asfalto bajo el sol canicular de julio. Lo sentó en un banco de madera podrida y le dio aire con un periódico que encontró en una papelera. Después lo metió en un sórdido bar, “El extremeño”, creo que se llamaba, e hizo que se tomara una cerveza con limón y una bolsa de patatas fritas. Jamás nadie se había portado tan bien con él. Su mujer, mismamente, estaba seguro, se habría avergonzado de la escena y con disimulo se habría alejado unos pasos con la excusa de telefonear al 112. - Ya te va volviendo el color, cariño, estabas blanco como un cadáver- La muchacha era un poco gangosa, tenía vegetaciones y la nariz pequeña. La cabeza, por el contrario, la tenía grande. Él la miró con ojos caídos, como los de un mastín que mira una ristra de chorizos. Entonces ella, viéndolo venir, le dijo que se llamaba Tatiana y le confesó que era puta. Demasiado tarde, Guadalupe Zarza ya se había enamorado. ¡Qué locura! ¿Quién se puede enamorar de una puta? Pues hombre, cualquiera, por ejemplo alguien que se ahoga en el pozo oscuro y profundo de la soledad. Le regaló un corazón de plata que pesaba casi tanto como una de las tetas de la muchacha. Bueno, tampoco hay que exagerar, porque, la verdad sea dicha, las tetas de Tatiana pesaban siete kilos cada una. Una vez su chulo se las pesó en una carnicería marroquí. Seis kilos y ochocientos gramos para ser exactos. Tatiana ejercía en un antro de sadomasoquismo. Se ponía a cuatro patas sobre las sábanas revueltas, y una negra con cara de mona vieja le azotaba el soberbio culo hasta ponérselo rojo como el culo de un babuino. -¡Cachonda!- la insultaba a cada azote la negra, con voz espesa y dura- ¡golfa! ¡sorra! ¡guarra! ¡mira cómo estás poniendo de cachondo a este señor, perra, mira cómo se le levanta, putilla en calor! ¡eres una puta cachonda, Tati! ¡pero qué ha comido hoy esta mujer para estar tan cachonda! ¡mira mira, cómo mueve la lengua! ¡a puta no hay quien te gane, cachonda, golfa, puta, que eres una prostituta en la cama, perra en calor!¡esta mujer hoy está pa hacer con ella lo que se quiera, su marido está con el ramadán!- El señor, un viajante de comercio de la Roda que cojeaba un poco porque de pequeño le dio un paralís, contemplaba la escena babeando como un perro sediento. Tatiana, con el pensamiento en otra parte, reprimía un bostezo y seguía el juego ayeando y ronroneando como una gatita en celo. - ¡Ay! ¡qué me haces, ama cruel! ¡sí, sí, me gusta, más más, más fuerte!- ¡Zas, zas zas…! Guadalupe Zarza no podía concentrarse en nada. Una vez mató a un pajarillo con el coche porque iba pensando en su buena samaritana y no lo vio allí dudando en medio de la carretera (la duda mata). El pajarillo se quedó aleteando, incrustado en el asfalto hirviente, mientras el coche se alejaba por la sinuosa carretera de Chinchón. Cuando Tatiana contaba lo de Guadalupe Zarza a sus compañeras, éstas, que sólo creían en el amor al dinero y a la propia supervivencia, se reían a carcajadas como las brujas de Macbeth. -¡Pero qué locos están los hombres!- Tatiana sentía algo entre el halago y la pena, pero aparentaba autosuficiencia y secundaba las risas mientras se estiraba de la goma de sus minúsculas braguitas rosas. A Guadalupe Zarza le daban los mareos porque tenía cáncer de pulmón, ya iba a durar poco sobre la tierra, y cuando veía la majestuosidad del sol derramándose en un amaranto atardecer sobre el horizonte, sufría un terrible vértigo existencial, y entonces cogía el móvil y marcaba el número de Tatiana. - ¡Hola Tati! ¿nos podemos ver esta tarde?- - Sí, te espero aquí- Respondía ella con la voz un poco cohibida. - Vale, Tatiana, un beso- Bueno, pensaba Guadalupe Zarza cuando colgaba, peor sería llamar a una vidente. Tatiana, con su cara de virgen arrobada, estaba pensativa sentada en una silla junto a la puerta. De repente un gran alboroto la rescató de sus estériles pensamientos. En el rellano de la escalera se estaban pegando un negro gigante y el vigilante de seguridad del edificio. Iba ganando el negro. Tatiana, con una clarividencia repentina, se sintió cautiva en aquel mundo marginal de crimen y mentiras. Sabía que nunca podría escapar de allí. Tuvo la certeza de que el amor es un imposible, una mentira más grande que sus aburridos números de sadomasoquismo, un juego cruel y cínico sobre una burda realidad de compartimentos estancos donde no había sitio para los nobles sentimientos. Sintió rabia hacia su atento y meloso galán. Guadalupe Zarza, por su parte, al que en el fondo ya le daba igual que el amor fuera verdad o mentira, se perfumó los sobacos con colonia después de ducharse, y se cortó frente al espejo los pelillos de la nariz. -¡Tati!- -¡Quéeee!- -¡Niña, ya está aquí el señor!- -¡Voooooy!- ¿NO es este aquel Ulises del que hablaba la leyenda? Pero si parece un mendigo deambulando por las calles bajo el sol, cubiertas de harapos las heridas abiertas. ¿Y para esto te marchaste con clarines y estandartes a ganar lejanas guerras? Sin nadie con quien hablar, se acuesta solo en la cama, se sienta solo a la mesa. Olvidado por los dioses, sin gloria, sin reino y sin reina. Héroe de caros errores y baratas quimeras, algunas veces lo han visto bajando hacia el arroyo donde cantan las sirenas. Que era hermosa no lo dudaba ningún espejo. Pero era tan grande y yo tan pequeño, que me resbalaba en la nieve de su piel y rodaba como Sísifo hasta ahogarme en aquellos agujeros negros de los que prefiero no hablar. A veces salía de una caja de cartón y se desparramaba en un montón de piezas de puzzle que yo no sabía cómo encajar. Ponía un pie junto a sus labios, un ojo en el botón de su ombligo, una nube o un trozo de cielo azul en cada mano. En fin, qué os voy a contar a vosotros, solitarios corazones amantes de los gatos, de ese juego tan extraño y tan difícil del amor. Cuando yo iba a mover un peón, todos los suyos estaban ya adelantados. Por no hablar otra vez aquí de esa distancia insalvable que siempre existió entre sus amaneceres y mis ocasos. LA CRUDA REALIDAD Se llamaba Maruja, debía de tener entre cien y doscientos años, la carne de momia, el pelo de paja, el mentón como un zueco que ha pisado una mierda, la mirada cruel, un poco entornada como si la luz de los focos la deslumbrara, le sudaba el bigote, tenía una verruga en la nariz. Barajaba las cartas con sus manos de mona vieja, las uñas pintadas de un rojo pasión de vampiro, los abalorios de las pulseras entrechocando como muelas de muerto. Detrás de ella, colgada en la pared, tenía su escoba de bruja. Llamó otro corazón solitario. Eran las tres de la mañana aproximadamente. -¿Hola?- -…Hola- Respondió al cabo de un tiempo una voz que parecía haber sufrido un ictus. - A ver, cariño, cómo te llamas- - Me llamo Inocencia- - Inocencia, y qué signo eres- - Soy virgo- - Inocencia y virgo, eso está mu bien, jejeje, a ver, cielo, qué quieres saber- - Quiero saber si mi marido me es infiel- - Muy bien (la bruja se puso a barajar con gran destreza, con un poco de mala leche también) ¿cómo se llama tu marido?- - ¿Eh?- - ¡Que cómo se llama tu marido!- - Ah, se llama Joaquín- - Inocencia y Joaquín, veamos si Joaquín le pone los cuernos a Inocencia, Inocencia quiere saber si su marido le pone los cuernos, pues…¡sí, sí, sí y sí, ¿lo ves?, las cartas dicen que sí, que tu marido te pone los cuernos (dio un golpe sobre la mesa. Tembló un florero con flores sintéticas que parecían crisantemos morados)- -¿Eh?- - Cómo que eh, dime una cosa Inocencia, ¿tú eres sorda?- - ¿Eh?- - Sï, ya veo que además de cornuda eres sorda- - Perdona, pero es que….(Inocencia tenía los ojos rojos de llorar y no dormir) ¿y está con la extranjera esa?- - Veamos, (la bruja barajó de nuevo como si azotara las cartas), sí, sí y sí, está con una extranjera más joven y más guapa que tú, pero tranquila, ella sólo está con él pa sacarle todo el dinero, en cuanto lo arruine lo deja, ya queda poco, así que no te preocupes, cariño- - ¿Y yo qué hago mientras?- - ¿Tú?, pues joderte y aguantarte, porque con lo sosa y lo burra que eres como se te ocurra dejarlo acabas cortándote las venas, te lo digo con cariño, lo sabes- - No, si se nota, pero ¿y si me deja él?- - Pues te jodes también, hay quien nace para estar jodido siempre, oye, cielo, tu marido qué es- - ¿Eh?- - Tu marido, que qué es- - Ah, era director de un banco, pero ahora tiene cáncer de próstata, además tiene demencia desde que mi hijo tuvo el accidente con la moto, está en una residencia- - Quién- - ¿Eh?- - ¡Que quién coño está en una residencia!- - Mi marido- - Ah, pues que se joda, y pa qué lo quieres dejar, cariño, si enseguida te vas a quedar viuda- - No sé, allí conoció a la negra hace dos años y medio, ahora está mucho más delgao, como cuando vino de la mili- - Eso es porque se va a morir pronto, corazón, ¿cuántos años tiene?- - ¿Eh?, sesenta y cinco, creo, es que me duele mucho que esté con otra (Inocencia se puso a llorar en silencio), ya no sé lo que hacer, Maruja- - Pues ya te lo he dicho, joderte y aguantarte, no hagas nada, mira pa otro lao y punto pelota, está con otra, y qué, total ni siquiera le puede echar un polvo, aunque a ti eso qué más te da, tú hazte la tonta (la bruja imitó grotescamente a Lina Morgan cuando recogía colillas en la película de la tonta del bote) y que se joda y cargue contigo y tú te jodes y cargas con él, total pa lo que le queda…- - Pero ¿él me sigue queriendo?- - A quién, ¿a ti?, vamos a ver qué dicen las cartas…¡no, no no y no!, no te quiere ver ni en pintura, ya no te quiere na, el amor se seca como el agua de los charcos, cariño, al final sólo queda el barro, hay quien no encuentra el amor ni aunque llame a todas las puertas, sin embargo el dolor viene él solito sin que lo llamemos, ¡uy!, qué profunda estoy esta noche, joder, parezco el Punsé ese de la calva rizá, nó sé, serán los cafés que me he tomao- - Pero es que yo sí lo quiero, creo, lo que pasa es que desde que pasó lo de mi hijo nuestras vidas se han roto, él lo lleva peor que yo- - Quién- - ¿Eh?- - Que quién lo lleva peor, ¿tu hijo?- - No, no, mi marido, bueno mi hijo también, los médicos no saben si va volver a andar- - Pues yo te lo digo ahora mismo, cielo…a ver….¡no no no y no!, ya te digo yo a ti que no, las cartas dicen que tu hijo se va quedar como un vegetal, la extranjera te va a arruinar, tu marido no te quiere y se va a morir, y tu hijo no va a volver a andar en su puta vida, es la cruda realidad, cariño, pero hay quien está peor, yo conozco a uno que se arruinó por un embargo de hacienda, perdió a su familia, lo metieron en la cárcel y le dieron por culo, luego resulta que lo de hacienda había sido un error, bueno, por lo menos tuvieron el detalle de mandarle una carta pidiéndole perdón, jejejeje, ¿quieres saber algo más, bonita, uhhh, de tu salud por ejemplo?- - Pues…casi prefiero que no, perdona que te lo diga, Maruja- - Bueno, pues entonces vamos con otra llamada, ale, un beso, a ver, hola, ¿hola?- Pi pi pi pi pi pi... - Vaya por dios, ya se ha caído otra vez la línea, ya estamos como to las putas noches, joder, no sé pa qué cojones llaman si antes de hablar cuelgan, el caso es joder la marrana, desde luego que los hay tontos, y no será porque no les doy cariño, ¡atajo de llorones de mierda!, en fin…- La vidente parpadeó con un solo ojo y compuso una mueca grotesca, como la de una máscara de goma que se está quemando en el fuego. Se oyó un ridículo silbido de fondo, como esos de las comedias italianas. La escoba se movió sola en la pared. LA FEA A dónde vas, huesecillo de pollo que se queda entre los dientes, aguja de soledad perdida en el pajar de la gente, buscadora de oro en los arroyos fecales, anunciadora de Cristo vivo en las puertas de los grandes almacenes, pasajera de cundas, ludópata de trileros, trasnochadora de videntes. Y baja la Gran Vía deslumbrada por ese sol que hace crecer las rosas y los crisantemos, los hombros escuálidos, las patas enclenques, el tiempo gota a gota en la clepsidra del desamor, con una honda reverberación de muerte. Cuando Ulises vio a Nausica desnuda a la orilla del río, después de tantos trabajos y tantos peligros, tuvo la sensación de que la guerra no había acabado. Cuídate de la belleza, pensó escondiéndose entre los juncos, encierra más tragedias que placer, te elevará a sus cumbres y luego te dejará caer, darás ridículos saltos a sus pies como un insecto al que le han arrancado las alas, intentando en vano merecerla y alcanzarla. Así que se dio la vuelta y volvió a adentrarse en ese mar que era un vacío infinito donde la belleza faltaba. Dentro. Dentro de ti. Muy dentro. Más dentro. Hasta el alma, hasta la calma, hasta la materia de la que están hechos los sueños. Hasta salir de ti, libre de ti, limpio de ti, lejos de ti, de tu masa, de mi rabia, de tu fuego. Sano, solo, ligero, como si ya no existieras, como si estuviera muerto. LOS CARDOS La puta está sentada debajo de un árbol, cerca de la antigua fábrica de hierro. A lo lejos los campos arden, y en una rotonda un borracho arroja una botella al suelo. Una urraca cruza la carretera hacia los cardos de la cuneta donde crepitan las chicharras y se pudre la carroña de los conejos muertos. La puta juega distraídamente con su móvil, y de repente una brisa, como una mano de madre, le acaricia suave su pelo moreno. Desde lo alto de la escombrera, bajo un sol que muerde como un cepo oxidado, jadeando y con la lengua fuera, buscando la sombra se acerca un perro. Y TODAVÍA QUEDA LO PEOR Hablaba muy bajo, como si le diera mucha vergüenza sincerarse. Era la primera vez que llamaba a una vidente. La vidente era mulata, y se parecía a una puta a la que de vez en cuando visitaba en el número 39 de la calle Clara del Rey, a lo mejor era ella con un poco más de maquillaje. Tenía los pelos alborotados, como si le hubiera soplado un bisonte, la cara de hiena, los dientes separados, un rictus de escabeche y una sonrisa entre sabia y sádica que a él le asustaba un poco. Los ojos, por el contrario, aunque desorbitados y desavenidos como un matrimonio después de cincuenta años de cansancio, eran maternales. - ¿Y cómo te llamas? - ¿Eh?, me llamo Germán- - ¿Cómo has dicho?- - Germán, Germán Sardina, soy taxista- - Pues habla más alto, hombre, que no te se oye un pijo, así que taxista, de esos que se mean en las escaleras traseras de las estación de Atocha, ¿eh?, marrano asqueroso, y ella ¿cómo se llama?- - ¿Quién, ella?, Silvia, se llama Silvia, tiene el pelo largo y cuando íbamos en la vespa parecía que llevaba una bandera al viento- - Qué poético, coño, bueno, pero eso ya es pasado, ahora las cartas dicen que sí, que efectivamente le gusta alguien, sí, aquí hay alguien por medio, enamorada de ti ya no está, porque aquí yo veo que piensa en otra persona, una relación que la ilusiona, no veo que ella siga enamorada de ti, cariño, ya no te quiere pero le da pena decírtelo- - Yo sigo enamorado de ella como hace diez años- - ¡Y qué!, pues ya es demasiado tiempo ¿no?, las personas cambian, tú insiste si quieres, pero no te va a servir de nada, las cosas no son como uno quiere, sino como la vida quiere, a mí me gustaría que me tocara la lotería pero no me toca, qué le vamos a hacer, ella piensa en otra persona, te lo estoy diciendo, cariño, no te quiere, no no no, un no rotundo como una piedra, además quiere tener un bebé con la otra persona, aunque todavía es pronto a ella le encantaría tener un bebé algún día, pero no tuyo sino de la otra persona, de ti no quiere nada, se avergonzaría, me sale la sota colorá, la sota de copas. Germán sintió un nudo de angustia oprimiéndole el pecho. Como si una tripa se le hubiera enroscado al corazón con un nudo corredizo. Como si lo ahorcaran con esa tripa. Se sintió como un perro ahorcado. - ¿Y van a durar?- - De momento sí, pero oye, a lo mejor están por intereses creados, vaya usté a saber, ella quiere alguien alegre a su lado, alguien que le inspire confianza y seguridad, alguien que la haga reír, sin complicaciones, y si encima es joven y guapo mejor, alguien que la ilusione, al principio empezó como una amistad, pero poco a poco la fue seduciendo su vitalidad y su sentido del humor, un poco irónico, como el de los monologuistas esos de la tele, a lo mejor es monologuista, se ríe mucho con él, casi no pueden hacer ni el amor porque siempre están riendo, ríen porque saben que en el fondo la vida es una mierda, son pesimistas risueños, y tú por lo que veo debes de ser más desgraciao que el pupas y más fúnebre que una mortaja. - Es que desde que se murieron el gordo y el flaco ya nadie me hace gracia- Las cartas están tiradas en desorden sobre la mesa. La muerte, el ahorcado, la princesa, el tahúr. Azar, esperanza, desesperanza. Amores que prenden como chispas de pedernal y amores que mueren como hojarasca amontonada. - ¿Y quién se va a quedar con el piso?- - Pues hombre, ella, vaya preguntas que me haces, cariño, para meter al otro inmediatamente, cuando tú todavía vayas bajando con tu maleta de cartón por el descansillo, el otro ya estará dejando sus cervezas en la nevera- - Pero es que llevamos ya diez años juntos, y cuando hablamos por teléfono todavía me dice que me quiere- - Porque está pensando en el otro, ¿a que mirándote a los ojos ya no te lo dice nunca, di?- - Oye, Carmen Azul, y entre ellos ya (hizo con los dedos el gesto del mete y saca, que la vidente, evidentemente, no pudo ver)…¿ya habido relación?…vamos, ya me entiendes, toqueteos y esas cosas, uhhh, pregunto, vamos…- - Pero tú de dónde has salido, alma cándida, te repito que ella está muy ilusionada, tonta como una niña, y un hombre listo como parece ser él sabe aprovecharse de esa situación, a lo mejor el bebé viene antes de lo que pensamos, pero tranquilo que no se parecerá a ti, será un bebé guapo y listo- - Y ¿qué hago yo entonces?- - ¿Tú? ¡yo qué sé!, dedícate a la pesca, o súbete a un campanario, o vete al fútbol los domingos, ¿te gusta el fútbol cariño?- - Sí, me gusta el Real Madrid, pero desde que se fue Raúl no lo sigo mucho- - Pues hazte de una peña ciclista a ver si tienes suerte y te atropella un loco en la carretera, me dicen las cartas que no lo has hecho bien con ella, las relaciones a la larga se mueren, se pudren como la hojarasca, si se mueren las tortugas cómo no se van a morir las pasiones con las pulsaciones tan altas que tienen, imagínate- - Últimamente la noto más fría y distante- - A quién, ¿a la tortuga?- - No, a Silvia, entra por la puerta y se queda ahí lejos de mí, como si fuera una extraña- - Mira, hermoso, aquí sale, yo no sé porqué, como que hay muchísima desesperación entre vosotros, sale la muerte boca abajo, y la muerte es el final, menos pa los legionarios, cuando haces el amor con ella es como si la pobre tuviera un muerto encima, tu vida es una mierda, para qué te voy a engañar, siempre de mal en peor, no, no tienes suerte con las mujeres, me salen las cartas mirando pa el oeste, a ver, por otro lado las cartas me dicen que él tiene pareja y no la va a dejar de momento, así que ánimo, levanta la cabeza y ten cuidado con los marcos de las puertas, ¿sabes lo que pasa?, que por otro lado, cariño, eres un acomplejado- - Es que cada vez estoy más gordo, entre tú y yo, Carmen Azul, tengo una barriga que parece la panza de un gorrino muerto, y eso que hice durante dos años la dieta Dunkan esa de los cojones- - Lo que te pasa es que estás más solo que la una, y esa persona te está hundiendo más y más en la mierda, ahora que sí, ahora que no, no se aclara ni ella misma, ahora te quiero, ahora no te quiero, ahora quiero a otro, por qué no me tocas, te he dicho que no me toques, asqueroso, te está dando caña por un tubo, aunque, mira, creo que este verano te vas a enamorar, vas a encontrar a otra pareja, oye, las cartas me dicen que es negra, dominicana, creo, pero que al final vais a escapar a hostias, esto del amor siempre es lo mismo, qué aburrimiento, chorra, vamos, cariño, olvídate del pasado y acepta los hechos, es que eres más raro que un gato amarillo, joder…¡ah! y te viene otra muerte este año- - ¡Coño!...se me ponen los pelos de punta, pero si ya no me queda nadie en el mundo, aparte de Silvia- - Bueno, pues será un perro o un loro, que quieres ir más rápido que yo, ¡yo qué sé!, ¿tienes algún perro o algún loro, cariño?- - No, tengo una tortuga- - Pues entonces a tomar por culo la tortuga, me dicen las cartas que te vayas acostumbrando a la soledad, porque en adelante vas a tener que dormir con ella todas las noches, ah, y ¿sabes lo que te digo?..- - Es que es muy fría y distante- - Quién, la soledad, la tortuga, ¡habla más fuerte que no te siento, joder!- - No, Silvia, es que es tan guapa, tan joven, tan hermosa y huele tan bien, así, a ella- Germán enmudeció. No podía contener las lágrimas. Lágrimas de amor, de odio, de miedo. En la ventana de la cocina colgaba una telaraña, sucia, siniestra, como un jirón de mortaja. La vida es para los fuertes, pensó, y él no lo era. - ¿Oye?, ¡oye! ¡ Germán, cariño…, no cuelgues que ahora viene lo peor!...- El noventa por ciento de la educación es represión La mejor forma de aprovechar el tiempo es perdiéndolo Como son tan prepotentes, hay dos tontos por cada habitante LOS ABRAZOS DE MIRELLA Cuando todo ha acabado, cuando la vida te ha arrebatado la esperanza y el valor, quedan los abrazos de Mirella. Se derraman por tu cuerpo como una lluvia cálida y fresca a la vez. Casi parecen de verdad, no te dejan caer, y si uno no tuviera tantas pedradas en las sienes, tantas lanzadas en el costado, volvería a creer en el amor bajo la luna en la intimidad de las rejas. Son mucho mejor que el fútbol. No hay nada los domingos por la tarde como los tiernos abrazos de Mirella. ¡SO TONTO! Un grupo de obreros estaba comiendo en el bar La Herradura. Eran cuatro. Uno gordo, con la cara hinchada como una celemina. Otro con la tez oscura y sucia, como si lo acabaran de desenterrar. Un tercero con la nariz respingona y el labio leporino. Y un cuarto con cara de mastín adormilado. El leporino y el mastín discutían acaloradamente. - ¡Pero cómo va a dar igual- gritaba el leporino con deje chulesco, haciendo grandes aspavientos con las manos- pero cómo va a dar igual, osea que da igual que vaya a ochenta que a ciento ochenta, tú eres tonto, chaval!- Discutían sobre un tren que había descarrilado. El mastín apenas levantaba la voz, casi susurraba, mientras que el leporino gritaba tanto que las demás mesas habían dejado de mirar la tele para observarlos a ellos. -¡Tú eres tonto, chaval, no sé cómo puedes ser tan tonto, osea que si va a ochenta había descarrilao igual que si va a ciento ochenta, según tú, pero qué tonto eres, joder!- - Yo no digo eso, yo digo que si el tren hubiera tenío activás las medidas de seguridá no habría descarrilao- -¡Pero cómo no va a descarrilar, cacho tonto, si el maquinista iba a ciento noventa, y dale, mira, no quiero discutir contigo, contigo no se puede discutir, no razonas, pa ti la perragorda, que sí, que sí, hala, que tienes razón, que habría descarrilao igual, lo que tú digas so tonto!- El mastín se estaba cansando ya de que lo llamara tonto delante de todo el mundo. Él no era tan tonto. Era capaz de montar ocho cajas de cartón en un minuto, mientras que el leporino apenas montaba cinco. A ver quién era más tonto. Se acercó el camarero, que arrastraba las patas como si fueran lengüetas de suelas desencoladas. Tenía el hocico prominente, como si viniera de vomitar. - Ya vale, chavales, que estáis llamando la atención de tol mundo, ¿os traigo ya las parrochas?- - ¡Si es que es el tonto este- argumentó el leporino con una especie de gimoteo- que siempre quiere tener razón y nunca la tiene, osea que el maquinista no es responsable ¿no?, si tú rompes cuatro cajas no eres responsable, ¿no?, ahora voy a llegar yo a la fábrica y voy a romper cuatro cajas a ver qué pasa, tú eres tonto chaval, contigo no se puede discutir!- - Yo no digo que el maquinista no tuviera culpa, pero tamién la empresa que…- - ¡Ah, osea que la culpa es de la empresa, como siempre,- el leporino levantó más aún el labio, la nariz parecía el hociquillo de un cachorro de san Bernardo. La ayudante de cocina, una morenita guapa y risueña, se asomó por el ventanuco. Estaba muy guapa porque se acababa de echar novio. Desde una mesa junto a un acuario con el agua sucia y la mitad de los peces flotando muertos, cuatro extranjeros rojos e hinchados como garrapatas ahítas, miraban la escena con ojos de pescado cocido- tú eres tonto del culo, chaval, ya salió el tópico, el empresario siempre es el malo, pues nada, pa ti la perragorda, si es que con un tonto no se puede discutir!- Y con el tenedor cogió con desgana un puñado de espaguetis con tomate. Hizo un puchero como si estuviera a punto de llorar. El mastín lo miraba con la cara muy pálida. Sentía odio hacia esos hocicos grasientos y esos carrillos hinchados de espaguetis. Se imaginaba los espaguetis dando vueltas dentro de la boca como en una trituradora de basura. Ñau ñau ñau, los dientes triturando circularmente en el sentido de las agujas de un reloj. - -¡ Tú eres tonto…- Al volver a hablar se le escapó un pequeño apéndice de espagueti que cayó sobre la ensalada que estaba en el centro de la mesa. La celemina y el desenterrado escuchaban sin intervenir. A la celemina le daba vergüenza ser el centro de atención y estaba un poco rojo, también por los vapores del vino, es verdad, pero sobre todo por la vergüenza. Miraba a los demás comensales con una forzada sonrisa de distanciamiento, como si dijera yo no tengo nada que ver con estos patanes, yo soy el encargado de la fresadora. Además escribía clandestinamente cuentos para niños. El último lo había titulado “El pajarito azul”. Trataba de una niña que cogía un pájaro de la calle y se lo llevaba al colegio para enseñárselo orgullosa a sus amiguitos. Pero por las tardes, cuando la niña volvía de jugar en el parque, el pajarraco la esperaba siempre encima de la puerta y se le cagaba encima, hasta que un buen día la niña se hartó y lo apuñaló con un boli bic. Después lloró arrepentida. Nadie sabía que escribía, ni siquiera su mujer, era algo íntimo y un poco vergonzante, como la culpa. Que estos ceporros no se enteren, por Dios. El desenterrado, por su parte, movía la cabeza a uno y a otro lado, eléctricamente como una gallina. Él no entendía mucho de trenes, la verdad sea dicha. De coches sí. No te compres nunca un coche inglés o italiano. Ese ruido pa mí que va a ser de la bomba del agua. Cámbiale el aceite a la valvulina. Como sea del cigüeñal lo llevas claro, más te vale llevarlo al desguace…También era un poco celosillo el hombre. Una mañana se emborrachó y se fue al bar donde trabaja su mujer y dijo que no se movía de allí hasta que ella acabara su turno a las doce de la noche. Estaba celoso del cocinero. - ¡ Eres más tonto que tropezar con el propio pie, si fueras más tonto comerías mierda, cuidao que eres tonto, si da igual ir a noventa que a ciento noventa, por qué tú entonces vas siempre a ochenta con el coche, que pareces una monja con esa cara de tonto pegá al parabrisas y con los ojillos cerraos como si no vieras un pijo, pero qué tonto eres, Tomás, eres la cosa más tonta que he conocío!- - Cuidao,ya me estás hinchando los cojones, Manolo- - ¡Entonces pa qué dices que el maquinista no tiene culpa, cacho tonto, osea que según tú, so tonto, es lo mismo ir a noventa que a ciento noventa, venga, sí, que sí, pa ti la perragorda, no me apetece discutir con un tonto!- - Yo no digo que el maquinista no tenga parte de culpa…- - ¡Parte de culpa, parte de culpa, so tonto, anda por ahi, tú eres tonto desde que tu abuelo jugaba al trompo, tú eres tonto o qué, osea que me vas a decir tú ahora que es lo mismo coger una curva a ochenta que a ciento noventa, la culpa fue del maquinista y punto, lo que pasa es que tú eres tonto y no se puede discutir con un tonto!- - Si la empresa hubiera tenío activá la…- - ¡Ya estamos con la empresa, ya salió el proletario, la culpa es siempre de la empresa, claro, y de quién es la culpa de que tú seas tan tonto, tengo razón o no, Vallecas!- El leporino buscó la aprobación del desenterrado, que inmediatamente asintió con la cabeza. A ver quién no lo hacía. - ¡Pero so tonto, si el maquinista hubiera ido a ochenta como tú cuando vas al puticlú por la vía de servicio, el tren no habría descarrilao, el maquinista es responsable igual que nosotros somos responsables cuando estamos montando cajas, cada uno tiene que ser responsable de su trabajo, cacho tonto!- - Yo no digo que…- - ¡Tú eres tonto, tú que vas a decir si eres tonto, mamahuevos!- Como me llame otra vez tonto lo mato. Pensó el mastín con los ojos húmedos y la boca seca y muy abierta. - Yo no digo que la culpa no sea del maquinista, te lo acepto, pero aquí la responsabilidad tamién es de la empresa que no tenía activá la… - ¡Vete a la mierda, que sí, que sí, que lo que tú digas, que pa ti la perragorda, no quiero discutir contigo porque eres un tonto de los cojones!- Entonces el mastín agarró de repente un cuchillo y abalanzándose como un relámpago sobre el leporino se lo clavó en un ojo. El leporino cayó hacia atrás derribando la silla y comenzó a convulsionarse en el suelo, retorciéndose agónico como un pez fuera del agua. Tras la ventana una pareja se arrumaba en un banco del parque y a lo lejos el horizonte se cubría de nubes que parecían de algodón. En la tele salían cuatro vegetarianos americanos, adorando con sonrisa estólida a una lechuga ecológica. Se va haciendo mayor. En esa imagen del espejo aparecen ahora unas sirlas sombrías que antes no estaban ahí. Ayer, mismamente, hace apenas veinte años, su cara era un sol dorado después de la lluvia de abril. Muchos de sus clientes de toda la vida hace tiempo que no han vuelto a visitarla. Pronto será otra puta vieja más, y con esa adicción a las joyas y a las fiestas caras, no encontrará otro catre bajo techo donde poder caerse muerta. En la salita mugrienta, entre colillas con carmín y mohosas latas de cerveza, una vela se consume bajo una virgen doliente, esperando, como el olmo aquel, otro milagro de la primavera. CIEN MIL BESOS Juani es una negra que se parece un poco a Mike Tayson. Tiene un hueco entre los dientes que le da ese aire de crueldad. Por eso la buscan para las sesiones de sadomasoquismo. Hay hombres que pagan mucho dinero para sentir dolor. Como si el dolor no abundara a toneladas y gratis en casi todas las situaciones de la vida. Sin embargo Juani no es cruel. Una vez se miró al espejo, así un poco de refilón, como por casualidad, y se encontró con un rostro dulce y humano. Humano en el buen sentido, si es que tiene alguno. Juani antes trabajaba limpiando portales, pero con esta crisis tan feroz se la acabó el trabajo y optó por el camino fácil. Fácil es un decir, porque en este mundillo marginal hay que aguantar a cada tío raro que dan ganas de dejar los nabos y volver a coger la fregona. Sobre todo los moros, llevan algo en la sangre que asusta, según ella. Tampoco le gustan los pijos, aunque pijos, de los finos me refiero, vienen pocos por aquí. Patri se parece a Fernando Esteso. Tiene una hermosa joroba y cara de paleto tocando la ramona. Casi nadie la quiere. Así que permanece en la puerta oteando como un perro a ver si caza alguna pieza despistada de entre todos los pardillos que hacen cola en la puerta de Lorena. La casa de putas de Lorena siempre ha funcionado bien, no sé por qué, ni que fuera el Corte Inglés. Los designios de la lujuria son inescrutables. A Gabi le duele una muela y hoy no ha venido a trabajar. Se echan de menos sus tetas y su gran culo. En su lugar ha venido Laura, que si nos atenemos al cuadrante semanal, hoy le habría tocado librar. Laura tiene la cara plana como si una apisonadora le hubiera pasado por encima. Queda algo infantil y vulnerable en su expresión llena de granos. La historia de Laura es terrible y trágica. Traficó con droga y acabó en la cárcel. Allí se quedó embarazada. Como la droga la tenía hecha polvo, sin apenas líquido amniótico en la tripa, tuvieron que provocarle el parto y dio a la luz a una preciosa niñita ciega. Le dijeron que sólo podría quedársela cuarenta y ocho horas, que después tendría que darla en adopción. Entonces a Laura, echa un mar de lágrimas, se le vinieron encima de golpe, como una montaña de estiércol, todos los errores de su vida, su falta de autoestima, su gen autodestructivo como el de su padre alcohólico, sus oportunidades perdidas, su sino de mierda. Abrazaba a su hija con desesperación. Era lo único hermoso que había tenido en su perra vida. Pero se la iban a quitar dentro de cuarenta y ocho horas. ¿Qué podía hacer?. ¿Qué tenía para darle?. ¿Qué podía ofrecerle?. Se miró las manos, nada, vacías. Pero entonces de repente, como si se la apareciera su ángel de la guarda, tuvo un pensamiento extraño y maravilloso. Besos. Le daría besos durante cuarenta y ocho horas. Le daría tantos besos que cuando se la arrancaran de los brazos, llevaría más besos encima que cualquier otro ser de la tierra. Sería rica en besos, multimillonaria en besos, y cuando la vida la atrapara en sus cepos oxidados, cuando nadie la quisiera y ningunos labios se acercaran a la órbita de su sed de amor, los besos de su madre la alimentarían como la carne de ballena alimenta durante años a una tribu entera de pescadores indígenas. Así que se puso a besarla, besos suaves, caricias de labios, uno, dos, tres….cien, doscientos, mil….diez mil, cien mil besos de amor puro para que tuviera su morral lleno el resto de su vida. Besos salados de lágrimas, iluminados de esperanza. Después llegaron los funcionarios, le arrancaron a la niña de los brazos, y a ella, en una silla de ruedas porque todavía estaba convaleciente, la metieron en un furgón como a un perro rabioso y vagabundo. La vida continuó y ahora de puta ya no besa a nadie. Está seca de besos. No tiene más, se los dio todos a su hija. Le ha quedado una inefable sensación de alivio y desahogo. Sigue bebiendo, se sigue drogando, pero su récord de besos no se lo podrá quitar ya ni el más besucón amante de los animales. - Date prisa, cariño, que la encargada va a tocar en la puerta- Le dice Juani a su cliente, un chino con gafas de culo de vaso que parece estar disfrutando de verdad. En la calle, tras la ventana, un borracho enclenque y desnutrido sale de un bar cubano y se le cae la botella de vino al suelo, rompiéndose con gran estruendo. Se oyen carcajadas en algún piso. El sol le da al borracho en la cara, como si fuera también, por qué no, un beso de madre.
Posted on: Mon, 23 Sep 2013 09:59:33 +0000

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