• Aquella mañana, como el resto de las mañanas anteriores, se descubrió pensando en ella. Había tenido un sueño hermoso, que distaba de la realidad, pero no le importaba, ella se encontraba presente. Le parecía un consuelo y un castigo saber que, al menos, Morfeo le concedía tiempo con su Diosa inventada, con su Venus de Milo, con su Mona Lisa retratada. Un consuelo doloroso con itifálicas dulces imágenes de oscuros deseos desencadenados, de corteses placeres inventados. Un dulce castigo, pero castigo, pues atormentaba su mente de manera continuada, desde la primera hora del amanecer hasta la última hora del ocaso. Precioso y tormentoso castigo: sabe que solo la puede contemplar en la soledad de sus sueños, que únicamente la puede sostener, oler, sentir y apoyar en el interior de su mente. Sabe que, cada vez que se la encuentra en frente, le falta la fortaleza de la que hace gala, le flaquea el orgullo que una vez tuvo. Se derrumba su mente, que tanto la ansía. Solo le queda admirarla con fruición en la intemperie de su cuarto, en la hibernación de su cama, en su almohada empapada, en su cabeza estancada. Por Corso “agarrando botellas vacías”
Posted on: Wed, 23 Oct 2013 17:25:32 +0000