Alemania: bibliocausto nazi El 30 de enero de 1933 Adolf Hitler - TopicsExpress



          

Alemania: bibliocausto nazi El 30 de enero de 1933 Adolf Hitler fue proclamado como Canciller de Alemania y pronto se vieron las consecuencias “culturales” de esta designación. El 4 de febrero se dictó una ley para la Protección del Pueblo Alemán que restringió la libertad de prensa y precisó las normas que permitirían requisar el material impreso que fuera considerado como peligroso. El 5 de febrero fueron atacadas las sedes del partido comunista en varias ciudades de Alemania y se destruyeron sus bibliotecas. El 27 de ese mismo mes fue incendiado el Parlamento, El Reichstag y se quemaron todos sus archivos. Uno de los principales lugartenientes de Hitler era Josef Góbbels, designado el 1 de abril de 1933 como ministro de Propaganda, quien se dio a la tarea de “purificar” la educación y la cultura alemana. Como parte de esa “limpieza cultural”, el 8 de abril dirigió un memorándum a las organizaciones estudiantiles de los nazis en donde remarcaba la urgencia de destruir los libros peligrosos, que se encontraran depositados en las bibliotecas. A finales de marzo se inició la quema de libros, lo cual prosiguió durante todo el mes de abril en algunos lugares del país, aunque estos hechos todavía eran algo aislados El verdadero bibliocausto empezó el 5 de mayo, cuando en la ciudad de Colonia los estudiantes de la Universidad ocuparon la biblioteca y seleccionaron los libros de autores judíos y comunistas y luego los incendiaron. Esto anticipaba lo que vendría inmediatamente después, puesto que el día 10 de mayo se programó una multitudinaria reunión con el objetivo de efectuar una quema pública de libros. En la ciudad de Berlín, los estudiantes de la Universidad Wilhelm Von Humboldt recogieron unos 25 mil libros prohibidos y les prendieron fuego en la Plaza de la Opera, gritando consignas “contra la clase materialista y utilitaria” y “por una comunidad de Pueblo y una forma ideal de vida”. Joseph Goebbels en persona presidía el macabro evento y para darle relieve al acontecimiento pronunció un discurso en el que anunciaba los motivos de la “heroica acción” contra los libros. Sin rodeos sostuvo que “la época extremista del intelectualismo judío ha llegado a su fin y la revolución de Alemania ha abierto las puertas nuevamente para un modo de vida que permita llegar a la verdadera esencia del ser alemán”. Señaló que “durante los pasados catorce años Uds., estudiantes, sufrieron en silencio vergonzoso la humillación de la República de Noviembre, y sus bibliotecas fueron inundadas con la basura y la corrupción del asfalto literario de los judíos”. Según él, esa situación se tornó intolerante y por eso “la juventud alemana ha reestablecido ahora nuevas condiciones en nuestro sistema legal y ha devuelto la normalidad a nuestra vida [...] Uds. están haciendo lo correcto cuando Uds., a esta hora de medianoche, entregan a las llamas el espíritu diabólico del pasado [...] El anterior pasado perece en las llamas; los nuevos tiempos renacen de esas llamas que se queman en nuestros corazones [...]”i. Se quería borrar el pasado y la memoria, para construir sobre sus ruinas el Tercer Reich, que se pretendía iba a durar mil años. Por ello, en la hoguera se encontraban las obras de grandes pensadores que habían enaltecido al arte, la ciencia, la política y el conocimiento. Allí ardieron libros de Carlos Marx, de Sigmund Freud, Heinrich Mann, Emil Ludwig, Eric Marie Remarque, Heinrich Heine, Bertolt Brecht, Stefan Zweig, Emilio Zola, H.G. Wells, de un total obras que correspondían a unos 5.500 autores de Alemania y otros países del mundo. Al unísono, en otras 22 ciudades de Alemania se quemaban libros y durante ese trágico mes de mayo millones de libros fueron devorados por el fuego, en medio de la celebración histérica de una juventud enceguecida por el odio sectario contra toda obra escrita que fuera considerada como judía, comunista o antialemana. Heinrich Heine, un poeta decimonónico de Alemania, cuyas obras también fueron consumidas por el fuego nazi, había dicho en 1821 que allí “donde los libros son quemados, al final también son quemados los hombres”. Esta predicción resultó terriblemente cierta porque antes de que, literalmente, empezaran a ser asados los seres humanos, primero se fundieron los libros que fueron “el conejillo de indias” de los hornos crematorios que vendrían después. Primero se calcinaron los papeles en las hogueras públicas y luego los cuerpos de hombres y mujeres en los campos de concentración. La “lección alemana” de Hitler, que tendría un gran alcance durante todo el siglo XX, se basaba en el presupuesto que la “purificación” de un país debería comenzar por la eliminación física de los productos culturales que se definían como inmorales y “corruptores” del espíritu de un pueblo. Algunos autores habían entendido claramente el impacto que traería el nazismo sobre los libros, tal y como lo anticipó el escritor Joseph Roth, quien desde antes del ascenso de Hitler había anunciado: "Van a quemar nuestros libros". Y en efecto sus obras también fueron destruidas y el autor se vio obligado a huir y exiliarse en París en donde moriría en 1939. rebelion.org/noticia.php?id=172506
Posted on: Thu, 26 Sep 2013 13:52:49 +0000

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